UNA ENTREVISTA CON
Si hay algo que prueba que el fútbol se convirtió en una enorme mercancía global es la elección de Qatar como sede de la Copa del Mundo. Pero el deporte puede —y debe— promover otros valores.
l domingo 20 de noviembre comenzará una nueva Copa Mundial de Fútbol masculino, el espectáculo más importante y más consumido del deporte en buena parte del globo. A la clásica exacerbación de nacionalismo, chovinismo y machismo a la que este tipo de competencias invita, este año también se agrega la polémica suscitada alrededor del país que oficiará como sede: el emirato de Qatar.
Con esta excusa, desde Revista Jacobin conversamos con Pablo Alabarces, investigador argentino especialista en estudios sobre el fútbol latinoamericano y la cultura popular. Hablamos de fútbol, deporte y política, de la FIFA, Joseph Blatter y Gianni Infantino, de Maradona y las contrafiguras de la cultura hegemónica del fútbol internacional, pero también sobre cuánto de cierto hay en la creencia de que este deporte ha devenido en una herramienta de dominación capitalista a nivel mundial y de qué experiencias existentes podemos servirnos para pelear por revertir esa situación.
LF
Estamos a pocos días de que comience un mundial de fútbol atípico: cinco meses más tarde de lo habitual, en un país que carece de absolutamente cualquier tradición futbolística, gobernado por una dictadura absolutista, mediado por un escándalo de corrupción, además de estar impugnado por los principales colectivos de derechos humanos del mundo.
Creo que no me equivoco si digo que estamos frente a uno de los eventos deportivos de carácter internacional más criticados de las últimas décadas. ¿Cómo llegamos hasta acá y qué nos dice esto del estado del fútbol en tanto mercancía cultural global?
PA
Con respecto a esa definición, sí. Es muy factible que la Copa Mundial de Qatar sea el hecho más escandaloso, más grotesco, desde que el fútbol se constituyó en una mercancía global. Antes de eso, tenemos al mundial de 1978 organizado en Argentina. Y eso ya lo dice todo. Los mundiales de fútbol masculino, dentro de todo, se habían mantenido relativamente indemnes a los vaivenes políticos hasta el mundial organizado en Argentina, que establece una complicidad grosera entre João Havelange —presidente de la FIFA desde 1974 hasta 1988— y la dictadura militar. Con hechos macabros como la cercanía entre el estadio de River Plate (donde se jugó la apertura y la final de la copa) con el principal centro clandestino de detención del país, la ESMA, y también con el escándalo que envuelve el partido de fase de grupos entre la Argentina y el Perú.
De ahí en adelante ya todos supimos que la FIFA es una institución corrupta y que el fútbol se estaba transformando en una gigantesca mercancía global que se podía vender en todo el mundo. En ese contexto, sí, que la copa del mundo se organice en Qatar es consecuente con la historia reciente del fútbol global. Cabe hacer una aclaración: el mundial anterior fue organizado en Rusia, que no era en ese momento —ni es ahora— una democracia occidental progresista respetuosa de los derechos de las minorías… la aprobación de la sede de Rusia estaba enlazada con la aprobación de la sede de Qatar, lo que colocó bajo sospecha a ambos mundiales.
Lo que ocurre es que la sede qatarí sí destapa a una serie de cosas. Por un lado, las incompatibilidades que describís en tu pregunta: una monarquía dictatorial completamente irrespetuosa de todos los derechos humanos básicos y especialmente de las nuevas generaciones de derechos, como los de género, a lo que debemos sumar la explotación según parece desvergonzada, salvaje y animal de una mano de obra casi esclava y la ausencia radical de una tradición futbolística mínima. El mundial organizado en Sudáfrica en el 2010, por ejemplo, significó el reconocimiento institucional de la existencia de una tradición futbolística continental en África, algo similar a la Copa del Mundo organizada en Corea del Sur y Japón en el 2002. Lo que ocurre en Medio Oriente, y en particular en la península arábica, es diferente, ya que es muy discutible de que allí exista algo similar a lo que podamos llamar una tradición futbolística.
Ahora, fijémonos que además la elección de Qatar como sede dispara todo el «recambio cosmético» de la FIFA. A partir de Qatar cae toda la cúpula directiva latinoamericana de la FIFA, algo que para mí no es un hecho de tristeza, más bien todo lo contrario. Lo único que sí lamento es que [Julio] Grondona se haya salvado, solamente gracias a que murió antes de poder ser encarcelado. Como señaló Ezequiel Fernández Moores —en mi opinión, el mejor periodista deportivo de Argentina— es bueno recordar que la cúpula latinoamericana de la FIFA se derrumba producto de una conspiración contra la conspiración, en la que la dirigencia latinoamericana cayó por una contraconspiración generada por el FBI sencillamente para conseguir otra candidatura mundialista.
Por otro lado, que se haya desplazado a Joseph Blatter para entronizar a Gianni Infantino y que, a su vez, Infantino haya entronizado a Mauricio Macri como presidente de la Fundación FIFA, no habla precisamente muy bien de la transparencia de la actual administración del fútbol mundial. Pero este, más bien, es un fenómeno extenso. Hoy el fútbol no es solo dirigencias corruptas; más bien el fútbol —Havelange mediante— se transformó de una mercancía trasnacional exitosísima para convertirse en una mercancía global. Ahí, toda la literatura coincide en que fue con la Copa Mundial de 1990 organizada en Italia cuando el futbol adquirió una dimensión verdaderamente global. En esa Copa del Mundo aparecen de forma más directa los grandes capitales televisivos, con tres figuras clave: Silvio Berlusconi, Rupert Murdoch y Bernard Tapie, y es cuando se presenta la metodología de televisación de los partidos mediante el sistema Pay Per View (PPV).
La novedad de este siglo es una catarata de capitales que vienen de todos lados. Primero fueron los rusos y ahora son principalmente los capitales árabes —entre los que se cuentan los qataríes— los que están fluyendo hacia el fútbol europeo y que, con metodologías de circulación non santas y por lo general ilegales, transforman el mapa del fútbol global. Creo que todo esto es lo que se está poniendo en escena en esta Copa del Mundo: corrupción, transformación en los flujos de capital y el peso creciente de la televisión. Al menos desde inicios del siglo veintiuno, este proceso ocurre a una velocidad muy aguda y en aceleración constante. Dentro de todo este escenario, que la Copa del Mundo sea en Qatar, es lo de menos. Qatar agrava un panorama que ya es grave de por sí.