Los límites de Venezuela (7)

Por: Vladimir Acosta 

Sigo con los límites de Venezuela. Al fin del artículo anterior decía que nuestro anticolonialismo, ingenuo en este caso, fue incapaz de exigirle a Inglaterra que antes de otorgar la independencia a Guyana dejase resuelto el grave problema limítrofe que esta heredaba con nuestro país, producto de su colonialismo imperial. Así Inglaterra convirtió a Venezuela en la malvada de esta nueva fase de la historia colonialista que ella había creado. Y de ser como era hasta entonces el país débil enfrentado a la potencia colonial rica y poderosa, Venezuela pasó a ser ahora el país rico que quería despojar de casi todo su territorio a una colonia pobre y débil que acababa de independizarse. Y desde entonces esa ha sido la contradicción esencial y hasta el presente insoluble de este problema.

El optimista Tratado firmado, que es accesible en internet, se proponía dejar resuelto el problema en los siguientes 4 años. Es decir, que 1970 era su límite. Una verdadera fantasía. Se creó para ello una Comisión Mixta formada por 2 representantes de Guyana y 2 de Venezuela que, de ser necesario, debería celebrar no menos de 18 reuniones en el período pautado. Se buscaba una solución justa y pacífica, satisfactoria para ambos países. Y de no lograrse para la fecha prevista, el artículo 4 del Acuerdo establecía que entonces, si convenían en ello, ambos países podrían apelar a uno de los organismos previstos en el artículo 33 de la Carta de la ONU como la Corte internacional de justicia o acudir al propio secretario general del organismo.

Hubo optimismo en Venezuela. Por primera vez, pese a la crisis política que vivía el país, el tema del Esequibo se hizo popular. Se produjeron reuniones políticas, se crearon grupos de apoyo, se modificó en 1965-1966 el mapa oficial del país para añadirle el territorio esequibo como zona en reclamación. Y hasta hubo serias tensiones y choques fronterizos que por suerte fueron pronto controlados. Uno fue el problema de la isla Anacoco en 1966; otro, mucho más importante y complicado, el de la rebelión de Rupununi; y un tercero fue que Guyana dio en 1967 concesión a un consorcio de Estados Unidos y Canadá para buscar petróleo en territorio esequibo, lo que llevó al gobierno venezolano a protestar y al presidente Leoni a declarar en julio de 1968 la extensión y límites del mar territorial venezolano en el Esequibo con la consiguiente protesta guyanesa. Las cosas se calentaban, y mientras tanto los años pasaban, las reuniones de la Comisión se hacían una tras otra sin llegar a acuerdo, y los 4 años previstos terminaron sin que hubiese solución.

El Protocolo de Puerto España

Visto que la Comisión no había llegado a ninguna solución, que se había vencido el tiempo, y que la situación entre Venezuela y Guyana se tornaba más tensa, hubo al menos coincidencia en suspender lo establecido en el artículo 4 del Acuerdo de Ginebra para poder seguir discutiendo. Y ambos países decidieron que autorizados representantes suyos se encontrasen en Puerto España, capital de Trinidad, con un representante ya simbólico de Gran Bretaña, para tomar respecto al problema algunas decisiones. La reunión tuvo lugar el 18 de junio de 1970 y en ella el Primer ministro de Trinidad, que era Eric Williams, desempeñó el papel central. Pero este papel tampoco fue favorable a Venezuela. Williams era un curtido luchador anticolonial, un consecuente revolucionario de formación marxista, político lúcido, culto, autor de varios valiosos libros. Pero por ello mismo, por su firme posición anticolonialista, Williams no podía estar del lado de Venezuela. Y aprovechando que la insoluble situación seguía trancada, hizo una proposición conciliadora que los 3 países presentes acogieron: congelar el problema por 12 años renovables, es decir, por lo menos hasta 1982, manteniendo contactos y mejorando entendimientos y relaciones, pero sin que fuese posible hacer propuestas relativas a la reclamación. Y esta decisión, que prácticamente la mataba, era fatal para Venezuela. Gran Bretaña aceptó la decisión acordada para salirse definitivamente del asunto. Guyana, que tenía desde ahora la ventaja de conservar y administrar como propio el territorio en disputa, también la aceptó; y Venezuela, que no pareció captar bien la trampa, pues se congelaba su reclamación, pero no el derecho de Guyana a seguir manejando el territorio en su interés, la aceptó también. El hecho es que mientras la reclamación venezolana quedaba congelada por 12 años, Guyana seguiría ocupando el territorio en disputa, poblándolo, creando vías de comunicación y negociando acuerdos con empresas mineras y corporaciones transnacionales. A Venezuela sólo le quedaba vigilar y protestar. El gobierno demócrata-cristiano venezolano defendió lo acordado en Trinidad, pero el Congreso del país, de mayoría social-demócrata, impidió que se lo aprobase. De todas formas, era inútil, pues aún sin esa aprobación ratificatoria del Congreso había forzosamente que acatarlo.

