4 MARZO, 2023
La condición primordial del concepto de libertad, que no es algo abstracto, es la libertad de vivir, más allá de ese idealismo subjetivo que insiste en lo espiritual y separa la libertad de su carácter histórico. Es por ello que siendo la libertad el conocimiento de la necesidad, aún preservando lo espiritual, el problema de ella es resolver objetivos históricos concretos, como por ejemplo, liberar del hambre a los pueblos que la padecen, o liberarnos a todos de las guerras y de la posibilidad de una guerra nuclear. Ni el hambre ni las guerras dan la libertad de vivir. Entonces, la pregunta: ¿Por qué insistir en las guerras?
Con las guerras, unos se enriquecen y otros mueren en medio de destrucciones. Pero las cosas no son como las pensamos. A veces los que invocan la paz y se rasgan las vestiduras en su invocación nos sorprenden con una asquerosa paradoja, como esa de utilizar los recursos del Fondo Europeo para la Paz en ayuda militar a Ucrania, es decir, usan los fondos de la paz para hacer la guerra. ¡Qué cinismo de fondo!
Son tan descarados en su farsa de “mundo libre” que mientras la Unión Europea promueve la guerra en Ucrania con su Fondo para la Paz, incorporando 325 carros de combate, 36 helicópteros de ataque, más de 200 lanzacohetes múltiples y 1.000 drones, en el otro lugar decisionista de la guerra una alta funcionaria del Departamento de Defensa de EEUU, Celeste Wallander, en audiencia del Comité de Presupuesto de la Cámara de Representantes, declara que Ucrania debe empezar a pagar por los sistemas de armas que recibe de Washington. Algo más, el congresista republicano Mike García afirmó que la idea de que Ucrania adquiera armas en lugar de pedirlas gratis caería bien entre los contribuyentes estadounidenses. Así se benefician de la guerra mientras prolongan el sufrimiento del pueblo ucraniano que tiene el derecho a vivir, pero le impiden su libertad.
Por supuesto, ninguna guerra es inevitable. Los pueblos -así lo expresó Fidel al referirse a la guerra nuclear- están en el deber de exigir a los líderes políticos su derecho a vivir. Decía en ese entonces: “Cuando la vida de su especie, de su pueblo y de sus seres más queridos corren semejante riesgo, nadie puede darse el lujo de ser indiferente, ni se puede perder un minuto en exigir el respeto a ese derecho, mañana sería demasiado tarde.” Pero ahí está el rictus cínico de Borrell para la guerra.