Benjamin Moffitt, una guía para entender la palabra clave de la política contemporánea
El politólogo australiano señala que el concepto de populismo parece haber captado el sabor de la política internacional en el siglo XXI. Aquí, indaga en sus múltiples sentidos.
Por Horacio Bernades
Hay términos que se dan por sentados, y sin embargo cada persona que los aborda, quien piensa en ellos, le da un sentido distinto. O demasiado vago. Tratar de encontrarle al término una significación precisa –y también un sentido, o varios– es lo que mueve a dialogar con el politólogo australiano Benjamin Moffitt, especialista en el tema, de quien la editorial Siglo XXI acaba de editar Populismo, su trabajo más reciente. El subtítulo, Guía para entender la palabra clave de la política contemporánea, da a entender justamente la intención didáctica que lo anima, más allá de aspirar a ser parte del debate teórico.
“Si existe un concepto que parece haber captado el sabor de la política internacional en el siglo XXI, es el de populismo”, señala Moffitt en la Introducción. “Empleado para referirse a una amplia variedad de líderes (Donald Trump, Rodrigo Duterte, Hugo Chávez), partidos (Podemos, One Nation en Australia, Alternativa para Alemania), movimientos (Occupy Wall Street, Indignados) e incluso sucesos (Brexit), todos ellos prominentes y disruptivos, ese término se ha convertido en un comodín de uso difundido para diagnosticar todo aquello que resulta exaltante, preocupante o disfuncional en las democracias contemporáneas del mundo entero”, resume el autor.
El diálogo que sigue está animado entonces de esa intención didáctica, la de saber de qué se habla cuando se habla de populismo. Aunque populismos hay muchos y de muy distinto signo, claro, tal como Moffitt se ocupa de desbrozar a lo largo del libro.
–¿Qué se entiende por populismo?
–Defino al populismo como un estilo político con tres características principales. Incluye 1) un llamamiento a “el pueblo” frente a “la élite”; 2) “malos modales”, con lo cual me refiero a actuaciones políticas transgresoras; y 3) el carácter de crisis o amenaza para el establishment.
–¿Cuáles son sus orígenes?
–En general, se acepta que los primeros fenómenos para los que se utilizó el término fueron 1) el movimiento agrario que condujo a la formación del Partido Popular en el sur y Oeste Medio de los Estados Unidos en la década de 1890, que se autodenominaron «populistas»; y 2) los narodniki rusos de las décadas de 1860 y 1870, que eran intelectuales que glorificaban a los campesinos como la clase revolucionaria y pensaban que su trabajo era ir al “pueblo” y educarlo para lograr la revolución. Obviamente, el término se ha utilizado mucho más ampliamente en el siglo y medio transcurrido desde entonces.
–El concepto de populismo difiere de un autor a otro. ¿Cuáles son las principales corrientes de interpretación?
–Hay tres enfoques principales en la literatura académica contemporánea: el enfoque ideacional, el enfoque estratégico y el enfoque discursivo-performativo.
El enfoque ideacional ve al populismo como una ideología, un conjunto de ideas o una visión del mundo. Este enfoque es evidente en el trabajo de Cas Mudde, Cristóbal Rovira Kaltwasser y Jan-Werner Müller, y a menudo gira en torno a la idea de que el populismo es una ideología “delgada” que siempre debe estar unida a ideologías “espesas” como el socialismo o el conservadurismo. Esta es la idea más utilizadaen la literatura europea sobre populismo.
El enfoque estratégico ve al populismo como un tipo de estrategia, modo u organización electoral. Autores como Kurt Weyland, Robert Jansen y Kenneth Roberts desarrollaron este enfoque y se ha aplicado casi exclusivamente a casos en el Sur global, y particularmente en América Latina. Este enfoque enfatiza la importancia del papel del liderazgo personalista en el populismo, junto con la idea de que los populistas confían en apelaciones casi directas y sin mediación al «pueblo» en su intento de eludir a los intermediarios «regulares», como los partidos o las redes clientelistas, organizándose en torno a sectores sociales poco institucionalizados.
El enfoque discursivo-performativo, al que adhiero, ve el populismo como un tipo de discurso o actuación. Este enfoque tiene sus raíces en el trabajo de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe y se aprecia en el trabajo de sus seguidores, aquéllos que se centran en las dimensiones socioculturales y performarvitas del populismo, como Pierre Ostiguy y yo. Este enfoque hace foco en el papel del populismo para la creación del sujeto político del “pueblo” y se ha aplicado a casos en todo el mundo.
