20 OCTUBRE, 2022
Gorbachov fue el más grande traficante de esclavos que conoce la historia, el ideal para vender el sistema que alarmaba a Margareth Thatcher, “la Dama de hierro”, al señalar que “con su combinación de estímulos morales y materiales el comunismo dobla nuestra capacidad económica” (cito de memoria).
Esa dama y sus cómplices estimularon el ascenso de Gorbachov como el hombre ideal para derrocar la sociedad que hizo. Multiplicación sin par de las cifras de salud, de supervivencia de niños recién nacidos, de estatura, fruto de la mejoría de la alimentación, las de vivienda, que fue para todos, y las de educación gratuita, haciéndola extensiva a todos hasta niveles de postgrado.
Pero Occidente halló la receta para destruir, Reagan anuncia la Iniciativa de Defensa Estratégica (Strategic Defense Iniciative-SDI), más conocida como la «Guerra de las galaxias», sistema de misiles antibalísticos imposible de igualar por la Unión Soviética.
¿Por qué? Porque comida, educación, salud para todos cuesta muchísimo y en lado occidental no había tales gastos, por el contrario, había una Bolivia pobrísima, una África miserable, un México triste, una Venezuela vendiendo petróleo a 12 dólares el barril. Consecuencia, Rusia gastaba un 25% de su presupuesto en armas, los Estados Unidos apenas un 10% para el presupuesto militar más alto de la historia universal.
Para equipararse con los Estados Unidos los soviéticos hubieran tenido que poseer lo que poseían los Estados Unidos, un imperio de países explotados. Deberían, además, sacrificar una o dos generaciones de rusos con mecanismos de economía ricardiana. Era así de simple y así de inmoral y así funcionó.
Pero, atención, la masacre y el saqueo no eran perfectos, Tuvimos vacunas, zapatos, estudiamos en edificaciones bellas como la UCV. ¿A qué se debía esa bondad? A la URSS, a que no vivíamos en el capitalismo liberal, sino en el capitalismo keynesiano. ¿Y a qué se debía que viviéramos en el capitalismo keynesiano? A la URSS. ¿Cómo?
Las cosas sucedieron así: previamente a la Segunda guerra mundial, los Estados Unidos vivieron el período llamado La depresión, donde la pobreza cubrió toda la geografía norteamericana. A la vez surgía el comunismo en la URSS con su comida para todos, educación para todos, ropa ídem, deporte, etc. Y por otro lado surgía el nazismo con su acusación a los judíos de haber llevado a Alemania a la miseria más espantosa. Las masas norteamericanas, miserabilizadas, veían esto en periódicos, en noticieros de cine y pedían comunismo, otros pedían nazismo, se inclinaban peligrosamente por uno u otro polo. El peligro de una guerra civil aparecía en cada esquina. El alto poder norteamericano se asustaba.
Entonces apareció el economista John Maynard Keynes con su invento de un capitalismo estatista, que terminó llamándose keynesianismo. La receta keynesiana la aplicó Franklin Delano Roosevelt mediante montañas de dinero entregadas a los obreros estadounidenses. Ello aumentó la compra de ropas, enriqueciendo los telares, y de autos a crédito, poniendo prosperidad en las acerías, y de comida, enriqueciendo a los trigueros y criadores de ganado. Enormes trabajos de represas y puentes y en general infraestructura, dieron vida y butría enormes a los Estados Unidos sacándolos de la Depresión y creando los Estados Unidos prósperos que conocimos en nuestra juventud, lejanísimos del comunismo y el nazismo.
También existía en la potencia norteamericana el miedo a la aparición del comunismo y el nazismo en Asia, Europa y América latina y por ende a estos países fue exportado el keynesianismo. Aparece —centrándonos en Venezuela— en tiempos del muy derechista López Contreras con la creación del Seguro Social y con el ministerio de educación de Rómulo Gallegos, fundador del Instituto Pedagógico con profesores chilenos comunistas, continuará con el régimen de Medina Angarita, creador de grupos escolares y la urbanización El Silencio. Seguirá con el Rómulo Betancourt de 1945, extenso en educación al tiempo que super protegido por USA y sirviente, continuará con Pérez Jiménez, fabricante de la red carretera venezolana y la urbanización de bloques de vivienda popular más grande de América, lo que vale decir incluyendo los Estados Unidos. Pérez Jiménez la bautizó 2 de diciembre, la democracia hizo algo más fácil y rápido, la denominó 23 de enero.
Toda la cuarta república fue keynesiana. Betancourt, entrompado muy violentamente por la revolución, definirá la problemática con exactitud cursi: “Si la democracia no le da al pueblo salud, educación, vivienda y pan se irá tras el hamponato comunista”
La democracia asesinaba revolucionarios y asesinaba la economía venezolana mediante endeudamientos, materia en la cual sacó las máximas notas el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, que dilapidó las enormes entradas percibidas por Venezuela hasta entonces gracias al castigo que aplicaban los árabes a Occidente por haber apoyado a Israel en la Guerra de los seis días. José Vicente Rangel señaló que con esas entradas Venezuela pudo industrializarse, en vez de ello Pérez fue el Macri venezolanio en lo de endeudar un país para 50 años. Eso es exacto, pero CAP lanzaba dinero a la clase media que aprendió a decir en los centros de compra de Miami “ta´ barato, dame dos”.
El capitalismo ganó todas las elecciones en 40 años, hasta, nótese, que se acabó el keynesianismo.
¿Por qué se acabó? Porque cayó el comunismo. Es entonces que el Fondo monetario internacional “aconseja” eliminar los programas sociales. ¿Por qué no lo sugirió antes? Porque no estaba loco. El gasto social era un gasto inútil no habiendo URSS. Se cumplía un círculo perfecto: de la revolución rusa había salido el keynesianismo, caída la una caía el otro. Gorbachov entregaba a Rusia como botín, también a ti y a mí.
Recordemos historia. Al expolio neoliberal responde el pueblo con el Caracazo. En la noche, recuerdo, el escritor Pedro Barroeta dice por televisión una gran verdad:
—Hoy el pueblo venezolano le retiró a la democracia el cheque en blanco que le firmó el 23 de enero de 1958”. Era lógico, la democracia puntofijista le había retirado los modestos cheques petroleros al pueblo.
Viene el día del “Por ahora” de Chávez y en el carnaval de dos días después las madres llevan en las piernas sentados a los niños disfrazados de chavitos. Son miles de chavitos, quizá decenas de miles. ¿Alguien vio un carlosandrecito?
Venezuela había encontrado un nuevo amigo, giraba en sentido contrario al resto del mundo, embalado salvajemente en el capitalismo salvaje. Nosotros éramos el botín.