El Cayapo
19 Abr 2023, 11:36 am.
Este texto está dedicado a los que se juran más honestos, los cruzados contra la corrupción, los duros, los impolutos, los que cruzan el pantano sin mancharse, pero sin una pisca de cerebro consagrado al pensamiento. A los escuálidos no, porque definitivamente su odio es infinito, es decir su hambre, miedo e ignorancia exacerbada, no les permitirá jamás entender lo que nos está pasando a todos en este planeta. Porque siempre estarán preocupados del porque su plato de comida no rebosa como el de otros.
El gobierno sabe que nuestro enemigo fundamental es el imperio capitalista y no ningún país en particular, entiende que este enemigo tiene contradicciones fundamentales entre el capitalismo financiero especulativo que propone como estrategia el caos controlado con la eliminación de los Estados-nación y la privatización de todas las instituciones nacionales e internacionales bajo el mando único de las grandes corporaciones en sus propias reglas, las cuales aplicarán a su antojo de acuerdo con el beneficio de sus intereses, con el objetivo de controlar absolutamente los recursos materiales y la mano de obra, no importando su calidad, especialización o estatus, para de esta manera tener control sobre las riquezas, lo cual les da más poder.
Por otro lado, el sector del capital productivo, que tiene la Iniciativa de la Ruta y la Franja y pretenden relaciones multilaterales en donde las reglas sean aceptadas y discutidas por todos en una relación ganar- ganar entre todos, de acuerdo a sus capacidades y oportunidades, manteniendo al Estado-nación como eje regulador de las relaciones entre los países y las transnacionales con reglas preestablecidas compartidas por todos.
De ser eso así, entonces la política del piquijuye, de la movilidad, de que el Estado se esté recomponiendo permanentemente, que el partido se convierta en una dirección de guerrilla, que sea un campamento con capacidad de poder levantarse y rearmarse en el camino y que sus cuadros se funden con el pueblo, porque la única garantía que tienen las guerrillas de sobrevivir y contribuir al triunfo en el marco de la guerra irregular contra los ejércitos regulares es el sustento del pueblo. Si las relaciones con el pueblo son por televisión, redes, periódicos, tarimas, panfletos y clichés, esa guerrilla está frita. Si bien es fundamental el uso de estos medios, no es menos cierto que por sí solos no lograrán el objetivo a menos que creamos que somos robots o drones que se pueden controlar de lejos. Es por esto que todo se debe volver fusión con el pueblo. Pero si combatimos a este enemigo desde la visión de un cuartel formal, entonces perderemos la batalla, porque la fuerza de la costumbre es más poderosa.
La fusión pueblo-gobierno no puede partir del hecho de que el gobierno está en el deber de ayudarnos porque votamos por él, o de que nosotros creamos que tenemos derechos en el capitalismo. La fusión debe producirse porque ambos nos necesitamos, ambos somos el objetivo en esta guerra, las élites capitalistas no nos perdonarán el atrevimiento de descomponer sus planes en este territorio. No perdamos de vista nunca que el objetivo del capital financiero especulativo en Venezuela en esta batalla es generar una guerra civil, porque esto le permite ganar desde todo punto de vista: obtiene los recursos, descompone al Estado y nos mantiene en guerra pudiendo controlar a su antojo el territorio por vía de pequeños señores de la guerra que ya no les importará si son chavistas, ultraizquierdistas o ultraderechistas, siempre y cuando les garanticen el flujo de los recursos, tal como ocurre en Libia, Siria, Irak y otros países como Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Colombia, Perú, Haití, México y otros en el planeta. Sus élites empresariales y gobernantes, al no tener decisiones propias, son sometidas de diversas formas y convertidas en sumisos agregados del capital financiero especulativo. Hecho que hasta hora pueblo y gobierno, bajo una dirección político-militar seria, han podido evitar.
Este y no otro, es el verdadero problema al que estamos obligados como pueblo y gobierno a buscarle solución y no enredarnos en el trapo rojo de la corrupción.
