CADA DÍA, MÁS AFICIONES SE SUMAN
El fútbol español orbita en torno al eje del Real Madrid. Siempre ha sido así, pero en los últimos años, con la racha de triunfos blancos, la polarización se ha disparado
Por Alfredo Pascual
18/05/2022
El año pasado, cuando el Real Madrid fue a jugar a Cádiz, un hombre increpó al autobús del equipo. Fue respondido por otro gaditano, que le pedía respeto por los blancos, hasta llegar a enzarzarse en una pelea.
El pasado sábado, cuando el Madrid regresó a la Tacita de Plata, cientos de aficionados del Cádiz les recibieron al grito de «¡Puta Real Madrid!».
Este pequeño cambio de tono, poco más que una anécdota, marca una tendencia. Cómo el Real Madrid —uno de los equipos que más veces han participado en el Ramón de Carranza— ha llegado a ser insultado en Cádiz tendría su propio reportaje, pero lo cierto es que sigue un patrón nacional: el de la desafección por el madridismo. Los gaditanos se han metido en la senda de A Coruña, Vallecas, Sevilla o Valencia, estadios que antaño celebraban los goles blancos contra su propio equipo, y que hoy marcan en rojo el día del partido contra el Madrid.
A 10 días de la final de Champions, es notoria la sensación de que el Madrid ha dejado de ser el segundo equipo de los españoles, el que quieren que gane al menos cuando juega en Europa, para convertirse en el autobús más apedrado del país. Ya no son solo los aficionados del Barcelona y el Atlético: basta darse un paseo por las redes sociales para comprobar que, el 28 de mayo, media España apoyará al Liverpool.
Es un fenómeno que plantea varias cuestiones: ¿por qué un aficionado se hace antimadridista? ¿Son todos los antimadridismos el mismo o hay distintas modalidades? ¿Qué pesa más en esta ecuación, el deporte o la política?
Antes de nada, hay que preguntarse por los orígenes. El antimadridismo es atávico y, por tanto, su nacimiento se pierde en el tiempo. Es un sentimiento nebuloso, más o menos compartido a lo largo de los años, cuya genésis poco tuvo que ver con los títulos. «Se podría decir que el antimadridismo existe desde el día que nace el Madrid Foot-Ball Club en 1902», dice Ángel Bahamonde, socio del club desde 1949 y catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Carlos III. «En 1950 se publica el primer sondeo sobre el impacto sociológico del fútbol español y los datos ya muestran que el Real Madrid es el equipo más amado y el más odiado, a la par. Y en ese momento el equipo no tenía ni una sola Copa de Europa, solo dos ligas y un puñado de Copas de España, menos títulos que el Atlético».
Bahamonde, autor de ‘El Real Madrid en la Historia de España‘ (Taurus, 2002), considera que el odio primigenio no fue contra el club, sino contra la ciudad de Madrid. «Históricamente, en lugares como Euskadi o Cataluña, que estaban fuertemente industrializados, se consideraba a Madrid una entidad parásita. Era vista como una ciudad cortesana, llena de burócratas que no producían nada, cuyo único mérito era la capitalidad», afirma. «Es un relato urdido desde Cataluña, donde siempre ha habido una parte de la intelectualidad apuntando hacia la capital. No hay más que recordar las deliciosas crónicas de Josep Pla cuando llega a Madrid en 1920. Dice de Madrid que es una ciudad sin fundamento, que apenas crece, emplazada en mitad de un desierto y sin siquiera un río que la riegue. Después llegó Vázquez Montalbán, que fue el primero en llamar al Madrid ‘equipo del régimen’, un mantra que el antimadridismo ha hecho suyo hasta hoy».
