Gustavo Petro y Francia Márquez presentan su candidatura rumbo a las elecciones presidenciales, 23 de marzo de 2022Fernando Vergara / AP
Su protagonismo establece un nuevo plano que redimensiona políticamente al ‘petrismo’ y lo conecta con nuevos sectores, audiencias y votantes.
El anuncio de Francia Márquez como fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro indica un cambio en la cancha del escenario electoral en Colombia, pero también en la cultura política.
Apenas nombrada, la líder, que quedó en segundo lugar en las internas del Pacto Histórico, se convirtió en una referencia que modifica la imagen del actual país uribista. Más allá del impacto en la esfera política hablamos de un cambio de imaginario, de lo que nos figuramos cuando pensamos el significante Colombia, por lo que varias figuras públicas mundiales, como Snoop Dogg, la apoyaron de manera inmediata.
Con ella, la carrera presidencial abre un flanco hacia jóvenes, mujeres y sectores excluidos que ven en Petro a un político que pertenece al ‘establishment’ de la izquierda. Así, su protagonismo establece un nuevo plano que redimensiona políticamente al ‘petrismo’ y lo conecta con nuevos sectores, audiencias y votantes.
Márquez procede de los sectores emergentes, es una líder territorial afrocolombiana y una luchadora por los derechos humanos que se ganó su legitimidad peleando en un país donde las masacres contra líderes sociales como ella son el pan de cada día.
Ya en términos políticos, su nombramiento significa el intento de privilegiar la contradicción incluidos-excluidos y bajar la preponderancia de la contradicción entre izquierda-derecha, tal como se entendió bajo el sistema de persecución impuesto por la derecha en contra de la insurgencia.
En contraposición a quienes esperaban un compañero de fórmula más parecido al «liberalismo clásico», la decisión fue echar más gasolina a la confrontación electoral. La estrategia ahora se basa en interpelar y no en tranquilizar a los votantes del centro.
De esta manera, Petro dobla la apuesta porque al aceptar la compañía de una líder popular que atraiga a los grandes bolsones de indecisos, voto en blanco y los sectores más excluidos de la economía y la política, a la vez desiste de interpelar al expresidente César Gaviria y su Partido Liberal. Después de esto último, tendrá más difícil el terreno para ganar, pero si lo hace ganará solo y no «mal acompañado».
En contraposición a quienes esperaban un compañero de fórmula más parecido al «liberalismo clásico», alguien mucho más «potable» para los poderes colombianos y que ofreciera tranquilidad a los sectores a quienes un triunfo de Petro pone «nerviosos», la decisión fue echar más gasolina a la confrontación electoral. La estrategia ahora se basa en interpelar –dejando que las élites desfoguen todo su rencor contra «la negra»– y no en tranquilizar a los votantes del centro.
La nueva cancha que marca es la del padrón electoral entero, porque trata de meter en la pelea especialmente a los abstencionistas y desmotivados, que ya eran el 46 % en las presidenciales de 2018. Con ello, la disputa no se dirige al centro ideológico, representado por el Partido Liberal y sus potenciales votantes, que piden mayor mesura política y fueron determinantes en la derrota de Petro de aquel año, sino a las grandes masas de excluidos que han permanecido fuera del sistema político colombiano.
Ya Gaviria ha decidido romper con Petro. La excusa ha sido la elección de Márquez y unos supuestos «insultos» que recibió de ella al llamarlo «neoliberal». Así, el centro se queda sin candidatos y tiene que acogerse a la nueva polarización, desatada especialmente después de la pobre victoria de Sergio Fajardo en las primarias de su coalición, en las que no pudo superar los votos de Francia.
La importancia de llamarse Gaviria
El apoyo de Gaviria a Duque en 2018 fue determinante. Ahora, anuncia de nuevo que no negociará con el Pacto Histórico y pone en el recuerdo aquella segunda vuelta. Pero, además, Gaviria está en condiciones de recordar aquel episodio porque en las legislativas de hace días su partido produjo una buena votación a pesar que se temía un descalabro.
Sin embargo, el apoyo de Gaviria no es el único que puede conseguir Petro a lo interno del liberalismo, donde podría recomponer sus alianzas, especialmente con los representantes y senadores del liberalismo, a quienes tiene mucho que ofrecer si pensamos en un hipotético triunfo. Pero Gaviria es el jefe del liberalismo y su postura va a pesar, especialmente si abre fuego contra Petro.
