El anarquista Agustín Remiro Manero, agente 3004 del MI-6 británico

Agustín Remiro Manero

Escrito por Antonio Gascón Ricao

Introducción

El breve esbozo biográfico que estamos a punto de iniciar, es por desgracia fruto del habitual refundido de diversos trabajos que al final se citan como referencias necesarias, a falta de otra mejor aproximación. Secuela que se hace común con numerosos personajes de la misma época, cuyas vidas se repiten una y otra vez, añadiendose en algún caso concreto otro detalle más, como es en el presente, al haberse ampliado la breve vida de Agustín Remiro, con una parte de la información que aparece sobre él  entre la documentación de la nefasta Comisión Provincial de Incautaciones franquista, cuyo expediente se concluyó cuando Remiro ya había fallecido, solo para hacer constatar que no se le había podido incautar nada, porque no tenía nada, salvo la misera más absoluta. Con la salvedad de que sí tenía una sufrida esposa, junto con dos hijos pequeños, de 4 y dos años respectivamente.

Los primeros caminos

Agustín Remiro Manero, El Royo para su ámbito familia[1]El Mangón[2], para la Guardia Civil, nació en Epila (Zaragoza) el 28 de agosto de 1904. Sus padres, Santos Remiro Medina y María Manero Ibáñez, eran dos modestos campesinos que tuvieron en total 12 hijos, de los cuales sobrevivieron cinco.

El muchacho frecuentó muy poco la escuela, ya que tal como sucedió con muchos de sus amigos y vecinos a los 10 años tuvo que dejarla para arrimar el hombro ayudando al padre y a su hermano mayor en las faenas agrícolas. Lo que no descartó su incipiente interés por la lectura. Así, autodidacta a la fuerza, devoraba todo lo que  le caía en las manos.

En 1919, con tanto solo 15 años Remiro decidió afiliarse a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), influido, como el mismo explícaba a amigos y conocidos, por la Semana Trágica de Barcelona y el consiguiente fusilamiento de Francisco Ferrer Guardia en el Castillo de Montjuïc, en octubre de aquel mismo año. Aquel mismo año las dos organizaciones obreras más combativas de Épila, la Sociedad de Obreros Azucareros y la Sociedad de Obreros del Campo y Oficios Varios decidieron ingresar en la organización confederal, tras su asistencia como observadoras en un congreso celebrado en el Teatro de la Comedia de Madrid los días 10 al 18 de diciembre.

Llamado por el gobierno a quintas en 1925, Remiro pasó a cumplir en África durante dos años su servicio militar obligatorio, donde, a causa de su carácter de natural  rebelde, fue reenviado como castigo a un batallón disciplinario con el que le tocó participar en los sangrientos combates de sometimiento de las cábilas sublevadas durante el invierno de 1925-1926, que culminaron con la derrota de los rifeños y la consiguiente rendición de su caudillo Abd el-Krim.

Licenciado del ejército, regresó a Épila, su pueblo natal, donde pasó a formar parte de un grupo de afinidad anarquista. En aquel tiempo y a causa de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), todavía perduraba la clandestinidad que se había autoimpuesto la CNT al producirse el golpe militar, momento en que Remiro empezó a destacar a causa de su gran actividad, al ponerse en contacto con otros grupos de Aragón, o del resto de España. En los intermedios continuó trabajando en el campo, y durante la época de la remolacha azucarera, en la  fábrica azucarera existente en su pueblo.

Al producirse la caía de la Dictadura, en enero de 1930, se reabrieron de nuevo los Sindicatos obreros y Remiro, con su grupo, fue uno de los principales  inspiradores del de Oficios Varios. Su incansable acción le proporcionó una gran popularidad en toda la ribera del río Jalón, al  participar activamente en mítines de propaganda, o en muchas charlas sobre los problemas sociales, o sobre el papel que tendría que desempeñar la CNT en la “próxima revolución”. Durante aquellas giras de propaganda tuvo muchas veces la suerte de poder compartir tribuna con militantes tales como: FranciscoAscaso Abadía o Vicente Ballester Tinoco[3].

Aquel periodo de  actividad sindical de Remiro, cuando se inice la guerra en 1936, será el principal argumento de acusación que utilizaran los franquistas en sus diferentes escritos incriminatorios, el mismo argumento que utilizaran también todos los testigos en su contra, soslayandose de aquel modo su intervención global en la guerra, al tenerse unicamente en cuenta la implicación de Remiro durante los días del cerco que sufrió Épila, por parte de falangistas y militares, al iniciarse en julio la sublevación militar propiamente dicha. 