«Desde Florentino, lo primero que mira el Madrid en un fichaje es que venda camisetas»Mario Escribano Alfredo Pascual
La censura franquista contuvo el odio por el Madrid en tanto que no permitía que el pique llegase a la prensa. Las malas palabras en el estadio quedaban ahí, en la grada, mientras las crónicas del día siguiente se centraban por completo en el césped. Las primeras muestras de antimadridismo en la prensa catalana datan de comienzos de los cincuenta, cuando el Madrid le roba el fichaje de Di Stefano al Barcelona, que no solo lo tenía firmado, sino que ya había pagado su traspaso. Bahamonde ha estudiado en profundidad esa época y señala alguna afrenta anterior: «Hay roces desde 1915, un año después de que se forme la Mancomunidad de Cataluña, pero un detalle que pocos saben es que el Real Madrid desapareció por culpa del Barcelona. En 1936 estalla la guerra en Madrid; los rebeldes están en el Manzanares, hay bombardeos constantes y el fútbol deja de tener sentido y se suspende. En ese contexto, el Madrid pide incorporarse a la liga catalana, a donde todavía no han llegado los combates, pero el Barcelona se opone rotundamente hasta vetar el movimiento, y eso que en aquel momento Madrid era el símbolo de la resistencia republicana», dice el catedrático. «Así que se vio obligado a disolverse los tres años que duró la Guerra Civil».
Con Di Stefano como abanderado, el Madrid consigue ganar las cinco primeras Copas de Europa de forma consecutiva y nace la leyenda. «En ese momento se intensifica el pique con Barcelona, pero también se envenena la relación con el Atlético de Madrid, que pasa a ser el segundo club de la ciudad», relata Bahamonde. «Los del Madrid íbamos todos los domingos al antiguo Metropolitano, y ellos al Bernabéu, a aplaudir los goles del rival. Era una rivalidad muy sana, puro vacile que se tomaba como tal. Sin embargo, con las Copas de Europa y la racha de ligas, el Atleti cambia el relato y empieza a venderse como un David que tiene que luchar contra Goliat. Ellos los buenos y nosotros los malos; hacen suyo el discurso catalán. El buen rollo desapareció».
La Estrella de la Muerte en Castellana
El buen rollo no solo despareció, sino que las posturas están más enconadas que nunca. El Atlético no quiso hacer pasillo al Madrid por ganar la Liga, algo que había hecho en varias ocasiones en el pasado, y en su lugar recibió a los blancos con una descomunal pancarta: «Entre la prensa y los de amarillo, 120 años de pasillo«. En esos días, un vídeo de Got TV se hizo viral. En él se podía ver a un socio del Atleti que, preguntado por la posibilidad de hacer pasillo, respondió: «El Madrid es el mal. El mal. Y al mal, evidentemente, no se le homenajea«. Su nombre es José Ramón Rigal, es socio del equipo desde 1969 y se ha convertido en una celebridad entre los atléticos. «No sabes los días que llevo, el vídeo ha tenido casi 200.000 reproducciones», dice a este periódico, «cada vez que voy al estadio hay gente que dice ‘¡mira, el del mal!’ y se hacen fotos conmigo. Incluso me han invitado a cervezas. Estoy perplejo».
El vídeo duraba 10 segundos… porque no pudieron ser más: «Después de eso dije que no pasa nada, que del madridismo se sale, pero hay que admitir que tienes un problema, buscar un terapeuta, apoyarse en la familia… y el cámara tuvo que cortar, porque se estaba riendo tanto que el plano vibraba«, dice José Ramón.
Aprovechamos la ocasión con el nuevo icono rojiblanco para preguntarle por las causas de su antimadridismo: «La pancarta lo resumía bien: la prensa y los árbitros. Llevo casi 50 años viniendo al estadio y he visto algunas cosas que no creerías, porque ahora los arbitrajes dirigidos se notan mucho menos. Pero recuerdo tropelías de Guruceta, Urío Velázquez, Urrestarazu… cosas impresionantes que la mayoría de la gente ha olvidado, pero que sucedieron. Y, en cuanto a la prensa, lo que cualquiera puede ver: no es solo que casi todos los medios sean madridistas, sino que además los periodistas no se tapan lo más mínimo a la hora de hacer una crónica rendida a Florentino Pérez», dice Rigal.
