Alexis Deniz, fotógrafo, nos brinda un sorprendente testimonio de la combativa parroquia
23/01/23. El 23 de Enero, hay que decirlo, es el punk del rock, los jonrones del béisbol, la cima de los escaladores, el agua fresca frente a la sed. El summum de todos los anhelos: un espejismo tropical que refleja la maldición de las urbes hipertrofiadas de la modernidad que aspiran a ser capitales cosmopolitas del mundo, y la bendición de un pueblo ungido por los santos óleos de la guataca. Un breve ejercicio de memoria nos permite remitirnos a un hecho real o ficticio, quién sabe, cuando en los funerales del Comandante, marzo de 2013, condujimos embriagados por entre sus callejuelas escabrosas en medio de la noche, hasta tropezarnos con el rostro adolorido de un hombre que se asomó por la ventana del copiloto para gritarnos a voz en llanto: “Viva Chávez, no joda”.
Es costado malherido de la tierra invadida por el conquistador Diego de Losada; el recuerdo más latente de la transición entre la última dictadura militar y ese remedo de democracia que sumió al país en los abismos de la exclusión; musa de la salsa dura; trinchera combativa desde el estertor de la lucha armada de los años sesenta hasta hoy; cuadrilátero deportivo con luminarias tributadas al béisbol, básquet, fútbol y boxeo; paradigma de la organización, la escolaridad, la hibridación social, el mestizaje, el malandraje, la vida fermentando bajo la devoción barroca de la vecindad.
Un breve ejercicio de memoria nos permite remitirnos a un hecho real o ficticio, quién sabe, cuando en los funerales del Comandante, marzo de 2013, condujimos embriagados por entre sus callejuelas escabrosas en medio de la noche, hasta tropezarnos con el rostro adolorido de un hombre que se asomó por la ventana del copiloto para gritarnos a voz en llanto: “Viva Chávez, no joda”.
Eso lo intuyó Alexis Deniz, fotoperiodista y fotógrafo documental que, siguiendo la enseñanza del maestro Robert Capa, supo que la magia de la imagen testimonial está en la cercanía. Desde hace tres años se sumerge en los laberintos parroquiales, cámara en mano, desde El Observatorio hasta La Piedrita, desde La Cañada hasta Monte Piedad, y no solo retrata el paisaje sino que recoge en un caleidoscopio digital el alma de una comunidad vibrante y mítica, cargada de escenas palmarias, pero también de misterios que solo se pueden apreciar a partir del afecto que llega a convertirse en compadrazgo.
“Para mí es la parroquia más grande pero no en extensión sino en diversidad, protagonismo e influencia en la ciudad. El solo hecho de que el Cuartel de la Montaña esté ahí, es una visita obligada de todas las autoridades, desde el presidente hasta un concejal. No hay una parroquia en Caracas y me atrevo a decir que en Venezuela, que tenga influencia del arte a través de sus murales políticos como esta. Epicentro de la guerrilla urbana que hubo en los sesenta, setenta y ochenta y más allá, parroquia más reprimida y golpeada durante los sucesos de El Caracazo, bloques completos ametrallados con punto 50 desde la avenida Sucre. Luego, es una de las más organizadas en cuanto a poder popular producto de los grupos que están ahí y que hoy denominan colectivos, eufemismo para definir a grupos políticos o de trabajo social y cultural, pero que son los que hacen la distribución del gas, agua, electricidad, CLAP, contactar a las autoridades, etcétera”.
Deniz nos brinda una mirada sorprendida -y sorprendente- a través del contraste más profundo que se puede lograr a partir del blanco y negro, propuesta no solo estética sino dramática que nos remite al cine mexicano del Indio Emilio Fernández, e incluso, al relato desgarrador de Juan Rulfo cuya descripción de Comala en Pedro Páramo no puede ser imaginada sino carente de color. Y no es que en el 23 no haya color, al contrario, su paleta deslumbra, pero frente a tantos matices, el blanco y negro parecen sintetizar definitivamente su universo alucinante de Torre de Babel.
Deniz nos brinda una mirada sorprendida -y sorprendente- a través del contraste más profundo que se puede lograr a partir del blanco y negro, propuesta no solo estética sino dramática que nos remite al cine mexicano del Indio Emilio Fernández, e incluso, al relato desgarrador de Juan Rulfo cuya descripción de Comala en Pedro Páramo no puede ser imaginada sino carente de color.
De 49 años, este caraqueño graduado en el Instituto de Fotografía de Nueva York, diplomado en Técnicas y Artes Fotográficas de la Universidad Monteávila y Avecofa, actualmente desarrolla su trabajo en varias iniciativas particulares y para la revista digital Épale Ccs.
ESPEJISMOS
A Gregoria Mujica, una cronista popular de la parroquia, de más de ochenta años, le preguntamos alguna vez: ¿Qué le recomienda usted a la gente que le tiene miedo al 23 de Enero?
