Por Rafael Ramírez-28 mayo, 2023
La escasez de la gasolina y otros combustibles, como el Gas Licuado de Petróleo (GLP), se ha convertido en un problema crónico en nuestro país, siendo una evidencia clara del fracaso del gobierno en la gestión de nuestra industria petrolera.
La situación que se vive actualmente, con respecto a la falta de combustible -que resulta crítica en la mayoría de los estados del interior del país-, nunca había sucedido. Solamente, durante el sabotaje petrolero, cuando la “Gente del Petróleo” atentó contra nuestras refinerías y bloqueó nuestras costas, confrontamos una situación similar, la cual tuvimos la capacidad de resolver en sólo tres meses, derrotando el sabotaje y dando pie al nacimiento de la Nueva PDVSA.
Con nuestros trabajadores, técnicos y gerentes (hoy presos políticos) y nuestro gobierno revolucionario, pudimos hacer frente a una situación excepcionalmente adversa, restableciendo las capacidades de nuestra industria petrolera y así garantizar el suministro de combustible a todo el país.
Durante los 10 años de nuestra gestión al frente de PDVSA y los 12 años dirigiendo el Ministerio de Petróleo, a pesar de las sanciones norteamericanas impuestas contra nuestra empresa en 2010, y los permanentes ataques políticos y económicos contra nuestra empresa y el país, nunca hubo escasez de combustible.
Al contrario de nuestra gestión al lado del Presidente Chávez, hoy día la escasez de combustible es permanente, lo cual impide la movilidad en las ciudades y hacia el interior del país, paralizando la actividad económica industrial y agrícola, la cual requiere de combustibles, tanto diesel, como gasolina.
A pesar de que el gobierno colocó el precio de la gasolina a valores internacionales y en divisas, mientras maquilla la falta de combustible (priorizando el abastecimiento de Caracas sobre el resto del país), la realidad es inocultable y sus efectos son devastadores sobre la calidad de vida de nuestra población, que se ha visto constreñida a migrar a la capital o en quedarse aislada, sin posibilidad alguna de realizar actividades económicas, a la vez que, deben asumir como parte de su tragedia cotidiana, pasar horas y horas en las colas de las estaciones de combustibles, para garantizarse, al menos, algunos litros del preciado líquido.
Nuestro país está fragmentado, desconectado. Viajar hacia y en el interior de Venezuela, requiere toda una logística preparatoria y de acopio de combustible. Además, hay que agregarle los incontables y exagerados controles y alcabalas, los riesgos en las carreteras, la inseguridad, la soledad del trayecto y una gran red nacional de peajes que hay que pagarlos en dólares americanos (si no tienes el pago exacto, no te dan vuelto).
No existe razón alguna, ni técnica, ni económica, para que PDVSA deje de satisfacer las necesidades del mercado interno de combustibles del país. Lo que existe, claramente, es una postura política con relación al petróleo y a PDVSA, una posición abiertamente antinacional y antipopular. Esta PDVSA, no es del pueblo; es de maduro y su cúpula de poder.
A pesar de las gastadas excusas y campañas de propaganda del madurismo, la realidad es que, luego de 9 años de control absoluto de PDVSA y haber desarrollado una feroz persecución política en contra de sus trabajadores, nuestra principal industria colapsó operacionalmente y ha sido desmantelada.
Nuestra producción de petróleo ha caído en un 77% desde el 2013, cuando producíamos 3 millones de barriles al día. Hoy, de acuerdo al último Reporte OPEP, la producción de Venezuela se encuentra en apenas 700 mil barriles diarios. Es decir que, entre 2015 y 2023, hemos perdido 2 millones 300 mil barriles al día de producción petrolera; incluso, entre 2020 y 2021, la pérdida fue de 2 millones 500 mil barriles diarios. Un desastre.
Nuestro sistema de refinación nacional, con una capacidad instalada de 1 millón 200 mil barriles día de refinación de combustible, hoy día, opera apenas a un 10% de sus capacidades, es decir, que procesa sólo 150 mil barriles día de combustible, el cual, no sólo es insuficiente, sino que, además, es de mala calidad y bajo octanaje.
La producción actual de combustible, significa una caída de 86,36% con respecto a 2014, cuando nuestras refinerías operaban a su máxima capacidad, y producíamos 1 millón 100 mil barriles día de combustible (gasolina, naftas, jet, destilados, fueloil, diesel), lubricantes y asfalto; suficiente para satisfacer nuestro consumo interno e, incluso, exportar.
