La verdadera política es la internacional. Si no entendemos lo que sucede en el mundo hoy, nunca sabremos con quién aliarnos y ubicarnos adecuadamente para saber cuál es el sendero que debe atravesar Venezuela.
Mientras el derecho internacional describe las cosas como deberían ser la geopolítica describe las cosas como realmente son. Entre el «ser» y la «apariencia» hay un abismo (Dugin).
Siendo así, resulta insuficiente tratar de comprender el tema del Esequibo venezolano, sólo desde el ámbito jurídico -a propósito de las Audiencias que se celebran en la CIJ, en La Haya, debido a las excepciones preliminares opuestas por Venezuela en el juicio unilateral que intentara Guyana por la “validez” del Laudo de 1899- sino que hace falta comprenderlo incluyendo la visión geopolítica, es decir, los intereses reales de los países en conflicto que se ocultan detrás de la puesta en escena jurídica.
En cuanto a lo jurídico, es conocido por todos que Guyana armó su emboscada jurídica y demandó unilateralmente a Venezuela ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), instancia jurisdiccional que depende la ONU, de forma directa acudiendo al “arreglo judicial”, obviando y contraviniendo el orden sucesivo establecido en el artículo 33 de la Carta de la ONU, instrumento acordado y sancionado para buscar “soluciones pacíficas” en algún tipo de conflicto o litigio entre países miembros.
La pretensión judicial descabellada de Guyana se resume en solicitar a la CIJ que confirme la validez legal del Laudo Arbitral de París firmado en 3 de octubre de 1899, documento que ha sido considerado desde siempre por Venezuela como írrito y nulo. Nulo de nulidad absoluta, sin validez, ni eficacia jurídica, ni fuerza oponible a nada, mucho menos en un juicio de esta naturaleza.
Insistimos: laudo que nació nulo de nulidad absoluta por cuanto su base y asiento está fundamentado en un fraude procesal expresado en falta de ratio decidendi, la decisión no se basó en normas de derecho, hubo ausencia de garantías procesales, probada corrupción de los árbitros, existió un exceso de jurisdicción y una manipulación sistemática de pruebas cruciales; en resumen, una trama de alcance jurídico-geopolítico.
La Corte por su parte obviando las irregularidades denunciadas, admitió la petición unilateral sobre la disputa territorial de Guyana con Venezuela con los votos disidentes de los Magistrados el ruso Kirill Gevorgian, el italiano Giorgio Gaja, el marroquí Mohamed Bennouna y el francés Ronny Abraham.
Luego de admitida, Venezuela quién no había participado en el juicio -más allá de enviar memorándums y cartas- opone formalmente una objeción preliminar y exige que la acción incoada por Guyana no sea admitida, porque hay aspectos de fondo que se obviaron y carencia de elementos para que se garantice el debido proceso.
Estas excepciones preliminares son actos procesales propuestos por la defensa del Estado, tendientes a impugnar la competencia de la Corte, pero en esta oportunidad el asunto se centró en objetar la admisibilidad alegando la exclusión en el juicio de un tercero esencial -Reino de Gran Bretaña- quién acordara con Venezuela el ilegal Laudo en 1899 y que en la década de 1960-1966 se discutiera, ya no por intermediarios, sino directamente con nosotros y que culminó con la firma del Acuerdo de Ginebra y finalmente con la independencia de Guyana, acuerdo que desconoce y que viola permanentemente cuando otorga concesiones, explota y recibe regalías de recursos y ocupa un territorio que no le pertenece ni legal, ni moral, mucho menos históricamente.
Alega Venezuela que, Guyana no es una parte adecuada en los procedimientos sino que fue en Reino de Gran Bretaña quién negoció la disputa territorial, por tanto, es un tercero necesario que debe estar presente. Debido a ello, debe desecharse la admisibilidad de la demanda y regresar al Acuerdo de Ginebra.
Guyana por su parte, alega que debimos ejercer este recurso antes de la admisión de la demanda, pues consideran que tal evento procesal correspondía ejercerlo durante la primera fase y que para efectos del juicio precluyó con la admisibilidad debiendo ser considerado como “cosa juzgada”. Esa es la controversia jurídica que se dirime hoy ante la CIJ.
