Mientras el presidente Nicolás Maduro realizaba una gira internacional que, a la luz del contexto geopolítico actual, no puede calificarse sino de exitosa, ciertos factores opositores nacionales y globales optaron por el apagón.
No. No es que me sume a las teorías conspirativas de que las interrupciones del suministro de electricidad ocurridas en la semana del periplo presidencial hayan sido planificadas y ejecutadas por infiltrados.
Eso es posible porque de tales acciones criminales tenemos un rollo de antecedentes. Pero a falta de indicios (y no siendo conocedor del tema), es mejor decir que todo lo ocurrido se debe a la extrema fragilidad que ha llegado a tener el Sistema Eléctrico Nacional por la suma de muchas causas, entre ellas el daño causado por el bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales, la corrupción y la ineficiencia.
Cuando digo que los opositores optaron por el apagón no me refiero a los cortes y bajones eléctricos sufridos sobre todo por los habitantes del interior del país (y, esta semana, también en Caracas), que han sido particularmente insoportables dadas las altas temperaturas de los últimos días.
Hablo de esos apagones autoinfligidos en las mentes de dirigentes y militantes de la contrarrevolución, que prefieren ponerse en off como fórmula para negar el éxito de la gestión diplomática realizada por el jefe del Estado en China y, de regreso, en la Cumbre del G-77 + China, en La Habana.
Una larga tradición
No es algo nuevo, en verdad. Las élites opositoras han sido siempre negacionistas de los méritos de la política exterior ejecutada por los gobiernos de Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro.
Se han resistido a admitir incluso contundentes logros como lo fueron, en su tiempo, la reactivación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); la creación de la Unión de Naciones del Sur (Unasur), de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP); y la realización de las cumbres África-América Latina, incluyendo una en Margarita.
Intentaron descalificar y despreciar a esas nuevas formas de unión del sur global y continental, pero la propia práctica imperial y de las oligarquías y los gobiernos de derecha de la región demostraron muy pronto que habían sido grandes conquistas, pues no por casualidad dedicaron enormes esfuerzos a sabotearlos y destruirlos.
En gran medida, ese empeño en negar los triunfos de la diplomacia bolivariana de paz, como fue llamada esta estrategia de acción internacional, ha estado motivada por el menosprecio que sienten la clase política desplazada en 1999 y los expertos favoritos de los grandes medios de comunicación con respecto a quienes han ejercido la dirección de la política exterior en este cuarto de siglo.
Ese menosprecio se ha basado en el supremacismo académico, social y hasta racial de esas élites que nunca han logrado digerir el hecho de que un teniente coronel zambo y campesino haya adquirido el perfil de líder internacional e histórico que consiguió Chávez en poco tiempo. Y menos aún que haya tenido durante seis años a un conductor de metrobús como canciller.
Entonces, cuando el comandante y su peculiar ministro de Relaciones Exteriores anotaban un gol, esa gente se apagaba el entendimiento e intentaban apagar el de los demás, mediante explicaciones muy de su estilo, como el peso de la petrochequera y la tendencia al chuleo de los otros países.
El despecho por la “comunidad internacional”
Negar cualquier jugada exitosa en el plano internacional de Chávez, en su tiempo, y de Maduro, desde 2013 ha sido un imperativo constante para la oposición, toda vez que entendían (y siguen creyendo) que ese coto, el internacional, era privado-exclusivo-suyo-propio-de-ellos, y que nadie podía arrebatárselo.
Para sostener tal creencia se han basado en ese concepto tan imperialista de la “comunidad internacional”, entendida como Estados Unidos y sus países compinches y lacayos. Desde ese ángulo, era (y sigue siendo) inaceptable que un país al que Washington haya declarado oficialmente paria pueda tener alguna figuración global. Y mucho menos si sus cabezas visibles en ese campo eran (y son) individuos sin lustre académico en materia de política exterior.