En la actualidad, las principales unidades de procesamiento y producción de combustibles de las refinerías están paralizadas o fueron canibalizadas. Por otra parte, no hay suficiente producción de petróleo para alimentarlas y se ventean al ambiente millones de piés cúbicos de gas, mientras nuestras plantas criogénicas de producción de GLP, están a mínima capacidad.
Al colapso operacional, habría que sumar la militarización de la empresa, desde 2017, y los escándalos de comprobada corrupción (no precisamente por el Fiscal General), sin precedentes en el país, cuando entre 2020 y 2022, se llervaron 21 mil millones de dólares en cargamentos de petróleo, que, bajo la gestión de Tareck El Aissami y Asdrúbal Chávez, fueron entregados ilegalmente y al margen de todos los procedimientos, a los operadores políticos y económicos del madurismo.
Dicha catástrofe, en cualquier país del mundo, encendería las alarmas, y se tomarían acciones de emergencia para corregirla. En Venezuela, esta situación ha debido dar pie a una profunda reflexión y discusión nacional, pues de ello depende nuestra economía.
Pero nada de ésto ha sido posible, en un país donde no se puede hablar y donde se hace lo que maduro diga; la destrucción y privatización de nuestra otrora poderosa PDVSA, la PDVSA del pueblo, ha sucumbido a la irracionalidad y los intereses grupales en el poder, ante la total indiferencia del país.
No sólo continúan presos desde 2017 más de 100 trabajadores de PDVSA, sin ningún tipo de derechos, como si ellos no existieran, sino que, el gobierno sigue privatizando PDVSA y entregando nuestro petróleo y gas, al mejor postor; y, por supuesto, a las trasnacionales, como es el caso de Chevron. El gobierno viola de manera sistemática, nuestra Constitución y la Ley Orgánica de Hidrocarburos, que regula la principal actividad económica de Venezuela, mientras ésta se encuentra en el abismo del caos económico y social.
En las élites que dirigen el país, no existe un pensamiento nacional; y, mucho menos, revolucionario con respecto al petróleo. La Política de Plena Soberanía Petrolera, sin duda, uno de los mayores aciertos del gobierno del Presidente Chávez, fue derogada de facto por el madurismo, entre los aplausos de la derecha, y la indiferencia y mezquindad de sectores de la izquierda, que, refugiados en Ministerios y Universidades, nunca estuvieron de acuerdo con el principio chavista de poner el petróleo al servicio del pueblo y la transformación del país.
Hoy día, como nunca antes, se ha impuesto en la sociedad, una actitud cipaya, una subordinación al interés transnacional, con relación al petróleo, lo que deja a Venezuela indefensa ante el gran capital.
El pensamiento nacional o revolucionario con respecto al petróleo, desde Rómulo Betancourt, Juan Pablo Pérez Alfonso, Salvador de la Plaza, Federico Maza Zabala, Asdrúbal Baptista, Bernard Mommer, Gastón Parra Luzardo, hasta el Presidente Chávez, entre otros, ha sido barrido por la vorágine entreguista del madurismo. El gobierno ha abandonado cualquier perspectiva nacional o soberana, en su tratamiento al tema petrolero. Su postura, significa un retroceso a los tiempos de Juan Vicente Gómez, cuando el Dictador, entregó el petróleo de los venezolanos, a sus operadores y a las transnacionales, para crear su propia burguesía nacional y abrir las puertas al imperialismo norteamericano, que lo sostendría en el poder.
Pero, el gobierno y su política petrolera, también ha arremetido contra la experiencia exitosa que tuvimos durante el gobierno del Presidente Chávez, cuando PDVSA, la PDVSA del pueblo, se convirtió en un instrumento de transformación del país y de la sociedad, colocando el petróleo, la renta petrolera, al servicio de todo el país, y convertimos nuestra empresa nacional, en un bastión de soberanía, soporte fundamental de nuestra economía, a la vez que, mantuvimos todas sus capacidades operativas y de producción al máximo.
Resulta importante estudiar y discutir estos temas, para poder entender a cabalidad las causas, el origen de la absurda situación que se vive en el país, que sufre nuestro pueblo cotidianamente. Cuando usted esté en una cola, horas y horas, hasta días, esperando para surtir gasolina, o buscando combustible para visitar a sus familiares en el interior del país, o poder sacar su producción de tomates o papas; cuando busque sin éxito la bombona de gas o cuando el dinero no le alcance para llenar el tanque de gasolina, recuerde que nada de ello es normal, que no hay que resignarse, que no lo merecemos, que ésto nunca fue así, que tenemos que luchar para recuperar el país, el vivir bien, para volver a Chávez.