Por: Eligio Damas
Voy a empezar este trabajo manifestando algo que nunca he entendido ni me he podido explicar racionalmente. Me refiero al hecho que Chávez nombrase, creo que esa es la denominación del cargo según las frecuentes referencias, Tesorera Nacional, a un personaje que era su enfermera personal y esposa de un militar de baja graduación. Quizás, esto sea insustancial, pero es un indicio de la manera de proceder, dirigir y habla de una práctica que sirvió, no para infiltrar, sino acelerar la descomposición.
Más que de «infiltración», preferiría hablar de desviaciones como motivos del fracaso y. Y no sólo de esta, la «Bolivariana» y venezolana, sino de todas, si es valedero el término «Revolución», pues soy de quienes cree que, la intención no es suficiente. Pues todos esos intentos que, desde comienzos del siglo veinte hasta hoy, se han propuesto cambiar el capitalismo por socialismo han terminado en lo mismo.
«Infiltración» es una lectura convencional y acomodaticia, como que el enemigo, como dicen los llaneros, «cogió nuestras vegas pa` potreros». Lo de siempre, la culpa es de otros u otros, del enemigo. Algo infantil y repetitivo, lugar común, la CIA entró dentro de un caballo de madera enorme, como el de Troya Y eso, más que acomodaticio, es falso. Esos corruptos son el resultado marginal de concepciones erradas que emergieron del proceso de integración de esas fuerzas «convencionalmente» llamadas revolucionarias.
China, que se ha convertido en una las mayores potencias del mundo y se encamina a ser la primera, dada las informaciones de organismos que miden el crecimiento de la economía mundial. Y no por la vía del socialismo, pese sea una sociedad de partido único, llamado este Comunista y donde el Estado juega un rol muy importante como propietario y recaudador de impuestos. Pues el socialismo, el derivado de las concepciones de Marx, consiste en la socialización de la economía, donde los medios de producción son propiedad de los trabajadores y, el Estado, un agente al servicio del modelo para la ejecución de tareas que demanda el proceso y demandan las masas, los trabajadores.
En China, la propiedad de los medios de producción, incluyendo el capital, son propiedades del Estado y los particulares, como en cualquier sociedad capitalista y hasta el partido «Comunista» mismo, está bajo el control de esa combinación. Se dice que, dentro del Comité central de esa organización, el número de millonarios, grandes inversionistas, es bastante elevado.
Cuando digo lo anterior, no estoy haciendo una condenatoria al régimen de Pekín, sólo me remito a repetir lo que todo el mundo sabe y reconocer que, por esa vía, la atrasada y pobre nación China desde la época de los mandarines, pasando por el período anterior a Mao y al de éste mismo, llegó a ser lo que es hoy y lo que anuncia el futuro, rompiendo con los esquemas predominantes en la izquierda para abordar la coyuntura correspondiente.
La «nueva» sociedad emergida en la Rusia de hoy, de aquél régimen estatista, como lo fue el de la URSS y el viejo partido determinado por el pensar y accionar de Stalin y su macolla, no es más que un modelo capitalista que creció como tal, a una velocidad descomunal y es así, aun admitiendo lo que los indispuestos contra el Estado ruso de hoy, pretendan desconocer su fortaleza y avance; tanto como vender la idea que, en la guerra ahora «contra Ucrania», ha fracasado y hasta está detenido por el adversario al cual presentan, para darle hasta valor dramático al asunto, como aislado y sin ayuda de nadie.
Cuando Chávez accede al gobierno, se deja rodear, le rodean, cercan y hasta invita a que le rodeen a un numeroso grupo, no precisamente de los mejores, a quienes sabía discrepantes. Hasta Giordani, habló y escribió con frecuencia de sus «desencuentros» con el comandante y contó, como más de una vez, se separó por eso mismo y no optó por aplaudir y hacer la venia. El General Müller Rojas, habló con énfasis de los «alacranes» y conste que, cuando eso dijo, ya habían transcurrido algunos años de nacido el Psuv y la estadía de Chávez en el gobierno.