Para este socio, no todos los madridistas son iguales. «Hay algunos que llevan toda la vida, que son gente razonable y respetable, pero lo que más veo es gente de aluvión, que se acerca al equipo solo porque son los que siempre ganan y, de alguna forma, creen que ellos también son ganadores. Estos son los que se fueron en masa cuando el Madrid perdió 4-0 en 2015 contra el Atleti o los que no esperaron a ver si remontaba contra el Manchester City. Aficionados solo a ganar que, cuando las cosas van mal, dejan solo al equipo. ¿Eso cómo se llama?«, razona. «Además, esos son los que luego te dicen que eres antimadridista por envidia. ¿Envidia de qué? ¿Acaso has hecho unas oposiciones para entrar en el Bernabéu? Cualquiera puede comprar un abono en el Bernabéu, lo que pasa es que no quiero hacerlo».
«No concibo ser del Atleti y no ser antimadridista. Hay quien se lo toma como un trauma, como un odio irreflexivo, pero lo cierto es que basta con haber crecido en un ambiente determinado para alcanzar ese nirvana», dice el periodista Iñako Díaz-Guerra, de ‘El Mundo’. «Mi padre es antimadridista desde los años cincuenta, pero a mí de pequeño un padrino me regaló una camiseta de Míchel y tenía dudas. Se me despejaron cuando me llevó a ver un derbi al Calderón en el que Míchel y Luis Aragonés tuvieron un enganchón… De ahí ya salí antimadridista«.
Como muchos atléticos, Díaz-Guerra ve en el Madrid algo más que un equipo, una némesis que le da aliciente al fútbol: «Me molesta que tomen mi antimadridismo como una falta de respeto. Yo respeto mucho al Real Madrid, para mí es el gran villano del fútbol. Siempre los comparo con Darth Vader y la Estrella de la Muerte, porque cuando hacen el mal, lo hacen con más clase que nadie«. Lo cierto es que a los madridistas también les gusta molestar a sus rivales, sobre todo después de cada victoria. Como muestra, un botón: desde hace unos años, lo primero que se viraliza en Twitter después de una gran victoria o título blanco, es el audio de alguna radio catalana comentando el partido. «Ese madridismo también lo respeto. Los consideramos los malos, queremos todos que pierdan, es lógico que nos lo restriguen por la cara, yo también lo haría. Me inquieta mucho más que un madridista diga que quiere el Atleti en la Copa de Europa», sigue el periodista.
Arrogancia. Una teoría general del madridismoIgnacio Peyró
Les responde el catedrático Bahamonde con sorna: «Es normal que esta temporada se hayan generado muchos antimadridistas. Que se gane con esta plantilla, que no va a ningún lado, y de la forma en la que se ha hecho… me recuerda a la Quinta de los Ye-yé, que era bastante limitada, y aún así ganaba a un Barça que estaba lleno de estrellas. Esas derrotas producen incomprensión, y también antipatía».
Enemigo de todos
Los tres años que Jose Mourinho fue entrenador del Real Madrid enturbiaron como nunca la imagen del club. El portugués enfrentó a todos contra todos: a los jugadores del Madrid contra los del Barça en la Selección, a Casillas contra el Bernabéu, al club con Jorge Valdano… Y, por supuesto, personalmente atacó a árbitros (Obrevo, De Bleeckere, Busacca), jugadores (Benzemá, Pedro León, Casillas), compañeros (Preciado, Tito Vilanova, Guardiola, Manzano, Pellegrini) e incluso a Unicef, que pasaba por allí.
«Mourinho fue una terrible mancha para el madridismo», dice Igor Paskual, guitarrista de Loquillo, cronista del Sporting de Gijón en ‘El Comercio’ y autor de una tesis sobre el papel de los estadios de fútbol en la sociedad. «Desde el primer momento apeló al ultra, enarboló el ‘conmigo o contra mí’, lo que sirvió para radicalizar el Bernabéu. Naturalmente que el resto de aficiones le cogió mucha tirria al Madrid, pero también es cierto que con gente como Zidane o Ancelotti se va olvidando». Díaz-Guerra no está de acuerdo: «Mou abrazó el papel de villano en un momento en que el Madrid era muy inferior al Barcelona, una situación desconocida en el Bernabéu. Así que es lógico que el aficionado se enganchase a Mourinho, porque les devolvió la dignidad en una época muy oscura, y asumió todos los golpes».