–¿Atravesamos una fase de auge del populismo? De ser así, ¿desde cuándo se registra?
–Es difícil decir si estamos en una fase de auge, pero creo que probablemente sea correcto decir que el populismo está más extendido a nivel mundial y, lo que es más importante, que está más presente que nunca en muchas culturas políticas y sistemas electorales. Antes se trataba al populismo como algo exótico: ahora es parte integral de la política contemporánea y no creo que vaya a desaparecer. Dicho esto, creo que el interés popular por el populismo, al menos en el mundo de habla inglesa, probablemente alcanzó su punto máximo a mediados de la década de 2010, con el doble golpe de la elección de Trump y el Brexit.
–¿Es o puede ser el populismo una política, una ideología?
–Como señalé anteriormente, el enfoque ideacional lo ve como una ideología. No estoy de acuerdo con esta interpretación, ya que no creo que el populismo realmente pueda verse como una visión del mundo que se sostenga por sí misma; no nos dice nada sobre el tipo de políticas que alguien prefiere o cuál es su posición en importantes problemas políticos. Para eso todavía recurrimos a ideologías reales: conservadurismo, socialismo, anarquismo, etc. Es casi imposible pensar en un “populismo puro” que se sostenga por sí solo como lo hacen estas otras ideologías, con toda una tradición de pensadores, políticos, textos, etc. detrás de ellos.
–¿Por qué hay populismos de derecha y de izquierda, si el populismo no es una ideología?
–Precisamente porque no es una ideología. La “izquierda” y la “derecha”’ son mucho más importantes que la parte “’populista’ cuando identificamos a los políticos. Mi opinión es que los actores políticos tienen ideologías, pero utilizan un estilo político populista para transmitir su mensaje de forma performativa o discursiva. Por ejemplo, diríamos que la ideología de Hugo Chávez, en lo que él creía, era el socialismo. Pero su estilo político, la forma en que comunicaba, era el populismo.
–¿Qué cosas tienen en común Donald Trump, Jair Bolsonaro y Evo Morales? ¿Qué cosas no tienen en común?
–Esta pregunta es excelente para ilustrar por qué el populismo no es una ideología: hay muy poco que vincule a estos líderes políticos en términos de las políticas sustantivas que prefieren o la ideología central que los impulsa. Por ejemplo, las opiniones de Morales y Trump sobre cómo debe ordenarse la sociedad, el papel del gobierno, cómo operan el género y la raza, etc., son completamente diferentes entre sí. Lo que los une es un estilo populista. Todos se inspiran y utilizan un enfoque performativo político común que destaca la división entre «el pueblo» y «la élite», utilizan los «malos modales» para transgredir las normas políticas y promueven una sensación de crisis que solo ellos pueden resolver.
–¿Es el populismo malo o bueno para la democracia?
–¡Esta es la pregunta del millón! Creo que todo se reduce a cómo se ve realmente la democracia. Si usted es un demócrata liberal, es probable que vea el populismo como una amenaza para los controles y equilibrios y para la protección de las minorías. Mientras que si es un demócrata radical, probablemente verá que el populismo abre un espacio para la reconstitución de “el pueblo” y la conmoción de un panorama político posdemocrático moribundo. Como tal, los liberales tienden a ver el populismo como un precursor del autoritarismo, mientras que para los demócratas radicales el populismo de izquierda anuncia la apertura de un orden político verdaderamente radical y plural.
No creo que ninguna de las partes tenga toda la razón y, para mí, esta es una de las cosas más interesantes del populismo: tiene una relación realmente compleja y ambigua con la democracia, y es difícil decir en última instancia que “es” o “no es” un fenómeno democrático. Además, creo que los populistas a menudo hacen cosas democráticas y antidemocráticas al mismo tiempo: en América Latina, por ejemplo, no es raro que un populista amplíe democráticamente la concepción viable de ‘el pueblo’ en una entidad política y al mismo tiempo para fortalecer su propio poder político en formas democráticamente disonantes. Esta es probablemente la razón principal por la que sigo escribiendo sobre el populismo: es un fenómeno extremadamente complejo y difícil de abordar.