No hay que olvidar que el origen de la guerra en Colombia se remonta al asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948. Hoy el Partido Liberal puede significar la maquinaria que haga imposible el triunfo de Petro, como en 2018, pero los votantes liberales, y sus descendencias, podrían marcar la diferencia si reinterpretan al liberalismo desde las posturas interpelativas de sus orígenes.
‘Fico’ pelea en otra arena
Federico ‘Fico’ Gutiérrez, en cambio, dio un paso en otra dirección diferente a la polarización de Petro y la interpelación de clases y «minorías» que se logra con Márquez.
Es diferente porque insiste en la contradicción entre izquierda y derecha y con el nombramiento de Rodrigo Lara (hijo) avanza en la toma del centro político, que queda huérfano de candidatos con opciones reales. Lara viene de sectores moderados y es víctima del narcotráfico en un caso muy sonado, como fue el asesinato de su padre, un ministro de Justicia que se enfrentó al Cártel de Medellín y a Pablo Escobar.
Así, ‘Fico’, exalcalde de Medellín que viene de la derecha y ha estado respaldado por el expresidente Álvaro Uribe, logra una fórmula donde potabiliza su imagen que, al estar apoyada por el ‘uribismo’ se vincula automáticamente con el paramilitarismo y el narcotráfico, los dos delitos que con múltiples escándalos rodean la emergencia del ‘uribismo’.
Petro dobla la apuesta
La estrategia de Petro con Márquez dobla las apuestas porque ahora tratará de ganar a todos los poderes colombianos. Es una lucha diametral entre las cadenas de equivalencia del status quo y no solo contra el ‘uribismo’, quien ya no es el significante aglutinador. El centro político queda más propenso a ser conquistado por la derecha mientras que Petro trata de ganar terreno en los bolsones de excluidos que no asisten a votar.
Ante la candidatura presidencial y el liderazgo de un «exguerrillero» de la izquierda, resultaba lógico, desde la racionalidad política, que su compañero de fórmula fuera un mediador más apegado a la institucionalidad.
La candidatura de Francia es un guiño a la Colombia que se movilizó en las calles contra el Gobierno de Iván Duque. Lo que no sabemos es si esta Colombia tiene la capacidad de movilizarse electoralmente como para enfrentar a un bloque de poder que se refuerza con la inventiva de un enemigo terrorífico para el país (Petro y su «socialismo») y que se despliega por medio de un movimiento tan popular y confrontativo como el ‘uribismo’.
Márquez es la configuración política de otra imagen de Colombia, lo que no sabemos todavía es si coadyuvará en el entusiasmo de las «minorías» para convertirse en holgada mayoría electoral. Eso se sabrá el 29 de mayo.
Después de la elección de Márquez, la juventud popular, las mujeres, comunidades indígenas y afrocolombianos tienen en sus manos la respuesta. Si no se movilizan a votar de manera masiva, pueden permitir que se repita el escenario de 2018 en el que con una abstención de casi la mitad del electorado (46 %) el actual presidente, Iván Duque, logró 10.398.689 votos, mientras Petro se quedaba en los 8.040.449.
No obstante, Colombia ha cambiado mucho. El país lleva al menos dos años con una conflictividad social que no se vio durante los largos años de guerra ideológica entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Gobierno colombiano.
La salida de juego de las FARC dejó al ‘uribismo’ sin adversarios visibles y ello lo llevó a perder el sentido y la eficiencia política. La acostumbrada conflictividad rural del enfrentamiento guerrillero dio paso a la conflictividad social preeminentemente urbana.
Las protestas contra Duque recorrieron todos los estratos y mostraron un malestar profundo que se ha venido confirmando en las urnas y las encuestas, pero todavía no con la contundencia suficiente para poder vencer a los grandes poderes fácticos, legales y extralegales en Colombia.
Márquez es la configuración política de otra imagen de Colombia, lo que no sabemos todavía es si coadyuvará en el entusiasmo de las «minorías» para convertirse en holgada mayoría electoral. Eso se sabrá el 29 de mayo.
Ociel Alí López es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.