Por Rafael Ramírez 15 enero, 2023
El año inicia con los trabajadores en la calle, luchando por sus derechos: trabajadores del sector salud, educación, de las Empresas Básicas, empleados universitarios, maestros y jubilados se han lanzado a la calle, venciendo el miedo y todo tipo de dificultades, para exigir un salario justo y la restitución de sus conquistas económico-sociales arrebatadas por el gobierno.
Sin duda alguna, hay que estar del lado de los trabajadores y el pueblo, apoyarlos y acompañarlos en su lucha, pero, sobre todo –y esto es de una importancia capital–, insistir en identificar la raíz del problema, comprender las causas de la terrible situación actual y a partir de allí, establecer más claramente los objetivos de la lucha y la perspectiva que se abre de cambio político en el país.
La respuesta del gobierno a las protestas ha sido la de siempre: represión y encarcelamiento de los trabajadores. Dirigentes obreros de Sidor y Empresas Básicas, han sido detenidos por los cuerpos represivos del Estado, mientras que la Guardia Nacional arremete en contra de las concentraciones de trabajadores y se utilizan esquiroles y fuerzas de choque, “colectivos”, para amedrentar y enfrentar a los trabajadores que protestan. La “respuesta política” del gobierno refleja la conducta fascista de sus actuaciones.
El gobierno está perdido, su rapaz modelo económico, profundamente antiobrero y antipopular, sencillamente “no cuaja”, es insostenible para el país y para los trabajadores de todos los ámbitos del quehacer nacional, quienes cargan sobre sus hombros el peso de la crisis de la restauración violenta de un capitalismo dependiente y más extractivista y depredador que nunca antes.
Con un salario mínimo mensual de tan solo 7 dólares al mes –algo inconcebible e inaceptable–, los trabajadores, profesionales, docentes, jubilados se han convertido en mano de obra esclava, mientras la inmensa mayoría del país se ha empobrecido por los efectos del paquetazo económico impuesto por el gobierno desde agosto de 2018. El pueblo, sobre todo los jóvenes, desesperados y sin ninguna perspectiva de futuro, han dejado la patria por millones; la dimensión de este éxodo de más de 7 millones de venezolanos no tiene antecedente en nuestra historia, es una realidad desgarradora y es la medida exacta del fracaso del madurismo.
En su mensaje anual en la Asamblea Nacional, maduro habla de un país que no existe, mintiendo descaradamente respecto al curso de la economía y la situación del pueblo venezolano. Sigue adjudicando su estruendoso fracaso a las “sanciones norteamericanas” y a todo tipo de “enemigos” y “conspiraciones”, ocultando que él es el único responsable de la destrucción de la economía.
Desde que maduro asumió la conducción del gobierno, la economía ha caído en un 80%, el país no ha salido del proceso hiperinflacionario, ni de la permanente pérdida de valor del Bolívar, el cual se ha devaluado en un absurdo 8.000.000% desde finales de agosto de 2018. Este Bolívar mega-devaluado se usa solo para pagar salarios, mientras el resto de la economía se ha dolarizado y ha sido entregada al control de la nueva burguesía del madurismo y FEDECÁMARAS.
Por otra parte, todo el país sabe que fue su decisión política arremeter contra PDVSA –que representaba, hasta el 2013 el 96% de los ingresos del país–, persiguiendo a sus trabajadores y desmantelando sus capacidades operativas, para luego emitir Decretos para privatizarla actuando en contra de la Ley Orgánica de Hidrocarburos.
Al año 2019, cuando los EE.UU. sancionaron a PDVSA, la producción promedio de petróleo del año ya se ubicaba en 770 mil barriles día, consecuencia de la persecución de sus trabajadores, el desvío de los recursos operativos y la militarización de la empresa con la designación en noviembre de 2017 del General Manuel Quevedo como presidente de PDVSA.
Al 2020 –cuando asume Tareck El Aissami– la producción de petróleo se ubicó en un promedio de 510 mil barriles día para al año y se ha mantenido en un promedio de 590 mil barriles diarios entre 2020-2022 a pesar de las promesas y juramentos patéticos de maduro y su ministro de petróleo de que la producción llegaría a “2 millones de barriles diarios” para el 2020.
Luego de haber desmantelado y privatizado PDVSA, el gobierno ahora entrega abiertamente el petróleo a las transnacionales. La Chevron se lleva nuestro petróleo sin pagar regalías, impuestos ni dividendos al país, en un vulgar despojo. Ya salieron los primeros buques con nuestro petróleo expropiado, mientras el gobierno guarda absoluto silencio al respecto y sus tarifados comunicacionales expresan una alegría vergonzosa por este hecho y porque otras transnacionales, como la ConocoPhillips, anunciaron su intención de participar en la rebatiña del petróleo venezolano.