Alega además Guyana en la voz de su ex ministro de Relaciones Exteriores y Co Agente ante la CIJ para esta controversia, Carl Greenidge que “el conflicto con Venezuela ha proyectado una sombra amenazante sobre la seguridad y el desarrollo de Guyana a lo largo de su existencia como estado soberano, y esa sombra está arraigada en los esfuerzos de Venezuela para borrar la frontera terrestre de larga data entre nuestros países y reclamar casi las 2/3 partes del territorio terrestre de Guyana, por lo tanto esta disputa es existencial para nosotros”.
Acude Guyana con este último argumento ya no sólo al expediente jurídico, sino a argumentos geopolíticos y de guerra, que curiosamente se apoyan en el concepto acuñado de “Lebensraum o espacio vital” de Frederick Ratzel a finales del siglo XIX, modificado y reinterpretado por la ideología nazi para justificar la expansión de Alemania en los años 30-40 y que hoy utiliza Israel para ocupar, desplazar y apropiarse del menguado territorio Palestino.
Tesis que ha sido reiterativa en el caso de la defensa de Guyana: usurpan nuestro territorio y se muestran como “víctima de la voracidad colonial de Venezuela”, utilizando las mismas falacias y retórica de Gran Bretaña, quiénes en el pasado comenzaron a apropiarse de nuestro territorio comenzando con el trazado de las líneas imaginarias (Schomburgk) y que hoy Guyana reclama como “límites terrestres” usurpando un territorio ajeno, mientras rompen con toda norma asumiendo que tienen derecho porque ése territorio es vital para ellos, no importa el origen histórico, político y jurídico del mismo, y que ése territorio sea producto del robo y saqueo por parte de una potencia colonial.
Y pensar que en nota enviada al gobierno norteamericano con fecha 23 de marzo de 1869, a propósito del interés manifestado por éste luego de la Guerra de Secesión y de sus planes de adquirir territorio en África y enviar allí los esclavos liberados, la Reina Victoria propuso una solución distinta: reservarse un territorio ubicado “al norte de la América del Sur, un país llamado Venezuela, que se debate en la mayor anarquía, que no puede considerarse sujeto de Derecho Internacional” y que su Majestad “tiene interés en adquirir parte del territorio de ése país para establecer una nueva colonia cuya capital debía ser Puerto España, circunscrito por una línea que se trazaría partiendo desde la desembocadura del Río Neverí en el mar, remontando su curso hasta sus fuentes de esta serranía, allí en línea recta, atravesando el Río Orinoco se dirige en derechura a la frontera con el Brasil. El territorio restante al Occidente de dicha línea, hasta la frontera de la República de Colombia, quedará en propiedad de los Estados Unidos de América para que envíen allí a los negros” según cita el Dr. Pedro José Lara Peña, del relato aparecido en el Libro Blanco Americano publicado entre 1950-51, al que tuvo acceso nuestro Canciller para la época Luis Emilio González Ruíz.
Mientras, en medio de este cuadro geopolítico, donde sólo cuentan los intereses reales, Venezuela está asediada por los EEUU de Biden, los globalistas de la ONU, CIJ, las transnacionales petroleras y mineras privadas y de supuestos países aliados, un CARICOM que apoya a Guyana y Cuba silenciosa, mientras explotan nuestros recursos.
Nuestra estrategia, errática y poco realista ha sido autopercibirnos y gritar a los cuatro vientos que somos dueños legítimos del Esequibo, mientras Guyana usufructúa el territorio. Nos quedamos con las palabras, con la retórica y argucias jurídicas, mientras Guyana ejerce el dominio.
Ésos son los hechos, por ello insistimos: ocuparnos sólo del frente jurídico sería un error.
Mirémonos en el espejo de Israel y Palestina, el primero pierde en la ONU, se le imponen límites y delimitan su territorio mientras en la práctica se apropian por la fuerza del territorio, expulsando y reduciendo a ése pueblo en forma criminal, y avanzan no sólo en su destrucción material sino inmaterial: su historia y espíritu.
