EL REINO DEL REGUETÓN, hacia la consolidación de la minusvalía cultural latinoamericana?

Por Manuel Barrios

Las pertinentes discusiones recientes en torno a posibles restricciones de los contenidos en las canciones de los autodenominados géneros urbanos y en particular del “reguetón”, me resultan sumamente interesantes, ya que es un área sonora de expresión juvenil que permea a toda la sociedad. Algunas canciones que son distribuidas en la radio abierta como «todo público», serían clasificadas XXX si se tratara de productos audiovisuales.
Cómo llegamos hasta aquí?
Se trata de pornografía sonora?
Es el nuevo paradigma estético que propone la mano negra que controla la modernidad?
Significa esto que los Rostchilds, los Rockefellers, pasan todo el día perreando y viendo porno en sus celulares?
No tenemos todas las respuestas, pero podemos reflexionar un poco respecto al tema.
Conocí el ritmo del estilo llamado «reguetón» tocando con maravillosos músicos cultores del «reggae jamaiquino» y NO tenía ese nombre. Se trataba de un sencillo patrón de batería, entre el bombo y la caja, con un aire un tanto a Soca, que se agregaba en los temas para que el cantante improvisara. Al grito de ROBADUB, el baterista introducía un redoble para luego comenzar a tocar este ritmo, con diferente patrón en el bajo, guitarras y teclado. Esto agregaba climax y podía alagarse todo cuanto el cantante pudiera improvisar. Así lo conocí. Era un ritmo alterno, una variación del acompañamiento dentro del género reagge y era tocado por músicos.
En paralelo entró con fuerza el estilo “rap” en latinoamerica. La creatividad de los jóvenes de muchísimos de nuestros barrios hizo empatía con los raperos del norte, en torno a situaciones comunes, pobreza, discriminación y variadas formas de violencia. Recuerdo con afecto especial a muchos jóvenes que del barrio a los cuales les hice pistas, cuyo mayor deseo era ver letras escritas a mano en hojas arrugadas transformadas en obras sonoras y no importaba cuan humilde fuera el estudio de grabación, pues en su mayoría eran caseros. Fue tanto el impacto de este movimiento, que hasta el comandante Chávez en múltiples ocasiones se vió rodeado de raperos, a quienes comparaba con los cantores de los contrapunteos llaneros, por su inteligencia y audacia. En el rap el talento importa y mucho. Poco a poco comenzaron desde el caribe a llegar temas más infantiles y desprovistos de la inteligencia de los raperos, que en muchos casos los avergonzaba y los desmovilizaba, pues estaban asociados indirectamente porque el rap o hip hop y la ola nueva que nacía tenía en común un elemento, son estilos totalmente ELECTRÓNICOS. Esta música NO era el resultado de la asociación romántica de músicos en torno a la construcción colectiva de un sonido, sino la reunión de cantantes en torno a un productor que domina un software. Atrás quedaron las discusiones en torno al sonido de la conga de Felipe o al tumbao del piano de Tuki o los solos de trompeta de Prisco, ahora la discusión sobre cual programa tiene el sonido de bombo de Fulanito, etc.
Los jóvenes que comenzaron a producir estas propuestas no tenían muy claro que querían hacer, solo que deseaban que los temas crearan conmoción, escándalo o como decimos ahora, fuesen VIRALES. Así que, en algún momento desde borinquen apareció alguien que le dió al ROBADUB un nuevo nombre y en un arrebato de genialidad (sarcasmo) le puso por nombre reguetón. Por eso Puerto Rico asume la paternidad de este género, lo que contrasta en demasía con los invaluables aportes que la isla del Encanto ha dado a la cultura latinocaribeña con inmortales obras maestras de la salsa de todos los tiempos.
Ahora bien, cómo llegamos de un inocente ritmo jamaiquino, nacionalizado puertoriqueño, a la pornografía sonora?
