Xin chào | El lobo va por dentro


Cuando los hombres construyen sobre falsos cimientos, 

cuanto más construyan, mayor será la ruina. 

Thomas Hobbes (1651)

31/03/23.- Hace 199 años, al Libertador Simón Bolívar le tocó enfrentar a uno de sus peores enemigos durante la lucha independentista, que sin echar un tiro ponía en peligro el futuro de la Gran Colombia. Se trataba de la corrupción que carcomía las bases del gobierno, cuando desde Pativilca (Perú), en 1824, el líder caraqueño firmó la pena capital en un intento por frenar el desamor.

La corrupción era de tal magnitud que el Libertador escribió una conmovedora carta, en la cual expone su desesperación ante la ineficiencia y desfalco sobre la precaria hacienda pública de la Gran Colombia, para entonces en manos de los dueños de lo ajeno. «Las malas leyes y una administración deshonesta han quebrantado [tanto] la República», concluía Bolívar, «que deben emplearse hombres honestos, aunque sean enemigos».

Ya en el siglo XVII, el filósofo y político inglés Thomas Hobbes (1588-1679) había profundizado en la materia que atormentaba al Libertador. De ese tratado filosófico emergió el Leviatán, en el cual el estudioso, en su lucha por la paz de la humanidad, planteó la necesidad de un pacto social que justificara un Estado fuerte y totalitario, para esa época representado en Europa por las monarquías.

Consideraba Hobbes que el estado natural del hombre lo lleva a una lucha continua contra su prójimo, de allí su famosa frase: «El hombre es un lobo para el hombre (homo homini lupus)«.

A comienzo de este año 2023, a pocos días de celebrarse el advenimiento del Año del Gato, una noticia sacudía la República Socialista de Vietnam, debido a la renuncia del presidente de esa nación, Nguyễn Xuân Phúc, por el vínculo de varios de sus hombres de confianza con un fraude contra la nación, la misma que durante treinta años enfrentó a tres imperios, en una guerra de resistencia que dejó más de dos millones de fallecidos y otros millones de afectados por el agente naranja (dioxina), en un pequeño territorio totalmente destrozado por catorce millones de toneladas de bombas.

¿Cómo entender que unos funcionarios —que en su mayoría combatieron durante años por un ideal de paz y prosperidad— se vean tanto tiempo después implicados en un escándalo de tal magnitud? Tal vez la respuesta esté en el voluminoso Leviatán de Hobbes.

El héroe Arnaldo Ochoa

El 26 de agosto de 1958, Arnaldo Tomás Ochoa Sánchez, oriundo de Holguín, ingresó a la segunda columna, bajo el mando de Camilo Cienfuegos, junto a sus hermanos Albio, Antonio y su tío Víctor, en la zona central de Cuba. Luego del triunfo de la Revolución cursó estudios en Checoslovaquia y la Unión Soviética y, en 1961, ocupó posiciones de mando frente a la invasión de los mercenarios de la CIA en playa Girón. En 1966, combatió en las montañas de Falcón, en apoyo a la guerrilla venezolana, y comandó las misiones cubanas en defensa de Etiopía ante la agresión somalí. También ocupó posiciones de mando en Angola.

Con esa impecable hoja de servicio a favor de la Revolución cubana, Arnaldo Ochoa ascendió a general de División, lo condecoraron como Héroe de Cuba y fue miembro del Comité Central del Partido Comunista, pero el 16 de junio de 1989 la isla caribeña fue sacudida por la fatal noticia de la detención de Ochoa y otras trece personas, entre ellas un coronel, un capitán y un mayor. Todos eran acusados de narcotráfico, vinculados al cartel de Medellín, que pertenecía por esos años a Pablo Escobar Gaviria.

Todos los acusados reconocieron que con su actuación habían traicionado al pueblo y a la Revolución, y el día 13 de julio, muy temprano, el general Ochoa, el coronel Antonio de la Guardia, el capitán Jorge Martínez Valdés y el mayor Amado Padrón Trujillo fueron llevados al paredón.