Basándose en su restringido autoconcepto de jet set diplomático, ignoraron un factor en verdad clave tanto en la política doméstica como en la geopolítica: el liderazgo. Ese es el atributo que siempre tuvo Chávez en la escena externa, y el que ha aprendido a desarrollar Maduro, luego de esos seis años como canciller y de diez como presidente bajo las más terribles presiones globales.
Y también ignoraron su propia decadencia como aristocracia diplomática, la inutilidad de sus méritos académicos, de sus carreras de diplomáticos de frac y pumpá, al menos a la hora de contar resultados. Fue evidente que el teniente coronel y el autobusero consiguieron logros que no estuvieron ni cerca de alcanzar los señorones que antes jugaban al ajedrez mundial en nombre de Venezuela.
[Siempre menciono en estos casos a un excelentísimo e ilustrísimo señor embajador que disfrutaba llamando a Maduro “el conductor de la Cancillería”, como fórmula para despreciarlo, para indicar que no era más que un chofer ascendido aberradamente a ese cargo que él (el ilustrísimo y excelentísimo, quiero decir) sí merecía. Confieso que hubiera pagado un boleto de entrada para ver el espectáculo del rostro bilioso de este caballero ante las imágenes del presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela siendo recibido por Xi Jinping en Beijing o por António Guterres, en La Habana. Pero no nos desviemos hacia los vericuetos de las retorcidas envidias y tirrias de la gente linajuda].
Al despreciar y descalificar a Chávez y a Maduro, los notables de la diplomacia también han negado que ambos han contado con la asesoría de cuadros revolucionarios formados en el área de las relaciones internacionales. Esos profesionales, en muchos casos, les han dado una revolcada a los que se autoerigen como los gurúes de la política exterior, aconsejando y ejecutando políticas soberanistas, anticoloniales y nuestroamericanas.
El fracaso de una estrategia
La necesidad inaplazable de apagarse el cerebro para no percibir la realidad cambiante es cada vez mayor en la oposición proimperialista. Y es comprensible que así sea porque el esfuerzo de magnitudes siderales que ha hecho Estados Unidos por aislar completamente a Venezuela desde mediados de la década pasada ha terminado en un enorme fiasco.
La estrategia ha incluido la declaración del país como amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de Estados Unidos, las medidas coercitivas unilaterales, el bloqueo total, el robo de empresas y activos nacionales y hasta la extravagancia de designar un gobierno interino para Venezuela. Ese despropósito fue secundado por “miles de países” (como dijo la Pava Lilian, aunque en realidad fueron unos 60 y tantos, incluyendo los vecinos), y por organismos multilaterales y organizaciones internacionales. Es decir, que Washington había logrado conformar una cayapa formidable contra un país pequeño, asediado y empobrecido por los efectos mismos de esa maniobra. Entonces, la victoria imperial se daba por hecha. Era imposible que el gobierno bolivariano, ya sin Chávez presente, pudiera aguantar semejante presión.
Sin embargo, no solo la aguantó, sino que ahora, unos años más tarde, el canciller Yván Gil, la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez, y el presidente Maduro han estado muy activos en la esfera internacional, cristalizando contactos nada desdeñables (salvo que uno se apague el coco para no entender).
Resulta obvio que la estrategia del aislamiento ha fracasado estrepitosamente, pues no solo se han reducido a un puñado los países que siguen desconociendo la legitimidad del gobierno constitucional, sino que este ha recuperado un papel digno en los ámbitos controlados por las potencias emergentes, que avanzan a paso firme hacia la conformación de un mundo multipolar y policéntrico. Este mundo, por cierto, fue parte de la visión del comandante Chávez desde los albores del siglo. Cuando él hablaba de eso, los sabihondos lo calificaban de loco y hacían chistes de esos que se lanzan en los cocteles diplomáticos, campaneando un licor caro.
