En el año 2013, la franquicia Call of Duty sacó un videojuego que tenía como escenario Venezuela, cuyo objetivo consistía en derrocar a un líder que representaba a Hugo Chávez. Fue lanzado con el nombre de Call of Duty: Ghosts.
Este tipo de proyectos se hicieron muy populares en la industria cultural estadounidense justamente cuando Washington comenzó con la narrativa de llamar a Venezuela una «amenaza inusual y extraordinaria», y se hizo evidente que el objetivo era manufacturar un consentimiento para legitimar la agresividad norteamericana contra el país latinoamericano.
Quizás por eso decir que el videojuego es netamente propaganda estadounidense puede que no sea la cosa más sorpresiva del mundo; sin embargo, darse cuenta de lo obvio no es suficiente. Es importante tener los argumentos para sostener una afirmación así.
Gracias a una investigación del periodista Alan MacLeod en MintPress News, basada a su vez en documentos obtenidos por el periodista Tom Secker bajo la Ley de Libertad de Información, podemos conocer detalles sobre la conexión que existe entre los creadores de Call of Duty y el gobierno estadounidense, así como la intención que existe de que este tipo de videojuegos promueva los intereses de Estados Unidos en materia de seguridad nacional.
EL INTERÉS DE WASHINGTON POR CAPTAR RECLUTAS A TRAVÉS DEL VIDEOJUEGO
Activision Blizzard es la compañía detrás de la franquicia de Call of Duty. Ha lanzado otros títulos que se volvieron famosos en el mundo de los videojuegos, entre ellos, Guitar Hero, Warcraft, Starcraft, Serie Tony Hawk’s Pro Skater, Crash Bandicoot y Candy Crush Saga. Sin embargo, la estrella es Call of Duty, de la cual obtiene 76% de los beneficios netos anuales.
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Activision Blizzard es la compañía detrás de la franquicia de Call of Duty. Hace poco, Microsoft la compró por más de 68 mil millones de dólares (Foto: Bloomberg)
Los documentos citados por MacLeod revelan que las fuerzas militares de Estados Unidos colaboran con la empresa para que esta última pueda darle forma a sus productos. Uno de los ejemplos está en la producción de Call of Duty: Modern Warfare 3 y Call of Duty 5, que contó con el apoyo del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos (USMC, por sus siglas en inglés). Después de solicitarle ayuda al USMC en la convención de entretenimiento E3 en Los Ángeles (2010), los productores del videojuego tuvieron acceso a aerodeslizadores, y también pudieron usar uno, además de un tanque y un avión C-130.
Dos años más tarde, el USMC volvió a colaborar con la producción de Modern Warfare 4, y los productores de Activision Blizzard tuvieron acceso a vehículos aéreos y terrestres militares. Dichas máquinas de guerra están presentes en el videojuego.
La colaboración siguió a lo largo de la década. El artículo de MacLeod refiere un episodio en septiembre de 2018. En esa fecha, la Fuerza Aérea estadounidense invitó a la productora del videojuego, Coco Francini, junto a otro grupo de ejecutivos del entretenimiento, a su sede en Hurlburt Field, Florida. Según los documentos examinados, la Fuerza Aérea tenía el interés de mostrar su «hardware» a este grupo para que la industria del entretenimiento fuera una defensora más creíble de la maquinaria de guerra estadounidense.
Francini pudo observar el funcionamiento de helicópteros CV-22 y aviones AC-130, los cuales aparecen en la franquicia de Call of Duty.
Un oficial de las Fuerzas Aéreas escribió en un correo electrónico lo siguiente sobre el grupo: «Tenemos un montón de gente que trabaja en futuras superproducciones (piensa en Marvel, Call of Duty, etc.) entusiasmados con este viaje», mientras que en otro correo se dice que el objetivo de la visita era «proporcionar a los productores de ‘peso’ una ‘inmersión en el AFSOC [Mando de Operaciones Especiales de las Fuerzas Aéreas] centrada en los aviadores de tácticas especiales y en las capacidades aire-tierra», dice el artículo.
Otra parte del texto de MacLeod muestra la opinión del periodista Tom Secker acerca de la colaboración entre los militares estadounidenses y la compañía de videojuegos. Secker dice que, al hacerlo, el ejército consigue una imagen positiva que le puede generar mayores reclutamientos.
