28 JUNIO, 2022
La decisión sobre con quién debía aliarse Europa debían tomarla Inglaterra y Francia, sus países líderes, y para ambos, sobre todo para Inglaterra, todo estaba claro. Por años, mediante sucesivos intentos, Rusia les había propuesto aliarse para parar a Hitler antes de que fuese demasiado tarde. Pero para Inglaterra, seguida por Francia, el enemigo principal era el comunismo, que odiaban y temían, y no el fascismo y el nazismo, que admiraban por su poder autoritario y su brutal anticomunismo. Churchill era íntimo amigo y admirador de Mussolini y la aristocracia británica se sentía seducida por el nazismo, como fue el caso del fugaz rey Eduardo VIII. Además, Hitler, que empezaba la expansión nazi sobre Europa y acababa de convertir en 1938 a Austria en parte de Alemania, les inspiraba también miedo y pensaban ablandarlo. Simpatía nazi y cobardía llevan a Inglaterra y a Francia, despreciando a Rusia, a firmar un pacto de no agresión con Hitler, regalándole además Checoslovaquia. Ese fue el indigno y cobarde Pacto de Munich, que Europa trata de silenciar o embellecer; pacto en el que Chamberlain y Daladier, líderes de Inglaterra y Francia, se dan la mano con Hitler y Mussolini y declaran haber logrado la paz, es decir, que su cobardía les garantiza que Hitler respetará a sus países lanzándose a invadir y destrozar a Rusia. Y es entonces que, en respuesta a esa traición, Stalin propone un Tratado provisorio de paz a Hitler, el cual, decidido como está a invadir Europa y queriendo evitar otra guerra en dos frentes, firma el Tratado que, a Rusia, que sabe que el plan de Hitler es destruirla, le da unos dos años de tregua que deben permitirle prepararse mejor contra la inevitable invasión nazi que tendrá que enfrentar pronto.
La guerra se inicia en Polonia y la Blitzkrieg nazi resulta indetenible. Francia se rinde sin combatir y solo Inglaterra se resiste a los bombardeos nazis. La resistencia es débil porque hay mucha complicidad, pero se combate en Serbia y en Grecia. Atados al Pacto ruso, los comunistas europeos no saben cómo luchar (a poco sabrán cómo hacerlo); y para 1941 Hitler, ya dueño de casi toda Europa, se lanza en junio con toda su fuerza, sus mejores 192 divisiones, contra Rusia para destruirla exterminando a toda su población. Y es entonces que empieza la verdadera guerra. Los cálculos de la cobarde Europa de Munich fracasan. Rusia pide apoyo a Inglaterra y a Estados Unidos (EU), que ha entrado en guerra contra Japón eludiendo a los nazis, pero le dan largas, pues quieren su ruina. Empero, tras una corta etapa defensiva de repliegues, es todo el pueblo ruso el que se lanza al combate, que pasa de guerra de guerrillas a enfrentamientos de ejércitos. En 1943 Rusia gana las dos batallas decisivas de la guerra: en Stalingrado las “invencibles” tropas nazis se rinden en febrero ante los heroicos rusos y luego estos en Kursk, en julio–agosto, en la mayor batalla de tanques de la historia, aplastan a los nazis, que emprenden un repliegue pronto convertido en retirada. Con su sola decisión y la participación masiva de su pueblo, Rusia va rumbo a Alemania tras los nazis que se repliegan día tras día. Entonces sí, EU e Inglaterra lanzan el segundo frente, en junio de 1944, en Normandía, tardío espectáculo militar que la propaganda gringa convierte en la batalla decisiva que no es, y que se hace no para ayudar a Rusia sino para que yankees e ingleses puedan llegar primero que los rusos a Berlín. Pero, pese a que los nazis se les rinden en su camino mientras en el este se baten con furia contra los rusos, son estos los que los derrotan venciendo obstáculos y minas, acaban con el nazismo, ganan la guerra y al llegar primeros a Berlín clavan en la cúpula del Reichstag la roja bandera comunista.