En efecto, para 1982 ha cambiado todo y el problema está otra vez prácticamente muerto. Para intentar revivirlo, Venezuela, después de negarse a renovar la congelación por otros 12 años, sigue insistiendo en su derecho. Pero la verdad es que se la ve cada vez más lejos de recuperar el disputado territorio y que la ventaja sigue estando del lado de Guyana, que tiene y maneja el territorio como propio. Además del papel no muy heroico que le toca jugar ahora a Venezuela, en el fondo de todo esto está el hecho de que para ella luchar por recuperar el territorio esequibo es esencialmente luchar por hacer reconocer su derecho territorial pisoteado casi tres cuartos de siglo antes sin que de recuperarlo dependa la sobrevivencia del país. En cambio, sí lo es para Guyana, cuyo argumento central es que no le ha robado el territorio a Venezuela, que sólo lo ha heredado de Gran Bretaña al independizarse, y que sí lo necesita pues constituye entre dos tercios y tres cuartos de su escaso y pobre suelo. Guyana, que lo ha rechazado desde el principio, quiere que el caso Esequibo se dé ya de una buena vez por cerrado. Por eso a partir de entonces la política venezolana va a ser legalista, conciliadora y a menudo reactiva, mientras la de Guyana se caracterizará por su continuidad, su firmeza y su carácter siempre activo, siempre haciendo fuerza y buscando apoyo para hacer ceder a Venezuela.

Así se alternan desde entonces períodos pacíficos de casi indiferencia y períodos en los que se agitan y se renuevan los problemas. En esos períodos se reactiva el conflicto; y al cabo cada país bloquea las propuestas del otro hasta que todo vuelve al mismo sitio y a parecer lo mismo. Pero para Venezuela el tiempo sigue estando en contra, el Laudo se hace más y más viejo, el anticolonialismo parece no cuadrar bien con el reclamo territorial de un país rico a una ex colonia, pobre para más señas, que no es la que se lo ha robado; y el panorama internacional se le hace cada vez es más difícil y menos favorable a Venezuela.

En 1982 Venezuela decide no ratificar el Protocolo de Puerto España y regresa al Acuerdo de Ginebra. En 1983, agotadas todas las salidas, propone a Guyana una negociación directa. Ésta no acepta y propone escoger entre 3 vías posibles: acudir a la Asamblea general de la ONU, a su Consejo de seguridad o a la Corte internacional de justicia. Venezuela rechaza las 3, argumentando con razón que ninguno de ellos es organismo calificado para eso. La proposición venezolana, hecha ese mismo año 1983, es llevar el conflicto al secretario general de la ONU, como está previsto en el artículo 4 del Acuerdo de Ginebra. Pero se requiere que ambas partes acepten. Y Guyana se mantiene firme en preferir la Corte internacional de justicia.

Tomado del diario Últimas Noticias.