En mí se sembró, hundió aquella expresión del viejo pensador y ministro de Planificación, Jorge Giordani, dicha al comandante «ya basta la regaladera». Y entonces, a tipos como esos, había que sacar del medio.
Decir que la «Revolución Bolivariana» fue infiltrada, algo así como que «el «imperialismo a través de la CIA», sembró en su terreno las semillas de la corrupción y la infidencia; es una narrativa convencional, oportunista, destinada a satisfacer o, por lo menos, infantil.
No. Esa cultura estaba y está sembrada en la sociedad venezolana y por ende en todas las organizaciones de la naturaleza que sean, las mismas que deben ser cambiadas y hasta sustituidas. La manera de impedir que ella se reproduzca y hasta prevalezca, en el espacio que sea, es dándole libertad a la discusión, al debate, ventilar las diferencias, cerrarle los espacios a los adulantes, entre quienes el pecado de la corrupción suele anidar. Condenar la discrepancia ante lo que debe hacerse, particularmente ante lo dispuesto arriba, salvo muy particulares circunstancias y asuntos, es darle sustento a los adulantes y la corrupción. Los adulantes, mediante el chisme, las trampas, suelen deshacerse de quienes pudieran representar un escollo para ellos. Y el ser humano, puesto en nivel de mando, por su imperfección, tiende a darle valor a los adulantes y chismosos y rechazar a quienes se muestran dados a aplaudir y darle validez a lo que él dispone. Al hombre le gusta jugar a ser Dios y perfecto.
Cuando se impone la práctica, según la cual todo se decide según la voluntad y los pareceres del jefe, quienes le rodean, tienden a adularle y fortalecer su conducta; las dos cosas suelen juntarse. Y los adulantes, no necesariamente puestos allí por la CIA, sino por la cultura ancestralmente dominante, suelen ganarse la confianza del jefe para hacer de las suyas, pese no sea lo que éste espere y menos en sus buenos deseos ansíe.
Y esos mismos adulantes, por su propia cultura, parecer y prácticas ancestrales, suelen ponerle precio a sus «favores».
La llamada «Revolución Bolivariana», que se inicia tiempo después del 2002, aproximadamente, pues el período aquel del chavismo-miquilenismo, cuando Miquilena era el jefe del partido, en aquel como matrimonio morganático, no fue infiltrada. Nació dentro de aquellas circunstancias muy particulares. No fue el producto de la larga lucha de un partido o alianza de dos o más de ellos, de una multitud, un amplio frente, sino fue algo surgido de repente, en un espacio de tiempo tan reducido que podría hasta hablarse de un estallido o algo, como gustaba decir al propio Chávez, «sobrevenido».
Surgió así, de repente, un ansiado liderazgo, ese que estuvo ausente cuando se produjo el Caracazo.
Sólo hubo el liderazgo de Chávez, del que todo el mundo sabe, tanto que se habla de una relación directa del comandante con las masas, los demás optaron por plegarse a sus decisiones y discursos después de irse, como uno esperaba, Miquilena, el único a quien, en los primeros tiempos, aquél escuchaba y por ello éste ejerció su poder.
Chávez empezó su discursear a las masas, por él como mágicamente dirigidas y ejerciendo la presidencia, usando como fuente esencial aquel «Oráculo del Guerrero», lo que fue un principio para atraer a mucha gente, de todas las culturas que, a la postre, darían un resultado y por lo que no es valedero hablar de infiltración. Lo que hubo fue una síntesis donde la vanguardia no estuvo impregnada de una visión acertada y si muy personalista.
Quienes se atrevieron a darle valor y pertinencia a aquello que llamaron «hiperliderazgo», fueron calificados de «habladores de paja» y condenados al ostracismo. Y de allí en adelante, aquello de lo «participativo y protagónico», establecido en la constitución de 1999 – tómese en cuenta la fecha- no pasó de ser una utopía dentro del partido de gobierno. Y además, se incurrió en el error garrafal, copiado de experiencias fracasadas, en lo del partido único de la revolución, al intentar, con relativo «éxito», disolver los partidos de la izquierda para integrarlos en uno sólo, donde el «centralismo», dicho así por delicadeza, se había impuesto.