El general Arnaldo Ochoa había reconocido ante el tribunal especial que él no era el mismo, que no se explicaba lo que le había pasado: «Creo que traicioné a la patria y, se los digo con toda honradez, la traición se paga con la vida», confesó ante la cámara del cineasta Orlando Jiménez Leal, quien grabó para la historia un documental que hoy se puede ver por varias plataformas.

Tal vez encontremos explicación de este otro caso en el Leviatán, la obra de Thomas Hobbes que seguramente estudió en profundidad el primer director de la CIA, Allen Welsh Dulles, antes de escribir El arte de la inteligencia, donde asegura que cualquier pueblo puede ser manipulado hasta convertirlo en traidores de su patria. Así también lo patentiza Gene Sharp con su «golpe suave», cual guion de las llamadas «revoluciones de colores», que depusieron gobiernos, incluyendo la destrucción de Yugoslavia (1991-1992) o los sucesos de la plaza Maidán, de Kiev, Ucrania (2004), cuando comenzó la tragedia que hoy tiene en vilo a la población mundial, por la amenaza de lo que podría ser la tercera, y última, batalla terrícola de pocos minutos.

El cruel binomio

Venezuela ha sido el laboratorio por excelencia de los tanques de pensamiento, como Allen W. Dulles o Gene Sharp, puntas de lanza cuya irrupción intentó frenar un proceso político de inspiración bolivariana, precisamente cuando Francis Fukuyama anunciaba, con bombos y platillos, ante el mundo El fin de la historia y el último hombre, que a su vez refrendaba el dominio absoluto y definitivo del capitalismo sobre el planeta Tierra.

Pero como el comandante Chávez no se dejó masajear por los gringos y sus lacayos, la Casa Blanca activó el plan B, en el año 2002, con dos golpes: el militar y el petrolero. Para sorpresa de George W. Bush y su banda, ambas acciones fueron enfrentadas con valentía y decisión por el pueblo venezolano.

Luego vino de todo, siempre por la ruta violenta: guarimbas y ataques, esencialmente contra la industria petrolera y el sistema eléctrico, sin descartar el trabajo de zapa que penetró los muros del Palacio de Miraflores, en busca de operadores para eliminar al comandante Chávez, como efectivamente sucedió, pero nuevamente el pueblo resistió con hidalguía el artero push, al cumplir la orden de su comandante de poner en primera fila a Nicolás Maduro.

Sin embargo, las teorías Dulles y Sharp estaban sobre la mesa: el decreto de Obama, los ataques con drones en la avenida Bolívar para asesinar al presidente Nicolás Maduro en 2018, la profundización de las medidas coercitivas, la invasión extranjera desde Colombia, la batalla de los puentes en la frontera con Colombia, el nuevo intento de golpe en La Carlota y, por supuesto, no descansar en la captación de funcionarios de diferentes niveles, incluyendo al sector militar, para seguir golpeando económicamente al pueblo y desmoralizar a la población.

Las 19 personas ataviadas con bragas anaranjadas, entrando a la audiencia de presentación en la sede del Sebin, acusadas de corrupción, entre ellos Joselit Ramírez, superintendente nacional de Criptoactivos, el exministro de Educación Universitaria y exdiputado a la Asamblea Nacional, Hugbel Roa, y Antonio José Pérez Suárez, vicepresidente de Comercio y Suministro de PDVSA y jefe de la estructura de corrupción, si bien muestra el rostro de una Venezuela golpeada, también retrata la disposición del gobierno de enfrentar con mano dura al monstruo de la corrupción que revolotea por todo el continente, de la mano de quienes sueñan con ver a la Abya Yala de rodillas ante el imperio del norte.

Un pueblo de elevado espíritu cívico, y de conducta moral intachable, es el único juez inexorable capaz de sepultar en el oprobio al funcionario deshonesto.

Luis Beltrán Prieto Figueroa

Ángel Miguel Bastidas G.