«Compartimos una emotiva jornada con niñas y niños de nuestra ciudad, desde el Paseo Los Próceres, esmerados en el rescate de los juegos tradicionales, especialmente los de esta época de Semana Santa», señaló este martes el jefe de Gobierno del Distrito Capital, Nahúm Fernández.
La tradición
La echa o pelea de cocos es una tradición venezolana que data de la era colonial y sobre todo en Semana Santa. La Venezuela colonial era un encuentro de tradiciones. Hombres provenientes de distintas regiones se relacionaron de una u otra forma en esos días, dando paso así a nuevas prácticas que con el tiempo pasaron a ser nuestras propias tradiciones.
Indios, blancos, negros y, con el tiempo, los nuevos mestizos tenían sus rituales; por ejemplo, en sus ratos libres los españoles acudían a las galleras para presenciar las populares peleas de gallos, formando el gran bullicio, todos gritaban emocionados apoyando al gallo al que habían apostado. Esta tradición era exclusiva para los blancos y se practicaba por todo el país.
En las costas, donde se habían asentado los esclavos traídos de África, también, se desarrollaban actividades según sus posibilidades, ya que los negros tenían muchas limitaciones impuestas por los colonizadores. La echa, o pelea de cocos, es una tradición que surge durante la cosecha de este fruto en las zonas costeñas, donde abunda notablemente; por ser una fruta de concha muy dura, los negros tenían que golpearlos con fuerza para abrirlos.
Buscando una forma entretenida de abrir tantos frutos, los negros decidieron imitar las peleas de gallos, pero con cocos, para la cual era necesaria dos contendientes; golpe a golpe se iban alternando: uno sostenía y el otro golpeaba, resultando ganador quien lograra romper el coco del adversario.
Aunque parezca una práctica sencilla, había que saber escoger un coco resistente, que aguantara recibir y dar golpes. Para ello usaban una piedra con la que tanteaban suavemente la fruta para saber qué tan fuerte era.
Los cumbes se llenaban de emoción al iniciar las peleas de cocos. Hombres y mujeres se reunían con sus frutos bien seleccionados, dispuestos a partir la mayor cantidad de cocos de sus adversarios, pues al lograr dicha hazaña el fruto partido sería de su propiedad.
El público reunido también fue teniendo participación con el tiempo, durante la contienda empezaron a apostar mientras gritaban alguna ocurrencia para darle picardía al momento.
Como en cualquier práctica física, los riesgos estaban presentes, quien sostenía su coco esperando el golpe de su oponente corría el riesgo de ser lastimado, pues a veces fallaban donde seleccionaron golpear y el impacto terminaba en alguno de los dedos.
Al finalizar las echas, cada quien se llevaba los cocos que partió, con ellos hacían coco rallado, conservas y aceite.
Con el pasar de los años, esta tradición cobró mucha fuerza y, en pleno siglo XX, las contiendas ya no eran de negros; todos los pobladores se reunían en los días de cuaresma a echar cocos, incluso los ganadores recibían premios entregados por los jefes civiles del sector.
Actualmente, la echa de cocos se ve con menos frecuencia, sin embargo, hay quienes mantienen viva esta tradición que nos lleva a los días donde la creatividad pudo más que la opresión.