Xin chào | La hora de Lola

La victoria del pueblo vietnamita en las dos guerras consecutivas contra el colonialismo y el imperialismo es un patrimonio cultural de la humanidad del siglo XX.

Abdelaziz Bouteflika

Presidente de Argelia, 1999-2019

28/04/23.- Como dicen los cubanos, a cada quien le llega «la hora de Lola», aunque la caída del ejército más poderoso del mundo no fue a la tres de la tarde, como lo de Lola, sino a las 11:30 a. m., en Saigón, cuando se registró la estampida más dramática que hayan protagonizado los militares estadounidenses… por ahora.

Nos referimos al revolcón inédito sufrido por brillantes militares gringos, que fueron comandados en Vietnam por el general William Westmoreland, tras más de veinte años de agresión en la búsqueda de ponerle las garras a la estratégica península indochina, al sureste asiático.

Temblor es poca cosa para definir la sacudida de la Casa Blanca, habitada para entonces por Gerald Ford, el sexto presidente gringo frustrado por no lograr el objetivo en el lejano país de tan solo 331.690 km², que espantó a tres imperios entre 1858 y 1975.

Aquel pequeño pueblo, vencedor de gigantes, bautizó como «Victoria de Primavera» a lo sucedido aquel 30 de abril de 1975, cuando las pantallas televisivas mostraron cómo el tanque soviético M41, identificado con el número 390, bajo el mando del capitán Lê Văn Phượng, derribaba el portón del Palacio de la Independencia, para entonces sede del gobierno fantoche de Dương Văn Minh, quien apenas tenía dos días en el poder, porque el anterior mandatario, Trần Văn Hương, había «puesto pies en polvorosa» tras la escapada hacia la isla de Guam, base militar yanqui ubicada en el Pacífico.

Terquedad yanqui

Los invasores yanquis se empeñaron en no descifrar los mensajes que día a día les enviaban los bravíos combatientes de Hồ Chí Minh y Võ Nguyên Giáp. Por la misma desmoralización, las tropas invasoras nunca entendieron el papel que jugaban en aquel lejano país asiático, colmado de hombres y mujeres de paz, dedicados mayoritariamente a labores del campo.

Suficientes señales les habían mostrado los combatientes del Việt Minh en el campo de batalla, donde los gringos habían fracasado inicialmente durante el grosero apoyo a los invasores franceses, quienes el 7 de mayo de 1954, sin embargo, fueron derrotados por el ejército de Giáp en la explanada Điện Biên, al noreste de Vietnam.

Igualmente, se taparon ojos y oídos ante la humillante derrota sufrida por las tropas francesas, y años más tarde, en el fracaso de la estrategia «Guerra local», ejecutada por la gestión de Lyndon B. Johnson, frente a la Ofensiva del Tet (1968), que provocó grandes manifestaciones contra la agresión a Vietnam en Estados Unidos y la Francia del Mayo francés.

Fue tal el desánimo de Johnson que prefirió no intentar la reelección presidencial y dejarle el paquete de la guerra a Richard Nixon, quien no tardó en insistir en la línea de la terquedad, al lanzar la Operación Linebacker II (1972) «para regresar a Hà Nội y Hải Phòng a la Edad de Piedra», mediante un masivo ataque aéreo de miles de aviones, entre ellos los superbombarderos B-52, en la búsqueda de una victoria rápida en Vietnam, que se les revirtió en una derrota rápida frente a la modesta artillería antiaérea vietnamita, que en doce días y doce noches derribó 81 naves de la aviación gringa, incluyendo 32 B-52, que por su tamaño eran llamados «nubes negras». Nunca la mayor potencia aérea del planeta había perdido tantos aviones en una confrontación bajo el cielo.

Esa nueva derrota en el escenario indochino regresó a la diplomacia estadounidense a la mesa de negociaciones de París, donde debieron firmar el retiro de las tropas que tenían en el sur de Vietnam, el 23 de enero de 1973. Sin embargo, patearon la mesa y, aunque retiraron los dos mil soldados que aún tenían en suelo vietnamita, desconocieron el resto de los compromisos; como ir a elecciones con la finalidad de crear un gobierno de reunificación nacional. Por el contrario, reforzaron al gobierno títere de Nguyễn Văn Thiệu con un millón de toneladas de bombas y obuses, 1100 tanques y blindados de guerra, 800 cañones, 700 aviones y 200 unidades navales y fluviales.

La «Victoria de Primavera» demostró hace 48 años que no hay imperio imbatible y, por supuesto, presagió que la caída del gigante norteamericano no estaba lejos, como lo está mostrando la lenta implosión, pero sostenida, en Estados Unidos, cual presagio de una evidente crisis profunda, vista, entre otras cosas, por la caída del dólar en todo el planeta, mientras que potencias alternativas emergen como la espuma, en el caso de la República Popular de China, la Federación de Rusia, Japón e Irán, entre otras naciones.

La imagen de la llegada del presidente chino Xi Jinping a Riad, la capital saudí, para una visita de tres días, constituyó una nueva sacudida en la Casa Blanca, similar al impacto de la primavera vietnamita, en primera instancia, por la escapada de millones de dólares que ya no llegarán a los predios de Estados Unidos y, por el contrario, se verá fortalecida la economía china, que es decir bastante, porque en Riad se firmaron 46 acuerdos de libre comercio, intercambio de inversiones y de tecnología, incluyendo las telecomunicaciones y la venta de armamentos.

