Definir a María Lionza ha sido un trabajo complicado para los antropólogos y otros investigadores. Su figura es escurridiza, ambivalente, capaz de asumir múltiples formas. Los relatos orales y escritos sobre su origen y respecto al rol que cumple, sus poderes y procederes, florecen con la misma fertilidad animal y vegetal que los montes donde ella reside.
El insigne Francisco Tamayo –científico y humanista a la vez– lo intentó así: “María Lionza es un dios bucólico que vive apaciblemente en la espesura de los bosques, en las aguas remansadas, en grutas encantadas, entre rebaños de animales salvajes y rodeada de espíritus subordinados y obedientes”.
Fascinante es la característica inasible de esta deidad enteramente venezolana, que tiene su edén particular en las feraces montañas de Yaracuy, pero que –diosa al fin y al cabo– anda por todas partes.
Los estudiosos han encontrado raíces muy profundas en los pueblos indígenas de Venezuela. Hay indicios de varios de estos en la ritualidad chamánica que se observa en algunas de las ceremonias. Las diosas originarias Yara, Igpupiara Caapora, Yuripari, Chía, Yubecaiguaya y Bauchué son algunas de las que dejaron sus trazas en la reina María Lionza, según Gilberto Antolínez, uno de los más prominentes investigadores de esta religión.
También la afrovenezolanidad está presente en sus enérgicos ritos de bailes y candelas.
Existen versiones según las cuales, la raíz está mucho más lejos, pues la hermosa mujer sería descendiente directa de Atahualpa, es decir, que estaría ligada a la civilización inca. Quienes sostienen esto dicen que sus ancestros atravesaron la selva amazónica huyendo de los españoles y ella terminó asentándose en las mágicas montañas de Sorte.
Una hipótesis opuesta indica que era parte de una familia española que tuvo sus haciendas por los lados de Barquisimeto y Chivacoa. Según esa otra narrativa, se habría llamado María Alonso (apellido que se deformó a Lionza con el uso) y era una mujer blanca y rica que, a diferencia de otros, se portaba bien con los esclavos, indios y campesinos mestizos.
A esta modalidad abona el hecho de que, según la iconografía aceptada, la mujer tenía los ojos verdes.
Los antropólogos creen que ha habido una pugna racial y de clases alrededor de la figura de la diosa. Por un lado han estado los propulsores de la idea de la María Lionza española y terrateniente; y por el otro se han mantenido los defensores de la María Lionza de la resistencia indígena y afrodescendiente.
De esta segunda versión se genera un componente fundamental: la confrontación con la religión oficial católica, una pugna que se ha producido a pesar de que muchos de los cultores de María Lionza, incluyendo los que han llegado a altas jerarquías, aseguran ser católicos y siempre actúan, primero que nada, en nombre de “Nuestro Señor Jesucristo”.
Para el clero, las manifestaciones de este culto son pecaminosas, especialmente en lo que respecta a los contactos con seres desencarnados y a la veneración no solo de María Lionza, sino también de otros espíritus conocidos o anónimos, encantos y entidades del mundo elemental, como los silfos, las ondinas, los gnomos y las salamandras.
No es por casualidad que en las vías de acceso a Yaracuy haya tantas imágenes de la virgen María, en sus diversas advocaciones: la Iglesia católica mantiene una lucha simbólica muy dura en esta región.
Víctimas indirectas de esta confrontación han sido, según se ha comentado por años, el doctor José Gregorio Hernández y los fieles católicos creyentes en su santidad, pues los altos cargos de la iglesia romana siempre consideraron como un demérito en su expediente de aspirante a beatitud el hecho de que los marialionceros lo tengan desde hace décadas en sus altares.
Las cortes
El tema de las cortes ha sido otro de los que ha hechizado (académicamente y, a veces, más allá) a los investigadores que comenzaron a escudriñar a principios del siglo pasado.
Las cortes, según el antropólogo Emanuel Amodio, son estructuras formadas por espíritus que “se organizan según su origen, su profesión o sus características, en un esquema piramidal, en cuya cúspide se encuentra la misma María Lionza, junto al Cacique Guaicaipuro y al Negro Felipe, conformando así ‘las Tres Potencias’”.
Amodio afirma que “varios investigadores coinciden que al comienzo del culto había una sola corte, la india, en la cual estaba incluida la misma ‘reina’, a partir de la cual se crearon las distintas cortes actuales, difíciles de cuantificar en consideración de la plasticidad del culto y la ausencia de un centro religioso unificador”.
“Angelina Pollak identificaba cerca de quince cortes a comienzo de los años 80, aclarando sin embargo que ‘el Culto de María Lionza diariamente está incorporando un sinnúmero de espíritus y divinidades y es casi imposible enumerarlos todos’ –prosigue el autor–. Por su parte, en la misma época y solamente en los Andes venezolanos, Jacqueline Clarac de Briceño, identificaba bien treinta y dos cortes”.
Entre las tantas cortes “especializadas” hay una que ha adquirido auge en los últimos años por su carga polémica: la Corte Malandra, que encabeza “el Chamo Ismael”, considerado por muchos como el santo de los delincuentes. Los marialionceros explican que es un espíritu de baja luz, que está empezando a evolucionar y que trabaja mucho para reivindicarse y ascender en la pirámide que coronan las Tres Potencias. Su empeño se ve afectado porque la mayoría de los que le piden favores son también malandros, que lo invocan para “tirar un quieto” exitosamente, aunque hay gente de buena conducta que le reza para no ser víctima de sus “colegas”. Bueno, cada quien en lo suyo.
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¿De que vuelan, vuelan?
El 18 de marzo de 1960 se declara Monumento Natural el cerro María Lionza, decreto que se basó en el argumento de la protección de las nacientes de varios ríos.
Pese a ese motivo oficial, la decisión del gobierno de Rómulo Betancourt fue considerada por muchos como más de tipo religioso que ecológico. Y hubo quien lo relacionó con las supuestas vinculaciones de este presidente con la magia negra, pues algunos lo llamaron “el Brujo de Guatire” y otros afirmaban que si bien él mismo no lo era, tenía varios brujos que le ensalmaban su emblemática pipa.
A pesar de ese supuesto nexo esotérico, no fue Betancourt, sino uno de los dos presidentes socialcristianos, Luis Herrera Campíns, el único mandatario que ha enviado una ofrenda a Sorte. No fue personalmente, pero envió a su ministro de Relaciones Interiores, Rafael “Pepi” Montes de Oca.
Ya en tiempos bolivarianos, la oposición siempre ha querido vincular a los presidentes y otros líderes con cultos calificados como heréticos o satánicos y el de María Lionza no se ha salvado. Se llegó a decir que la sacerdotisa Juana de Dios Martínez era “la bruja de Chávez”.
Ella, en una entrevista con La Otra TV, no contestó lo relativo a su nexo con el Comandante, pero señaló que “bruja es una palabra desagradable porque son las que vuelan en escobas” y agregó que debe hablarse de espiritista, “una persona que cura y aconseja”.
Clodovaldo Hernández