Por: Eligio Damas
Nota: Este trabajo forma parte de uno de mayor dimensión, titulado «Venezuela entrando en el siglo XXI. De lo mesiánico venezolano, en el cual, entre otras cosas, intento despejar la incógnita, ¿Por qué Chávez escogería a Maduro?
Una de las herencias que nos dejó El libertador y hasta el propio Marisca Sucre, las dos figuras más prominentes de la lucha por la independencia de este continente o naciones que Bolívar llamó «antes españolas», fue lo mesiánico. El cómo exagerar nuestro rol en las luchas de estas naciones y creer que siempre, estábamos destinados a estar en el primer plan. Herencia que se reforzó con la bonaza petrolera, que hizo de nuestro país, como por casi 100 años, la meta y hasta La Meca, de los pueblos del resto de esta parte del mundo.
Es cierto, como me solía recordar y hasta reprochar mi compañera, por haberlo escuchado con frecuencia de labios de su viejo profesor de literatura en el liceo Cajigal de Barcelona, a finales de la década del cincuenta, Sergio Alves Moreira, «Bolívar es una antorcha apagada», que muchos de nosotros también decíamos, entonces influidos por la lectura del «Bolívar y Ponte» de Marx.
Eran los tiempos del poder soviético, de la influencia de su propaganda y versión del modelo socialista y de las interpretaciones de un Marx a conveniencia. Pasamos por alto que el autor de «El Capital», pese el materialismo histórico y la dialéctica materialista, al enjuiciar la labor de Bolívar, pasó por alto las circunstancias concretas en las cuales este se desenvolvió, su espacio y realidad y le juzgó con una visión eurocéntrica. Pues, después de haber leído con posterioridad la visión de Marx sobre el caraqueño inmortal y a quienes le han pretendido justificar, diciendo que la falsa percepción se derivó en las muy personales circunstancias en las cuales entonces se hallaba el escritor y filósofo alemán y en que sólo tuvo acceso a trabajos que mal hablaban del personaje a quien enjuició en esa obra.
Pero a partir de cierto tiempo, habiendo discutido esos asuntos, cuando Chávez apenas era un bebé, revisando la historia, volvimos al Libertador, entonces influidos por Pablo Neruda y su «Canto a Bolívar» y a una visión más amplia que se tuvo. Y por aquello de:
«Por eso es hoy la ronda de manos junto a ti.
Junto a mi mano hay otra y hay otra junto a ella,
y otra más, hasta el fondo del continente oscuro.
Otra vez entre pólvora y humo tu espada está naciendo.
Otra vez tu bandera con sangre se ha bordado.
Los malvados atacan tu semilla de nuevo,
clavado en otra cruz está el hijo del hombre».
Por todo eso, en nuestro libro, del cual estamos hablando, se titula «Del mesianismo venezolano», intento, además de resaltar ese asunto, despejar la incógnita «Por qué Chávez optó por Maduro». Uno de los temas que allí toco es el relativo al general Müller Rojas y el cual aquí pongo ahora. Es un libro de unas 200 páginas en el cual abordo diferentes asuntos que hablan de ese «mesianismo» nuestro.
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El caso del general Müller Rojas, es como atípico en el chavismo. Pues si bien fue militar, general del ejército, comandante del batallón de la selva, no llega a ese movimiento por su origen militar, como tampoco haber estado con Chávez dentro de los cuarteles. Es de una generación anterior a la de aquél. Hablando de sí mismo dijo en una oportunidad, estando ya en el Psuv, «no soy socialista desde ahora, sino que tengo 50 años pensando en el marco del materialismo histórico. De ese pensamiento no me salgo, no me voy a colocar de otro lado, soy enemigo del capitalismo, pero tampoco me dejo manejar en la dicotomía de blanco y negro, los problemas hay que descubrirlos».
Cuando el alzamiento del 4F de 1992, ya Müller había pasado a retiro y milita dentro del movimiento creado por Alfredo Maneiro, liderado entonces por el joven dirigente obrero, de los trabajadores de la Siderúrgica de Guayana, Andrés Velásquez. Cuando Chávez presenta su candidatura a la presidencia de la república, forma parte de quienes rompen el movimiento en el cual militaban y pasan a formar la organización Patria Para Todos (PPT), entre quienes además de él estuvieron Pablo Medina y Aristóbulo Istúriz, organización política que opta por darle su apoyo a Hugo Chávez para aquellas elecciones de diciembre de 1998. Más tarde, por el llamado del entonces presidente electo, de formar una organización única de la Revolución Bolivariana, es de quienes deciden, también con Aristóbulo, formar parte del Psuv. En esta organización no solo fue recibido con afecto sino que se le concedió más tarde la audiencia merecida, tanto que llegó a ser vice su presidente.
