UNA OREJA BELIGERANTE, 1

VLADIMIR ACOSTA

Sí, una oreja beligerante que lleva a una guerra. Y es que toda esta historia comienza con una oreja. Con una oreja cortada. Se trata del corte de oreja que, sin ser torero, en abril de 1731 le da el marino y capitán español Julio León Fandiño al marino inglés Robert Jenkins, capitán del barco británico Rebecca por contrabandista. Y es que Fandiño no sólo captura el barco Rebecca Y acusa a su capitán de contrabandista, sino que le corta a éste una oreja, y como no le parece suficiente castigo cortársela, le entrega al propio Jenkins su cortada oreja para que con ella le lleve un claro y amenazante mensaje de advertencia al propio rey inglés Jorge II.

Las razones de este hecho tienen que ver directamente con la rivalidad marítima existente entre Inglaterra y España a partir de la famosa derrota de la Armada Invencible española en 1588. Desde entonces Inglaterra, Holanda y Francia se dedican a aprovechar que el Imperio colonial español es demasiado grande y de que España no logra defenderlo para impedirles capturar islas y tierra firme española en América. De modo que para el siglo XVIII todos han logrado islas y tierras aprovechando las debilidades de España. La Tortuga se ha convertido en centro de piratería y filibusterismo. Desde allí se asaltan galeones españoles y se saquean puertos y costas. Holanda se ha apoderado de Curazao y Aruba y las convierte en centros de tráfico de esclavos, Francia se apropia de pequeñas islas y sobre todo del actual Haití, que se convierte pronto en su más rica e importante colonia caribeña, e Inglaterra se adueña de diversas islas caribeñas y sobre todo de la enorme isla de Jamaica.

Hubo empero nuevos intentos de llegar a acuerdos y se lograron varios entre España e Inglaterra. Desde el comienzo del siglo XVIII Inglaterra logró que España le cediera derechos comerciales que rompían el monopolio español, sobre todo el derecho de asiento, para tráfico de esclavos y el navío de permiso para comerciar mercancías dentro de ciertos límites. Se trataba sólo de un barco con capacidad de 500 toneladas, es decir, limitada, pero que de todas formas facilitaba el contrabando. Usando esas islas y puertos continentales y contando con la complicidad de criollos y hasta de autoridades españolas, naves de Inglaterra y Francia pasan mucho contrabando. España exige más controles y, al fin, desde 1729 los ingleses aceptan que los barcos españoles registren en altamar los barcos ingleses. Pero el contrabando también aumenta y también aumenta la piratería. Los españoles persiguen a los barcos ingleses contrabandistas y toman medidas radicales contra ellos. Los ingleses responden atacando y hay captura de barcos de lado y lado y agresiones con resultados favorables a los españoles. Y es en este contexto que el capitán español Fandiño corta la oreja al capitán Jenkins al que acusa de contrabandista, y además amenaza al rey inglés.

Así que se nos hace necesario examinar lo que Jenkins hace o dice que hace con su oreja cortada, ya que ella es la protagonista inicial de esta historia. Jenkins afirma que la guardó en un frasco de alcohol para conservarla y con ella se dedicó a recorrer toda Inglaterra mostrando no solo su mutilación sino sobre todo la ofensa que se le ha hecho al rey británico. Cuenta su historia en calles y tabernas inglesas, y al fin, luego de años de solicitarlo en vano, consigue una entrevista con el rey Jorge II en 1738. Ese año, la situación entre Inglaterra y España está alcanzando su máxima tensión. Ni el rey Jorge II ni su primer ministro Robert Walpole quieren una guerra con España, pero sí la quieren algunos políticos que movilizan al pueblo de Londres creando un creciente ambiente de guerra. En el parlamento un político entonces joven, llamado William Pitt el Viejo (por la fama alcanzada luego por su hijo del mismo nombre al que se conoce como Pitt el joven) llama a la guerra con discursos incendiarios contra España y ataca a Walpole por timorato. El grupo de Pitt, que se hace llamar “los patriotas” lleva a Jenkins al parlamento en 1738 y el marino muestra a todos los presentes el frasco con la oreja y repite la ofensa de Fandiño contra el rey: “Dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. El resultado es una ola de patriotismo parlamentario y callejero y el renuente Walpole, después de diversas maniobras dilatorias, se ve obligado en octubre de 1739 a declarar la guerra, que el rey tiene que aprobar.

Al conocer el motivo, los españoles se burlan de Jenkins y de su tramposa oreja, diciendo que no es suya porque la perdió borracho o jugando. Pero la guerra pasa a llamarse Guerra de la oreja o, mejor aún, Guerra de la oreja de Jenkins. Por uno de esos caminos curiosos de la historia, este oscuro contrabandista se inmortaliza, aunque es innegable que luchó con tenacidad por ello, por darle su nombre a esa guerra, a la que los ingleses califican también de “Guerra contra los perros papistas españoles”.

El plan inglés es atacar a España por ambos flancos, Atlántico y Pacífico, siendo el Caribe, como corazón que es del Imperio español, el campo central del enfrentamiento.

Seguimos en próximo artículo.

Vladimir Acosta,

Agosto de 2023