«Para ciertos grupos demográficos de jugadores, es un portal de reclutamiento, algunos juegos de disparos en primera persona tienen anuncios integrados dentro de los propios juegos… Incluso sin este tipo de esfuerzo explícito de reclutamiento, juegos como Call of Duty hacen que la guerra parezca divertida, emocionante, un escape de la monotonía de sus vidas normales», afirma Secker.
ALTOS FUNCIONARIOS DE LA CASA BLANCA TERMINAN EN LA INDUSTRIA DE VIDEOJUEGOS
Los vínculos entre el poder estatal de Estados Unidos y la industria de videojuegos no se detiene en las colaboraciones mencionadas anteriormente. Hay exfuncionarios del gobierno estadounidense que ahora trabajan en Activision Blizzard, un patrón que se cumple en las corporaciones de redes sociales y del que MintPress tiene otras investigaciones publicadas (reseñada por esta tribuna aquí y aquí).
En este caso, el artículo comienza con la asesora principal de Activision Blizzard: Frances Townsend. Antes de unirse a la compañía, ella «pasó su vida trabajando para ascender en los peldaños del estado de seguridad nacional», dice MacLeod. Ocupó el puesto de jefe de inteligencia de la Guardia Costera y Condoleezza Rice la nombró adjunta de contraterrorismo de la Secretaria de Estado en 2003. Un año después, pasó a ser miembro de la Junta Asesora de Inteligencia del presidente George W. Bush.
MacLeod sintetiza el paso de Townsend por la Casa Blanca:
«Como el principal asesor de la Casa Blanca sobre terrorismo y seguridad nacional, Townsend trabajó en estrecha colaboración con Bush y Rice, y se convirtió en uno de los rostros de la guerra contra el terrorismo de la administración. Uno de sus principales logros fue llevar al público estadounidense a un constante estado de miedo por la supuesta amenaza de más ataques de Al-Qaeda (que nunca llegaron)».
Frances Townsend trabaja con otras organizaciones de mucha influencia en la política exterior estadounidense: el Atlantic Council, el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales y el Consejo de Relaciones Exteriores.
Seguidamente, el artículo menciona a otros dos empleados clave de Activision Blizzard que trabajan para el Atlantic Council:
- Chance Glasco, quien es miembro principal no residente del tanque de pensamiento. En la industria de videojuegos, Chase es cofundador de Infinity Ward, el estudio que desarrolló Call of Duty.
- Dave Anthony, otro miembro no residente del Atlantic Council que se unió al grupo en 2014. Su trabajo como escritor y director de Call of Duty: Black Ops fue muy importante para el éxito de la franquicia.
Sobre Anthony, MacLeod agrega:
«No ha ocultado que colaboró con el estado de seguridad nacional de Estados Unidos mientras creaba la franquicia Call of Duty. ‘Mi mayor honor fue consultar con el Coronel Oliver North sobre la historia de Black Ops 2’, declaró públicamente, y agregó: ‘Hay tantos pequeños detalles que nunca hubiéramos sabido si no fuera por su participación'».
Siendo miembro del Consejo de Seguridad Nacional, Oliver North gestionó el dinero de la venta de armas al gobierno de Irán que luego se utilizó para financiar a grupos armados en Nicaragua para atacar al gobierno sandinista, en el famoso escándalo Irán-Contra de la década de 1980.
Las cuestionables contrataciones de Activision Blizzard no terminan ahí. A estos empleados se suma Brian Bulatao y Grant Dixon. El primero fue director de operaciones de la CIA en la época de Mike Pompeo y lo acompañó al Departamento de Estado cuando éste fue nombrado Secretario de Estado de la Administración Trump. Ahí, Bulatao ocupó el cargo de subsecretario de Estado de Gestión.
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Brian Bulatao posa junto al expresidente Donald Trump (Foto: AP)
MacLeod dice que los excompañeros de trabajo de Bulatao lo describieron «como un ‘matón’ que traía una ‘nube de intimidación’ sobre el lugar de trabajo, presionándolos repetidamente para que ignoraran posibles ilegalidades que ocurrían en el departamento».