La corrupción es, en el imaginario colectivo, de fácil acceso para la conversa. Basta que alguien decida decir que otro es corrupto para que inmediatamente salgan los pro y los contras al ataque y la defensa. Allí nadie razona, cada quién actúa por impulsos ancestrales ya incorporados en la mente y el cuerpo. Desde tiempos inmemoriales se dice que todo gobierno es corrupto no importa cuál sea, por tanto todo funcionario lo es, aun cuando hay sus excepciones; por supuesto, justificación de la regla, todo presidente es ladrón hasta que demuestre lo contrario; si usted dice que Maduro es ladrón, no hay quien no diga en su mente enfebrecida: «Bueno, yo escuché a un tío de un primo de un sobrino que es hermano de una tía de alguien que está cerca de la familia de Maduro que dijo que Cilia se había comprado unas pantaletas de oro con encajes de diamante», y no faltará quién salga indignado y riposte: «Sí, y mientras la tipa se da esos lujos, los niños mueren de hambre en las calles de Caracas», y de una vez: «Maldito sea este gobierno, debemos salir de él».
El tema de la corrupción debe ser precisado y visto desde otra perspectiva, porque no puede ser el plato de comida de voceadores de oficio ni tema de botiquines en el dime y direte a favor o en contra de la corrupción. Esta discusión debe asumirse con seriedad, con profundidad buscando dar soluciones, todos debemos aportar, sea desde el partido, la calle o el gobierno, no acomodándonos egoístamente, no intentando arreglar cosas para sacarle provecho individual, porque nada de lo que arreglemos aquí nos servirá para el futuro, porque todo lo que está aquí mal no lo está porque el gobierno lo ha hecho mal, no está mal porque no se ha querido arreglar o porque el gobierno se durmió y es burocrático, no: está mal porque así es que funciona el sistema capitalista.
La mayoría de las personas no entendemos por qué existe este gobierno, no se entiende por qué el gobierno está ahí. Se cree que está ahí porque unos ambiciosos tumbaron a otros ambiciosos, como siempre ha ocurrido. El gobierno está ahí no porque el sistema necesitaba de un Chávez, un emergente que les resolviera el problema de gobernabilidad; está ahí por razones muy distintas a las del capitalismo, aunque actúe en el marco capitalista, porque él fue un accidente que no estaba preestablecido en los planes del capitalismo, porque el plan del capitalismo era y sigue siendo desbaratar el Estado-nación. Eso significa acabar con el ejército y las demás instituciones, privatizar las principales empresas estratégicas como PDVSA, metalúrgicas y siderúrgicas de Guayana, convertir esto en un caos, que no se vieran que eran corporaciones invadiendo, sino que era un problema interno del país, que eran enfrentamientos entre comunistas o adecos, y que no es problema de los empresarios porque deben seguir negociando. El que les venda petróleo, pues bienvenido, pero eso es un plan, no es algo casual. La llegada de Chávez y del gobierno paraliza esos planes de las élites, el plan del caos controlado llevado a cabo por el capital financiero especulativo queda paralizado en Venezuela por Chávez, y él comienza a hablar entonces de cómo armar un país, empieza a hablar de otro carro muy distinto al capitalismo, pero la gente se queda pegada en querer reparar el mismo carro vuelto mierda, reparando escuelas, hospitales, carreteras, tener servicios de luz, agua, sin discutir otra manera de vivir, dejar de ser mina para ser un país, es decir, cambiar las condiciones materiales de existencia que hacen posible el robo y el crimen.
Chávez propuso una Constitución que era como una hoja de ruta, una guía para accionar, y por eso a Chávez le dieron golpe de Estado, guarimbas, paro petrolero, lo asesinaron; a Maduro le han intentado de todo, magnicidios, bloqueos, pero como no se ha podido por ahí, apelan entonces al tema de la corrupción. ¿Y dónde terminan dando el coñazo más duro? Lo dan en las empresas de Guayana, en PDVSA, en el mundo del petro, porque justo por ahí se estaba maniobrando el tema del bloqueo y las «sanciones». ¿Quiénes mueven esos hilos? Los que necesitan crear un caos, y la corrupción en el imaginario colectivo es facilito ponerlo a rodar, todo el mundo va a gritar «¡Allá va el ladrón!».
Cada día, esta catástrofe se evidencia en esos territorios y en las acciones erráticas llevadas a cabo por sus promotores.