En el aspecto personal, el 22 de octubre de 1933, Remiro contrajo matrimonio con una moza de su pueblo, llamada Francisca Rodríguez Remiro (La Paca), y en 1934 nació su primer hijo, Germinal. Su segundo vástago, en aquel caso una niña llamada Bienvenida, vendrá al mundo durante la guerra civil, en 1937, es de suponer como consecuencia de una  de sus multiples visitas clandestinas de Remiro a su pueblo.

En aquel mismo año de 1934, los cenetistas de Épila comenzaron a construir con sus propias manos lo que tendría que ser su local social. Cuando ya estaba terminado e iban a inaugurarlo, estalló la sublevación militar, siendo los franquistas quienes lo estrenaron en su provecho, convirtiéndolo en un granero, al igual que sucedió en algún pueblo de la Ribera del Ebro como fue el caso de Torres de Berrellén, donde además de apoderarse del Centro Obrero, convirtiéndolo en granero, también se apoderaron del local de la Sociedad de Socorros Mutuos y de sus fondos económicos.

Se inicia la guerra civil

Remiro, responsable de la comarcal de la CNT en el Bajo Jalón, al producirse la sublevación fascista del 18 de julio de 1936, ésta le sorprendió en Used (Zaragoza), una localidad a la que todos los años acudía a segar, contratado como muchos otros campesinos por el terrateniente local Cándido Ibáñez, e inmediatamente se puso en camino a Épila. En la localidad, durante la madrugada del 21 de julio, los militantes del Frente Popular y de la CNT habían conseguido repeler el primer ataque al pueblo que corrió a cargo de grupos de falangistas, en comandita con fuerzas militares del regimiento de Castillejos, causándoles varias bajas. Hazaña que no pudieron repetir al contar las fuerzas asaltantes con más refuerzos.

Aún así la resistencia local a los repetidos ataques de los militares se alargó durante cuatro días más, al final de los cuales los defensores, armados con algunas pistolas, escopetas de caza, y bombas de fabricación casera, tomaron la decisión de evacuar el pueblo. Remiro salió de Épila el día 26 de julio a las dos de la madrugada, como otros muchos vecinos que tambien huyeron del mismo. Una vez tomado el pueblo por los sublevados, a partir del 4 de agosto de 1936, los militares desencadenaron una cruenta represalia a causa de aquella tenaz resistencia, fusilando sin piedad a 89 vecinos, cuyos nombres figuran hoy en día en dos monolitos de mármol erigidos en el cementerio local, junto con otro más en recuerdo de los 23 ciudadanos anónimos de otras localidades también fusilados en aquellas mismas fechas.

En el caso de la familia de Remiro, su esposa e hijos se salvaron casi de milagro, no así la casa familiar, donde deberían vivir de alquiler, que fue destruida por el enemigo alegando que en ella  se habían encontrado bombas, explosivos y líquidos inflamables, y por ello los tres  acabaron finalmente refugiados en casa de los padres de Remiro, con una triste cama como única posesión de la familia.

Su paso a la zona leal

Remiro tras permanecer escondido durante varios días en un paraje de la vecina población de Urrea de Jalón, decidió llegar a la zona leal, y lo consiguió al alcanzar Tardienta, no sin antes cruzar de tapadillo el Ebro con un pontón, por las cercanías de Alagón, y agruparse en los pinares de Zuera junto con centenares de evadidos procedentes de toda la Ribera del Ebro o de las Cinco Villas, que con la inestimable ayuda de guías locales pudieron alcanzar la zona leal, al no atrevese el enemigo a “limpiar” aquellos bosques, en aquella época muy frondosos.

Poco tiempo después Remiro se incorporó a la Columna Durruti, donde fue designado como responsable de la XI Centuria, pasando también a formar parte del grupo recién fundado de guerrilleros, denominado “La Noche”, en su caso encargado de realizar misiones de rescate de antifascistas atrapados aquellos días en la zona rebelde, con la intención de poder llevarlos a la zona republicana.

En septiembre le tocó en suerte tomar parte en el asalto de Fuendetodos, patria chica del pintor Francisco Goya, punto estratégico en las comunicaciones por carretera de Cariñena y Belchite. Como sucedería el multiples ocasiones, la iglesia del pueblo sirvió como último reducto a los facciosos, pero el día 22, con la llegada del grupo denominados  “Los dinamiteros de Utrillas”, que dirigía Juan Bautista Albesa Segura, “Batista”, se voló con explosivos el edificio, quedando de aquella forma radical liquidada la resistencia.  En noviembre Remiro se incorporó a la 118 Brigada Mixta (BM), perteneciente a la 25ª División, en la que Victorio Castán Guillén era el comandante y Saturnino Carod Lerín[4], el comisario político.

