No soy comunista, pero me enorgullece decir
que me siento bastante procomunista.
Charles Chaplin
La academia de los Premios Oscar está que echa chispas, porque en la antigua Saigón no salieron a las calles, como ellos esperaban, a celebrar el galardón otorgado a Key Huy Quan como mejor actor de reparto, en la película Todo en todas partes al mismo tiempo.
Huy Quan, hijo de chinos que vivieron en el populoso barrio Chợ Lớn, de Saigón, la antigua capital de Vietnam del Sur, se mostró eufórico en el teatro de la academia y con lágrimas en su rostro expresó que le daba las gracias al “sueño americano”. Además, dramáticamente, acusó al régimen vietnamita como culpable de su tragedia de haber navegado durante días en una barcaza con cientos de refugiados y por haber vivido horrores en un campo de concentración.
Por supuesto, el fulano vietnamita, de sangre china, que solo habla inglés y no tiene nacionalidad del país que dice ser, no relata que la estampida de casi dos millones de indochinos, tras la derrota de los invasores yanquis, fue producto de la campaña terrorista que implementó la CIA, con el mismo discurso difundido en Cuba (1960), de que el régimen fidelista les iba a quitar la patria potestad a los niños cubanos de entre los seis y doce años (operación Peter Pan), y otros cuentos más que siguen repitiendo en su campaña contra los países que se resisten a ser pantomimas de EE. UU. De esa manera, Estados Unidos propició una campaña mundial contra la Revolución cubana y más de catorce mil menores de edad fueron sacados de la isla caribeña por el cura Bryan Walsh y la agente de la CIA Leopoldina Alsina, quienes, el 26 de diciembre de 1960, se llevaron hacia Miami el primer grupo de niños y niñas, de los cuales nunca se supo su destino real.
Una nota del portal de la BBC relata a su manera que la historia de los boat people forma parte de uno de los episodios más oscuros de la historia reciente de Vietnam, y señala que millón y medio de étnicos chinos de Saigón se lanzaron al mar en viejos botes, a través del mar de China, para llegar a las costas de California, y menciona cifras de Acnur según las cuales entre doscientas mil y cuatrocientas mil personas fueron tragadas por las aguas del océano Pacífico.
La verdad de Gabo
De la mano de Phân Định Lỗi, uno de los traductores al vietnamita de Cien años de soledad, Gabriel García Márquez se internó por todo Vietnam, entre julio y agosto de 1979, para corroborar lo que se decía en Occidente acerca de la estampida humana hacia California desde el país indochino.
Las amenazas atemorizantes lo habían atraído: baños de sangre, despojo de bienes, encarcelamientos, expulsiones del país, campos de concentración, muerte por hambre, el éxodo de miles de barcazas pagando fortunas en oro o piedras preciosas.
En su reportaje Vietnam por dentro, con la clara idea de que todo era producto de una guerra de información, el drama de los refugiados se convirtió en interés secundario al ver la realidad tremenda del país, como la devastación causada por unas 14.000.000 de toneladas de bombas arrojadas por los estadounidenses, 8.000.000 de litros de agente naranja lanzados sobre aldeas sureñas, el castigo de fuego más feroz padecido jamás por país alguno en la historia de la humanidad, 360.000 mutilados de guerra, 1.000.000 de viudas, 70.000 prostitutas, 50.000 drogadictos, 8.000 mendigos y 900.000 militares del antiguo régimen por reeducar y rehabilitar, además de unas 300.000 toneladas de minas y bombas que no explotaron y que hoy siguen causando víctimas.
La pluma del nobel de Literatura sin duda había disipado muchas dudas sobre lo que realmente sucedía en la indomable Indochina, aunque el galardonado Huy Quan acusaba a los comunistas de su tragedia, mientras agradecía a los invasores por estar viviendo “el sueño americano”. A la par, muy cerca de Hollywood, cientos de carpas muestran la tragedia de quienes no tienen cómo vivir bajo un techo decente y miles de estadounidenses despiertan del fulano sueño, emprendiendo camino hacia la vecina Canadá en búsqueda de lo que no han podido conseguir en el país que los vio nacer.
El arte de la inteligencia
El ganador del Oscar por su papel de mejor actor de reparto es vivo ejemplo de los efectos de la obra de Allen Welsh Dulles, titulada El arte de la inteligencia, que lanzó en 1953 como la fórmula para someter sin aspavientos a pueblos que se rehúsan al liderazgo de las grandes potencias, entre ellas los Estados Unidos.
Explica, quien fuera el primer director de la CIA en 1947, cómo es posible penetrar y manipular la mente humana, para desmoralizar y pervertir al individuo, con el fin de arrearle como oveja, lo cual nos traslada a la década de los sesenta, cuando, mediante ese plan macabro fue desintegrado el movimiento hippie que escenificó gigantescas manifestaciones por la paz y contra la guerra en Vietnam, como el festival de Woodstock, que en 1969 reunió durante tres días en New York a 400.000 voces contestatarias.
Inspirado en ese macabro plan de Mr. Dulles, quien dirigiera el golpe de Estado contra el presidente de Guatemala Jacobo Árbenz, en 1954, la CIA y varios gobiernos europeos, encabezados por Reino Unido, emprendieron la Guerra Fría, dirigida a implosionar a la Unión Soviética, como efectivamente lo lograron en diciembre de 1991, decretando así “el fracaso del socialismo”, mientras Francis Fukuyama, pluma mercenaria al servicio del Pentágono, decretaba ligerito desde Washington en El fin de la historia y el último hombre, tinta sobre papel que en pocos días pasaría a formar parte de estanterías de libros viejos a precio de gallina flaca, al tiempo que en el “patio trasero” irrumpía con voz altanera el grito de que otro mundo es posible. Desde Venezuela retumbó por toda la Abya Yala el “Alerta, alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina”.
A propósito, de ese arte de la inteligencia de Allen Dulles que fue aplicado contra la URSS hace 32 años, esta semana el presidente chino Xi Jinping lanzó un verdadero misil desde Moscú, donde estuvo de visita oficial. En su despedida, le manifestó a su anfitrión Vladimir Putin que: “Se avecina un cambio que no se ha producido en cien años. Y estamos impulsando este cambio juntos. Por favor, cuídate, querido amigo”. Al unísono, su anfitrión se mostró de acuerdo con esa afirmación, y le deseó un feliz viaje al ilustre visitante. Todo esto, mientras la crisis bancaria hace temblar de nuevo al imperio por el efecto dominó, activado por la quiebra del poderoso Silicon Valley Bank.
Ángel Miguel Bastidas G.