Lo increíble es que nadie del sector politico ni militar dice nada frente a esta flagrante y abierta violación a nuestra Constitución y leyes, prefieren guardar silencio, pasar “agachados”, lo cual es un indicador claro del entreguismo y extravío de las élites en el poder. Pero el pueblo y los trabajadores deben entender que la entrega del petróleo significa la ruina del país y nos retrocede al nivel de país tutelado, neocolonial, por lo cual se profundizará la crisis actual.
En su mensaje, maduro solo hace una leve mención a las expectativas de “algunos sectores” –está hablando de los trabajadores– para decir que “deben entender que los EE.UU. tiene a Venezuela bloqueada y que la oligarquía continúa con la guerra económica”; esto lo dice al tiempo que le entrega el petróleo a la Chevron de acuerdo a los términos dictados por los EEUU y que ha entregado la economía a esa misma oligarquía y ha promulgado leyes para la burguesía, como la Ley de Zonas Económicas Especiales, mientras FEDECÁMARAS aplaude.
Luego, en un ejercicio de increíble cinismo, maduro agrega que “por ahora, no puedo hacer un ajuste salarial; ustedes deben resistir por la patria y por Chávez”. Habría que preguntarle a maduro ¿CUÁL PATRIA?, si la han vendido, si entregaron la economía, el petróleo, la soberanía. Pero además, y aquí es muy importante deslindar los campos, ¿QUÉ TIENE QUE VER CHÁVEZ CON ESTE DESASTRE? Si el Comandante Chávez estuviese vivo, esto no hubiese sucedido, pues habría levantado al pueblo del 13 de abril y a los militares –como hizo el 4 de febrero de 1992–, contra este gobierno y su paquetazo, para restablecer la Constitución, las leyes y los derechos del pueblo.
Es por esto que los trabajadores y la dirigencia popular deben estar claros y entender que, el despojo del salario y los derechos económicos y sociales arrebatados por el gobierno, son parte fundamental del sistema capitalista, del caótico modelo económico que se impone por la violencia.
Un eje central de la política económica del gobierno madurista, es reducir, a lo más mínimo, lo que llaman los neoliberales, los “costos laborales”, es decir, sueldos, salarios y pensiones. Este es el objetivo de las “Zonas Económicas Especiales”, que impulsa el gobierno, es decir, convertir al país en una gran maquila para que los trabajadores sean explotados por los grupos económicos que sostienen a maduro en el poder, por el capital de las empresas internacionales.
Si la lucha de los trabajadores se mantiene solo en una aspiración meramente salarial –la cual es justa, más allá de cualquier consideración–, el gobierno tratará de volver a manipular a los trabajadores, como hizo con el caso de la ONAPRE y su instructivo; hacerse el “loco”, engañarlos, anunciar “alza” en el salario mínimo, como hizo el mes de marzo de 2022, para que luego se devalue un 300% y no valga nada.
Por ello la lucha es por el salario, pero también en contra del paquetazo, del modelo económico del madurismo; en contra de la entrega del país y del petróleo, de la venta de PDVSA; en contra de la destrucción del Arco Minero y de la entrega de la Soberanía. Es en contra del gobierno y su modelo.
La lucha es por todos los trabajadores y por todo el pueblo. Por volver a Chávez, al Plan de la Patria, al marco de la Constitución y las leyes de la República. Volver al ejercicio pleno de nuestra soberanía económica, petrolera, popular y revolucionaria.
En un país carente de liderazgo político –con los factores tradicionales de la oposición empantanados en sus pugnas internas, mientras negocian y acuerdan con el madurismo para convivir con éste y participar del desastre–, la movilización de los trabajadores, con objetivos políticos claros, debe abrir las puertas a un poderoso movimiento popular que pase a la ofensiva para lograr un cambio político revolucionario en el país.
Una ofensiva sostenida, sin pactos ni reformismo, que permita la unidad en la calle de todos lo sectores descontentos con la situación actual del país, donde los sectores populares, en permanente movilización política, cambien el cuadro actual de resignación y dispersión del pueblo, con una conducción legítima, al margen de los acuerdos secretos y triquiñuelas de las élites, donde se incorporen todos los sectores patriotas, que permita unificar todas las fuerzas del país en el objetivo común de provocar un cambio político que devuelva al pueblo la conducción de sus propios asuntos y nos permita a todos trabajar juntos por la reconstrucción de la Patria.