Estados Unidos y la geopolítica mundial

LUIS BRITTO GARCÍA

24 SEPTIEMBRE, 2022

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Soporte estratégico de la hegemonía estadounidense es su ejército. Con   1.325.000 efectivos y una reserva de 1.500.000, ocupa unas 900 bases alrededor del mundo, y para 2022 consume un presupuesto de 840.000 millones de dólares, más de la mitad del total del gasto armamentista  planetario (https://www.telesurtv.net › news › eeuu-propone-millon…). Repetidamente derrotado por países aparentemente más débiles, como Corea, Vietnam y Afganistán, sus armamentos han sido superados tecnológicamente por Rusia y China. Desde que la conscripción se hizo voluntaria, se le dificulta reclutar efectivos. Siguiendo el patrón recurrente de los imperios en decadencia, depende cada vez más de contratistas mercenarios o aliados militares esencialmente foráneos, como la Otan.

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El mayor pilar de la hegemonía estadounidense era el económico, con un PIB que alguna vez fue el mayor del mundo, pero que ahora es superado ampliamente por el de China, equivale a su deuda externa y es aquejado por una crónica balanza comercial desfavorable. En los años sesenta, la manufactura reportaba 25 % del PIB; ahora, apenas 11% de éste, debido a lo cual cinco millones de puestos de trabajo han desaparecido desde comienzos del siglo. En 2019, Estados Unidos producía 10,8 millones de vehículos, y China 25,7 millones (Martyanov: Disintegration: Indicators of the Coming American Collapse, Clarity Press Inc).

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El pilar financiero de la hegemonía estadounidense es el dólar, convertido en obligatorio respaldo de las demás monedas por los acuerdos de Breton Woods en 1944, y con cuya emisión descontrolada -sin respaldo desde 1974- Estados Unidos ha comprado a cambio de nada los recursos y el trabajo del resto del planeta. El dólar pierde valor de manera continua; repetidos colapsos desacreditan el sistema bancario fundado en él, el conflicto de Ucrania  obliga a Rusia a reforzar el rublo, y China prepara un nuevo sistema monetario con inconmovible respaldo en oro.

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La declinación económica está asociada a la política. La estadounidense es un juego entre dos partidos distintos y un solo capitalismo verdadero. Pero éste presenta distintas versiones. Los demócratas se declaran globalistas, partidarios de la dominación mundial a través de las finanzas y la usura, el cobro por uso de patentes y propiedad intelectual, y la tercerización, que suplanta los parques industriales nacionales por inversiones en el exterior  en países con mano de obra barata y sin derechos laborales, y sustituye la reinversión interna de capitales por su flujo hacia paraísos fiscales libres de tributación. Para mantener esta economía globalizada, promueven  incesantes conflictos bélicos globales que incrementen el gasto armamentista, apoyados por alianzas estratégicas con entes como la Otan, el Aukus (Australia, Reino Unido, USA) y la Unión Europea. Estas políticas son responsables de la desindustrialización, el desempleo y la generalizada pauperización de los trabajadores estadounidenses.

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En contra de la tendencia globalista, gran parte de los republicanos se declaran aislacionistas, enemigos de una creciente involucración estadounidense en el ámbito internacional, partidarios de la reinversión interna de sus propios capitales acompañada de un proteccionismo que cree empleo, revitalice sus desfallecientes parques industriales y retire a Estados Unidos de tratados de libre comercio en virtud de los cuales las mercancías foráneas más baratas desplazan a las producidas localmente. Es lo que sintetiza la consigna Maga (Make America Great Again). Los conservadores republicanos han retirado a Estados Unidos de la Alianza del Pacífico, que abría sus mercados a la producción asiática y latinoamericana de dicha zona, y durante la presidencia de Trump, a pesar de sus numerosas amenazas,  no se inició ninguna nueva guerra. Esta prédica parece haber calado en numerosos estratos de la clase media y la clase obrera pauperizados por las políticas globalistas y reducidos a white trash, basura blanca, ahora en la misma condición subordinada que afrodescendientes, hispanos e inmigrantes.

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La batalla entre globalistas y aislacionistas fractura el pilar central de la hegemonía estadounidense, la propia integridad y unidad territorial de Estados Unidos. En artículos anteriores incluimos opiniones selectas sobre ello. Wim Dierckxsens y Walter Formento señalan que en 2019 una encuesta de la Universidad de Georgetown reveló que 67, 21 % veía como posible una guerra civil en EEUU. Otra encuesta de YouGov/Economist (firma de investigación de mercados y análisis de datos con sede en el Reino Unido) señala que 57% de los estadounidenses dice que “es probable que estalle la guerra civil en un futuro no lejano”, 14% lo considera muy probable y 43% lo considera probable. 66% de los encuestados ya creía que la división política en EEUU sería crítica desde que Joe Biden asumió el cargo, lo cual “nos hace pensar que EEUU está ya en una guerra civil” (Wim Dierckxsens y Walter Formento: “Elecciones en Estados Unidos, en el marco de la Guerra civil y la Perestroika”,15 de septiembre de 2022).

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¿Qué configuración geopolítica mundial surgirá de este declive? Desde 2015 el PIB de China superó al de Estados Unidos, que descendió a segunda potencia del mundo. A partir de la disolución de la Urss, la Federación Rusa ocupa el tercer lugar. Según la Teoría de las Coaliciones en las Tríadas de Theodor Kaplow, entre una potencia de primera magnitud, otra de segunda y otra de tercera,  la alianza más probable es la de la primera con la tercera. La persistente agresión estadounidense a través de la Otan ha forzado a Rusia a estrechar lazos con China, en una confrontación en la cual lo que se disputa es el segundo lugar en la hegemonía mundial. Dados los  factores que señalamos, el más probable resultado es el de un mundo multipolar, con múltiples actores y presencia decisiva de bloques como el Brics, el Movimiento de los No Alineados, la Celac y el Alba, en el cual Estados Unidos verá gravemente afectada o desaparecida su hegemonía.