— El Cayapo (@ElCayapo) September 13, 2022
Como el gobierno estaba superando efectos de las «sanciones» y del bloqueo, por las leyes que se han implementado para maniobrar en la situación, ¿cuál es el objetivo inmediato de esta nueva estrategia del caos controlado? Las elecciones, si mantienen vivo ese peo de la corrupción, no le entregan la plata al gobierno para que gestione los problemas, mantienen chantajeado al gobierno con las conversaciones con la oposición, van creando un clima que cuando lleguemos a las elecciones tenemos el país en un caos. ¿Y de quién es la culpa? Por supuesto, gritaremos en coro que del gobierno, ahí no aparece ningún actor del capital financiero especulativo pagando comisiones ni nada de eso. Entonces eso es importante que lo analicemos, porque nos están cocinando a fuego lento en nuestra propia salsa.
Según la conseja, existe un sistema, una sociedad, un modo de producción, una cultura, que funciona muy bien, o bien para no exagerar, pero en su seno existen factores o sectores o seres que por sus ambiciones mienten, sobornan, vician, pervierten a la honradez colectiva. Desbaratan, destruyen, quiebran, disgregan, descomponen, hacen estallar en mil pedazos con sus acciones, maledicencia, reconcomio, pecado original, alma rota, lo que hasta el momento ha funcionado para todos: es esto lo que conocemos como corrupción. Descomposición, putrefacción, disolución, aumento del desorden o ruptura del sistema.
Pero será eso tan lindo, tan mecánico, tan bucólico, tan modoso, o más bien no será un trapo rojo que esconde la verdadera funcionalidad y origen del sistema, la sociedad, la cultura, no es más fácil comprender que la tal corrupción no existe y que lo que atacamos como tal no es más que el simple ejercicio del poder en todos sus ámbitos de manera habitual.
Destrozar, romper, destruir junto, en complicidad, en el campo económico y social, ¿no es acaso una realidad cotidiana? Las llamadas transacciones comerciales y financieras de las élites que gobiernan al mundo que mafiosamente buscan torcerle el brazo a los socios, con el control de los Estados-nación, los aparatos de información, pero por encima de todas las cosas el uso de poderosos ejércitos y las tecnologías de punta todas aplicadas a la guerra con lo cual chantajean al mundo, logrando que sus fortunas aumenten desmesuradamente y con ello la acumulación de más poder, que significa mayor sometimiento de las mayorías a sus designios.
En la actualidad el capital financiero especulativo, último eslabón de desarrollo que ha logrado el capitalismo imperialista, es el que con mayor fuerza manifiesta esta característica, pero para todo el mundo es el deber ser, es lo que todos aspiramos, es lo cotidiano pero ¡ay! de quienes se atrevan a robarle a estos ejemplares señores del robo y el crimen, porque inmediatamente seremos acusados de corruptos.
Las elites gobernantes de los países no tienen nada que ver con el movimiento independiente que realiza el capital, solo sirven a sus intereses en el territorio determinado. El fallo es que se sigue analizando el problema como si los países fueran determinantes, es decir, que no es el capital que se mueve sino los países. Lenin fue preciso en El imperialismo, fase superior del capitalismo, donde nos habla de un pensamiento, convertido en acción física global, de un sistema usado por las elites corporativas empresariales para el dominio y el ejercicio del poder. Ahora bien, la funcionalidad cotidiana de este sistema está regido por el caos, no es armonioso ni pretende serlo; la verdad verdadera es que para mantenerse en el poder las elites combaten a diario por eliminar las competencias, y para ello usan todas las artimañas y artilugios que le facilita la guerra como herramienta, y por supuesto a esa muertería, a esas hambrunas, a esas desnutriciones, a esos bosques destruidos, a esos mares, ríos, lagos, lagunas contaminados, nadie se atrevería a llamarlos corrupción, a menos que un dueño se vea afectado por la acción de otro dueño que le ladra en la cueva, y entonces apela al viejo truco de la corrupción para intentar sacar del juego al enemigo.
