El salario es la clave: Todavía estamos a tiempo

Antonio Boza León
Esta es la primera de tres entregas escritas por el economista y diputado de la Asamblea Nacional Tony Boza. Una importante contribución al debate económico actual y a la disputa por las condiciones salariales de las y los trabajadores en Venezuela.

El proceso en tensión

En la actual coyuntura el tema económico, como ningún otro, está poniendo en tensión la relación de los partidos de la revolución y su dirección con la más amplia base social que históricamente abrazó la causa de Chávez. La cuestión salarial es la más sensible de todas, porque está enlazada directamente con la subsistencia humana, pero esto apenas representa la punta del iceberg de un cuadro de mayores complejidades, que implican la visión total del hecho económico y social, la caracterización de las fuerzas en pugna, dicho en otros términos, el carácter y las formas como se manifiesta actualmente la lucha de clases.

No se trata sólo de recuperar el impulso económico, indiscutiblemente necesario, sino, y principalmente, que ese impulso sirva para profundizar la revolución y no, por el contrario, cancelarla. De allí la importancia urgente de hacer un ejercicio responsable de la “crítica revolucionaria”, es decir, aquella que se hace de forma oportuna y respetuosa, la que señala el problema y al mismo tiempo plantea la posible solución, dentro de un debate fraternal, exhaustivo y riguroso, para fortalecer la causa popular que está en juego. Pretender, como intentan algunos, criminalizar las manifestaciones públicas de diferencias de visión en este y otros temas, diferencias que son naturales en todos los procesos, señalando de contrarrevolucionarios a quienes ejercen ese derecho, además de significar un simplismo realmente decepcionante, es castrador del único espacio donde la revolución puede crecer: la crítica.

Transcurridas más de dos décadas de la permanencia de la revolución bolivariana en el ejercicio del poder, urge un balance sobre las cuestiones estructurales que han marcado a la sociedad venezolana en este tiempo. Cobran especial relevancia aquellas cuestiones relacionadas con las formas de propiedad, las relaciones de producción, el trabajo liberador, la generación de riqueza, los mecanismos de apropiación, distribución y redistribución del producto generado socialmente, el papel jugado por el Estado, por el movimiento de comuneras y comuneros, el papel de la banca, partidos y movimientos sociales en relación al hecho económico, la renta petrolera, las diversas concepciones de abordarla y sus implicancias. Tarea densa y compleja que amerita un debate profundo, cuestión que, lo advertimos de entrada, no podremos desplegar en este breve espacio, por tanto, nos limitaremos a intentar caracterizar la coyuntura mostrando algunos elementos y tendencias que la definen, con la deuda pendiente de abordar, seguramente con el esfuerzo de un gran colectivo, cuestiones más de fondo que definen la naturaleza profunda del movimiento como un todo.

El modelo económico

Tras varios años de guerra económica, medidas coercitivas unilaterales, secuestro de bienes nacionales y bloqueo, que han significado una verdadera destrucción del aparato productivo nacional, incluyendo la principal industria generadora de divisas del país, nuestra industria petrolera, PDVSA; lo que implicó la pérdida del 99% de los ingresos petroleros, mermando sustancialmente la capacidad financiera y presupuestaria del Estado; la dirección política de la revolución bolivariana se ha planteado en lo económico, un esquema de apertura al gran capital nacional e internacional. El plan apunta también al restablecimiento integral de los servicios públicos, necesarios para el relanzamiento y la recuperación económica nacional, con una serie de obras de envergadura, tal como aparecen registradas en la Ley de Presupuesto 2022.

Ni rebusques ni emprendimiento…

Ni emprendimiento es desprendimiento…[1]

También se ha valorado al movimiento de los nuevos emprendedores, que es un reconocimiento al esfuerzo que hizo el pueblo venezolano para resistir el bloqueo y la guerra económica; sin embargo es importante hacer un debido balance de todas estas experiencias, muchos casos pueden integrarse al movimiento comunal para construir encadenamientos productivos, otras experiencias hay que recanalizarlas hacia actividades realmente productivas y liberadoras; además, se plantea involucrar a los comuneros y comuneras en esta nueva fase. Pero el gran escollo para superar esta coyuntura de manera satisfactoria, tiene que ver con el tratamiento y la resolución de la cuestión salarial, que es mucho más profunda y compleja que el simple hecho reivindicativo y de justicia social, que también lo es indudablemente. Esta cuestión es en sí misma el núcleo del antagonismo capital-trabajo, no es un dato menor o de orden instrumental, está en el centro de las definiciones ideológicas de largo aliento.