Al Gran Polo Patriótico, nacido antes del Psuv, que se mantuvo después, dado que no todos los partidos se integraron a aquél, aunque fueron diezmados, si antes, el gobierno, poco valor le dio, de allí en adelante optó por ignorarlo por completo, lo que dio mayor peso a los adulantes y aquel frente naufragó, se dividió y disolvió por completo.
Ese ignorar a la multitud, a los trabajadores, convertida la dirigencia sindical en parte de quienes renunciaron a su derecho a liderar y al mismo tiempo ser voceros de su clase y asumir el rol de servidores del Estado y reproductores de todo de lo que arriba bajase, también formó parte, fue ingrediente de este proceso y tumulto de desviaciones. Y a eso hay que agregar el partido vertical, donde la opinión de los de abajo, las masas nada cuentan y quienes gobiernan, en lugar de ser objetos de la contraloría del partido, se apropiaron de las facultades de cobrar y darse el vuelto. El presidente del país fue hecho presidente del partido, los gobernadores y alcaldes jefes del mismo en sus respectivos espacios y con frecuencia, para no decir siempre, el Congreso de esa organización, escogido a dedos, le da al primero, luz verde para decidir a su saber y entender.
Y luego vino lo que he llamado «el proyecto Frankenstein». Fue invento ya registrado en la historia como autoría de AD. Consiste el proyecto, en hacer de militantes, dirigentes, familiares o amigos de estos, empresarios. El proceder es sencillo, se les da créditos blandos y contratos para que compitan con los viejos empresarios, bajo el sueño que aquellos a estos desplacen y se vuelvan empresarios, millonarios «revolucionarios» al servicio de la causa. Una movida infantil para atrapar a Fedecámaras, una originada y atada a la cultura y estructura del capital imperial. Sin contar que, la más elemental enseñanza de la teoría revolucionaria, indica que cada quien responde a sus particulares intereses y, por eso, «los burros se buscan para rascarse». Fedecámaras y sus componentes, son una cosa como el Estado en el capitalismo, responde a su lógica y no la que quieran imponerle unos diletantes.
De esa infantil maniobra que he llamado el «Proyecto Frankenstein», de autoría adeca, antes he escrito, en el año 2007 en Aporrea, lo que el lector puede comprobar mediante el enlace abajo colocado, pero antes hablé de lo mismo en la prensa regional.
A hombres de comprobada sintonía con el cambio, la justicia y rectitud moral, como Eduardo Samán, por discrepantes, marginaron y una buena cantidad con valores y experiencia, hicimos ante ellos el rol de Rueda, en «El Licenciado Vidriera», obra de Cervantes, a quien nadie escuchaba o no le paraba. Al decir esto, recuerdo como a un joven, cuyo nombre ahora se me escapa, militante de la extrema derecha y defensor de las prácticas de ese universo, poco tiempo después, muy poco, de haberse cambiado de bando, le hicieron diputado. Posiblemente haya mantenido una conducta nada censurable, lo desconozco, pero sin duda fue aquel un proceder oportunista de ambos lados, que pudo conducir a hechos lamentables. Ese joven no fue un infiltrado, entró por la puerta grande, no a escondidas, sí por el mal y «contrarrevolucionario» proceder de la dirigencia. Pues tampoco significaba una conquista digna de tanto reconocimiento, pues no arrastraba consigo a nadie y menos significaba ningún valor intelectual.
En conclusión, es una infantilada decir que el PSUV o la «Revolución Bolivariana», fue infiltrada. Y, quien eso diga, en nada ayuda. Ella fue víctima de las desviaciones que en ella y su partido germinaron y, donde cada quien formó su tribu y con ese fin, hicieron de amigos, familiares y cercanos conocidos, sin importar su pensamiento y derrotes, «dirigentes revolucionarios» y quien no estuviese en ese redil o perfil como se dice ahora, se les declaró personas desleales o, por lo menos, no dignas de confianza y por nada del mundo revolucionarias.
Eligio Damas
Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo. damas.eligio@gmail.com @elidamas