Los desembolsos de dinero fresco en divisas que realiza el Banco Central de Venezuela todas las semanas al sistema bancario nacional, para estabilizar al tipo de cambio, no es una política de macroeconomía, aceptada o aplicada en otras partes del mundo. Pregunten en qué otro país se realiza, o cuáles han sido sus resultados. No encontrarán ni un solo ejemplo.
Esos desembolsos son la fabricación in situ de un mercado cambiario. Pero de un mercado cambiario muy raro, donde el único oferente de dólares es el Estado, y una jauría voraz e insaciable de banqueros, plutócratas y políticos con poder en turno, se los devoran a dentelladas, en cosa de segundos, y sin arriesgar un solo dólar de los suyos, en lo que implicaría un verdadero intercambio capitalista, de oferta y demanda; un mercado cambiario que no es tal, pues se obvia que el bolívar como moneda permanece bajo un incesante ataque (que es ajeno al funcionamiento en sí de la economía), el cual fue creado justo para producir las condiciones que hagan viable a este esquema de succión y apropiación, que hasta el momento les ha resultado de las mil maravillas.
Ante ello, estamos en presencia no de una política de saneamiento económico, sino de una operación conspirativa de fraude a la nación con fachada macroeconómica, ante las narices de todo un país.
Esos dólares que quema impunemente el Banco Central de Venezuela todas las semanas en ese jueguito, no salen de la nada, ni se fabrican sin respaldo en las imprentas de la Reserva Federal de los Estados Unidos: esos dólares son el producto de las pocas ventas de petróleo que el bloqueo económico le ha permitido hacer a nuestro país, y que luego de cruzar por distintas vías llegan a las menguadas y saqueadas arcas del tesoro público venezolano. Lo que constituye un acto de crueldad, ante un pueblo al que se le pide más sacrificio y más resistencia «para vencer» (¿?), entregarlos de esta manera tan vil a la burguesía venezolana (élite que no ha padecido un ápice el descalabro económico al que estamos siendo sometidos y sometidas como grandes mayorías; al contrario, ésta ha sido la mayor beneficiaria del asedio, del bloqueo y de las sanciones).
En otras partes del mundo, al tipo de cambio se le estabiliza (o se le tasa a su justo valor) mediante el mantenimiento alto o incremento de las reservas internacionales, que son la garantía universal de respaldo y pago del comercio exterior. Aquí en Venezuela, no. Aquí es al revés. Aquí, gracias a la pulverización del bolívar, fuente de desestabilización del tipo de cambio, los dólares que obtenemos por nuestro petróleo ni siquiera llegan a acumularse como reservas, apenas entran en caja de inmediato el Banco Central de Venezuela los quema, en ese mecanismo de succión y apropiación, plutócrata y burgués, y con complicidad oficial, que con dolor les describo.
Y así como funciona este mecanismo de chantaje, funcionan múltiples mecanismos más. Es un gran sistema complejo de relojería los mecanismos de succión y de apropiación de la renta petrolera venezolana, que lo largo de casi cien años representan a una gigantesca sangría nacional, que ha devenido en mayor pobreza y desigualdad a nuestro pueblo.
Quien proponga desbaratar todo este andamiaje de mierda, de echarlo abajo, que lo descubra, que lo haga visible, con nombres y apellidos de sus beneficiarios implicados, que desnude a sus cómplices, le estará proponiendo al país una revolución luminosa en equidad y justicia.
Lo demás es continuar en lo mismo.
Juan Ramón Guzmán
Acarigua, 14 de febrero de 2023 – 8:17 p.m.