La forma de resolver el tema salarial define en gran medida el cariz del movimiento, de la tendencia que pueda permitir desembocar en el fortalecimiento de la clase trabajadora, asalariada, sujeto histórico de la revolución, o en el fortalecimiento del capital, en cualquiera de sus manifestaciones. Dicho de otra forma, desde nuestra perspectiva, lo único que le da sentido a una alianza táctica con el capital es que dicha alianza sirva para el avance del proyecto revolucionario y es lo que pretendemos evaluar a la luz de los datos disponibles, más allá de lo discursivo.

A pesar de no existir suficiente información sobre indicadores de macro agregados y otros datos fundamentales de la economía, ya que no se publican desde hace años, con los pocos datos que publica el BCV y otras instituciones se pueden inferir tendencias claras de hacia dónde se dirige la economía y su posible desenlace.

Dos ideas centrales en discusión

La primera idea matricial, se trata de aquella que coloca como centro de toda la política económica el control de la inflación y el tipo de cambio, con el propósito de alcanzar la estabilidad monetaria y del sistema de precios. En esa tarea se ha puesto especial empeño, por parte de las autoridades monetarias, en la reducción drástica del gasto público y la liquidez monetaria, dentro de la visión que la inflación es la resultante del exceso de demanda por exceso de liquidez.

La otra idea matricial, muy difundida últimamente, es la que sostiene que primero hay que producir para después distribuir la riqueza producida, o, dicho de otra forma, no se puede repartir lo que no se ha producido, idea que por “simple” y aparentemente “obvia” parece indiscutible; pero en el fondo no es más que una idea, que no da cuenta de la forma como se desenvuelve la economía en la vida real. Y en vista de que el sector público hoy tiene grandes limitaciones, cuestión innegable, la lógica que se desprende de esta idea parece indicar que el camino pasa por trasladar el peso de la recuperación económica al mercado, al sector privado. Esto implica darle mayor relevancia al mismo para buscar la optimización en la asignación de recursos en el aparato productivo, un cuadro de incentivos fiscales para la inversión en ciertas áreas, en este punto juega un papel primordial la Ley Orgánica de Zonas Económicas Especiales recién aprobada, y se tomó además la decisión de privatizar parcialmente algunas empresas públicas, entre ellas Movilnet, Cantv, algunas de las empresas básicas, incluyendo del área de minería y petróleo, bajo el mismo enfoque: proveer nuevas inversiones.

Las causas de la inflación

La primera idea, la de centrar la política económica en el control de la inflación y la estabilidad del tipo de cambio, tiene consecuencias importantes, porque coloca todo lo demás (recuperación de los salarios, del presupuesto público, etc.) en un segundo plano o en un segundo momento.  La forma de instrumentar esta primera idea, está determinada por la visión que se tiene sobre las causas que generan la inflación, que es muy sencilla, está en el manual: la causa de la inflación es el exceso de liquidez. Pero resulta que los hechos, la realidad, se empeña en negar esta visión.

Un estudio del muy conservador Instituto CATO, a cargo de los economistas Steve Hanke y Nicholas Krus, de fecha 15 de agosto de 2012, denominado “World Hyperinflations” concluye que las 56 grandes hiperinflaciones de la historia conocidas hasta esa fecha, ocurridas en 38 países (en algunos países se repitió el fenómeno), todas ellas se dieron por causa de situaciones de conflicto. Al respecto dice Hanke: “la hiperinflación surge solo en las condiciones más extremas, como la guerra, la mala gestión política o la transición de una economía dirigida a una economía de mercado”. Precisamente, de las 56 hiperinflaciones, la mitad ocurrieron en repúblicas exsoviéticas inmediatamente después de la disolución de la URSS.

Veamos algunos detalles de este estudio, por ejemplo, a principios del siglo XX, 4 países sufrieron hiperinflación: Alemania, Austria, Hungría y Polonia, previa destrucción de sus respectivos aparatos productivos y por las condiciones impuestas como resultado del conflicto bélico, justamente los más afectados por la llamada I Guerra Mundial. A mediados de los años 40 del siglo XX, quedaron secuelas en Hungría, Grecia, después de la II Guerra Mundial, y por el lado de Asia: China, Filipinas y Taiwán, por las mismas razones. En el año 1993 la guerra civil en El Congo desató una hiperinflación, lo mismo aconteció en Angola en el año 1994, previa destrucción de su capacidad productiva.

