Una consigna de resistencia
18/11/22.- El Día del Estudiante rememora una importante fecha para los jóvenes liceístas y universitarios, porque el 21 de noviembre de 1957, salieron a las calles al lado del pueblo caraqueño y otras ciudades para enfrentar a la hueste del régimen perejimenista que el 18 de octubre de 1945 había derrocado al presidente Isaías Medina Angarita, en componenda con el partido Acción Democrática, y más tarde, en 1948, ese mismo perejimenismo sacó de Miraflores al brillante escritor Rómulo Gallegos, quien irónicamente era uno de los prominentes líderes del partido golpista.
Los estudiantes habían retado en la calle a los temibles cuerpos represivos del gobierno, para llamar a una huelga general, que había convocado la Junta Patriótica, con el fin de ponerle coto al mandato represivo y derechista perejimenista, que a los pocos días fue sacudido por un alzamiento militar que lideró el coronel patriota Hugo Trejo.
Los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela (UCV), con la masiva presencia en las calles capitalinas de liceístas del Andrés Bello, Santos Michelena, Fermín Toro y el Aplicación, entre otras casas de educación media, enfrentaron a la policía uniformada y a las bandas de la Seguridad Nacional, para tomar lugares importantes de la ciudad capital y repartir propaganda, convertir paredes y muros en carteleras con mensajes protestatarios, que gritaban a favor del paro general, convocado por el joven periodista Fabricio Ojeda, como presidente de la Junta Patriótica.
Esa juventud que le puso el pecho a la represión perejimenista, se vio traicionada después del derrocamiento de Pérez Jiménez, cuando los partidos Acción Democrática, Copei y Unión Republicana Democrática (URD) firmaron el Pacto de Puntofijo, nombre que identificaba la quinta de Rafael Caldera, donde fue firmada la declaración excluyente que marginaba al Partido Comunista del nuevo escenario, supuestamente democrático.
Producto de ese artero golpe contra la democracia, Rómulo Betancourt, el mismo que había fraguado con Pérez Jiménez, el derrocamiento de Medina Angarita, tomó el poder y tras suspender las garantías constitucionales, emprendió la persecución contra el pueblo que reclamaba una verdadera democracia, más trabajo y la defensa del Plan de Emergencia que había implementado el presidente de la Junta de Gobierno, Wolfang Larrazábal.
Estudiar y luchar
Durante esos primeros años de la década de los 60 del siglo pasado, cuando la represión punto fijista contra los estudiantes manchó de sangre calles y avenidas de Caracas y otras ciudades, la consigna “Estudiar y luchar” llamó a la resistencia, sobre todo frente a los gobiernos adecos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, y el primer mandato del copeyano Rafael Caldera.
La consigna “Estudiar y luchar” fue el emblema del CURE (Comité Unificado Regional Estudiantil) y la COLINOC (Comisión de Liceos nocturnos), que tenían una importante convocatoria, a través de una dirigencia integrada mayoritariamente por militantes de la Juventud Comunista: Miguel Bernal, Leopoldo Puchi, Freddy Díaz, Luis Esculpi, Natacha Márquez, Iván Márquez, Lilia Vera, Tania Vizcuña, entre otras y otros. La COLINOC tenía en Carlitos Rodríguez su principal vocería, y también figuraron en su comando, dos hijas de Luis Miquelena, Sonia y Tania, quienes además eran guerrilleras de las FALN.
Desde esos años de lucha, la efervescencia política de universitarios y liceístas iban de la mano, con la misma fuerza, como podía sentirse en las elecciones para centros de estudiantes liceístas, donde la rivalidad tenía como protagonistas centrales a comunistas y copeyanos, y en tercer lugar, la juventud adeca, cuya mayoría había desertado hacia la izquierda y creado el MIR y la JMEP. De tal manera que la mayoría aplastante de los centros de estudiantes estaban comandados por los grupos de izquierda, entre los cuales también se encontraba el PRIN, Vanguardia Popular Nacionalista (VPN), que representaba a la izquierda uerredista, donde cerraba fila Fabricio Ojeda y José Vicente Rangel.
