La lealtad y la disciplina

Armando Daza

Cuando la adhesión, la lealtad y la disciplina -asumidas como valores individuales- terminan asociadas a la obediencia, la aceptación y la complicidad; es porque el tutelaje ha tomado control de los esfuerzos asociativos de los individuos. Excluyo de esto, por razones obvias, los escenarios militares y religiosos.

La adhesión es la unión a una causa. Se trata de una decisión individual surgida de lo subjetivo. La lealtad es el compromiso pleno con esa causa. El filósofo Josiah Royce, en “La filosofía de la Lealtad”, la presenta como una voluntaria virtud social. Él decía: la lealtad es la devoción consciente, práctica y amplia de una persona a una causa… Y la disciplina es el conjunto de normas que son necesarias cumplir para que esa causa sea alcanzada y se mantenga. Dado, como ya dije, que la causa es social, la disciplina es un requerimiento intrínseco y obligatorio de ella. Las tres son acciones para edificar.

Del otro lado del espejo está lo retorcido. La obediencia es un acto impuesto o consciente, de subordinar la voluntad individual a una figura de autoridad. Pero, arrastra el oportunismo al suponer que la equivocación será atribuida al que ordena y no al que obedece. La aceptación está relacionada con la tendencia a asumir la imposibilidad de cambiar situaciones de hecho sin que, necesariamente, se trate de resignación. Por ser ella una aprobación silenciosa se convierte en acatamiento culposo. Por último, la complicidad surge cuando se ha convertido los dos conceptos anteriores en instrumentos.

¿A qué viene todo esto? Lo voy a decir con los aforismos de dos sabios chinos, uno milenario el otro de la construcción socialista de ese país. El primero decía: Si los hombres se reúnen constantemente en pequeños grupos y se hablan al oído, el general ha perdido la confianza del ejercito… El segundo: Di todo lo que sepas y dilo sin reservas… no culpes al que hable, antes bien, toma sus palabras como advertencia…

Por todo lo anterior, cuando nuestro equipo de gobierno llama a mantener la lealtad, convertida ella en el acatamiento de sus decisiones, los revolucionarios tenemos el derecho de preguntarles ¿cómo se tomaron tales decisiones? Hay que hacerlo para dejarles claro que la adhesión, la lealtad y la disciplina es con la revolución no con ellos que han asumido, por situaciones sobrevenidas, la dirección. Sólo en los primeros cinco años de la revolución bolchevique -luego convertida en autocracia por más de setenta-, la conducción del Estado fue de verdad colectiva, la ejercían los 17 miembros del Buró Político del Partido. Y lo fue a pesar de la preeminencia de Lenin -de hecho, perdió varias batallas dentro de ese organismo-. Con su muerte murió también lo colectivo. Isaac Deutscher nos cuenta que por ese entonces había dos tipos de bolcheviques: aquellos que se aferraron al sueño y aquellos que se consagraron al poder… Eso último parece ser nuestro caso.

[16/10 12:46 a. m.] armandodaza: Hinterlaces le preguntó, a 1.200 entrevistados, sobre el modelo económico que creen se está aplicando en nuestro país. Y les señaló tres: 1º, modelo mixto, -entiendo que no se está refiriendo a la inversión conjunta del capital estatal y el privado sino a una mezcla sui generis de capitalismo y socialismo-; 2º, modelo capitalista y 3º, modelo socialista. Los resultados fueron estos: 69% mixto, 19% socialista, 9% capitalista, 3% no contestó. Tales apreciaciones no muestran ninguna contradicción con los resultados que arrojan la otra pregunta realizada: ¿Con cuál estaría usted de acuerdo? Aquí los encuestados respondieron: 45% el mixto, 26% el socialista, 24% el capitalista y 5% no contestó.      

Sin embargo, el asunto no es así de fácil. Si se le preguntara a esa misma gente que definiera el modo de producción socialista -pues el capitalista todo el mundo lo tiene claro- seguramente oiremos a una buena parte de ellos decir que la economía es socialista cuando opera bajo control del Estado, no del mercado. Otra parte diría que es socialista cuando las empresas son del Estado y no privadas. Y un tercer grupo -mucho más pequeño-, diría que es socialista cuando los medios de producción son colectivos.   

Mantener esa ambigüedad es parte de la esencialidad del tutelaje. El gobierno y, en consecuencia, el Partido, asumen que siendo ellos socialistas todo lo que hagan llevará ese adjetivo. Tal cosa convierte en engañosa parábola el asunto de la propiedad colectiva de los medios de producción: “si el Estado es dueño de los medios de producción, ellos son de todos sus ciudadanos”. ¡Si, como no! Basta con recordar lo que hizo Rafael Ramírez y su tribu con “la PDVSA de todos”.      

Seguramente los técnicos de Hinterlaces no tienen por qué conocer la doble esencialidad socialista que señalaba Marx. La primera: acabar con el trabajo enajenado, donde el producto del trabajo no pertenece al trabajador… La segunda: para lograr el desarrollo del trabajo sin explotación es indispensable sustituir la competencia individual por el esfuerzo colectivo… Más grave es que el gobierno de Maduro tampoco lo entienda, o peor, que no lo quiera entender.

JM.