Las fórmulas de los apagones mentales
Para apagar las mentes de sus seguidores (y las suyas propias) ante el innegable éxito del viaje del presidente Maduro a China, los líderes opositores recurrieron a varios suiches. Uno de ellos fue el de las fallas del sistema eléctrico, que resultó muy apropiado para restarle mérito a la gira. “Mientras el dictador Maduro se reúne con el tirano chino, nosotros no tenemos luz”, fue el planteamiento recurrente.
[Para una parte del público, fue una casualidad, derivada del caluroso clima de estos días. Para otros, una profecía autocumplida de la oposición y sus infiltrados, ejecutada precisamente para boicotear la gira. Pero ese es otro tema].
Previamente habían disparado un poderoso fake news relativo al supuesto asesinato de Tareck El Aissami, que desató las capacidades fabuladoras de unos cuantos, incluyendo un mefistofélico sacerdote autoexiliado, quien no se conformó con difundir la falsa noticia, sino que le agregó detalles como el método empleado para el homicidio (envenenamiento por inyección) y el autor (Diosdado Cabello).
[Advertencia: se ha determinado que en estos días de intensa confrontación preelectoral y electoral, todo lo que el gobierno oculte o maneje opacamente será utilizado en su contra. El caso antes referido lo explica perfectamente. La actuación opositora es condenable, pero está claro que se aprovechan de la desinformación y la falta de transparencia. El muchacho que es llorón y la mamá que lo pellizca, dice el refrán].
De Miami, con odio
Por supuesto que el aparato mediático, especialmente en su franquicia mayamera, quiso ayudar en la labor de darle reset a las cabezas de sus huestes y, por eso salieron los reputados periodistas, anclas e influencers a decir que la gira china era mucho ruido y pocas nueces, que fue un fracaso, que a Maduro lo ningunearon… Pero hasta en el lenguaje corporal a esos seres se les notaba que estaban, primero que nada, tratando de engañarse a sí mismos.
Por esos mismos lados, algunos no es que se negaron a aceptar que la gira fue un éxito, sino que se enfurecieron ante la innegable verdad y, en consecuencia, sufrieron ataques, profirieron amenazas y lanzaron maldiciones.
Un caso para el que también debieron vender entradas fue el de Marco Rubio, el senador de la mafia vermicular que, cual muchacho malcriado, se lanzó al piso a patalear y exigió al gobierno de Biden que castigue a China por atreverse a desafiar las órdenes estadounidenses de desconocer a Maduro como presidente. Y, además, le mandó a decir a Xi Jinping que cuidadito como se le ocurre darle plata a Venezuela.
¿Será que ese señor cree en verdad que el Estados Unidos del 2023 está en condiciones de meterle puñetazos a la mesa de sus relaciones bilaterales con China? Si es así, hay que suponer que Rubio apagó su cerebro hace ya un buen rato para no admitir los tremendos giros que ha dado el mundo en los últimos años y que marcan el declive de la superpotencia norteamericana.
Pero, es poco probable que esa sea la causa de su disparata petición. Es más creíble la hipótesis de que sale con esas bravuconadas para mantener apagadas las cabezas de sus seguidores floridianos (entre quienes hay algunos que nunca las han tenido encendidas, dicho sea de paso).
La “diplomacia” opositora
Tratando de organizar una contraofensiva para recuperar terreno en la arena internacional, la precandidata inhabilitada María Corina Machado se lanzó con una visita virtual al Senado brasileño, conectando con unos parlamentarios bolsonaristas (no podían ser de otros) para pedir que no la dejen sola, que la acompañen en su lucha «hasta el final».
En su discurso, la misma doña que ha prometido arrancar de raíz el socialismo, la misma que clamó por una invasión militar multinacional a Venezuela, asumió una pose de Candy Candy y aseguró que no es cuestión de ideologías, de izquierda o derecha, sino que está muy angustiada por el ingreso salarial de los pobres y por los derechos humanos. En fin, un mensaje solo apto para cerebros que ya han tenido algún cortocircuito.
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)