La persecución de estudiantes izquierdistas, no solamente incluía las agresiones con gases lacrimógenos contra las manifestantes, sino también el asesinato, como el caso del periodista Miguel Guerra Leidenz y el liceísta Alberto Rudas Mezones, las primeras víctimas del punto fijismo. Además, miles de detenidos colmaban los calabozos de la Digepol, el Retén de la Planta, la Casa Gris, la PTJ, el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA), el Retén de Planchar (en el Conde), la Cárcel Modelo de Caracas y otras prisiones del país, incluyendo El Dorado (edo. Bolívar), a donde fueron enviados numerosos estudiantes.
Además de la represión armada, el Ministerio de Educación manejaba “listas rojas” que registraban los nombres de miles de estudiantes execrados de los planteles oficiales, por lo cual muchos liceístas debieron recurrir a instituciones privadas, que en muchos casos eran dirigidas por profesores comunistas, como el caso del Liceo Alcázar (La Candelaria), el Instituto Andrés Eloy Blanco (La Pastora), el Trinidad Figuera (Catia), o el Instituto Educación Integral, cuya dueña y directora era la profesora revolucionaria Belén San Juan.
Caso particular era el Instituto Escuela de la Florida, donde estudió el hijo de Héctor Mujica, Michel, quien años después, con la llegada del chavismo, fuera embajador de Venezuela en Argelia y Francia. El dueño de ese instituto, Anselmo Alvarado, sin ser un hombre de izquierda, permitió el ingreso de estudiantes perseguidos y de profesores comunistas, entre ellos Félix Ojeda Olachea, hermano de Alonso Ojeda Olachea, para entonces miembro del Comité Central del PCV. Es decir, que circulaban también “listas rojas” de profesores izquierdistas, vetados en liceos oficiales, como el caso de José Rafael Marrero y su esposa, profesores de biología del Instituto Escuela.
Plomo contra la UCV
A sólo dos meses de haberse instalado en Miraflores (15 de marzo de 1964), el dirigente adeco Raúl Leoni, pisoteó la autonomía universitaria, al ordenar que comandos de la Digepol, dirigidos por el sanguinario Capitán Vega, penetraran por la puerta Tamanaco de la Universidad Central de Venezuela (UCV) para que asaltaran las oficinas de la Federación de Centros Universitarios (FCU), donde fueron agredidos y apresados numerosos estudiantes.
Por esos días, Leoni había “inaugurado” la figura del desaparecido, tras ser capturados por el SIFA, el sociólogo Víctor Soto Rojas y los dirigentes obreros, Trino Barrios y Heriberto Cartagena, militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), cuyos cuerpos fueron lanzados desde un helicóptero sobre El Bachiller, una montaña cercana a El Guapo, estado Miranda.
Dos años después, Leoni insiste en agredir a la UCV, con un allanamiento en el cual fueron detenidos más de 700 universitarios, entre ellos Alí Primera, y allanadas las tres residencias estudiantiles que funcionaban en “La casa que vence las sombras”.
Pero Leoni se quedó corto, porque el 31 de octubre de 1969, el gobierno de Rafael Caldera, ordenó un brutal allanamiento de la UCV, ejecutado por dos mil efectivos de infantería, un pelotón del Cuerpo de Cazadores, agentes de la Digepol, del Servicio de Inteligencia Militar (SIFA), Policía Técnica Judicial, (PTJ), contingentes de la Policía Metropolitana y hasta Fiscales de Tránsito, que llegaron apertrechados detrás de tanquetas M-8.
De esta manera, Caldera sumaba a la Democracia Representativa, diez estudiantes asesinados, cientos de ucevistas detenidos, entre ellos el estudiante Ludovico Silva, y la clausura por dos años de «La casa que vence las sombras”.
Fuentes:
Anzola Castellanos, A. J. (2005). La Desaparición Forzada en Venezuela 1960-1969. Fondo Editorial Tropykos.
Zurita Daza, R. (2006). Víctimas de la Democracia Representativa en Venezuela. Ediciones Haciendo Justicia.
Beaumont Rodríguez, O. (1972). “Tiempos Difíciles”, libro escrito en el Cuartel San Carlos. Editorial Domingo Fuentes.
Ángel Miguel Bastidas G.