Debemos convencernos de que el capitalismo es un sistema que lo controlan y sostienen élites que toman decisiones sobre todas las cosas que existen en este planeta. Por ejemplo, el problema económico de Estados Unidos y el derrumbe de la moneda; cómo logró el capital financiero especulativo dominar y destruir todo el capital productivo en Estados Unidos, porque la guerra entre el capitalismo no es solo por la toma de territorio y recursos, es por quién y cómo se impone a través de las acciones que realizan las élites. El capital financiero especulativo, como un hecho vital, necesita destruir todo el capital productivo porque la inversión para producir dólares es altamente baja, y si tienen un gran ejército y un imaginario de que son poderosos en el mundo, obviamente obligan a los demás a entregarles en nombre de ese papel todo el recurso que tengan. Claro que no se lo están entregando porque los tipos sean dueños del dólar, sino porque tienen poder y maquinaria, medios de información y desinformación; todo el aparato propagandístico hoy tributa al capitalismo imperial y sobre todo al capital financiero especulativo, son muy pocos los dueños de medios que no están tributando dentro de ese maquinaria.
Si en la sociedad cotidiana todo el mundo práctica el robo contra los otros, a esto no se le puede llamar corrupción en los términos del pensamiento mágico-religioso mecánico, que se aplica a la química o la biología o a las ideologías religiosas, donde se parte del principio de un cuerpo sano que por factores ajenos a su dinámica se corrompe, pero insistimos: si en una cultura la regla es el robo, el saqueo, el crimen, la invasión, entonces la corrupción no es una causa: es la cultura en sí misma que tiene como práctica cotidiana lo que se condena en la ideología pero es su deber ser, sin lo cual es imposible la existencia de la cultura del poder que unas élites ejercen sobre la especie en su total mayoría.
Los religiosos, desde tiempos inmemoriales para justificar la esclavitud de la especie como un hecho natural, han impuesto la idea de la existencia del pecado original que corrompe el alma o espíritu puro e impoluto, insuflado por dios a la gente, presuponiendo que siempre todo ha estado bien, pero la maldita corrupción lo hecha todo a perder; el mundo feliz clase mediocre, que unos malditos egoístas y ambiciosos pudren con su corrupción a tres tablas, pero no retratan por ninguna parte que el ser es cultural y que está determinado por las circunstancias del modo de producción en el que nace, que las relaciones de la gente está determinada por la posición que ocupan con respecto al modo de producción donde los esclavos trabajamos para las élites poderosas. Y eso ha sido así en todos los tiempos, desde que la guerra es guerra.
El planteamiento del poder religioso, que habla de las cuatro alteridades a las que supuestamente nos debemos enfrentar, hablan de Dios como la alteridad mayor, pero cuando pensamos nos damos cuenta que todo eso es una invención, una ficción, porque parten de una premisa falsa, que es la existencia de dios, de ahí en adelante es errado todo lo que ocurra en ese análisis, no podemos analizar nada dando como premisa fundamental la existencia de una entidad superior que sólo habita en el imaginario ideológico del poder que por distintos medios, modos usos y costumbres se le transmite al esclavo quienes terminamos creyendo natural que el mundo es así y siempre lo ha sido, haciendo posible la existencia y continuidad del poder.
En todas las formas de explotación conocidas, las élites poderosas generan la sensación en los sometidos de que el presente está bien, que lo malo es el proceso de corrupción que debemos combatir permanentemente. y cuando hay mucho atrevimiento, debemos luchar por que el mundo mejore, que haya más libertad, más democracia, más progreso, más honestidad, más justicia, más y más y muuucho más capitalismo, no importa que se le llame neo, clásico, posmoderno, popular, liberal, simpático, sexi, siempre y cuando sea más capitalismo, pero eso sí: que sigamos estudiando y atacando la corrupción, causa de todos los males.
Por ejemplo, cuando analizamos el tema de la corrupción que está de moda ahorita nos encontramos con la misma premisa. El mundo es feliz y alguien un día intenta echarlo a perder. «Coño, hasta Chávez éramos felices y no lo sabíamos». Entonces nadie se pregunta: ¿Quiénes éramos felices?, ¿eran felices a quienes les robaron las prestaciones sociales?, ¿eran felices los que trabajaron con salarios de hambre?, ¿eran felices aquellos que se suicidaron por la cuotas balón?, ¿eran felices esas personas, o eran felices aquellos que en 1989 fueron conducidos al saqueo para luego ser masacrados y así justificar una guerra civil que daría al traste con el Estado-nación, y de esta manera los dueños extranjeros de la mina podrían obtener ganancias con muchas más ventajas de las que hasta el momento tenían?
