Rescatar a la universidad como institución integrada al desarrollo del país significa reivindicar la democracia y la autonomía universitaria. La más elemental idea de democracia implica apertura, libre juego de ideas y pensamientos, equidad, responsabilidad histórica y social.
La democracia universitaria se define en la universidad como institución abierta a todas las corrientes del pensamiento y de la ciencia, como centro de investigación, de análisis, de crítica, de encuentro, de producción de conocimiento y saberes, cuando se apropia del conocimiento “desde una visión abierta planetaria, integral, contextual, global, interdisciplinaria y multicompleja” (Morin). Hace este saber inteligible a toda la sociedad y se inserta en ella como actor social de su transformación. La democracia universitaria se define también en el ejercicio del poder. En la gerencia, en la gestión, en las políticas de ingreso.
La parcialización del saber, “el predominio positivista del conocimiento como valor en sí mismo, la orientación racional-tecnocrática que domina en el saber universitario la encierra, la desvirtúa como centro para el debate, para el asunto crítico y la reflexión ética” para la democracia (Lander).
La idea de una eficiencia profesional orientada por las necesidades del mercado conduce a la formación de un ser parcial, individualista, fragmentado, desvinculado de su comunidad, de su cultura, de su historia, lo cual contradice la concepción del hombre integral que se pretende formar.
La universidad autónoma y democrática se define en su resistencia al pensamiento único, al mundo único. Cuando coloca el conocimiento científico/tecnocrático al servicio del desarrollo de la sociedad integrándolo a los saberes y la cultura. Esto le permite una visión de conjunto necesaria para la preservación de su autonomía y su independencia.
La equidad es consustancial a la democracia universitaria. El hecho de que solamente el 9 % de la población de bajos recursos tenga acceso a la universidad demuestra el dominio de la desigualdad y la exclusión en las políticas universitarias de democracia.
El desempeño gerencial y administrativo de la UCV está teñido de burocracia, paternalismo y autoritarismo. Es estructura caduca e inamovible donde los tres son asumidos por un solo organismo que elige jueces, cuerpo electoral, sanciona, premia, no rinde cuentas a la colectividad sobre el manejo del presupuesto; es un organismo antidemocrático.
Lograr la verdadera democracia universitaria significa entonces abrir la universidad al país y:
Rescatar el principio de universitas como lugar autónomo de reflexivo (sic), de investigación y de difusión del saber. Un lugar donde los distintos enfoques del conocimiento y las culturas con la finalidad de buscar una verdad común pudieran dialogar. Preservar los saberes y los conocimientos fundamentales y transversales, víctimas del temible empobrecimiento cultural que parece minarlos (Méndez).
Significa también cambiar los mecanismos de dirección y de gestión que han demostrado su limitación para emprender las transformaciones institucionales necesarias. Separar las funciones administrativas de los lugares de debate y discusión de las políticas académicas. Separación entre los organismos ejecutivos y legislativos. Hacer menos rígidos los mecanismos de gestión establecidos por la ley.
Nuestra participación en el proceso electoral que se avecina tiene como objetivo tratar de iniciar un debate sincero, honesto, alejado de cualquier posición politiquera, desvinculado de las apetencias de poder, que trascienda las elecciones. Que tenga como norte la construcción de los basamentos teóricos para elaborar las políticas académicas necesarias a la nueva universidad que pide a gritos el proceso de desarrollo que vive hoy el país.
Chela Vargas