Un tiempo más tarde, junto con los destacados cenetistas, Cayetano Continente y Juan Bautista Albesa, organizó un grupo de guerrilleros, al que pusieron por nombre “Los Iguales”, cuya misión consistía, fundamentalmente, en asestar golpes de mano y realizar sabotajes tras las líneas enemigas.   Algunos de los primeros éxitos del grupo fueron las voladuras de la vía férrea del puerto de Paniza, en La Puebla de Albortón (Zaragoza).

Tras su activa participación en la toma del Seminario de Belchite y del Vértice Sillero, Remiro (pertrechado con documentación falsa y uniformado de falangista) viajó a Zaragoza con vistas a recabar la  necesaria información previa a la ofensiva republicana que tendría que tener efecto sobre Teruel y, en varias ocasiones incluso llegó hasta su pueblo, con objeto de visitar a su familia que estaba siendo sometida a represalias.

El anarquista catalán Antonio Ortiz, miembro de Nosotros y jefe de la columna homónima nos presta una descripción de Remiro durante aquellos días: “Remiro era hombre de constitución atlética, asemejándose físicamente a Buenaventura Durruti; siempre andaba cargado con un verdadero arsenal. Era valiente de verdad y algunas veces un tanto inconsciente en su valentía”.

En aquel tiempo por el frente de Aragón proliferaban numerosos grupos de guerrilleros como el de Remiro, o el de  “Los Libertadores de Cayetano Continente[5], o los de Batista, o Sancho entre otros, que además de realizar las incursiones en campo enemigo, participaban en cuantos combates se desarrollaban en su zona. Remiro, con su grupo, intervino destacadamente tanto en la toma de Belchite como en la ofensiva contra Teruel –entre otras batallas–, respectivamente en septiembre y diciembre de 1937.

Al concluir la arrolladora ofensiva franquista en el Maestrazgo, que culminó el día 15 de abril de 1938 con el corte del territorio republicano en dos mitades con la llegada al Mediterráneo por Vinaroz (Castellón de la Plana), Remiro y sus hombres quedaron en la parte correspondiente a Cataluña donde todavía abundaban militantes confederales procedentes de Aragón.

Los origenes del Batallón de Ametralladoras C

El teniente coronel Juan Perea, jefe del nuevo Ejército del Este desde el 30 de marzo del mismo año, cargo que desempeñaría hasta la pérdida de Cataluña en febrero de 1939, convocó a Remiro y al Comité regional de Aragón, Rioja y Navarra. Por el Batallón mandado por Remiro acudieron a la cita, además de Agustín Remiro, como comandante del mismo, Ignacio Zubizarreta Aspas, capitán de ametralladoras del batallón y Miguel Chueca Cuartero comisario también de dicho batallón.

Perea que por aquel entonces tenía 48 años, era un militar profesional de reconocido prestigio,  que al parecer además sentía un cierto aprecio por los anarcosindicalistas, tanto por su coraje y espíritu combativo, como por su lealtad. Al estallar la sublevación de julio era comandante e inmediatamente tomó el mando de una columna de soldados y milicianos  con la que combatió durante varios meses en el todavía precario frente del puerto de Navafría en Segovia.

Reunidos los citados, Perea les expuso que desde el estado mayor se le había planteado el problema de la supervivencia de los cuerpos francos de voluntarios, es decir de las voluntariosas unidades de guerrilleros,  que en ciertos aspectos eran autónomas y que el Estado Mayor Central había decidido suprimir a toda costa, al tener otras intenciones, como la creación oficial del XIV Cuerpo de Guerrilleros.

Las peripecias del Batallón “Remiro”

Perea les razonó que él personalmente era enemigo de dispersar a los grupos guerrilleros confederales en el seno de las unidades regulares del Ejército Popular y les sugirió, “como mejor manera de evitarlo”, la formación de un batallón confederal de “toda confianza” que estaría exclusivamente a sus órdenes. La nueva unidad sería utilizada en los llamados “servicios especiales”, es decir, en operaciones  de mucha responsabilidad y peligro, pero que también exigirían una gran dosis de iniciativa personal de sus miembros.

Al ver que no había alternativa, Remiro dio su consentimiento y así fue como nació lo que sería, en una primera etapa, el denominado Batallón de Ametralladoras C, más conocido como Batallón Remiro, al cual se incorporaron los componentes de su grupo propiamente dicho y otros similares, completándose el resto de la plantilla con combatientes voluntarios, casi todos aragoneses, bajo la exhortación directa del propio Comité Regional de Aragón.

