Xin chào | Bukele, la propia trampa

La paz no es solamente la ausencia de la guerra, mientras haya pobreza, racismo, discriminación y exclusión difícilmente podemos alcanzar un mundo de paz.

Rigoberta Menchú, premio nobel de la paz 1990

14/04/23.- El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), después de una larga lucha política —que se incrementó luego por la vía armada entre 1983 y 1986—, logró derrocar a la dictadura somocista el 19 de julio de 1979, pero once años después (en 1990), respetando las leyes de la democracia burguesa alentada por Estados Unidos, debieron ceder la presidencia del país a la millonaria Violeta de Chamorro.

En una entrevista en La Habana, el legendario comandante sandinista Tomás Borge (1930-2012), ante una pregunta sobre la derrota del sandinismo en 1990, respondió al periodista que se había perdido la humildad:

La pérdida de la humildad arrastra dos vicios, la ostentación y la soberbia. Estos pecados hacen mucho daño a una revolución. La ostentación trae el mal ejemplo, la desconfianza, el derroche (carros de lujo, las prendas, las ropas de marcas, el reloj de lujo, casas suntuosas…), todos esos son malos compañeros para la revolución. La soberbia vuelve ciegos y sordos a los dirigentes, a los gobernantes, a cualquier nivel. No atienden al pueblo, a las masas, de ellos se separan. Pero lo peor es que nubla la mente. Impide el entendimiento, cultiva la vanidad. Se creen sabios y, lo más grave, pronuncian discursos para engañar al pueblo. Hacen ver que ser rico es malo, pero todos los ven, a esos dirigentes, gozando del poder, burlándose de quienes creyeron en ellos.

El sandinismo había regresado a la senda victoriosa tras dieciséis años de maduración política, para retomar las riendas el 6 de noviembre de 2006, mientras El Salvador, de tan solo 21.014 km², parecía encontrar la calma luego de una guerra intestina de diez años, a pesar de que la derecha, bajo la presidencia de Alfredo Félix Cristiani, del partido ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), se mantenía en el Palacio Nacional.

El desenlace del conflicto salvadoreño no deja de ser similar a la situación que vivió la administración sandinista a finales de la década de los noventa del siglo XX, cuando perdió la brújula marxista, producto de la burocracia y la corrupción, según la visión del comandante Tomás Borge.

Trampolín a la medida

Aunque una avasallante campaña mediática nos vende al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, como paladín de un novedoso sistema que es capaz de acabar con la pobreza, mediante la construcción de supercárceles para encerrar a miles de procesados, que al parecer son los causantes de la miseria y no precisamente consecuencia de ella, como asienta la nobel de la paz Rigoberta Menchú: mientras haya pobreza, discriminación y exclusión, difícilmente habrá paz.

El clan Bukele, creado por Armando Bukele, el padre de Nayib, «se metió por los palos», como se dice en hipismo cuando un caballo sorprende por las barandas para tomar la punta. Así lo hicieron los Bukele, una de las familias de los clanes árabes que se hicieron millonarios al calor de la ultraderecha salvadoreña, para luego aprovechar el noviciado político del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), ya como partido político en su segunda etapa, que no supo manejar.

Los Bukele, que ya habían trabajado con partidos de derecha, sabían que para los exguerrilleros del FMLN el cambio a partido político no sería fácil, por lo cual buscaron la rendija para colarse en la novicia divisa política, y hacer de las suyas.

Desde 1994, el FMLN había logrado conquistar espacios legislativos y municipales, pero sin suficiente poder para completar los Acuerdos de Paz, mientras la derecha continuaba saqueando el país.

En el año 2009, después de varios fracasos, los exguerrilleros logran alcanzar su primer gobierno, después de los Acuerdos de Paz de 1992, con Mauricio Funes, una personalidad que no era miembro del frente, por lo cual el FMLN no logró el control total del gobierno, mientras que el partido de Funes («Amigos de Mauricio») se reservaba nada menos que los ministerios de Economía, Hacienda y la Compañía de Electricidad. Por su parte, el independiente de izquierda Cambio Democrático se quedaba con el Banco Nacional de Reserva y el Ministerio de Medio Ambiente.

El partido «efemilista» logró la dirección de los ministerios de Educación, Seguridad, Relaciones Exteriores, Salud Pública, Justicia y Gobernación, mientras que Funes rechazaba trabajar con la empresa ALBA Petróleos, que le había propuesto el presidente Chávez. Para completar la jugada, cuando Manuel Zelaya fue depuesto por la CIA, el presidente salvadoreño hacía mutis, pero el FMLN condenaba la acción golpista.

A estas alturas, el clan árabe tenía suficientes kilómetros recorridos como para enganchar lo que buscaban, al contactar a unos de los pesados del FMLN, José Luis Merino, quien en la montaña había sido el comandante «Ramiro Vásquez», el perfecto contacto para controlar la campaña de 2004, cuando Shafik Hándal fue el candidato de la izquierda, con el joven Nayib como jefe de imagen.

El sueño del padre de la criatura del cartel árabe se estaba convirtiendo en realidad cuando Nayib dio sus primeros pasos como alcalde de Nuevo Cuscatlán, mientras el acaudalado clan le ponía el guante al grupo ALBA, para encargarse de la importación y comercialización de combustible venezolano. Con dos préstamos de esa empresa, la familia en cuestión adquirió el canal de señal abierta TVX y la empresa de publicidad Obermet S. A., que enseguida firmó contrato con el Ministerio de Turismo por 30.000.000 de dólares, entre otros sustanciosos negocios millonarios, suficiente para que el clan árabe se convirtiera en el grupo de mayor poder de El Salvador, que luego pasó a controlar la alcaldía de San Salvador, desde donde el pequeño de los Bukele saltaría al Palacio Nacional, tras las elecciones del primero de junio de 2019.

En la meteórica carrera de Nayib, según un análisis del colectivo Tetzahuitl1, el joven político luchará por la reelección el próximo año para consolidar su poderío económico en el pequeño país ubicado frente al océano Pacífico.

Según el Presidente salvadoreño, todo lo que él hace como gobernante es obra de la mano de Dios, por eso no tiene que dar cuentas de sus actos y decisiones. De allí sus rituales como los mostrados durante el allanamiento del Parlamento en febrero del 2020, donde simuló un diálogo con Dios.

Han pasado apenas catorce años desde que nuestro personaje debutó como gobernante en el pequeño municipio de Nueva Cuscatlán, lo cual es poco tiempo frente a las contiendas contra el hambre, la miseria y la explotación, como la bomba social incubada en las pandillas que precisamente son producto del infierno que combatieran Augusto César Sandino, Francisco Morazán, Farabundo Martí, el poeta Roque Dalton, el santo Óscar Arnulfo Romero y los guerrilleros venezolanos Julio César Guzmán padre e hijo, que entregaron sus vidas por la causa centroamericana.

En esta cárcel maldita, donde reina la pobreza, no se castiga el delito. Se castiga la pobreza.

Roque Dalton

Ángel Miguel Bastidas G.

1Tetzáhuitl (colectivo de investigación y análisis). (2023). Nayib Bukele: de candidato de izquierda progresista y popular a Presidente derechista, prooligárquico y neoliberal. 2023, abril 4, de Diario Co Latino [sitio web]: https://www.diariocolatino.com/nayib-bukele-de-candidato-de-izquierda-progresista-y-popular-a-presidente-derechista-pro-oligarquico-y-neoliberal/