En África no hay fronteras, ni siquiera entre la vida y la muerte.
Léopold Sédar Senghor
11/08/2023.- Para el catedrático francés Pierre Bertaux, el África que está más abajo del Sahara no ha atraído mucho a los historiadores, tal vez por la falta de documentación escrita, prácticamente inexistente con respecto, sobre todo, al período que precedió la llegada de los europeos, calculado de cuatro a cinco siglos, a lo máximo.
Advierte Bertaux, que cuando habla en su libro, África. Desde la prehistoria hasta los Estados actuales, se refiere al sur del Sahara, excluyendo ese norte desde el Atlántico hasta el mar Rojo.
Lo que sí parece cierto es que África fue la cuna de la humanidad, según fósiles encontrados, en especial en la Región de los Grandes Lagos, donde fueron localizadas osamentas del Proconsul, especie que se desplazaba en dos extremidades inferiores hace 25 millones de años. Y el Pithecanthropus, que hace dos millones de años llegó a tallar piedras.
La realidad que apunta la tierra de Mandela, Lumumba y Sankara está abriéndose espacio político y puertas que parecían clausuradas por los imperios europeos, que hoy brillan entre las toneladas de lingotes dorados que han extraído a fuerza de látigo y fusil.
El protagonismo rebelde marcó pauta desde que el líder surafricano Nelson Mandela (1918-2013) sacudió el mundo tras una batalla en la cual logró abolir el apartheid, en el sur del gigantesco patio trasero europeo del llamado continente negro. Mandela, nacido en 1918, desde muy joven se constituyó en Mvezo, provincia del Cabo Oriental, en un joven líder que, a causa de su popularidad y su encendido discurso, fue encarcelado y condenado a cadena perpetua, pero su personalidad y empuje político lo fueron agigantando hasta lograr la libertad tras veintisiete años entre barrotes.
En la década de los sesenta del siglo pasado, se levantaba en el África profunda, en la República Democrática del Congo, el joven líder Patrice Lumumba. Ante ese peligro, los colonialistas belgas optaron por su asesinato, el 17 de enero de 1961, pero la Unión de Repúblicas Soviéticas (URSS) lo inmortalizó con la construcción en Moscú de la impresionante Universidad Patrice Lumumba, de donde seguramente han egresados miles de africanos que hoy blanden con alegría el tricolor ruso por las calles de Níger, Burkina Faso, Mali o el mismo querido Congo de Lumumba.
El 15 de septiembre de 1974, de nuevo los colonialistas europeos fueron sorprendidos con un movimiento revolucionario que logró deponer al dictador Haile Selassie, quien se hacía llamar emperador, y tomar el poder mediante una junta militar. Esta fue presidida por el teniente coronel Hailé Mariam Mengistu, marxista declarado, quien luego creó la República Democrática de Etiopía, que, en 1977, fue visitada y aplaudida por el comandante Fidel Castro.
Cuba se constituyó en el país más solidario de la causa africana, hasta el punto de apoyar militarmente a los angoleños, mediante la operación Carlota, entre 1975 y 1991. Fue además una lucha que debilitó al régimen del apartheid sudafricano, que cayó poco después.
En marzo de 2011, durante la llamada Primavera Árabe, se produjo una cruenta intervención militar en Libia, impulsada por el gobierno de Barack Obama, con apoyo abierto de la OTAN, que dejó totalmente destruido al país africano de mayor empuje para la época. Ante las cámaras de la televisión, Hillary Clinton disfrutó a risa batiente el linchamiento del presidente libio Muamar Gadafi, quien había convertido a su país en el puntal africano.
El carismático militar revolucionario Thomas Sankara, capitán del Ejército («el Che africano»), fue asesinado a tiros a los 37 años en medio de un golpe de Estado que contó con el apoyo de Francia y Estados Unidos, el 15 de octubre de 1987. Sankara fue el creador del nombre de su país, Burkina Faso (que significa «patria de hombres dignos»), antes llamado Alto Volta.
