En su obra se observa un toque de humor, algo como una delicada burla
“Podemos discrepar de sus ideas políticas actuales, pero no incurrir en la mezquindad de negar su estatura poética” –Ernesto Villegas, ministro de Cultura
En su icónico poema Derrota, Rafael Cadenas dice: “Me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado”. Pero –tal vez por eso que llaman justicia poética–, este creador nacido en Barquisimeto en 1930, lo ha logrado casi todo, ha sido un predestinado. Es un artista fuera de lo común.
Para muestra, una colección de premios de primera categoría: el Nacional de Literatura (1985); el San Juan de la Cruz (España, 1991); el de Lenguas Romances (México, 2009); el García Lorca (España, 2015); el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (España, 2018) y, hace apenas unos días, el Cervantes, considerado una de las cumbres de los galardones literarios del planeta.
El escritor y crítico literario mexicano Julio Ortega, define a Cadenas como “un poeta habitado de silencios, que explora las orillas de su propio territorio” y afirma que su trabajo “traza un mapa insólito en la poesía hispanoamericana, por su libertad y por su rigor, por la fidelidad a su empresa reflexiva, tan austera como imaginativa”.
No ha parado de fascinar a los conocedores desde que emergió en el escenario poético, hace ya más de siete décadas, compensando ese detalle que revela en el poema mencionado arriba: “Yo, que he sido humillado por profesores de literatura”.
En las antípodas de esas humillaciones, Joaquín Marta Sosa le otorgó un lugar destacado en su Navegación de tres siglos (antología básica de la poesía venezolana 1826 / 2002). Allí dice que Cadenas es “otro de los grandes de la vanguardia, de los que se desafían desde las esencias del ser en su realidad y circunstancias”, y añade que “en este caso se trata de una poética inscrita en la pasión por lo humano y en el lenguaje como una de sus condiciones de fundamento”.
Marta Sosa destaca la fuerza de su verbo y el poder de su imaginación. Subraya las fascinantes contradicciones que yacen en sus versos: sonidos y silencios; éxito y fracaso; permanencia y exilio. “En definitiva, su gran asunto, el perdurable, es el yo, desplegado desde la memoria mítica, lo cósmico y lo telúrico, la conciencia vigilantemente crítica del ser en la tierra y el tiempo”.
El mexicano Ortega coincide en la apreciación, cuando dice que “en la poesía de Cadenas se produce el doble movimiento de una concentración del nombre (revelado, salvado) que se enuncia en un espacio despojado (desasido, extranjero); la palabra brilla en el desierto, como un trago de agua benéfica y pronta. Así, casi todo lo que este poeta ha escrito (verdadero aventurero inmóvil) es una reflexión y una refracción de la poesía. Los poemas son trazas de esa fuerza nostálgica y vehemente que se rehúsa a reconocer en los límites de este mundo los del lenguaje; y que apuesta siempre a ampliar el sentido en la aparición de una huella inesperada”.
Las reseñas biográficas que abundan en internet, indican que desde muy joven se decantó por la literatura, pero también optó por la actividad política, como militante comunista, lo que le valió su primer exilio en Trinidad. Solo puedo regresar a Caracas en 1957, para ejercer la docencia en literatura inglesa y española.
También se ganó la vida como traductor de autores como D.H.Lawrence, Walt Whitman y Constantino Cavafis.
La militancia política de Cadenas en aquellos años, especialmente en la violenta década de los 60, fue motivo de que el statu quo del momento quisiera –sin lograrlo– poner su nombre al margen. Como suele pasar, la intención de menospreciarlo también obsesionó a algunos izquierdistas que lo criticaron porque no se sumó a la lucha armada, un punto que también toca en Derrota.
Luego de la pacificación y durante las décadas de los 70, 80 y 90, su talento opacó todas esas diatribas. A partir de los cambios políticos que comenzaron con la victoria electoral de Hugo Chávez en 1998, volvió a ser una figura polémica por su postura opositora, en el contexto de la gran polarización nacional.
Al tomar partido, el gran poeta obtuvo el indulto de esa derecha cultural que siempre le había tenido ojeriza. Mientras tanto, muchos de los izquierdistas que lo habían adorado empezaron a verle defectos. Un núcleo duro, sin embargo, se ha puesto por encima de esas consideraciones. Entienden que un excelso cultor como él tiene suficientes méritos en su arte de juntar palabras, al margen de lo que diga o haga en el plano terrenal de la confrontación política.
Está mal citarse a sí mismo, pero en este caso creo que es válido. Cuando el poeta ganó el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, expresé en un artículo: “Tenemos que acostumbrarnos a la idea de que solo algunos de los grandes poetas seguirán siendo, toda la vida, fieles a lo que escriban en un día, en una época, en una era de sus existencias creativas. Muchos cambiarán de ideas como quien cambia de modo de vestir, de pareja o como el que se muda a otra parte de la ciudad, a otra ciudad o a otro país. Ese cambio no anula al anterior poeta porque así como nadie nos puede quitar lo bailado, tampoco nadie puede desescribir los poemas que ha escrito (…) Esta es una extraña manera de decir que, desde la humilde condición de lector, avalo todos los premios recibidos por Cadenas. Sus momentos poéticos iluminaron a toda una generación de revolucionarios. Y eso no lo desescribe nadie, ni siquiera la reina Sofía”.
El ministro del Poder Popular para la Cultura, Ernesto Villegas, tiene claro el titánico logro. En su cuenta Twitter escribió: “Celebro el reconocimiento internacional que acaba de sumar la poesía venezolana: el Premio Cervantes otorgado al poeta Rafael Cadenas. Podemos discrepar de sus ideas políticas actuales, pero no incurrir en la mezquindad de negar su estatura poética”.
Bocados para conocerlo
En la obra de Rafael Cadenas se observa un toque de humor, algo como una delicada burla dedicada a sí mismo y también a quien lee.
Por ejemplo, en su libro Poemas selectos se incluye el que dice: “Yo quería escribir
un poema, / luego tuve la intención / de no tener intención / y el poema se quedó allí
detenido, / atrapado, / carbonizado entre la chispa /de las dos intenciones / y aquí
lo dejo”.
En otro, titulado Despilfarro, expresa: “Es recio haber gastado días, meses, años en defenderse sin saber de quién / Recio no poder ver el rostro del que asedia/ Recio ignorar lo que nos devasta”.
Y uno simplemente llamado Mal, dice: “Detenido, no sé dónde, mas es un hecho que estoy, detenido. / Llevo años en el mismo lugar, al fondo. ¿Vivo? Funciono, y ya es mucho”.
En el poemario Gestiones, enfatiza en la temática del ser: “¿Quién es ese que dice yo / usándote /
y después te deja solo? / No eres tú, / tú en el fondo no dices nada. / Él es sólo alguien
que te ha quitado la silla, / un advenedizo / que no te deja ver, / un espectro / que dobla tu voz. /
Míralo / cada vez que asome el rostro”.
Y también nos ha entregado muchos aforismos, entre ellos uno que pone a pensar a los críticos: “En las universidades existe el peligro de que la literatura deje de ser lo que es –la manera más entrañable de habla– para volverse objeto de estudio, algo que será viviseccionado en lugar de ser vivido”.
Clodovaldo Hernández/ CIUDAD CCS