Pueblo chileno vuelve a las calles

Beltrán Haddad
22 octubre, 2022

A Chile, que hace un tiempo era presentado como país modelo de democracia, de crecimiento económico y bienestar social, de verdadero “oasis” y “ejemplo” de las bondades del neoliberalismo, se le cayó el disfraz que ocultaba sus carencias y el pueblo vuelve a las calles a reclamar sus derechos a la salud, a la educación gratuita, a mayor igualdad, a mejores salarios y protección social. Chile -lo dijo un director de cine- es un país muy bien vestido, pero miserable.

No hay dudas de que el pueblo en las calles reclama contra la traición de los que hace tres años lo acompañaron en sus protestas y hoy ese pueblo levanta nuevamente las banderas de aquellas demandas sociales que dieron inicio, con furia, al estallido de la reclamación, entre otras, contra la desigualdad; contra el alto costo del agua, el transporte y la electricidad; contra el deficiente sistema de salud; contra la educación selectiva en desmedro de la educación gratuita; contra el sistema de pensiones y sus deficiencias.

Ciertamente, Chile se convirtió en país con crecimiento económico, pero para los ricos en medio de dos problemas: la baja movilidad social y la alta desigualdad. No es fácil -tal como se ha dicho- equiparar prosperidad a crecimiento económico. Para Simon Kuznets, el que nos indicó el “producto interno bruto” allá por 1934, es difícil deducir el bienestar social de una nación a partir de su PIB. Eso no mide la distribución de la riqueza y Chile no es ejemplo de desarrollo del capital humano y social. Chile es hoy otra cosa, es un campo de batalla, de pueblo contra el neoliberalismo, aunque Boric diga que las protestas de 2019 no eran anticapitalistas, sin advertir que a partir de Pinochet los servicios sociales fueron privatizados.

Se privatizó la educación y se hizo selectiva. Se privatizó la salud y se hizo obligatorio el aporte de asalariados y jubilados. Igual pasó con las pensiones bajo un sistema de capitalización individual obligatorio y con aporte de los trabajadores a las administradoras de los fondos de pensiones. Todo un negocio propio de un sistema capitalista. Por supuesto, los gobiernos que siguieron a la dictadura de Pinochet poco hicieron por liberar la educación, la salud y las pensiones de las manos del mercado, mucho menos proteger la igualdad étnica o cultural. Pero el pueblo chileno, frente a cualquier traidor, vuelve a las calles