En realidad, el antimadridismo proliferó mucho antes de Mourinho, a finales de los 70. En Gijón, el 25 de novimebre de 1979, El Molinón se indignó con una decisión arbitral y cantó por primera vez ‘Así, así, asi gana el Madrid’, la banda sonora oficial de los enemigos del Madrid. Fue el primero de una lista de clubes que han ido añadiéndose con el paso de los años. El Valencia siempre tuvo buenas relaciones con el Madrid, tanto que era el estadio al que solían acudir en primera instancia cuando cerraban el Bernabéu, pero desde que Lorenzo Sanz pagó la cláusula de Mijatovic, está considerado como la plaza más hostil con los blancos; Riazor, al que cariñosamente se le conocía como ‘El pequeño Bernabéu’ por la cantidad de madridistas que eran socios del Dépor, se envenenó con las ligas de Arsenio Iglesias y no ha dejado de silbar al equipo cada vez que va; incluso el campo de Vallecas, que solía ser una segunda residencia para aficionados blancos, terminó por seañalar a los de Castellana como el principal enemigo social.
Es este un antimadridismo de agraviados, de equipos que han sufrido al Madrid en sus carnes, pero también lo hay simplemente político. «Hay casos en los que el Madrid no tiene ninguna culpa, como en el caso del estadio de Osasuna. Ahí tiene más que ver cómo Navarra pasa de ser una comunidad controlada por el Opus hasta los años 60, que es muy madridista, a otra foralista que, poco a poco, va asumiendo el credo del independentismo vasco. Es un cambio político tremendo en el que sale perjudicado el Madrid, porque representa al Estado», dice Bahamonde.
«Yo nací en San Sebastián y te digo que el ambiente que se generaba en Atocha no tenía que ver con lo deportivo. Al final, necesitamos encontrar símbolos sobre el campo que recreen lo que está pasando en la sociedad. Y, a medida que la situación política se ha ido tranquilizando, es obvio que el Madrid es recibido con menos hostilidad, a diferencia de por ejemplo el Camp Nou que, empoderado a lomos de Messi, ha pitado al Madrid más que nunca en su historia», dice el músico Paskual.
«Si lo comparas con los jeques, el Madrid se ha convertido en un contrapoder ‘underground'»
Además, Paskual señala un elemento de desafección del que no se suele hablar: la globalización. «Antes el Madrid, como el Barça, se llevaban a los mejores jugadores de los equipos más pequeños. Eso te hacía odiarlos, sí, pero también quererlos, porque al final tú le habías cogido cariño a Quini o a Luis Enrique y querías que les fuese bien. De algún modo, ese Barça con Abelardo y Luis Enrique, o el Madrid de Maceda, históricos del Sporting, te son más cercanos que otros equipos. Ese vínculo, de segundo equipo, se rompió con la llegada de la Ley Bosman y la avalancha de jugadores extranjeros».
No cabe duda de con quién irá Igor Paskual el día 28. Es miembro de la única peña asturiana del Liverpool, que apenas cuenta 60 miembros. «Un «grupo de ‘freaks’ de la Premier», como lo define Paskual, donde el relato de la oposición al poder empieza a favorecer a los blancos: «El Madrid está en continuo cambio. Hasta hace cinco años representaba el poder más salvaje del país, con un constructor al frente, que es el negocio más turbio de España. Esa percepción está cambiando, sobre todo el países como Inglaterra, donde hay muchos clubes controlados por jeques y fondos extranjeros. El Madrid empieza a ser concebido como el único capaz de plantarle cara, y ganarles, a los jeques, que simbolizan un poder mucho más turbio. Eso le da al Real Madrid un barniz de icono del underground, de contrapoder a los dictadores árabes, a lo ajeno y a lo sucio del fútbol, y te aseguro que en Europa cada vez hay más madridistas», dice el músico.
«A menudo lo comparo a cuando The Clash fichó por CBS. Sus seguidores les acusaron de venderse al poder, pero lo cierto es que utilizaron la gigantesca estructura de la discográfica para colocar su mensaje por todo el mundo, a sabotear el sistema desde dentro, como ahora está haciendo el Madrid», zanja Paskual.