Pero Müller Rojas, quizás por sus orígenes, siempre mantuvo una postura distinta a quienes formaban parte del círculo íntimo de Chávez y a éste habían acompañado en el alzamiento del 4F o desde los tiempos de su prisión en Yare. No fue pues un militante o dirigente del partido a discreción, o dado a la voluntad de una autoridad suprema. Era más bien díscolo, independiente y con su particular forma de apreciar el momento o los momentos. No fue de esos dispuestos a aceptar línea u órdenes de arriba. Exigía su derecho a opinar sobre cada cosa. Por estas cualidades, llegó a contradecirse con Chávez en varias oportunidades. Quizás su conducta se explique en varias circunstancias como su edad, rango de viejo general del ejército, a quien como acostumbra la disciplina militar, Chávez debía respeto y provenir de una organización política existente antes de las creadas por éste y su formación, que como él mismo dijo, según citamos arriba, desde 50 años atrás se sustentaba en el Materialismo Histórico. Es decir, no fue Chávez quien le llevó a «conocer el hielo».
En un artículo que apareció en aporrea, bajo su firma, el 02-05-2010, Müller Rojas, hace el siguiente comentario:
«La conciencia que he generado por lo menos durante los últimos 10 años de relaciones con el Psuv y su líder, me permite un conocimiento relativamente alto de sus conductas. Aunque lo que afirmo aquí tiene carácter especulativo, esa conciencia le proporciona un alto grado de credibilidad. Creo que para el público que envió la placa en la cual figuraban los nombres del equipo que alimentó el debate del congreso extraordinario, el mensaje era claro, hacerle un reconocimiento a las personalidades que figuraban en esa nómina donde, por cierto, el más aclamado fue Aristóbulo Isturiz. Pero ello no ocurrió. Podría parecer que todo nació de la imaginación creativa del líder. Por lo tanto tal reconocimiento no se realizó».
El texto critica la conducta de quien o quienes, el líder mismo, adoptaron una distinta a la que animó a quienes elaboraron aquella placa y al público que particularmente aclamó a Aristóbulo. Para quienes manejaron el acto, todo aquel trabajo, esfuerzo y creatividad del «equipo que alimentó el debate», poco significó, «todo nació de la imaginación del líder». Si pensamos un rato en aquellas viejas discusiones, de nuestra época juvenil, relativas al «culto a la personalidad» o exageración del liderazgo, hallaremos mucha coincidencia con lo que sugiere ese texto de Müller.
Es la misma crítica, aquella del hiperliderazgo, que pareciera ser alimentado por quienes se mueven en el primer anillo del presidente. Esa manera de ver las cosas y sobre todo emitir opiniones, revelan la distancia entre Müller Rojas y el «líder», pese los tantos años, «por lo menos los últimos diez» de estar en la dirección nacional del Psuv y cerca de Chávez. Pero más que con el líder, sus diferencias y dudas podrían estar centradas en el entorno íntimo de éste.
En el mismo artículo, Müller señala las siguientes cuestiones que revelan sus discrepancias con el grupo que dirige al Psuv y tiene más peso en la dirección del mismo:
«……al excluir parte importante de las masas en una elección por las bases, donde solamente se limitó al electorado a los miembros inscritos en el partido. Se excluyó al resto de la población. Punto que se viene discutiendo desde hace más de dos años». Luego más adelante dice, como si se dirigiese al presidente Chávez «Y usted tiene el poder, y logró la facultad de nombrar tribunales disciplinarios, la capacidad de definir el bien y el mal. Allí se recogerán los hombres virtuosos, dignos de pertenecer a esa colección de elegidos por la gracia divina que será la «vanguardia» del pueblo venezolano».
No cabe duda que hay en eso una rígida demanda para que el presidente y líder, beneficiado por el sistema electoral, de la capacidad y autoridad para escoger y tomar decisiones, lo haga con el máximo equilibrio y poniendo a un lado intereses distintos a la necesidad de formar, con «hombres virtuosos», «la vanguardia del pueblo venezolano.»
Es una crítica a la forma de elegir que pone en manos de pequeños y grandes electores, ungidos del poder del Estado, la decisión de quiénes serán los elegidos.
En una oportunidad, Müller dio unas declaraciones a la prensa que la Fuerza Armada Nacional, «si están politizadas cuando asumen el lema de «Patria, Socialismo o Muerte».
Por declaraciones como esas, el presidente Chávez, en cadena de radio y televisión, estando a su lado el general Raúl Baduel, entonces Ministro de la Defensa, manifestó refiriéndose a aquél:
«Qué pasó, yo lo respeto siempre, pero él es así; a veces da unas opiniones que uno no las entiende, extrañas, que sí que las FAN están partidizadas; eso es mentira». Y más adelante agrega;
«Es lo que dice el enemigo general Müller, está repitiendo lo que dice el adversario; no está partidizada; y yo soy el primero en negarme a que la Fuerza Armada se partidice».