Sin embargo, aquel planteamiento sobre la futura actuación del nuevo Batallón quedó reducido a un título puramente teórico, puesto que los guerrilleros, convertidos en  vulgares soldados, fueron cayendo diezmados al ser utilizados como fuerza de choque, y más tarde convertidos en una unidad regular de la 62 Brigada Mixta  (BM) perteneciente a la 31ª División con mando comunista.

Es imposible mencionar, aunque sólo sea brevemente, las misiones efectuadas por el “Batallón Remiro”, ni los combates en  los que éste participó hasta la pérdida de Cataluña;  por ello nos limitaremos a señalar un combate durante el cual Remiro resultó gravemente herido.

El día 30 de julio de 1938, a las seis de la tarde, Remiro asistió a una reunión con los jefes de la 34ª División y de la 218 BM de dicha división, donde se tenían que ultimar los detalles de una operación que estaba prevista para el día siguiente. Se trataba de ocupar dos cotas en  Solduga (Lérida), operación, que en la práctica representó un verdadero suicidio. Prueba de ello fue que en aquella acción el batallón confederal  sufrió 29 muertos, a los que se tuvieron que sumar 112 heridos más, entre los que figuraba el propio Remiro. Así Remiro, herido por una granada de mortero, tuvo que ser operado en la Seu d’Urgell, y sin estar completamente totalmente restablecido, se  volvió a reincorporar al batallón.

Se inicia la disolución del Batallón

A partir del 10 de octubre de 1938, por orden del jefe del Estado Mayor, junto con una orden de traslado a Ania (Lérida), en la orilla derecha del Segre, se fijaba la nueva plantilla a la unidad y  a la par se la rebautizo con otro nuevo nombre: «Batallón de Tropas del Cuartel General del Ejército del Este».

Hasta entonces los efectivos del Batallón (Bon) habían sido de 470 hombres aproximadamente, casi todos aragoneses y confederales, Ahora se le agregaron de un golpe 270 hombres más. Días después, el 19 de octubre, se informó a Remiro y al comisario de batallón, el compañero Juan Isidro Miralles García, que la unidad  sería de nuevo reestructurada y que sus efectivos tendrían que quedar reducidos a un máximo de 510 hombres, con lo cual quedaba en evidencia la maniobra tendente a desmembrarla, y que por ello se habían incorporado 270 hombres ajenos a la unidad, para inmediatamente poder retirar los “sobrantes”, siendo en este caso elegidos los combatientes afiliados a la CNT,  que de aquel modo fueron dispersados  en el seno de otras unidades, diluyéndolos.

El 17 de noviembre, Agustín Remiro tuvo que ser operado de nuevo, pues, como recuerdo del Vértice Esplá le habían quedado en el cuerpo algunas esquirlas de metralla. Esta vez fue operado en Barcelona por el médico cirujano Joaquín Trías Pujol, quien le extrajo del cuerpo los restos de metralla que lo incapacitaba.

Después de la salida de los “sobrantes”del Bon Remiro, el primero de diciembre se ordenaba que el “Batallón de Tropas”, ahora renumerado como “Batallón 248”, se incorporara a la 31ª División, y más concretamente a la 62 BM, que mandaba el mayor Enrique García Victorero. Unidad  que se encontraba acantonada en Coll de Nargó (Lérida), muy cerca del pantano de Oliana. Poco después se volvió a modificar de nuevo el número de la unidad que finalmente quedo establecido como “Bon 247”.

El mando de la 31ª División se lo habían dado al comunista Manuel Trueba Mirones, sin tener en cuenta su estrepitoso fracaso como jefe de la 27ª División, ex “Carlos Marx”, que en septiembre de 1937 sufrió en el Vedado de Zuera,  o su manifiesta incapacidad durante las operaciones en la cabeza de puente de Balaguer que tuvieron lugar en mayo de 1938, demostrando de aquel modo que aquella unidad era fiel a los comunistas.

El inicio de la caída de Cataluña

El 23 de diciembre, las fuerzas franquistas iniciaban la ofensiva definitiva sobre Cataluña. El primero de enero de 1939 el avance enemigo fue abrumador. El día 15 era tomada y rebasada Tarragona y el parte de guerra franquista se vanagloriaba de que en 24 días sus tropas  habían “liberado” 7.225 km cuadrados de territorio.

La misma historia anterior, sobre el llamado “Batallón de Ametralladoras C”, se recoge en un trabajo publicado de Diego Abad de Santillan, en el cual lo cita con algún detalle en dos breves párrafos explicando las peripecias del “Batallón de Ametralladoras C”, pero sin sacar más conclusiones quelas generales, y sin que destacar en concreto ningún nombre propio[6].

