Jesús Santrich murió en una operación militar realizada por militares colombianos en territorio venezolano.
Crédito: Colprensa
Según la versión oficial, a Santrich lo mataron sus excompañeros en un ajuste de cuentas. Sin embargo fue un militar colombiano el que lo ubicó para ejecutarlo en territorio venezolano. CAMBIO tiene los detalles desconocidos.
Se llama Mario Sarmiento Reyes, es coronel de inteligencia. Tiene 47 años, conocido como alias Matilda y acaba de llegar de Estados Unidos donde pasó una temporada en comisión como premio por la operación para matar al jefe guerrillero. El coronel Sarmiento ha sido un oficial tan eficiente como controvertido. La lista de sus logros operacionales frecuentemente se ve empañada por las historias sobre malos tratos e indelicadezas en el manejo de los recursos reservados que tradicionalmente han sido una fuente de corrupción en las fuerzas militares.
Muchos aspectos de la operación contra Jesús Santrich fueron revelados por el periodista Gonzalo Guillén de La Nueva Prensa. De lo que se sabía poco, o casi nada, era de la labor de inteligencia que permitió el golpe a la disidencia de las Farc que el Ejército atribuyó dentro de una campaña de desinformación a un guerrillero conocido como Jerónimo Aljure.
CAMBIO reconstruyó algunos aspectos del plan que acabó con la vida de Santrich. La operación secreta de inteligencia fue comandada por Sarmiento y, según seis oficiales del Ejército, debió contar con la anuencia de toda la cadena de mando, incluyendo al general Eduardo Enrique Zapateiro; al entonces comandante de las Fuerzas Armadas, general Luis Fernando Navarro; al ministro de Defensa Diego Molano, y el propio presidente Iván Duque.
“No hay forma de que un militar colombiano adelante una operación de esta envergadura en territorio venezolano sin contar con la autorización de todo el mando y del propio presidente. Ningún soldado se arriesgaría a desatar una guerra con un país vecino, más poderoso militarmente, y en semejante tensión diplomática. La operación contra Santrich fue realizada por el Ejército Colombiano con la bendición del Gobierno. Además, porque la única manera de que los americanos paguen la recompensa es porque fue una operación que cumplió con los protocolos de registros de las fuentes humanas”, aseguró un general retirado que estuvo muy cerca de la operación.
Los detalles del plan se conocieron porque a la fuente que reveló la ubicación del jefe guerrillero no le cumplieron con el pago de la recompensa. Se trata de un integrante del anillo de seguridad de Santrich a quien le ofrecieron una recompensa de 10 millones de dólares. Dinero que no le fue pagado. “Esa era una fuente humana que trabajaba conmigo hace algunos años, sin embargo, me pidieron que se la entregara a González Lamprea. Me negué pero ellos me voltearon la fuente. Le amenazaron a un familiar y el muchacho no tuvo otra opción que entregarle todo a Matilda”, detalló el oficial.
Según fuentes, la operación partió de territorio colombiano en dos helicópteros UH 60. Un mayor fue el que infiltró el comando especial en territorio venezolano. La situación era particularmente riesgosa porque las relaciones entre los dos países estaban rotas. El presidente Iván Duque había anunciado que le faltaban horas a Nicolás Maduro para caerse y el entonces embajador en Estados Unidos, Francisco Santos, se encargó de armar una especie de puente aéreo entre Washington y Cúcuta para mostrar el inminente colapso del régimen de Maduro, que al final no se produjo.
Los guías de la operación en terreno eran dos desmovilizados de la guerrilla, que condujeron a seis soldados altamente entrenados que se encargaron de dar el golpe final. “Es preciso recordar que Sarmiento siempre manejó a los desmovilizados como fuentes humanas, ya que él fue el comandante del Grupo de Apoyo a Desmovilizados, y de ahí sacaba mucha información”, añade otro oficial.
“El dinero de la recompensa sería pagado por una agencia norte americana, por eso debían traer una prueba fehaciente de que el jefe guerrillero estuviera muerto. Por eso un soldado le cortó el dedo meñique. Sin embargo, al informante le dijeron que la recompensa no se había podido cobrar porque el dedo se perdió”.
“El dinero de la recompensa sería pagado por una agencia norte americana, por eso debían traer una prueba fehaciente de que el jefe guerrillero estuviera muerto. Por eso un soldado le cortó el dedo meñique. Sin embargo, al informante le dijeron que la recompensa no se había podido cobrar porque el dedo se perdió”, explicó otro oficial de inteligencia que acompañó la operación. Nadie sabe si en realidad la recompensa se quedó sin cobrar o se perdió en el hoyo negro de la corrupción de algunos miembros de la inteligencia.
Al final, la operación ideada por Sarmiento fue exitosa y el premio que recibió fue una comisión en los Estados Unidos, donde vivió varios meses a cuerpo de rey. Hoy Sarmiento está de regreso a Colombia, pero su carrera militar está en veremos por cuenta de los cuestionamientos que pesan sobre él y sobre quien fuera su principal aliado: el general Mario González Lamprea, el más alto oficial de la inteligencia del Ejército durante el gobierno de Iván Duque.
Fondos reservados
Las andanzas del coronel Sarmiento han dejado rastro en los expedientes de la justicia. El caso más conocido es el de la operación Neptuno, la cual se desarrolló en 2012 también en territorio venezolano contra el narcotraficante y disidente de las Farc alias Jhon 40. Sarmiento lideró esta operación que consistió en fabricar la fachada de una falsa expedición botánica para atacar al insurgente. Para ello Sarmiento utilizó cientos de millones de los gastos reservados. Según el oficial, en declaración dada a la Fiscalía, tuvo que comprar armamento, cámaras trampa destinadas a grabar animales salvajes, binoculares, dotación y alimentación para 32 hombres, teléfonos satelitales y dólares en efectivo teóricamente destinados a corromper a la guardia venezolana y comprar pasaportes falsos, entre otras cosas.