Las personas creyentes coinciden en aceptar que el mundo está bien pero lo malo es la corrupción, especialmente la del gobierno. La ausencia de memoria y pensamiento de estas personas no les permite comprender que, durante la historia, los guerreros, los cruzados contra la corrupción, siempre terminan ocupando el poder y negociando con los mismos empresarios que nunca nadie elige pero que en todo gobierno son los que dirigen tras telones los hilos del poder.
A veces pensamos de acuerdo con las opiniones que se escuchan en torno a la corrupción y el gobierno, y sobre todo la de los que se llaman chavistas, que cuando votamos por Chávez la primera vez, lo hicimos al parecer porque estábamos cansados de ser felices. «Éramos felices y no lo sabíamos», y lo hicimos porque queríamos experimentar y saber lo que era un día malo, doloroso, complicado, con bloqueo, con «sanciones», tener esa experiencia exagerada, porque es con el cuerpo que se aprende, porque no nos bastaba que nos dijeran que el comunismo era malo, no nos importó los gulag, los balseros, los fugados en los trenes de aterrizaje de los aviones, los supuestos millones de torturados del comunismo en el mundo entero, pero nosotros fuimos testarudos, valientes, ambicionábamos apreciar en carne propia los sinsabores del socialismo y por eso fue que votamos por Chávez, quisimos realizar un deporte muy extremo para salir del marasmo de la felicidad.
Los hechos nos dicen que después de tantos crímenes, robos y saqueos, el único que gana es el capitalismo. Hasta ahora nada indica que será distinto.
— El Cayapo (@ElCayapo) December 6, 2022
Si reflexionáramos un poco, nos percataríamos por qué existe realmente el actual gobierno y por qué votamos por Chávez y después por Maduro, y sabremos que no fue precisamente porque éramos felices. Sabríamos que los planes de la burguesía extranjera estaban socavando las bases de Venezuela como nación, que el desprestigio de la política, la destrucción de la pequeña y mediana industria, que el Viernes Negro, que el abandono de los servicios públicos y sociales, que el robo descarado en todos los estamentos del Estado, que destruir PDVSA, las empresas de Guayana, formó y sigue formando parte de un plan que se ha venido fraguando desde 1970 por la burguesía extranjera, dueña y señora, que dicta y decide qué pasa con la economía, con la agricultura, con la educación, con la salud, con la vivienda en este país.
Sin embargo, pretendemos convertir esta decisión política de los empresarios extranjeros en un mero acto de corrupción, una cosa que en la realidad no existe, porque en el sistema primero ni somos felices, ni todo el mundo anda comiendo flores, ni todo es una belleza en el mundo, ni ahora ni nunca ha sido así; entonces están usando una ficción, un marco ideológico para destruir al gobierno, y con el gobierno destruir un país, porque el objetivo real es el hierro, el oro, el petróleo, el agua, es la gente para que consuma y trabaje en condiciones de esclavitud mayor a las que hoy trabaja.
Cuando condenamos a un corrupto estamos realmente condenando una ficción que esconde lo que verdaderamente somos: un producto de una cultura que se sustenta del robo y el crimen y que se escuda en la tuerca suelta, el tornillo aislado, que justifica la verdadera ética de la sociedad de delincuentes que somos y que no nos atrevemos a enfrentar crudamente para poder conversar en otra esfera, lo que nos permitiría comprender la realidad, sus problemas y producir las soluciones necesarias, pero preferimos que la cabeza no duela y evitamos pensar: ¿Por qué compran a estas personas?, ¿por qué son débiles?, ¿por qué las engañaron? No, no es por eso, es porque esas personas desde que nacieron, al igual que nosotros, viven en un sistema de ladrones y criminales. La familia, la escuela, los liceos, las universidades, están imbuidas de una vaina que llaman la competencia, el crecimiento personal, las aspiraciones, el desarrollo. Esas personas creen en la civilización, creen en el progreso, y lo más destacado es su extraordinario individualismo y egoísmo exaltado por todas los medios de compra-venta que existen en el planeta y que están aposentados en todos los países. Saben que trabajando por un sueldo no van a cubrir las aspiraciones del gran teléfono, del gran carro, de la chica bella que dice la televisión o las redes, la modelo o el modelo que nos venden, es decir, esas personas llegaron allí por eso, porque fueron preparados sus modos, usos y costumbres en este dato cultural que es el capitalismo, que es el humanismo. Prepara a las personas para ser ladrones.