Así andaban las cosas; con todos los frentes republicanos de Cataluña en franca desbandada, cuando el 23 de enero de 1939 el Estado Mayor de la 62 BM ordenaba que los hombres del Bon 247 que “entregaran todo el armamento, municiones y material” y  que continuaran en su acantonamiento “hasta que otra cosa se disponga”, se suponía que por parte de la autoridad.

Ante aquella insólita orden, los hombres del batallón se negaron a entregar sus armas, y dada la gravedad de la situación, los mandos comunistas tampoco se atrevieron a desarmar por la fuerza a hombres tan bregados en el combate, evitandose así que se repitiera lo acaecido en el frente de Aragón con el Batallón Cinco Villas[7]. En otro orden de cosas, el día 9 de febrero de 1939, la bandera bicolor ondeaba en la carretera internacional de Le Perthus. Cientos de miles de españoles, tanto civiles como militares, cruzaron la frontera francesa. En España dejaban los días de la revolución, las  ilusiones, las amarguras de la guerra y las amargas decepciones sufridas.

El Grupo Ponzán

Concluída la guerra en 1939, Remiro, en una fecha indefinida, pasó como refugiado a Francia, donde fue internado en el campo de concentración de Argelés-sur-Mer, y más tarde en el de Mazéres. El 3 de junio lo visitó su viejo amigo Paco Ponzán, el cual lo convenció para que pasara a formar parte de una red clandestina, que dirigía Ponzán,  que en principio se tendría de encargar de intentar sacar de España a los compañeros, que al permanecer en la clandestinidad, estaban en peligro de muerte. Así en septiembre de 1939, Remiro entró por vez primera en España, consiguiendo trasladar a Perpiñan a un grupo de cinco compañeros de la CNT.

Al iniciarse en septiembre de 1939 la II Guerra Mundial,  los ejércitos de Hitler no tardarían en desfilar por París, que fue ocupado por los nazis el 14 de junio de 1940 y el  27 del mismo mes las divisiones acorazadas del III Reich llegaban a Hendaya y la cruz gamada pasó a ondear en su puente internacional.

Trabajando para el MI6

Meses antes de la ocupación de París por los alemanes, Francisco Ponzán ya  había entrado en relación con los servicios secretos británicos en Francia, tomando la decisión de participar con su grupo en la llamada Red Pat O´Leary, una de las cadenas de evasión organizadas por los aliados con la que poder sacar de Francia a personalidades antifascistas, a judios o particularmente a aviadores aliados derribados sobre Francia. En todos los casos con la intención última de hacerlos llegar a Gibraltar o Portugal.

En el mes de marzo de 1940, Agustín Remiro aceptó la proposición de su amigo de colaborar en favor de los aliados y luchar contra las actividades de los alemanes en España. Con indiferencia de aquella colaboración, las misiones en España iban siempre acompañadas en paralelo de actividades antifranquistas y también orgánicas, puesto que se mantenía contacto, siempre que se podía, con los sucesivos comités confederales de la época del interior.

Entre los meses de mayo y junio de 1940, Remiro y demás colaboradores del grupo Ponzán distribuyeron profusamente en España lo que sin duda fue el primer manifiesto impreso de la postguerra civil contra el régimen. En la octavilla se hacía un llamamiento a la neutralidad de España en la II Guerra Mundial, precisamente en un momento en que Franco se pensaba seriamente si lanzar o no a los españoles a la aventura bélica nazi, y  por lo mismo la distribución de este texto fue considerado por las autoridades de Madrid como un acto de traición.

Su distribución desencadenó numerosas detenciones, y los consiguientes consejos de guerra, que no dudaron en firmar numerosas sentencias de penas de muerte. El 19 de noviembre, fueron ejecutados en Paterna los jóvenes libertarios ÁngelTarín Haro, Enrique GoigLostado y Enrique Escobar Vaello. A otros siete condenados más se les conmutó la pena capital el 13 de enero de 1942.

Entre los cientos de personas que pusieron a salvo de los alemanes el grupo Ponzán, haciéndoles cruzar la frontera, Remiro llevó a Andorra a Albert Blumel, secretario e íntimo colaborador de Leon Blum, dirigente del Partido Socialista francés y jefe de gobierno del Frente Popular en 1936-1937. A Blumel se le congelaron los pies y Remiro, sin pensárselo  terminó el viaje cargando a Blumel sobre su espalda.

