No es mentira que el actual sistema capitalista y consumista nos ha brindado una serie de comodidades y bienestar a través del desarrollo de la ciencia y la tecnología.
Actualmente, gracias a la ciencia mueren menos mujeres al momento de dar a luz. También, gracias a la ciencia podemos alargar nuestros años de vida y, sin duda podemos disfrutar de la televisión digital, el tren subterráneo, el internet, la telefonía móvil y un largo etcétera pero, tampoco es mentira que la calidad de la condición humana y sus relaciones ha desmejorado muchísimo a raíz del advenimiento de este nuevo orden de cosas impuesto por el poder que nos brinda el dinero.
Según datos de la UNICEF el número de suicidios en países como Japón, Suecia y otros países llamados “desarrollados” o “del primer mundo” es altísimo. Los niveles de alcoholismo, drogadicción, violencia intra familiar y enajenación mental son, prácticamente, asuntos de salud pública en países o lugares en donde se supone la ciencia y la tecnología debían brindar comodidad, comunicación y confort pero, lamentablemente las estadísticas nos muestran otra realidad. Insólito saber que en Suecia y en otros países escandinavos existen los famosos 0800-SUICIDIO y, es insólito saber que en “civilizados” países de nuestro orbe existen compañías que se encargan de nuestros viejitos (desde el geriátrico hasta la incineración) porque nosotros (la generación más joven) no tenemos el tiempo suficiente para “aquellos” menesteres.
Las grandes ciudades, con sus amplias avenidas y sus brillantes y poderosos rascacielos, son grandes templos en homenaje a la soledad y a la exclusión. Que los enormes y cada vez más sofisticados centros comerciales, con ningún tipo de vista hacia el exterior, son mundos virtuales e ilusorios en donde las luces, la música, el olor de los perfumes y los amplios ventanales de las vitrinas nos invitan a comprar compulsivamente.
Que no es mentira que en los últimos 30 años, se han incrementado una serie de disfunciones a nivel sexual como; frigidez, impotencia, eyaculación precoz, vaginismo, inapetencia sexual, etc. y en su condición más abyecta, es insólito saber que muchísimas personas prefieren tener a un amante virtual (a través de la computadora e internet) que a un amante real.
Es paradójico y asombroso saber que muchísimas personas han comprado discos compactos con música que incluyen trinos de pajaritos y sonidos que nos recuerdan el rumor de las olas frente a una playa porque, sencillamente, hemos perdido el contacto con la naturaleza.
Este sistema capitalista, consumista y utilitarista nos ha aislado, incomunicado y nos ha “animalizado” porque hemos perdido el instinto gregario y la maravillosa capacidad de relacionarnos y maravillarnos con la naturaleza, el intelecto y el espíritu de otra persona.
Que el tener como fin el dinero o los beneficios que nos pueda brindar el dinero nos ha vuelto desconfiados, egoístas, agresivos, individualistas, sarcásticos, intolerantes e implacables porque definitivamente estamos tan ocupados e imbuidos en esta carrera materialista y consumista que ya no tenemos el tiempo de conocernos, oírnos, sentirnos, tocarnos y conocernos y, mucho menos tenemos las ganas y el tiempo de conocer, oír, tocar y, por lo tanto de valorar a otra persona.
Si nosotros no realizamos el ejercicio de conocer profundamente a una persona, nunca podremos valorarla como verdadero ser humano. Estamos tan confundidos que cuando una persona no comparte nuestros pensamientos, nuestra religión, nuestra ideología, nuestro status socio-económico o simplemente, nuestra forma de ver la vida sencillamente, no consideramos a esa persona, la ignoramos o la consideramos nuestro enemigo.
Que es una realidad el hecho de que cada vez es más difícil encontrar un gran y verdadero amor, una sincera y leal amistad o encontrar un lugar o un espacio en donde compartir un vaso de vino, escuchar buena música o compartir una inteligente, sincera y real conversación entre amigos.
Quizás este texto se pierda entre el torbellino infinito, ruidoso e incesante de la “comunicación” humana pero, escribo como quien lanza una botella al mar con el fin de encontrar un espacio de comunión o empatía con alguien, en algún lugar.
Gracias por leer.-
Marcelo Seguel Bon