Mujer: historia y patriarcado

 la historiografía tradicional ha enfatizado siempre la presencia masculina en la historia de Venezuela y, por contraposición, ha ignorado o disminuido el papel de las mujeres.

Iraida Vargas Arenas1

09/03/23.- Aunque la violencia contra las mujeres ha sido cíclica en la historia de la humanidad, el origen de la misma se remonta al surgimiento del patriarcado:

… las condiciones sociales para que surgiera el patriarcado se van formando mucho antes de las relaciones sociales capitalista de explotación, el patriarcado institucionalizado solo existe cuando surgen los rangos y las clases sociales, y sabemos que estas aparecen antes de que lo haga el capitalismo”.2

La ideología patriarcal se fundamenta en la falsa premisa de la superioridad biológica de los hombres sobre las mujeres. Se instaura con el surgimiento de la propiedad privada, la familia (nuclear) y el Estado, imponiéndose la figura social el paters familias romano, dueño de la propiedad y con capacidad de participación política, rezagando a la mujer a la esfera de lo doméstico.

Existen indicios de que las mujeres no aceptaron de forma sumisa la condición de subordinación; por el contrario, implicó una tensión permanente en el seno de la sociedad occidental. Prueba de ello fue la urgencia de recurrir, por parte del Estado y de las Iglesias católica y protestante, a la “caza de brujas”. Para imponer la cristiandad como modelo civilizatorio a los pueblos sajones de la Europa central fueron necesarios dos siglos, desde mediados del siglo XV hasta mediados del siglo XVII. Bajo supuestos preceptos del Antiguo Testamento y la excusa de haber causado la peste negra, las brujas fueron declaradas enemigas de la cristiandad. Constituyéndose tribunales ad hoc, decenas de miles de mujeres fueron juzgadas por delitos de lesa majestad y ejecutadas cruelmente. En su mayoría eran pobres, solteras o viudas, sabias, curanderas, receptoras de la sabiduría de sus pueblos originarios.

Señala la doctora Iraida Vargas que en Nuestramérica las sociedades recolectoras y cazadoras no habían establecido en su mayoría la división sexual del trabajo, mostrando un comportamiento sociocultural donde ambos géneros se complementaban para garantizar la reproducción material, social y biológica de la comunidad. No obstante, ya las sociedades estamentales y jerárquicas habían gestado esta división de los géneros en la producción económica con la aparición de la agricultura. La violencia misógina europea fue exportada a América durante el proceso de colonización, institucionalizando el patriarcado.

Si bien la Europa medieval pudo superar su crisis civilizatoria con la expansión del nuevo sistema económico mundial por parte de las potencias europeas, como España, Inglaterra y Francia durante el siglo XVI, cuando empezaron a explotar los recursos de las tierras que conquistaban y colonizaban. Fueron estas relaciones comerciales desequilibradas las que condujeron a una acumulación de capital que se reinvertía en la ampliación del sistema, instaurando un orden mundial donde las naciones “centro”, tecnológicamente más desarrolladas, explotan tanto la mano de obra como los recursos naturales de aquellas naciones empobrecidas consideradas “periferia”, dificultando su desarrollo científico-tecnológico y garantizando que los países ricos sigan siendo los principales beneficiarios de las cadenas globales.

En América Latina las políticas neoliberales que han impulsado la Inversión Extranjera Directa (IED) afectan el modo de vida de nuestras mujeres indígenas y campesinas, dedicadas a la agricultura y la pesca. Las empresas extractivistas transnacionales degradan los ecosistemas, lo cual obstaculiza el acceso de las mujeres al agua y las desplaza de sus territorios. La globalización ha reforzado el vínculo entre la pobreza y el sector informal, profundizado la brecha de género en los ingresos, ofreciendo flexibilización laboral con bajos salarios y contratos inseguros. “A las mujeres del sector informal se les niega asimismo su derecho a la representación, sindicalización e indemnización, así como a las normas de salud y seguridad”3. Todo ello profundiza la feminización de la pobreza y de la migración forzada.

El feminismo descolonial señala las asimetrías de poder y la desigual distribución de recursos entre el Norte y el Sur globales, del mismo modo que los efectos de las asimetrías de poder sobre los diferentes grupos sociales en nuestros países como prácticas neocoloniales de marginación cultural. Critica el feminismo hegemónico, por tratar a las mujeres como una categoría homogénea, sin reconocer sus diferencias basadas en la cultura, la clase, la raza y la ubicación geográfica. Considera fundamental que los movimientos de mujeres indígenas participen en el proceso de la elaboración de políticas para que estas reflejen sus necesidades y contribuyan de manera significativa a las políticas de desarrollo.

La actual crisis civilizatoria por la que atraviesa la humanidad está marcada por el dilema de la hegemonía entre las potencias mundiales, la crisis climática y la decadencia del capitalismo global, colocando a nuestra generación ante el peligro real del uso de armas de destrucción masiva. Por su parte, las mujeres conforman la primera línea de resistencia en la lucha por la vida, enfrentando a una élite global que intenta desesperadamente mantener su dominio, posicionando como principales formas de acumulación la especulación financiera, la producción y venta de armas y el narcotráfico, conjuntamente con negocios que se hacen cada vez más lucrativos como la trata de mujeres, la esclavitud sexual y la pornografía, instaurando así la necropolítica misógina.

Anabel Díaz Aché

Fuentes consultadas:

1 y 2 Vargas Arenas, I. (2019). Historia, mujer, mujeres: origen y desarrollo histórico de la exclusión social en Venezuela, el caso de los colectivos femeninos. Caracas: Fundación para la Cultura y las Artes (Fundarte).

3 Butale, C. (2017, septiembre-octubre). “Género y globalización. Una mirada desde el Sur global”. Revista Nueva Sociedad. N.° 271 , s/p.