Al finalizar el mandato de Donald Trump, a Bulatao lo contrataron en Activision Blizzard sin que tuviese ninguna experiencia previa en el área de videojuegos. Tiene el cargo de director de administración.
Por su parte, Grant Dixon, que actualmente es director legal de la compañía, fue abogado asociado del presidente George W. Bush entre 2003 y 2006. Dixon lo aconsejó «sobre muchas de las actividades legales más controvertidas de su administración (como la tortura y la rápida expansión del estado de vigilancia)», dice el artículo.
El abogado de Activision Blizzard también ocupó los puestos de vicepresidente senior, consejero general y secretario corporativo del fabricante de armas Boeing.
MANIPULAR A LOS JUGADORES PARA QUE DEFIENDAN LA VISIÓN ESTADOUNIDENSE DEL MUNDO
Al principio se habló de la particular misión que tiene el juego Call of Duty: Ghosts. Matar a presidentes o líderes de países que no comulgan con la política de Estados Unidos es un reto virtual recurrente al que son expuestos los consumidores de la franquicia.
En la entrega anterior, Call of Duty Black Ops (2010), a los jugadores se les pide matar al líder cubano Fidel Castro para completar la misión. MacLeod detalla que si el disparo es dirigido a su cabeza, el jugador es recompensado »con una escena extra sangrienta a cámara lenta y obtienen un trofeo de bronce ‘Muerte a los dictadores'».
La última entrega se estrenó hace menos de un mes y sigue la misma línea. En Call of Duty: Modern Warfare II, se invita a los usuarios a dirigir un misil sobre un personaje llamado Ghorbrani, del que se puede discernir fácilmente que es una referencia al general iraní Qassem Soleimani, quien fue asesinado por un ataque aéreo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en 2020. El juego también cuenta con algunos rusos con los que el general ficticio llega a un acuerdo sobre el suministro de armas.
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Call of Duty: Modern Warfare II arranca con la misión de asesinar al personaje de un oficial iraní muy parecido al general Qassem Soleimani (Foto: Archivo)
La franquicia no solo celebra los mayores crímenes cometidos por el gobierno estadounidense, sino que falsifica situaciones a favor de la propaganda estadounidense, aprovechándose de que sus historias son ficticias.
En Call of Duty: Modern Warfare (2019), los eventos se desarrollan en un país inventado del Medio Oriente, que obviamente ilustra a Siria durante la guerra. En la historia, las tropas estadounidenses y británicas llegan para luchar contra los militantes de al-Qatala, un guiño a Al-Qaeda, pero la trama pone al jugador a luchar contra los «terroristas rusos», quienes, según el videojuego, eliminan a la población civil y arrojan armas químicas.
Hay una mención a la «carretera de la muerte» en el videojuego. Se dice que los rusos dispararon contra la carretera por la que se retiraban los civiles. Realmente hubo un episodio así en la historia, pero la colisión no tiene nada que ver con Rusia. En ese evento, que ocurrió durante la Guerra del Golfo en Irak, el ejército estadounidense disparó contra los soldados iraquíes que se rendían y huían, matando a cientos de ellos.
Call of Duty no es una serie poco conocida y marginal, sino una de las más grandes y populares de la industria. En 2020, trajo a los desarrolladores casi 2 mil millones de dólares en ganancias. Por lo que el impacto ideológico que tiene en sus consumidores a nivel global es claramente importante, ya sea que permita obtener nuevos reclutas o solo defensores de la visión estadounidense del mundo. Secker, consultado por MacLeod sobre la «carretera de la muerte», lo explica así:
«En una cultura donde la exposición de la mayoría de las personas a los juegos (y películas, programas de televisión, etc.) es mucho mayor que su conocimiento de los acontecimientos históricos y actuales, estas manipulaciones ayudan a enmarcar las reacciones emocionales, intelectuales y políticas de los jugadores. Esto les ayuda a convertirse en defensores más generales del militarismo, incluso si no se inscriben de manera formal».
La franquicia ha sido considerada durante mucho tiempo uno de los principales portavoces de la propaganda estadounidense. Los detalles sobre las conexiones entre sus creadores, el Pentágono y el gobierno central de Estados Unidos ilustran muy bien el motivo de aquello.
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