Por: Carlos Mezones |
Después del espejismo que vivió el pueblo venezolano producto de la fe y los deseos que tradicionalmente invitan las fiestas decembrinas la realidad se hace presente otra vez. Lo contrario a la fe y los deseos, de aquellos que de esperanza mueren esperando que llegue el Mesías, los que nos ubicamos en una concepción materialista de la historia intentamos desentrañar la realidad circundante sin dogmas, sin creencias mágico religiosas y pensamos que el crecimiento y desarrollo económico no depende, ni se resuelve por un ser supra terrenal.
El avance o retroceso, la recesión o el crecimiento económico, el desarrollo o estancamiento de un país depende de las relaciones nacionales e internacionales, de los recursos que siempre son limitados, del conocimiento científico y tecnológico. Y por supuesto, de la primera fuerza productiva de toda sociedad, el trabajador.
Otra vez la transición de los deseos a la realidad, hecho psicosocial y cultural que aflora en el ser humano, de manera colectiva, cada vez que concluyen los 365 días del año, cumplió su momento. Por tanto, al final de cada año todos les expresamos a nuestros seres más cercanos y al futuro los mejores deseos en el año que se inicia.
A partir de esa reflexión he considerado iniciar mis opiniones del año nuevo con una narrativa relacionada con las PERSPECTIVAS DEL AÑO 2023. Mi mapa de navegación serán los INDICADORES que caracterizaron el 2022.
Desde esa óptica, los datos recopilados permitirán visualizar las posibilidades de bienestar y de los nubarrones que vivirán los venezolanos en el 2023. Ciertamente el DESPEGUE de la economía nacional, retomando una categoría del economista Raymond Barre, depende de varios factores:
1) De la derogatoria o alivio de las sanciones y del levantamiento del bloqueo impuesto por los EEUU y la Comunidad Europea desde el primer Decreto ejecutivo de OBAMA hasta hoy.
2) De la producción petrolera y su colocación en el mercado a precios justos y con bajo descuento. Más allá de la solidaridad iraní, aumentar la producción de barriles diarios de petróleo requiere mucha inversión y hoy Venezuela no tiene los dólares suficientes para un despegue independiente y soberano acelerado en el corto plazo. Al contrario de lo que decía el cantor Alí Primera pasamos de ser un «un país con real», a ser un país quebrado. Seguimos siendo un país rentista, dependiendo de los ingresos petroleros, y pasar de la economía que tenemos a un país productivo y una economía diversificada solo es posible a largo plazo, si lo planificamos hoy.
Elevar el monto de barriles de petróleo que se produjeron en el 2022 a 2 o tres millones de barriles diarios no se logran con discursos, con retórica, ni con deseos, se producen con inversión. Recordemos la afirmación del Ministro del Petróleo del país en el año 2021cuando twittió y cito: #20Feb #Economía El ministro Tareck El Aissami, prometió elevar la producción petrolera de 600 mil barriles diarios a un millón 500 mil al cierre de 2021 http://radiofeyalegrianoticias.com/el-aissami-pro – @radiofeyalegria- y más tarde la del Presidente Nicolás Maduro en enero de 2022, ratificada y reafirmada en marzo por el mismo cuando prometió en SWI swissinfo.ch – unidad Empresarial de la Sociedad Suiza de Radio y Televisión SRG SSR y cito: El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, reiteró este miércoles que la meta de producción petrolera para este año (2022) es de dos millones de barriles diarios, lo que supondría un incremento del 164,9 % en comparación con el bombeo de inicios de año, de 755.000 barriles, según reportes de las autoridades venezolanas a la OPEP. Tales metas no se lograron, ni se aproximaron.
3) De la diversificación de la producción y del uso de la capacidad instalada de la infraestructura industrial que existe en el país y la cual, en la actualidad, según los empresarios del estado Lara, se ha incrementado de manera lenta y moderada entre el 30 y 35 % en el 2022.
4) De la inteligencia política de quienes gobiernan.
5) De las nuevas tecnologías productivas e industriales.
6) De evitar la turbulencia social (protestas, movilizaciones de los trabajadores, jubilados, pensionados, de los desempleados y de la población en general) como resultado la inflación, la especulación y los bajos salarios.
No obstante, la ampliación denominada LEY BOLIVAR, aprobada por unanimidad por el Senado de los EEUU, el 16 de diciembre de 2022, que prohíbe a las agencias federales de ese país hacer negocios con el gobierno y personas cercanas a él, la ratificación de las sanciones impuestas a Venezuela por la comunidad Europea las trabas continuarán por encima de la política de aliviar las sancione y tratarán de frenar cualquier posibilidad que en el 2023 permita que la situación sea mejor que del año que fenece.
Los pocos dólares que entrarán seguirán frenando la inversión pública y no permitirán al gobierno igualar o acercarse al INGRESO PER CÁPITA del trienio 2010-2012, que se elevó de 9557 dólares a 12180 dólares respectivamente. Por consiguiente, la proyección económica del ingreso per cápita para 2023 seguirá estando muy por debajo de las cifras mencionadas, variable que indica que la situación de este año seguirá siendo precaria para los trabajadores de la ciudad y del campo, de la ciencia y la cultura, los pensionados, los jubilados y los desempleados.
Por otra parte, ante la amenaza permanente del dólar del BCV, como marcador de los precios, que desestabiliza la economía obliga al gobierno nacional, con el objeto de retener su ascenso, a seguir quemando millones de dólares. El ejemplo gráfico de ello fue la colocación de más 5 mil millones de dólares que el BCV, en los 12 meses del 2022, le otorgó a la banca pública y privada sin lograr el objetivo de contener su crecimiento en alza permanente.
Ahora la pregunta que surge es ¿Quién compró esos dolores a la banca? ¿Los trabajadores, los pensionados, los jubilados, los desempleados, el empobrecido segmento de los sectores medios? NO. Esos dólares los adquirieron los empresarios y los importadores, la burguesía.
En conclusión, todo indica que el 2023 será un año turbulento, difícil y con poca prosperidad para el 80 % de los venezolanos. Las generaciones actuales y las generaciones por venir tendrán dos opciones: Una, esperar más allá para mejorar la el buen vivir, como lo definía Chávez, que siempre el ser humano aspira; y dos, movilizarse. Allí está el peligro, actuar para evitar una revuelta popular, espontánea o inducida, es una necesidad política.