Pero si Rusia gana la guerra en el terreno, carece de fuerza y proyecto para cobrar políticamente esa victoria. En su heroica lucha ha quedado casi destruida y ha tenido 27 millones de muertos, la mitad de las víctimas letales de la guerra. Y a lo que aspira es a que los países que la rodean le sirvan de protección contra otra invasión militar alemana.
Así, el verdadero vencedor de la guerra, el que sí cobra como suya la derrota nazi, es EU, que goza de una enorme riqueza y prosperidad económica acumuladas durante la guerra, que no ha sido tocado por esta gracias a su aislamiento continental y que en ella ha tenido pocos muertos. Desde que entró en la primera Guerra mundial en 1917, EU aspira al dominio planetario. Sabe que su aislamiento continental, protegido por dos océanos, lo hace invulnerable, pero también que lo aísla del espacio continental euroasiático y más concretamente de Europa, que es donde se decide la geopolítica mundial. De modo que para imponer como quiere su dominio sobre el mundo necesita a esa Europa, controlarla, someterla a su poder, y sabe que ahora es el momento justo para hacerlo, pues lo que tiene enfrente no es ya a la vieja Europa prepotente sino a una Europa miserable, destrozada y arruinada que clama por su ayuda.
Resumo en lo que sigue el exitoso plan de dominación mundial que EU impone pasando por su previo y firme dominio sobre Europa. Empieza en 1944 en Bretton Woods creando el FMI y el BIRF, luego Banco Mundial. EU controla ambos, dejando uno en manos de Europa, y anuncia la OMC (Organización Mundial de Comercio), creando por lo pronto el GATT, todo bajo su mando. Y lo principal, el dólar estadounidense desplaza a la libra esterlina como moneda de cambio internacional. En 1945, para mayor control y seguridad, llena a Europa de bases militares. Europa se convierte sin protestar en continente dirigido y ocupado militarmente por EU. Poco después crea un nuevo organismo internacional que remplaza a la disuelta Sociedad de Naciones. Se la llama Organización de Naciones Unidas, ONU, su sede es Nueva York y desde su fundación, EU la domina porque en el Consejo de Seguridad controla 4 de los 5 votos con veto y en la Asamblea General, que tiene entonces pocos miembros, la mayoría la forman los países de esta América Latina, a los que califica y usa de patio trasero.
En 1947 EU inicia la Guerra fría contra Rusia mediante la llamada Doctrina Truman, basada en un discurso ferozmente anticomunista de este, en el que planteaba que EU debía defender por cualquier medio a los países democráticos del mundo ante la amenaza de caer bajo el dictatorial dominio ruso. Y un mes después, EU lanza para los europeos el Plan Marshall, dirigido a dar forma plena a su dominio económico, financiero, técnico y político sobre la empobrecida y hambrienta Europa. Con ese Plan, Europa inicia su recuperación económica sujeta al poder estadounidense. Y, como este es inseparable de su dominio político, ideológico y cultural, EU crea la CIA, que, aliada con las derechas, empieza a manipular las elecciones europeas para derrotar a los comunistas y empoderar a los partidos anticomunistas que le sirven. Y en forma solapada y efectiva, la CIA organiza y paga organizaciones como el Congreso por la libertad de la cultura, financia instituciones, revistas y actos culturales y capta intelectuales de prestigio que, conscientes o no de ello, reciben dinero de la CIA.
El plan yankee culmina en 1949 creando la OTAN, agresivo organismo militar de Guerra fría que agrupa a países europeos bajo la dirección político–militar de EU para enfrentar amenazas rusas casi siempre supuestas. Y el resultado de todo esto es que, en décadas y casi sin resistencia, la que fuera por siglos una Europa prepotente acaba convertida en dócil servidora de los planes e intereses de EU, que asume el liderazgo de Occidente, le da órdenes y la mantiene sujeta a su dominio. Y todavía le falta, porque el siglo actual no es ya de mera decadencia sino de podredumbre.