– Noooooooo, esto es una maravilla. Aquí echan plomo y nosotros creemos que son fuegos artificiales. Y hasta nos asomamos a ver.
Durante ese encuentro para una entrevista que nos ofreció hace cuatro años, Gregoria nos contó cómo se decidió el nombre de Sierra Maestra, una de las comunidades más estigmatizadas del 23 de Enero en términos de inseguridad. Un buen día llegó Fidel con el Che y Camilo Cienfuegos, para ver lo que estaba pasando con sus propios ojos. Atravesaron los bloques 52, 53, 54, 55 y 56 hasta una loma abrazada por los escombros de algunos edificios aún sin terminar. La multitud entusiasmada por la presencia de los barbudos que ya comenzaban a perfilarse como mitos vivientes, le pidieron al comandante de la revolución cubana que bautizara el sitio. Dicen que desde los pasillos del bloque 55 se volteó a mirar el cerro (el brazo occidental del Waraira) y afirmó que eso se parecía mucho a su Sierra Maestra, donde perpetró la más sublime de las luchas por liberar a la isla de Batista. Preguntó a la gradería si estaba de acuerdo en llevar ese nombre, y todos aprobaron, y así se quedó.
“Hay gente que le tiene temor al 23 de Enero: que te van a robar, a secuestrar a matar. Mire compañero, el que no conoce a su gente solo habla pistoladas. Yo tengo más de tres años pateando la parroquia y no hay un sitio donde me hayan dicho ‘aquí no’. Obviamente si uno va con la intención politiquera de tomar una foto para hacer ruido, obviamente vas a tener un encontronazo, porque la gente tiene arraigo y sentido de pertenencia a pesar de todas las calamidades que ha vivido”, afirma Deniz.
Insiste: “La parroquia está llena de gente interesantísima”. Es una comunidad rumbera, como se sabe, “pero no solo eso -ataja en el aire- sino que es una fábrica de instrumentos, como en la Casa de la Cultura Priscila Carrero del bloque 4 donde hay lutieres que fabrican y reparan cuatros, y de paso dictan cursos para su fabricación a gente de la tercera edad”. Cultores, músicos, poetas, artesanos y artistas en general tejen una madeja pródiga que el fotógrafo recoge en su alquimia de altos contrastes, imágenes donde se impone el cielo nuboso, bloques como ocultos tótems de extintas civilizaciones, niños jugueteando, abuelas asomadas al balcón, hombres que trabajan, chamos achantados en la esquina, pasillos y escalinatas, aceras y brocales, charcos y pasamanos.
El novísimo urbanismo del Nuevo Ideal Nacional de Pérez Jiménez, cuyas viviendas serían entregadas a sectores profesionales de las fuerzas armadas de entonces (finales de los cincuenta del siglo XX). Pero hubo una liberación a partir de la caída del tirano el 23 de enero de 1958, y poco a poco el campesino, el excluido, el paria, logró ocupar esos espacios o simplemente recibió su asignación de vivienda popular pagadera en módicas cuotas.
“Hay gente que le tiene temor al 23 de Enero: que te van a robar, a secuestrar a matar. Mire compañero, el que no conoce a su gente solo habla pistoladas. Yo tengo más de tres años pateando la parroquia y no hay un sitio donde me hayan dicho ‘aquí no’…
Alexis Deniz enfatiza: “Ese contraste que tiene la parroquia con comunidades como Barrio Sucre, Sierra Maestra, El Observatorio, La Silsa, donde ves lo que fue el urbanismo y lo que creció alrededor y detallas lo que fue el fracaso del sistema rentístico petrolero que vivimos por esa falsa democracia que nos vendieron como un modelo de vitrina para el mundo. Para mí ahí está demostrado el fracaso del modelo político del 58 al 98. Una urbanización que nació planificada y la falsa democracia la hizo colapsar y se la comió”.
Y no se le agota el tema, afirma. Todos los días descubre cosas y siempre anda atento, con los reflejos y el instinto a flor de piel para congelar una estampa callejera donde no falta, casi nunca, el elemento humano, bien como celaje, como presencia física y real, como intuición en medio del horizonte abrupto de un extremo de la ciudad que agravia la prensa amarillista o cierto revanchismo racial del otro extremo de la urbe sobre todo por sus pruritos políticos. Porque hay que decirlo: el 23 de Enero es definitivamente chavista.
La parroquia con más instalaciones deportivas, experiencias de cultivo y cría de animales maniobradas desde el poder popular, centros de salud, unidades educativas, iglesias y centros religiosos de todo tipo, y todo, al parecer, cabe en la cámara de Alexis Deniz, a la distancia de un clic.
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon
FOTOGRAFÍA ALEXIS DENIZ • @denizfotografia