En América Latina, producto de situaciones conflictivas provocadas principalmente por los EEUU, se desataron hiperinflaciones en Chile (1973), Bolivia (1984), Nicaragua (1986), Perú (1988), y Argentina y Brasil (1989). En África, es relevante el caso de Zimbabue (2007), producto de una reforma agraria mal llevada, que destruyó el 45% de la capacidad productiva del sector agrícola. Sin entrar en detalles, conocidos ya por todos los y las venezolanas, el caso de nuestra patria encaja perfectamente en esta descripción hecha por el Instituto CATO. La hiperinflación ocurrida en nuestro país es el resultado de la guerra económica y el bloqueo. Sin embargo, lo que parece tan obvio, en realidad no lo es, especialmente a los ojos de las autoridades monetarias del BCV, que dan a la inflación el tratamiento generalizado de la visión monetarista, que plantea que siempre y en todo lugar, la inflación es un asunto monetario y el tipo de respuestas y el diseño de la política para combatirla va en esa dirección: principalmente reducción del gasto público, disciplina fiscal y absorción de liquidez.

La inflación en Venezuela

La hiperinflación en Venezuela es producto de la guerra contra nuestra moneda, del bloqueo y la guerra económica, no se trata de un problema de desequilibrios de oferta y demanda del mercado de dinero, no se trata de un exceso de oferta monetaria. De esto no solo dan fe el Instituto CATO, muy del establishment gringo (nadie sospecharía que quieren darnos alegatos), sino también los estudios rigurosos de la profesora Pasqualina Curcio, plasmados en su libro “Teoría General de los Precios, el Salario, la Producción y el Dinero”, donde demuestra con modelos econométricos que la inflación en Venezuela no es por exceso de liquidez, no es una “inflación de demanda”, es, por el contrario, una inflación por el lado de “la oferta”, la cual sucede cuando la estructura de costos se incrementa sustancialmente, que es nuestro caso, producto de la manipulación del tipo de cambio a través de páginas web financiadas por grupos de oposición al gobierno venezolano y con el apoyo de los EEUU, y también por el bloqueo que hace más costosa la adquisición de insumos, de repuestos y eleva los costos de acceso a los recursos financieros. En este caso, como en todos los casos de inflación del lado de la oferta, la inflación va acompañada de una caída de la producción, como efectivamente sucedió en nuestro país. También demuestra Pasqualina Curcio, que en momentos cuando hubo relativamente menos emisión de dinero, se alcanzaron cifras más altas de inflación, contradiciendo la visión monetarista.

Otro estudio importante que desacredita la visión monetarista aparece en el sitio web oficial de la Reserva Federal (FED, por sus siglas en inglés), elaborado por David Ratner y Jae Sim, denominado “Who Killed the Phillips Curve? A Murder Mystery”, donde se echan por tierra estas creencias sobre el control de la inflación en los años 80 en los EEUU, demostrando que la superación de la inflación no tuvo mucho que ver con el control de la liquidez a través del alza de las tasas de interés, más bien fue el resultado del deterioro de la capacidad de negociación de la clase trabajadora. Para decirlo en términos coloquiales, los empresarios no necesitaron elevar los precios para conservar sus tasas de ganancias, porque la presión sindical era casi nula como resultado de una política de Estado para debilitar los sindicatos, de tal forma que podían tener buenas ganancias a costa del bajo nivel de los salarios. Por otra parte, a pesar que el costo del dinero se incrementó, por el alza de las tasas de interés y la burguesía debía pagar más por los créditos que les otorgaba la banca, este incremento lo compensaban por el lado de los salarios, ya que éstos permanecían bajos, mientras los precios de los bienes y servicios aumentaban, aunque de forma muy moderada, pero sostenida en el tiempo.