La caída

En los inicios de 1941 a Remiro le tocó en suerte efectuar un servicio de correo para los británicos. Su primera etapa fue Barcelona, donde el cónsul británico le entregó unos documentos que Remiro debería entregar en Madrid, en las embajadas cubana y británica respectivamente. En la última le proporcionaron una cantidad de dinero en metálico y a la par dándole todo tipo de garantías para proseguir su misión, que debería concluir en la embajada británica de Lisboa.

El día 23 de enero  de 1941, tras haber cruzado la frontera portugesa por Galicia, Remiro fue detenido y conducido a Oporto por la temida PIDE salazarista. Todo ello a pesar de hacer constar a sus apresadores su condición de agente nº 3004 del MI-6 británico, circunstancia que la PIDE no le tuvo en cuenta, dado que el día 26 de enero era conducido a la frontera española  y sin más formulismos entregado a las autoridades franquistas en Valencia de Alcántara, en Cáceres.

Una vez llegado a Madrid, Remiro fue sometido a intensos interrogatorios y como era lo habitual a las consiguientes torturas de rigor, muy propias en aquellos tiempos, durante las cuales se le recabó de forma infructuosa información sobre algunos de sus camaradas tales como “El Maño” o Estevez Coll. Dada su actitud Remiro fue calificado como preso “peligrosísimo”, y por dicho motivo permaneció encarcelado cuatro meses en una celda de Gobernación, en la Puerta del Sol.

Las referencias que sobre él llegaron procedentes de su pueblo natal, a petición de sus captores, y aunque matizaban que Remiro no se había visto envuelto en delitos de sangre, no podían ser más negativas. Por ello estado de ánimo de Remiro era de puro desengaño, dado que intuía que de alguna forma había sido delatado y por tanto traicionado, y por lo mismo su situación era desesperada, lo que le llevaba al convencimiento de que al final sería condenado a muerte.

 A modo de premonición, en una carta escrita desde la cárcel de Porlier poco antes de su  proceso, durante el cual vivió un larguísimo martirio, Remiro afirmó sin más que: “Si me condenan pienso jugármela antes de llegar al piquete. Un abrazo fuerte”.

Por no quedar sin intentar todo,  Remiro decidió escribir numerosas cartas desde la madrileña carcel de Porlier, donde permaneció ingresado. Con ellas trató en primer lugar de infundir animos a su familia, o a sus camaradas, a los que en alguna ocasión recriminó de forma crítica la situación de abandono en la que lo habían dejado, o de no buscar la manera de poder suavizar el regimen penitenciario al que estaba sometido, sin alvidar el  advertirles de que no se fiaran demasiado de los británicos, visto el pago que estaba teniendo.

Otro de sus afanes fue reclamar los avales necesarios para su causa, uno de ellos se lo pidió al cura de Cervera, en Lérida, al que Remiro había salvado de ser fusilado durante la guerra, o a Ibañez el terrateniente de Used, su antiguo patrón, para el cual había trabajado diversas temporadas o a algunos vecinos de Épila, por otros favores diversos que en tiempos había realizado. Todo fue inutil, pues al parecer los avales que se recibieron, se desconoce el número, “desaparecieron misteriosamente de su expediente”,  tal como se pudo ver durante el Consejo de Guerra celebrado en Madrid el día 27 de abril de 1942,   en el cual  al final se le condenó, sin remisión, a muerte.

La fallida huida

Fiel a su palabra, Remiro el 21 de junio de 1942, cuando se celebraba una misa, aprovechó  para intentar una fuga a la desesperada de la cárcel madrileña de Porlier. Descubierto cuando acababa de pisar la calle, fue perseguido y tiroteado por una patrulla. Herido, se refugió en una casa no muy lejana del establecimiento penitenciario y, cuando pensó que estaba a punto  de ser capturado por sus perseguidores, sin pensárselo dos veces,  se arrojó a la calle por una ventana del cuarto piso.

 Pero Remiro no murió por efecto del golpe de su caída, sino que quedó malherido en el suelo, momento  en que  un miembro de la patrulla que lo perseguía se le acercó y sin mediar palabra, le descerrajó un tiro en la cabeza. De aquel modo tan lamentable concluyó la vida de un hombre de acción,  de un  infatigable luchador que todavía no había cumplido los 38 años, pero convertido, por ironías del destino, en un agente británico al servicio de su graciosa majestad, ignorandose si a posteriori el Reino Unido le reconoció su mérito.

Epilógo

Fallecido Remiro, y nueve días después de aquella encubierta ejecución, la maquinaria del regímen todavía seguía en marcha, ya que el tribunal que lo había juzgado y condenado a muerte, acabó cediendo a la petición de la Capitanía General recomendando que se le conmutara aquella pena máxima por la de grado inferior, descubriendo entonces el tribunal que el “afortunado” reo ya había fallecido como “consecuencia de los disparos recibidos”.