Por estas declaraciones, Müller Rojas, dando muestras de su independencia y capacidad para discrepar que quien suele llamar el líder, respondió de manera pública lo siguiente:
«Yo en particular creo que el Presidente no leyó mis declaraciones, porque hubiera leído mis declaraciones no hubiera reaccionado de la manera cómo reaccionó y si las leyó y reaccionó así, pues está dando una muestra de soberbia que no es conveniente darla en una sociedad como la venezolana».
Pero insistió en lo que dijo, cuando se refirió a que las FAN «están politizadas». «Los militares no están castrados, somos ciudadanos, y tenemos el derecho de pensar y de elegir, y eso incluye simpatías y militancias en las organizaciones políticas».
Aparte de la pertinencia del juicio del viejo militar, pues hace una referencia objetiva de lo que sucede y ha sucedido en el mundo militar, lo que cabe aquí destacar es su disposición a discrepar, si fuese necesario y contrarrestar, hasta de manera pública, opiniones del máximo líder de la Revolución Bolivariana. Lo que es más, hasta decir cosas como que este había dado «muestras de soberbia».
En aquella comparecencia ante la prensa, donde debatía entonces con el llamado Frente Institucional Militar, vinculado a la oposición, hizo además la siguiente anotación:
«Quien me ataca a mí en mis posiciones es el señor Francisco Ameliach, no sé dentro de qué contexto y yo le respondo al señor Ameliach porque él hizo un ataque público, negar que las FAN son un instrumento político y que actúan políticamente es negar toda la teoría militar».
Para aclarar lo anterior y dejar clara su posición en ese debate que incluyó al presidente, aunque se inició con el frente opositor, agregó:
«Las Fuerzas Armadas son un instrumento fundamental de la vida política de un Estado y mantienen unas posiciones que mayoritariamente él ha escogido como política pública».
Francisco Ameliach, es parte integrante de la fuerza de origen militar que se alzó con Chávez el 4F, quizás ahora liderada por Diosdado Cabello, por lo menos eso es lo que parece, lo que apoya la idea del distanciamiento entre Müller y ese sector.
Para terminar de constatar el grado de independencia o la distancia, valederas para personas como él, poco dadas a permitir se piense por ellas o dar por bueno lo que otro diga, pese la magnitud o peso de ese otro, recordaremos el momento o circunstancia aquella plasmada en la expresión «Chávez está sentado en un nido de alacranes». En esa oportunidad, Müller hizo alusión al Ministro de la Defensa Raúl Isaías Baduel, como uno de esos alacranes. Ya antes en el debate que citamos anteriormente acerca del rol de las FAN, estuvo envuelto, en medio de la bruma, el mismo personaje. Por aquello, volvió el presidente a confrontar al viejo general.
Poco tiempo después, Baduel, sometido a investigación por asuntos administrativos en el despacho a su cargo, optó por darle la espalda al presidente y acobijarse en el bando opositor, por lo que el presidente se vio obligado a disculparse con Müller nombrándole vicepresidente del Psuv.
Posiblemente aquella actitud rebelde, discrepante natural, llena de mucha personalidad y consecuencia revolucionaria, le ganó al general retirado, ya sin tropa, mucho respeto hasta de las altas cúpulas pero le privó de muchas adhesiones por considerarlo peligroso para las ambiciones de cada quien, sobre todo en un mundo como el de la política donde prevalece el interés individual y donde los hombres libres, incorruptibles, discrepantes suelen ser estimados muy peligrosos y nada dignos de confianza.
Dicho de otra manera, para los efectos de las cuadraturas o agrupaciones que se venían dando dentro del Psuv, desde los tiempos anteriores a su nacimiento, el aparecer enfrentando al máximo líder, condujo a que el general se quedase solo y, cuando insatisfecho, opta por declararse independiente o más específicamente renuncia a la militancia en el partido de gobierno, se va solo. Posiblemente, quienes en la intimidad le acompañaban optaron por otras querencias, con tal de no irse con él a la soledad, la misma de Aureliano Buendía. Al decir esto, uno piensa en Aristóbulo quien, sin duda, para mantenerse a flote ha tenido que vivir su calvario.
Por sus posiciones discrepantes y su posterior retiro, Müller Rojas despejó el camino y futuro inmediato de quienes pugnaban por ganarse las preferencias del líder; los «dignos de pertenecer a esa colección de elegidos por la gracia divina», como dijese, en artículo que citamos, el propio general.