Debe complementarse nuestra defensa con lo geopolítico y empezar a marcar límites: los intereses de la Nación por encima de todo y de todos y en ese contexto analizar sí por ejemplo ¿CARICOM responde a los intereses de nuestro continente o responde a los intereses de la Global Britain de la Chatam House? ¿Pueden estas islas dominadas por el colonialismo angloholandés y francés responder a intereses distintos a los que dictan sus amos coloniales? ¿O es que no terminamos de entender qué quién está detrás desde siempre de las apetencias de hacerse con el Esequibo y más, es el Reino Unido? ¿O es qué acaso esos países no responden a la Commonwealth?
La geopolítica -qué es la politica con P mayúscula- como dice Thomson de la Chatan House, nos manda a actuar en defensa primero de nuestros intereses para que nos respeten como Nación soberana, ya no sólo del Esequibo, sino cualquier milímetro del territorio venezolano: ¿o es qué el Esequibo no es vital para Venezuela?
Lamentablemente, por los apoyos abiertos o velados a los intereses de la Guyana que sigue siendo Británica, pareciera que este grupo de países representados en estas islas que están en nuestro Caribe no son aliados, al menos no lo son en este tema trascendental para Venezuela y su existencia como Nación.
Ahora bien, ¿qué hay detrás del tema del Esequibo en términos geopolíticos y porque el afán de Guyana y de su amo el Reino Unido de hacerse con estos territorios?
Sembrar una cuña para anidar en un espacio territorial, expandiéndose, que permita desarrollar el extractivismo global, instalando un sistema de explotación, una circunferencia que está en todas partes y su centro en ninguna: globalismo sin límites.
También convertir esos espacios en retaguardias estratégicas de recursos que permitan alimentar al capitalismo neoimperial de la corporatocracia global; bajo el lema “globalistas del mundo: uníos” como consigna del plan de la Global Britain.
Finalmente necesitan estos territorios para protegerse del inminente nuevo pacto y reparto global en regiones que está ocurriendo con los acontecimientos en Ucrania, donde Rusia desafía el acuerdo de Yalta con EEUU y la UE en legítima defensa de su territorio y de su existencia como gran Nación por el acoso de la OTAN, EEUU y la UE.
En este colapso y crisis de las fuerzas, el sistema y los poderes globales, se debilitan y otros emergen. Y andan buscando como quedar bien posicionados apropiándose de energía, tierra y rutas, en fin, acumulación de poder.
Así, frente a los argumentos de la captura de los Estados, nos toca luchar y no olvidarnos de las palabras y acciones del Libertador cuando invocó el principio del Uti Possidettis Juris según el cual los territorios que eran propiedad de la Corona Española después de la Independencia, pasaban a ser de los países liberados, principio plasmado constitucionalmente desde 1830 cuya Constitución establecía en su artículo 5 que “el territorio de Venezuela comprende todo lo que antes de la transformación política de 1810 se denominaba Capitanía General de Venezuela” cuyo territorio se extendía hasta el margen de la parte oriental del Río Esequibo, hoy rescatado en nuestro orden constitucional en los artículos del 10 al 13.
No sólo es invocar nuestros derechos históricos o alegar retóricamente “El Esequibo es Nuestro” o “El Sol de Venezuela nace en el Esequibo” mientras Guyana explota, otorga concesiones y cobra por recursos que nos roba y saquea siguiendo los pasos de su amo colonial.
Aprovechemos nuestra presencia formal -por fin- para solicitar medidas cautelares y de protección que impidan y prohíban la explotación y exploración de recursos hidrocarburíferos, mineros o de cualquier otro tipo en nuestro territorio, hoy usurpado.
No permitamos que la gesta histórica de lucha e inmenso sacrificio que nos costó la emancipación libertadora sea burlada. Hagamos honor a nuestra tradición, incluso no descartando la posibilidad de utilizar como disuasión, la fuerza si fuere necesario -además porque sería perfectamente legítimo como un casus bellis-, así lo mandata nuestra Constitución cuando ordena defender irrenunciablemente la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial y la autodeterminación nacional.
Ejerzamos la soberanía activa y pasiva, nada puede descartarse, ninguna de las hipótesis, -incluyendo el uso legítimo de la fuerza como disuasivo- frente a la componenda de Guyana y UK y el teatro judicial para el despojo que pretenden perpetrar en la CIJ y la ONU contra nuestro país.
Nos toca luchar y triunfar !
MARIA ALEJANDRA DIAZ MARIN