Dicha muestra grotesca del funcionamiento del regimen franquista quedó plasmada, el 30 de junio de 1942, momento en que se le tenía que conmutar a Agustín Remiro la pena de muerte por otra de menor grado, pero que al conocer el tribunal que el reo ya había fallecido, por lo mismo dicho tribunal decidió suspender aquella medida de “gracia”, tal como se recoge en su expediente: “La Superioridad dispuso se suspendiera la expedición y curso del certificado de dicho acuerdo por considerar inoperante la resolución atendiendo a que el interesado falleció a consecuencia de los disparos recibidos al intentar evadirse de la Prisión de Porlier, el día 21 de junio del referido año”. En este punto solo cabe especular, si Remiro hubiera sabido que se le “rebajaría” la pena de muerte, habría intentado huir o no, cuestión que quedará para siempre sin respuesta.  

Epílogo

Para concluir el breve resumen de la trepidante vida de Remiro, reproducimos un párrafo de una de las cartas que éste escribió desde la cárcel, en la cual relataba de forma muy gráfica su terrible cautiverio en la celda de Gobernación de Madrid[8]:

9 de diciembre de 1941.

“…Cuatro meses en un calabozo de dos metros por uno y medio, sin mudarme de camisa, sin comer más que rábanos de toro y zanahorias y con 50 gramos de pan y un simple cacito, no tenía ni fuerza para sostenerme en pie y estaba lleno de miseria y de granos. Gracias a mis reservas de salud pude triunfar de tanto dolor, pero perdiendo vista. Pidiendo, comiendo cáscaras… ¡Cobardes! ¡matadme de una vez y no me matéis de hambre y de miseria! Con eso, palabras que nunca ni en sueños oyera, y bofetadas y palos…”

A modo de conclusión recogemos a continuación la acusación que figura en el expediente de la Comisión Provincial de Incautaciones, contra Agustín Remiro Manero. Expediente que incoó el juez especial instructor Jacinto García Monje,  del Juzgado de 1ª Instancia de Calatayud, el 24 de enero de 1938. 

“Remiro… fue Presidente (sic) de la CNT, gran propagandista, continuamente arengaba a las masas, diciendo que había que obedecer a Moscú (sic) en su casa fue encontrado un arsenal de significadas bombas (sic) y explosivos de todas las clases, con líquidos inflamables, contribuyó en unión a su hermano Román Remiro Manero huido a la organización de la Revolución Social (sic) y a la formación del Frente Popular   y haciendoles mitines y cuantos actos delictivos de tal naturaleza se realizaban.

Firmado “el Jefe del  puesto de la Guardia Civil de Épila”, rubrica irreconocible.

A partir de dicha acusación, todos los testigos de aquella causa, que fueron unos cuantos vecinos suyos, fueron declarando como cotorras lo mismo, al igual que hizo el alcalde del pueblo de aquel momento o el propio cura ecónomo de la parroquia local Joaquín Moliner. Poco tiempo después el juzgado dará orden al alcalde de que investigue en el catrastro las propiedades que Remiro tuviera, encargo que cumplió el secretario del ayuntamiento, certificando que el acusado no tenía propiedad alguna a su nombre, ni pagaba arbitrio (impuesto) alguno.

Identica indagación se realizó en el Banco de Credito de Zaragoza en la sucursal del pueblo y más tarde en la central del mismo, que certifico que: “no existía cuenta alguna, ni deposito de ninguna clase a nombre de Remiro”. Pero la indagación también se alargó hasta la  propia fábrica Azucarera donde Remiro había trabajo algunas temporadas, que certificó no tener cuenta alguna pendiente de pago con el interfecto.  Durante aquellas pesquisas, también fueron interrogados, los padres de Remiro o los de su esposa, en la busqueda de cualquier propiedad, interrogatorios que no dieron fruto alguno. De ahí que aquella encuesta, que corrió a cargo del alguacil, llevara por título genérico, “Diligencia de embargo negativo”.

Diligencias que iniciadas en 1938, continuaron en 1939,  al solicitarse en febrero de aquel mismo año se hiciera relación de todos los familiares directos de Remiro que aparecían en el padrón municipal. Así, en dicho padrón aparecía en primer lugar su compañera: Francisca Rodriguez Remiro, de 30 años, y después sus dos hijos, Manuel Remiro, de 4 años, y Bienvenida Remiro, de 2 años.