Las ideas revolucionarias de Sankara fueron reivindicadas por el joven capitán Ibrahim Traoré, quien, en septiembre de 2022, logró la presidencia por la vía del voto. Su figura fue destacada en la reciente Cumbre Rusia-África, celebrada en el Palacio de Constantino, en San Petersburgo.
Rebelión nigerina
Estados Unidos y su patio trasero europeo asustan de nuevo con sus bombas, esta vez contra el empobrecido Níger, 80 % de cuyo territorio está enclavado en el desierto y además no tiene acceso al mar. Con una superficie de 1.266.491 km², limita al norte con Argelia y Libia, al este con Chad, al sur con Nigeria y Benín, al oeste con Burkina Faso y Mali y al norte con Mali.
Los acontecimientos de Níger no pueden leerse como un hecho aislado. En la región del Sahel, en los últimos tres años, se han producido tres levantamientos militares exitosos —además de muchas otras intentonas fallidas— no solo con un importante sostén popular, sino también con un fuerte componente antifrancés. Algo parecido a Mali (2020), Guinea (2021) y Burkina Faso (2022). Ese sentimiento de rechazo a la potencia europea fue creciendo en la última década.
La historia nigerina, desde 1974, ha transcurrido entre golpes y golpes. En 1960, estaba habitado por solo 3 millones de personas, pero hoy suman 25 millones, con una esperanza de vida de 50 años. Por eso no puede sorprender que un país en miseria intente salir de la opresión extranjera, en este caso de la francesa, que al lado de los ingleses amenazan con aplastar la rebeldía, como lo han hecho siempre en toda África.
Pero Níger no está sola. El joven capitán Ibrahim Traoré, de Burkina Faso, manifestó en las calles con su pueblo, bandera rusa en alto, que están alerta para defender al pacífico vecino, cuyo nuevo presidente es el comandante Abdourahmane Tchiani. Él se ha mostrado dispuesto a enfrentar las amenazas de Francia e Inglaterra, países que han saqueado a esas naciones africanas.
África, desde hace años, se ha acercado a países que le han mostrado disposición solidaria, como la República Popular de China, la Federación de Rusia y la India, que no son poca cosa, porque los tres son puntales de grupo Brics.
África ha tenido presencia recientemente en importantes eventos internacionales, como la Cumbre de San Petersburgo, donde se dieron la mano siete países africanos, con el presidente Vladímir Putin. Entre ellos el presidente de la Unión Africana Azali Assoumani, así como el primer ministro de Egipto, Mostafá Kamal Madbuli, y representantes de Uganda, el Congo y Burkina Faso, en la persona del líder más joven de la región, Ibrahim Traoré.
Representantes de gobiernos africanos han mostrado disposición de luchar contra la guerra en la zona euroasiática y en esa dirección se reunieron con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y ratificaron en San Petersburgo su disposición de sumar votos por la paz.
Igualmente, el grupo Brics ve con buenos ojos la presencia de África en sus predios, para intercambiar criterios acerca de la economía global.
Los nuevos acontecimientos en África se presentan como un nuevo escenario que aumenta la temperatura en la vieja Europa porque, en el caso de Francia, ve en peligro la actividad ilegal que le permite apoderarse del uranio que alimenta sus centrales eléctricas, así como el saqueo de las minas de oro, entre otras materias primas, que aún quedan en el subsuelo nigerino. El amedrentamiento está a la orden del día, pero Níger tiene el respaldo de varios vecinos, frente a esas amenazas imperiales respaldadas por Estados Unidos. El espacio aéreo de Níger está cerrado, a la espera de que los aviones extranjeros muestren la trompa, y no para tomarle fotos.
Detesto el racismo, porque lo considero una barbaridad, venga de un negro o de un blanco.
Nelson Mandela