Y, ¿por qué los prepara para ser ladrones? Porque el sistema es uno que lo controlan criminales, es decir, mientras nos venden la idea de la democracia, del progreso y del humanismo, están bombardeando y asesinando miles de niños todos los días, y están robándole el petróleo y el oro a alguien, y están poniendo de esclavos a niños en el planeta, es decir, cuando la burguesía habla de libertad está es robando, está encubriendo su acto de robo. No es que existe la corrupción, lo que existe es el crimen y el robo sistematizado en siglos de experiencia de los ladrones que han logrado sistematizar, y le crean un marco legal. ¿Qué está haciendo un estafador? Lo mismo que hace un banquero, una aseguradora, cualquiera que nos vende un producto y nos dice que tiene garantía, pero cuando leemos las letras pequeñitas no existe la garantía y lo que nos viene es otro robo, porque en la letra pequeña nos están diciendo: «Te voy a volver a robar porque tú no leíste estas letricas».
Porque si leyéramos estas letricas no compraríamos nunca. Si compramos una batería nos dan un año de garantía, pero cuando leemos las letras pequeñas para que se cumpla la garantía debe haber una revisión del carro que debemos pagar. ¿Y qué dirá la revisión del carro? Que tuvimos la culpa porque el carro no estaba preparado para esa batería que tenía determinada especificación y nos hacen perder dos, tres, cinco días de la vida para al final volver a comprar la batería, y así como con la batería es con el carro, el apartamento, la casa, la comida, todo tiene garantía, pero todo es una gran mentira porque está hecha por ladrones, controlada por ladrones, para joder a aquellos que son ladrones pero de poca monta, que somos nosotros, y todo esto sucede por un principio sencillo: la sociedad donde vivimos es una sociedad de ladrones, si no, busquemos a una persona que quiera vender barato, o a otra comprando caro, todo el mundo quiere comprar barato y vender caro; entonces, es una competencia entre ladrones, esa es la realidad cotidiana, no es el mundo feliz, no son los cuentos de Juan Sonso y Pedro Rimales.
Es brutal el crimen sostenido y consuetudinario que comete el capitalismo en cada territorio de este planeta, y cuando revisamos el por qué ocurrió, es porque querían el petróleo, el coltán, las tierras raras, querían, querían, quieren, siempre queriendo para ellos solos, porque ladrón que roba a ladrón tiene mil años de perdón y como los dueños son más ladrones que los esclavos, serán perdonados eternamente, mientras los llamados corruptos hierven en las pailas del infierno. Entonces, todo eso de «¡Allá va el corrupto!» está promovido por los grandes medios que a su vez los dueños de esos grandes medios son ladrones, ¿y por qué ellos gritan «¡Corrupto, corrupto!»? Porque el ladrón, para que no lo descubran, grita: «¡Allá va el ladrón!», mientras él está robando la gran tajada y acusa a todo el mundo de ladrón. Esa es la verdadera esencia del planteamiento de la corrupción. La corrupción no existe, no es posible porque ¿cómo se puede corromper lo que no existe? ¿Dónde está ese mundo feliz que se corrompe?
La verdad verdadera es que la burguesía se niega a aceptar que en Venezuela hay un gobierno distinto a los anteriores que desde hace 500 años han gobernado esta mina a su favor y están dispuestos en nombre de la corrupción, de la democracia, de la libertad, de la civilización, del progreso, del crecimiento, del desarrollo, a destruir al gobierno y con ello a la población y el territorio en nombre de sus intereses.
Vivir de manera distinta es una opción que pasa por reflexionar que no puede ser, que el de derecha coincida con el de izquierda en la misma lucha, que tengan la misma visión que tienen los dueños del mundo, eso no es normal. Debemos entender por qué desaparece del imaginario colectivo la existencia del capitalismo, cuando hablamos de corrupción.
Miles de personas con capacidad de lucha, con posibilidades de poder pensar, no lo hacen porque están concentradas en pelear contra la corrupción, en la creencia de que el mundo es de pinga, pero que a según hay unos malditos corruptos que hacen que la vaina no funcione