En mayo de aquel mismo año el juez dió por cerradas todas las averiguaciones y el expediente quedó listo para sentencia,  expediente que una vez concluido fue remitido al Presidente del Tribunal Regional en noviembre. Finalmente no será hasta el 5 de mayo de 1942, que el tribunal reconocerá que: “el presunto implicado carece de toda clase de bienes”, y por tanto aquel expediente: “se sobreseee, por insolvencia del implicado”.

En la misma fecha, acelerando los trámites, se envía un telegrama al Juez de Épila para que le comunique la sentencia al implicadoPetición que prueba eldesconocimiento que tiene el tribunal del hecho que el implicado estaba entonces preso en Madrid, pues no consta en la diligencia. Dicho telegrama, dada la no presencia de Remiro en el pueblo, en su defecto le fue leído a su padre, es de imaginar que por las autoridades locales, que el pobre hombre firmará con letra temblosa, como Santos Remiro Medina, perosin rublicarla.

En junio de 1944 se dio la orden de que la sentencia de aquel expediente se publicara en el Boletín Oficial del Estado y en el de la provincia. Y no será hasta el 14 de abril de 1945 que se archivaron de forma definitiva aquellas providencias. O sea, que el asunto se cerró 8 años más tarde de haberse iniciado, y cuando Remiro hacía ya casi tres años que había fallecido, circunstancia que tampoco consta al cierre de aquellas infames diligencias.

Fuentes:

Manuel Ballarin Aured, “Agustín Remiro, agente nº 3004 del Servicio Secreto Británico”, Qriterio Aragonés, nº 14, septiembre. (Publicado en alasbarricadas, bajo el título de: ”Agustín Remiro Menero o el anarquista de Épila”, 4 de febrero de 2006.

Antonio Tellez, “Guerrilleros: Agustín Remiro Manero”, Publicado en Polémica, nº 22-25, julio 1986

Alejandro R Díez Torre, “Agustín Remiro Manero”, Real Academia de la Historia, rah.es, biografías, 91301

S/n, “Agustín Remiro, de la guerrilla confederal a los servicios secretos británicos”,  epilaconsu historia.blogsport.com, 30/07/2020.

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S/n, “Agustín Remiro Manero o el anarquista de Épila (Vida y obra)”, sobrela anarquiay otrostemasii,wordpress.com Agustín Remiro Manero o el anarquista de Épila (Vida y obra)


[1] Sin embargo en Aragón tiene el apelativo Royo, deriva del latín rubeus, con el significado de «rojo», «rubio», «rojizo».

[2] Se desconoce el origen de dicho mote que figura en su expediente de incautaciónde 1938.

[3]  Vicente Ballester Tinoco, Cádiz, 13, VI, 1902 – 19, IX, 1936. Anarcosindicalista y escritor.   Fue uno de los reorganizadores de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y la CNT andaluza durante los años 1929-1930.  Delegado por Cádiz en los congresos anarcosindicalistas de Madrid (1931) y Zaragoza (1936), fue secretario de la CNT andaluza desde abril de 1932 hasta agosto de 1934. Asiduo colaborador de la editorial de La Revista Blanca, al inicio de la sublevación militar fue delatado  y apresado en Cádiz por las tropas sublevadas procedentes de África, que lo fusilaron en noviembre de 1936.

[4] A. Gascón, Saturnino Carod Lerín, el eterno rebelde, ser histórico.net 2020/07/12.

[5] Cayetano Continente Bermudez, Tauste 1886, Madrid  1940. En 1929 participó en la fundación de la Federación de Trabajadores de la Tierra de la UGT de Tauste (Zaragoza), alcanzando a ser presidente de la misma. Durante la guerra fue encargado por el Consejo de Aragón para que formara un grupo de guerrilleros que actuaron en las provincias aragonesas tras las filas enemigas, realizando sabotajes y ayudando a pasar a los compañeros perseguidos a la zona republicana. Después sería jefe de Guerrilleros y Dinamiteros de la 5ª División. Detenido en el puerto de Alicante e internado en el campo de concentración de Albatera, fue  trasladado a Madrid donde fue condenado a muerte en un Consejo de Guerra celebrado el 10 de abril de 1940, aquel mismo año fue fusilado.

[6] Abad de Santillan, Suplementos,  Historia y vigencia de la construcción social de un proyecto libertario, Anthorophos, 1990, p. 67.

[7] A. Gascón, La sublevación del Batallón Cinco Villas, purgas políticas en el Ejército Popular,  serhistorico, 14/3/2021.

[8] Antigua sede de la Real Casa de Correos, concluida la guerra civil en 1939, la misma dependencia pasó a ser la sede de la Dirección General de Seguridad (DGS) en cuyas celdas se interrogaba y torturaba a los disidentes políticos, y en la actualidad es la sede de la Consejería de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.