Por Vladislav Shurygin*, Resumen Latinoamericano, 26 de mayo de 2022.
Un miembro del regimiento de Azov en Járkov, Ucrania (Foto: Andrzej Lange / EFE)
Los nazis del Regimiento Azov (ilegal en Rusia) en la acería Azovstal se rindieron y comenzaron a entregarse. Durante el primer día, según los periodistas que lo están cubriendo, más de 200 personas salieron con las manos en alto. La mitad de ellos estaban heridos.
Al mismo tiempo, Denis Prokopenko, comandante nacional del Azov, expulsado de Rusia, ya desarmado, sin «armadura», sin galón, ni insignia, en un patético gesto en los modismos «puros» de Lviv (mezcla entre checo, polaco, gitano, húngaro y ucranianos) que la mitad de los ucranianos no entienden, pronunció un confuso, nervioso y vago discurso sobre sus «dudas», «responsabilidades», «pensamiento crítico», «plan B» y un montón de otras cosas para finalizar diciendo: «Para salvar las vidas, la guarnición entera de Mariupol cumple con la decisión del alto mando militar y espera por el apoyo del pueblo ucraniano…».
Vaya tipo de decisión fue esta. Al anochecer, Zelensky explicó a los ucranianos igual de vagamente:
«No es un día fácil. Pero este día, igual que los otros, está fijado en la protección de nuestro país y nuestros ciudadanos. Gracias a las acciones de las fuerzas armadas de Ucrania, los servicios de inteligencia; igualmente al grupo de negociación, al comité internacional de la Cruz Roja y a las Naciones Unidas, esperamos poder salvar la vida de nuestros muchachos. Quiero enfatizar que Ucrania necesita a sus héroes con vida. Este es nuestro principio. Pienso que cada persona competente entenderá estas palabras».
La palabra «rendición» nunca fue escuchada. Pero todos entendieron. En Ucrania hubo un aullido y un rechinar de dientes. «¡Traición!», gritaron, y los azovitas salieron de inmediato con sus manos en alto. Resultaba que los «héroes» ya no querían morir por Ucrania. Al aire, en el programa de Artem Sheinin, dije que el Azov fue atraído como un pez al anzuelo, a tal punto que, completamente agotado, simplemente lo jalaron hacia el bote por las branquias.
No tomamos Azovstal por asalto. Hubiese sido un regalo invaluable para estos personajes: morir en combate. Por lo tanto, el presidente de Rusia ordenó no arrasar con la planta. Los nazis simplemente fueron llevados a los sótanos, como espíritus a una cripta, y empezaron a ser sofocados con fuego y acero. Tres semanas después, se rindieron.
Un Azov vivo, rendido y miserable es un golpe terrible a su leyenda de acero. Es algo vergonzoso y despreciable. Después de todo, Azov es la guardia élite del Kiev banderista. ¡La elite! Una que siempre buscó ser emulada, que siempre fue imitada para servir en lo que era visto como algo especialmente honorable. Azov es un tipo de SS light de la Ucrania banderista. Un movimiento, un culto con un paquete completo de parafernalia, dogmas e, incluso, su propio «credo».
Fue aquí en Mariupol que comenzó su historia militar. Mariupol ha sido la capital del Azov todos estos años. Y también, su vergonzoso final: la bochornosa rendición en la misma Mariupol es también el colapso total de su culto. En un ensayo sobre los tanqueros de Mariupol publicado en Vzglyad escribí que el Azov fue llevado a Azovstal como una serpiente a un balde, del cual ya no podría salir ni morder. Y ahora llegó el desenlace.
Ahora están esperando por interrogatorios y por muchos, pero muchos arrestos. En este momento, penosa y cínicamente, les toca pelear por sus vidas; entregarán a sus comandantes y lo que sepan de sus «recursos». Reconocerán los crímenes cometidos, pedirán piedad y perdón. Esperarán por los juicios públicos, en los que tendrán que mirar a los ojos a las personas que torturaron y humillaron. Y hay algo de justicia suprema en esto. Un Donetsk Nuremberg.
Hace un tiempo, en el aeropuerto de Donetsk concluyó calmada y casualmente la leyenda de los «ciborgs» que durante medio año fueron desgastados por la tozudez banderista. Ahora termina la leyenda del Azov. Y se desvanece en el aire, dejando atrás el hedor característico de sulfuro de hidrógeno, con los héroes trepando el sótano con sus manos levantadas, que con acciones comprueban uno de sus principales slogans. «Los héroes no mueren…». ¡No! Se rinden ante la piedad de los vencedores.
*Vladislav Shurygin es un experto y comentarista militar con participación en diferentes medios rusos.
Publicado, en ruso, el 17 de mayo en vz.ru. La traducción del inglés para Misión Verdad fue realizada por Camila Calderón.