El 29 de diciembre de 1972, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, admitió su derrota frente a las tropas de las República Democrática Popular de Vietnam, al fracasar en su intento de doblegar al pueblo vietnamita, con un bestial bombardeo de doce días y doce noches, sobre Hanoi, la capital vietnamita y la portuaria ciudad de Hai Phong.
En esos 12 días la mayor potencia aérea del mundo, apuntalada por sus bombarderos estratégicos B-52, había perdido 81 naves aéreas, la mayor baja sufrida por la aviación estadounidense en su historia militar.
Tal vez el golpe más noble recibido por el pueblo estadounidense, que en ese momento alistaba la mesa para la cena fin de año, fue el anuncio de la derrota, después de estar recibiendo durante 20 años mentiras de los poderosos medios de comunicación estadounidenses, que día a día anunciaban las continuas victorias yanquis en Indochina.
El otro derrotado fue Henry Kissinger, el secretario de Estado, quien recibió la orden de Nixon, de regresar a la mesa de negociaciones de París, a firmar el alto al fuego, y regreso a casa de los miles soldados que combatían, sobre la parte sureña de Vietnam.
A pesar de firmar la retirada, Nixon y Kissinger, después de firmar el retiro de las tropas incrementaron la ayuda al gobierno proyanqui al convertir el ejército sureño en uno de los mejores equipados del mundo con un contingente de un millón de efectivos, violando así los Acuerdos de París, sin embargo, el 30 de abril de 1975, se produjo la estampida definitiva yanqui, cuando penetraron los tanques del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur a la ciudad de Saigón, para entonces reducto del gobierno proyanqui.
A pesar de la masacre de la aviación yanqui, de tres mil vietnamitas asesinados en 12 días de continuo bombardeo, Kissinger fue galardonado con el Nobel de las Paz 1973, “por sus aportes al fin de la guerra en Vietnam”, precisamente el año en el cual el secretario de Estado gringo había coordinado con la CIA el golpe de estado y asesinato del presidente de Chile, Salvador Allende.
(Por Ángel Miguel Bastidas González).