Xin chào | Nixon, martes 13

Catorce años después del abucheo contra Nixon (1958) por el pueblo caraqueño, los vietnamitas derrotaron a la aviación yanqui bajo el cielo de Hanói, obligando al mismísimo Nixon a firmar la salida de las tropas yanquis del territorio indochino.

Nuestro título de hoy nos traslada a otro similar, pero de contenido político totalmente encontrado. Nos referimos a Hanoi, martes 13 (1967), identificación de un documental del cineasta cubano Santiago Álvarez (1919-1998), un trabajo cinematográfico cargado de poesía y narrativa, con pensamientos martianos. Otra cosa es la historia del martes 13 de 1958, premonitorio de la desastrosa trayectoria política que le esperaba a quien en ese momento se desempeñaba como vicepresidente de Dwight D. Eisenhower.

La pieza de Álvarez se refiere a la resistencia vietnamita en lo que fuera el inicio de los bombardeos yanquis sobre Hanói, la capital de Vietnam, y ciudades cercanas como Hai Phong, precisamente donde quedó sellado el fracaso definitivo de Richard Nixon y su secretario de Estado Henry Kissinger, en un intento por arrodillar al pueblo vietnamita con la operación Linebacker II, un masivo bombardeo de doce días y doce noches, en 1972, con cientos de los más modernos aviones del mundo, entre ellos los gigantescos B-52, de 230 toneladas.

Nixon en la avenida Sucre

La llegada de Nixon al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar la mañana del martes 13 de 1958 no fue precisamente la más apropiada cuando hacía apenas 16 semanas que al pueblo caraqueño lo embargaba una euforia desenfrenada tras haber depuesto al general Marcos Pérez Jiménez, cuyo gobierno había contado con el apoyo de la Casa Blanca, al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos, como Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Perú y Bolivia, donde también la presencia de Nixon originó gigantescas protestas populares.

La atropellada carrera política de Nixon pareciera haberse iniciado entre el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de La Guaira y el Panteón Nacional de Caracas, cuando el Cadillac negro, con escolta incluida, fue «correteado» por una multitud que repudió la presencia del controversial representante de la Casa Blanca.

Ese martes 13, catalogado por muchas culturas como fecha de mala vibra, conmovió a la tierra del Tío Sam, particularmente a su presidente Dwight D. Eisenhower, ante los reportes que llegaban de Caracas, contentivos de informaciones sobre el ruidoso repudio ocasionado por la visita del importante político gringo, cuyo lujoso vehículo fue destrozado por piedras de variados calibres —en la avenida Sucre— y además fracturaron el protocolo oficial que debía cumplir en el Panteón Nacional el ilustre personaje, donde otra manifestación de liceístas destrozó las coronas que la delegación gringa debía ofrendar ante el sarcófago del Libertador.

Los acontecimientos de Caracas mostraban la euforia política que recorría a la Abya Yala por la victoria del 23 de enero, los triunfos vietnamitas frente al colonialismo francés y luego el logro de la Revolución cubana, precisamente días antes de la llegada del vicepresidente gringo a la capital venezolana.

En general, la euforia antiimperialista recorría el mundo, sobre todo desde 1954, cuando se produjo la caída de los franceses en la batalla de Điện Biên Phủ, y luego las continuas derrotas de las tropas yanquis en el sur de Vietnam.

La crisis de ese martes 13 «de mala vibra» para el vicepresidente estadounidense mantuvo en vilo a la prensa internacional por el anuncio del presidente Eisenhower de movilizar el portaviones USS Tarawa y a un millar de marines, estacionados en Puerto Rico, hacia aguas cercanas a las costas venezolanas, si el gobierno de la Junta de Gobierno, que presidía Wolfgang Larrazábal, no bajaba la temperatura política que sacudía a la apacible capital caraqueña.

De regreso a su país, el vicepresidente Nixon trató de taparear el escandaloso recibimiento que tuvo en Caracas, ordenando al comisionado del béisbol mayor de Estados Unidos, Ford Frick, improvisar para Venezuela un programa de clínicas de pelota, con la presencia de varias destacadas figuras del béisbol estadounidense. De esa manera, la Casa Blanca pretendió borrar del pueblo venezolano el recuerdo del masivo apoyo de Estados Unidos al gobierno de Marcos Pérez Jiménez y de otros gobiernos militares de la región.

Nixon arrastró ese maleficio hasta el final de su carrera política, cuando el 9 de agosto de 1974 se vio obligado a dejar la presidencia tras verse envuelto en el escándalo de Watergate. Ya en 1973 había sido señalado como el estratega del golpe de Estado que derrocó y asesinó al presidente de Chile Salvador Allende.

Además, Nixon quedó marcado por la gran derrota entre el 18 y 29 de diciembre de 1972, cuando la aviación del imperio sufrió la peor de sus derrotas bajo el cielo hanoyense, donde fueron derribados 81 aviones estadounidenses, evento militar catalogado como el peor golpe sufrido por la mayor potencia aérea del planeta. Esa fatal batalla aérea obligó a Kissinger a retomar las conversaciones en la mesa de diálogos de París, donde Estados Unidos hubo de aceptar la retirada militar de toda Indochina, disposición que aceptó a medias, porque siguió apoyando militarmente al gobierno reaccionario del sur hasta 1975, cuando las tropas del Frente de Liberación de Vietnam del Sur irrumpieron en el Palacio de la Independencia de Saigón para desalojar al gobierno fantoche de Dương Văn Minh y decretar, días después, la reunificación del norte y el sur, camino hacia la creación de la República Socialista de Vietnam.

La otra cara de la moneda

«Si pudiera con alguna frase expresar la emoción que he experimentado en el día de hoy, lo diría todo afirmando que he sentido una emoción mayor al entrar en Caracas que la que experimenté al entrar en La Habana», dijo el líder cubano.

Fueron las palabras iniciales de un emocionado Fidel Castro, mostrando un discurso imposible de imaginar en la boca de Nixon. El comandante cubano estuvo con orgullo en la plaza O’Leary de Caracas (1959) tras ser recibido por un mar de pueblo que veía en la lucha de los barbudos la esperanza de libertad para los pueblos de la Abya Yala.

A 64 años de esa fecha histórica, el pueblo venezolano recuerda este hecho que significó la unión de ambos pueblos, hermandad que se consolidó con el abrazo de los comandantes Hugo Chávez y Fidel Castro, ejemplos de lucha y constancia en la defensa de la causa de los pueblos. Así reseñó, la oficina de prensa de la Vicepresidencia de Venezuela, la visita de Castro a Caracas.

Ángel Miguel Bastidas G.