Al respecto comenta Jorge Tamames, investigador del Real Instituto Elcano: “Pero Ratner y Sim van más allá. Sostienen que lo que puso fin a casi el 90% de la inflación en EEUU durante los 80 no fueron las subidas de tipos de interés, sino el debilitamiento sostenido de los sindicatos que llevó a cabo la administración de Ronald Reagan. Es decir, que además de que las políticas de liquidez extraordinaria no generan la inflación que a menudo se asume, las subidas de tipos no son el medio ideal para contenerla, como hasta ahora se presuponía”[2]. Que este estudio aparezca en el sitio oficial de la FED es mucho decir. Quizás este cambio paradigmático tenga mucho que ver con el desplazamiento del eje del poder financiero global desde el Occidente hacia el Este del mundo. Pero da cuenta de la facilidad con que los centros de poder del capitalismo pueden cambiar de teoría como quien cambia de camisa, según sus conveniencias, no son verdades eternas, son instrumentos para la dominación que se aplican mientras son útiles a sus propósitos.

El mercado cambiario en Venezuela: Un caso excéntrico

A pesar del cúmulo de evidencias sobre el tipo de inflación que vivimos en Venezuela, y que demuestran que es la resultante del ataque a nuestra moneda a través de la manipulación cambiaria, las autoridades monetarias insisten en aplicar el tratamiento del “manual”: secar liquidez por medio de las llamadas Operaciones de Mercado Abierto (OMA), así no crece la demanda de bienes y en teoría no debería generarse más inflación. Con estas operaciones también piensan que pueden inhibir la demanda de divisas, porque al no haber suficientes bolívares circulando en la economía, no hay mayor demanda de divisas y no se dispara su precio. En esa lógica, el BCV también ha intervenido el mercado cambiario para influir en la estabilidad del precio de la divisa ofertando importantes montos de ellas. Pero todo indica que el tipo de mercado de divisas que existe en nuestro país no es sensible a este tipo de medidas.

En momentos cuando el Estado inyectó cantidades inmensas de divisas, no funcionaron las denominadas “leyes del mercado”, y la especulación a expensas del diferencial entre el tipo de cambio y la inflación era brutal, porque entre otras cosas, nuestro mercado es sui géneris, no hay un “mercado” como tal, simplemente porque solo hay “un oferente” de divisas: el Estado. No es, por tanto, un mercado donde opere el libre juego de la oferta y la demanda, con muchos oferentes y muchos demandantes, este dato no es ocioso, porque justamente define el tipo de “mercado” que tenemos, o la no existencia como tal del mismo, lo que hay en la realidad es un mecanismo de asignación de divisas, así ha sido por más de 100 años. Si esto se asumiera en los términos reales, tendríamos otro tipo de política cambiaria.

En sintonía con lo dicho, sobre que no tenemos un mercado cambiario en sí, sino un mecanismo de asignación de divisas, es preciso recordar que en el año 2011 el BCV inyectó al mercado cambiario 31.400 millones de dólares a través del SITME (Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera) y en el año inmediato 2012, le inyectó otros 33.000 millones de dólares, esta vez por CADIVI, para un total de 64.400 millones de dólares en apenas dos años. Para tener una idea del descomunal volumen de divisas entregadas al sector privado, podemos constatar que equivalen en promedio a más de 2.680 millones de dólares al mes, cifra que representa más del doble del total asignado para todo el año 2022 al Sistema Patria, por citar un ejemplo.

Ese caudal de divisas fueron entregadas a la oligarquía criolla a razón de Bs. 5,30/dólar, lo que no impidió que los bienes importados con esas divisas fuesen vendidos en su gran mayoría en el mercado nacional por la burguesía comercial al valor del dólar paralelo, más de tres veces el valor de adquisición (Bs. 16/dólar). La burguesía criolla convirtió la intermediación cambiaria en el gran negocio en sí mismo, no necesitaba producir nada, de hecho, en muchos casos se falsearon facturas de importación, con el solo propósito de acceder a las divisas públicas, en otros casos se importaron contenedores vacíos, con falsos contenidos o llenos de basura, y el mercado cambiario terminó siendo una falacia, no existió en verdad tal “mercado”, este mecanismo funcionó como una correa de transmisión de recursos públicos al sector privado.


[1]. Rodríguez Isaías, 16/12/2021, visto en: https://twitter.com/Isarorodriguez/status/1471686327708098563

[2]. Tamames, J. Inflación o recesión: un dilema que los bancos centrales ya no pueden resolver, sitio web “Desde Abajo”, 2022. Visto en: https://www.desdeabajo.info/economia/item/45529-inflacion-o-recesion-un-dilema-que-los-bancos-centrales-ya-no-pueden-resolver.html

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