–Las experiencias fallidas de Podemos y Syriza parecen demostrar que el populismo de izquierda no es posible en los países desarrollados, y al mismo tiempo podría pensarse que en América Latina es el único camino posible hacia la equidad social. ¿Es así?
–Creo que el populismo de izquierda es posible en los países desarrollados: mencionas a Podemos y Syriza, pero también podemos pensar en los éxitos más recientes de La France Insoumise y la popularidad, la competitividad y el legado de las campañas de Bernie Sanders en 2016 y 2020 como ejemplos de esto. Sin embargo, es justo decir que los populistas de izquierda no han tenido tanto éxito en obtener cargos y poder electoral real en el norte global en comparación con América Latina, y más allá de eso, creo que el momento ‘populista de izquierda’ de mediados a fines de la década de 2010 está muy en declive. No estoy de acuerdo con que el populismo de izquierda sea el único camino hacia la equidad social, ya sea en América Latina o en otros lugares; creo que es una forma de lograrlo, pero también creo que hay otras formas de política de izquierda fuera del populismo que también son importantes posibilidades de hacer del mundo un lugar mejor.
–¿Por qué menciona a Evo Morales, Hugo Chávez y Rafael Correa como representantes del populismo latinoamericano, pero no incluye a Lula da Silva?
–Principalmente porque estaba tratando de centrarme en los ejemplos más contemporáneos del libro, ya que quería que los lectores pudieran relacionar la discusión teórica con figuras que les resultarían muy familiares. Lula estaba fuera del gobierno cuando estaba escribiendo el libro, y lo había estado desde 2010, ¡aunque obviamente las cosas podrían cambiar y convertir a Lula en un ejemplo contemporáneo una vez más este año!
–¿Por qué menciona tan poco a los Kirchner en su libro?
–Por las mismas razones que las anteriores, estaba tratando de concentrarme en los ejemplos más actualizados que pude. Dado que el libro era a) principalmente sobre teoría y b) se suponía que era una descripción general accesible de una literatura muy amplia, no sentí que pudiera hacer justicia al discutir sobre los Kirchner y el kirchnerismo sin entrar en el legado histórico del peronismo, que fue más allá de los límites del texto breve.
–¿Qué opina sobre las contribuciones de Laclau y Mouffe al pensamiento populista de izquierda?
Creo que son los autores más influyentes en el tema, no solo académicamente, donde han influenciado a toda una generación de estudiosos, sino también en la práctica: Laclau visitó Bolivia, Ecuador y Venezuela por invitación de Morales, Correa y Chávez y actuó como asesor informal de los Kirchner antes de su muerte en 2014. Podemos basó toda su aproximación inicial al populismo de izquierda en el trabajo de Laclau y Mouffe, y Mouffe llegó a publicar un libro sobre sus propias conversaciones con Íñigo Errejón, el secretario político de Podemos en ese momento, en el que los dos discuten los vínculos entre el trabajo teórico de Laclau y Mouffe sobre el populismo y las estrategias políticas adoptadas por Podemos.
Personalmente, nunca hubiera comenzado mi carrera estudiando populismo si no hubiera leído Hegemonía y estrategia socialista y Sobre la razón populista cuando era un joven estudiante universitario: me ha puesto en este camino desde entonces, por eso siempre estaré agradecido con Laclau y Mouffe.
¿Por qué Benjamin Moffitt?
Australiano de nacimiento, Benjamin Moffitt enseña Ciencias Políticas en la Universidad Católica de Melbourne. Sus investigaciones sobre populismo contemporáneo se nutren de los enfoques comparatistas, de la teoría política y de la comunicación.
Fue investigador visitante en el Berlin Social Science Center y en la Universidad de Toronto. Es autor de numerosos artículos y participó en volúmenes colectivos en torno al populismo. Colabora a menudo con destacados medios internacionales como The Economist, The Washington Post, The Guardian y BBC News.
Es autor de The Global Rise of Populism: Performance, Political Style and Representation y, junto con Mark Chou y Octavia Bryant, de Political Meritocracy and Populism: Cure or Curse. Tuvo a su cargo, junto con Pierre Ostiguy y Francisco Panizza, la edición de Populism in Global Perspective: A Performative and Discursive Aprroach.
Actualmente trabaja sobre el vínculo entre populismo y medios audiovisuales, así como entre descontento político e inestabilidad democrática.
Tomado de Página 12 / Argentina.