Nadie permitió a la minoría occidental hablar en nombre de toda la humanidad.

Serguéi Lavrov

Sede de la ONU

24 de abril de 2023

28/04/23.- Como dicen los cubanos, a cada quien le llega «la hora de Lola», aunque la caída del ejército más poderoso del mundo no fue a la tres de la tarde, como lo de Lola, sino a las 11:30 a. m., en Saigón, cuando se registró la estampida más dramática que hayan protagonizado los militares estadounidenses… por ahora.

Nos referimos al revolcón inédito sufrido por brillantes militares gringos, que fueron comandados en Vietnam por el general William Westmoreland, tras más de veinte años de agresión en la búsqueda de ponerle las garras a la estratégica península indochina, al sureste asiático.

Temblor es poca cosa para definir la sacudida de la Casa Blanca, habitada para entonces por Gerald Ford, el sexto presidente gringo frustrado por no lograr el objetivo en el lejano país de tan solo 331.690 km², que espantó a tres imperios entre 1858 y 1975.

Aquel pequeño pueblo, vencedor de gigantes, bautizó como «Victoria de Primavera» a lo sucedido aquel 30 de abril de 1975, cuando las pantallas televisivas mostraron cómo el tanque soviético M41, identificado con el número 390, bajo el mando del capitán Lê Văn Phượng, derribaba el portón del Palacio de la Independencia, para entonces sede del gobierno fantoche de Dương Văn Minh, quien apenas tenía dos días en el poder, porque el anterior mandatario, Trần Văn Hương, había «puesto pies en polvorosa» tras la escapada hacia la isla de Guam, base militar yanqui ubicada en el Pacífico.

Terquedad yanqui

Los invasores yanquis se empeñaron en no descifrar los mensajes que día a día les enviaban los bravíos combatientes de Hồ Chí Minh y Võ Nguyên Giáp. Por la misma desmoralización, las tropas invasoras nunca entendieron el papel que jugaban en aquel lejano país asiático, colmado de hombres y mujeres de paz, dedicados mayoritariamente a labores del campo.

Suficientes señales les habían mostrado los combatientes del Việt Minh en el campo de batalla, donde los gringos habían fracasado inicialmente durante el grosero apoyo a los invasores franceses, quienes el 7 de mayo de 1954, sin embargo, fueron derrotados por el ejército de Giáp en la explanada Điện Biên, al noreste de Vietnam.

Igualmente, se taparon ojos y oídos ante la humillante derrota sufrida por las tropas francesas, y años más tarde, en el fracaso de la estrategia «Guerra local», ejecutada por la gestión de Lyndon B. Johnson, frente a la Ofensiva del Tet (1968), que provocó grandes manifestaciones contra la agresión a Vietnam en Estados Unidos y la Francia del Mayo francés.

Fue tal el desánimo de Johnson que prefirió no intentar la reelección presidencial y dejarle el paquete de la guerra a Richard Nixon, quien no tardó en insistir en la línea de la terquedad, al lanzar la Operación Linebacker II (1972) «para regresar a Hà Nội y Hải Phòng a la Edad de Piedra», mediante un masivo ataque aéreo de miles de aviones, entre ellos los superbombarderos B-52, en la búsqueda de una victoria rápida en Vietnam, que se les revirtió en una derrota rápida frente a la modesta artillería antiaérea vietnamita, que en doce días y doce noches derribó 81 naves de la aviación gringa, incluyendo 32 B-52, que por su tamaño eran llamados «nubes negras». Nunca la mayor potencia aérea del planeta había perdido tantos aviones en una confrontación bajo el cielo.

Esa nueva derrota en el escenario indochino regresó a la diplomacia estadounidense a la mesa de negociaciones de París, donde debieron firmar el retiro de las tropas que tenían en el sur de Vietnam, el 23 de enero de 1973. Sin embargo, patearon la mesa y, aunque retiraron los dos mil soldados que aún tenían en suelo vietnamita, desconocieron el resto de los compromisos; como ir a elecciones con la finalidad de crear un gobierno de reunificación nacional. Por el contrario, reforzaron al gobierno títere de Nguyễn Văn Thiệu con un millón de toneladas de bombas y obuses, 1100 tanques y blindados de guerra, 800 cañones, 700 aviones y 200 unidades navales y fluviales.

La «Victoria de Primavera» demostró hace 48 años que no hay imperio imbatible y, por supuesto, presagió que la caída del gigante norteamericano no estaba lejos, como lo está mostrando la lenta implosión, pero sostenida, en Estados Unidos, cual presagio de una evidente crisis profunda, vista, entre otras cosas, por la caída del dólar en todo el planeta, mientras que potencias alternativas emergen como la espuma, en el caso de la República Popular de China, la Federación de Rusia, Japón e Irán, entre otras naciones.

La imagen de la llegada del presidente chino Xi Jinping a Riad, la capital saudí, para una visita de tres días, constituyó una nueva sacudida en la Casa Blanca, similar al impacto de la primavera vietnamita, en primera instancia, por la escapada de millones de dólares que ya no llegarán a los predios de Estados Unidos y, por el contrario, se verá fortalecida la economía china, que es decir bastante, porque en Riad se firmaron 46 acuerdos de libre comercio, intercambio de inversiones y de tecnología, incluyendo las telecomunicaciones y la venta de armamentos.

Nadie permitió a la minoría occidental hablar en nombre de toda la humanidad.

Serguéi Lavrov

Sede de la ONU

24 de abril de 2023

Ángel Miguel Bastidas G.