En algún momento a mediado de los años 90 la mayoría de los medios de comunicación y disqueras nacionales màs importantes de latinoamerica cedieron su independencia de producción a la decisiones de mercadeo que eran tomadas por un consorcio comunicacional desde Miami, bajo la promesa de que los artistas tendrían una mayor difusión internacional y los engañaron. De esa manera las grandes disqueras perdieron por contrato su capacidad de difusión de productos, lo que hizo que muchos artistas emigraran hacia el nuevo centro de poder, el famoso mayami nuestro. La industria no apoyó en primer momento, ni al rap y menos al reguetón, en el que participaban la mayoría de los jóvenes que no tenían las habilidades necesarias de improvisación y creatividad que el rap exige. Esperaron, observaron y esperaron aún más. Una de las estrategias más importantes al momento de negociar con artistas es la paciencia, pues el empresario sabe que los artistas, al igual que los agricultores comparten el temor de perder su cosecha por ser productos perecederos en el tiempo, y mientras la “vigencia” de la idea plasmada en una canción se agota a cada minuto, el empresario tiene todo el tiempo del mundo para modelar este producto y convertirlo en una pieza de utilidad política, y refleje la visión que se tiene desde el norte de lo que somos, y especialmente como necesitan que seamos.
Cuando la industria decide apropiarse de ese nuevo producto, aplican la imagen que también se usó con el hip hop en inglés, la muerte de la pobreza. Así como los raperos gringos del presente, no hay reguetoneros pobres, no existen, el imaginario audiovisual de estos artistas gira en torno a mansiones de lujo con carros y piscinas llenas de mujeres expertas en el arte de la cadera centrifugada o twerking, diamantes y dinero, a los cuales progresivamente le fueron agregadas armas de fuego y drogas. Nada es casual, y aunque todo es de mentira acaba convirtiéndose en realidad, al menos las cosas malas, el dinero se va tan fácil como llega. El proceso de vulgarización de los contenidos artísticos musicales de este tiempo, debería ser uno de los fenómenos más estudiados por la antropología latinoamericana contemporánea, pues responde estrategias de modelado del comportamiento que buscan la creación de individuos con una nueva identidad, un nuevo sistema de valores y una nueva relación emocional familiar, mediante el reseteo de sus culturas ancestrales, mucho más ricas e interesantes, con procesos creativos más complejos, para satisfacer la necesidad de control global, en la cual la cultura del norte es superior y hegemónica.
La discusión de esta problemática argumentada, ha sido tratada por las mentes más brillantes de nuestro continente con aportes y reflexiones de gran valor académico en el campo de las ciencias sociales y no pretendo “espoilear” al lector con citas de las teorías que magistralmente han desarrollado privándoles del placer de leerlos, creo que prefiero centrarme en los hechos, pues la gravedad del fenómeno motivó el título dramático que dí a estas líneas. Creo que la guerra contra nuestra cultura se avivó cuando en 1925 José Vasconcelos nos propone a los latinoamericanos como “La Raza Cósmica”, y cada vez que la gente del norte se acuerda les arde y vuelven contra nosotros. Por lo visto no olvidan.
Los creadores de contenido en la autodenominada “música urbana”, buscan complacer a empresarios, difusores y al público que solo escucha lo que hay, demostrando que no tienen ningún interes en la innovación, por el contrario quieren repetir lo que ya suena, lo que tristemente nos hace pensar en que esta parte de la juventud es altamente conservadora. No se hace innovación desde la vulgaridad, eso es extremadamente fácil, no exige ni un poquito de imaginación, de hecho EL REINO DEL REGUETÓN, el pornográfico, ese el reino de la literalidad, de la rima pueril. Con honrrosas excepciones como algunos grupos nuevos que están apareciendo en Colombia, vemos en la mayoría los artistas jóvenes el triste deseo de parecerse a personajes innombrables escogidos por los medios como los ungidos, a punta de miles de dólares pagados en la presencia en espacios audiovisuales y revistas, para mantener viva la idea de que el sueño americano es posible.
El mayor peligro de esta “música pornográfica” está en su normalización en espacios educativos en los cuales se pretende sembrar los valores desde la niñez.
Entonces nos toca hacer una clasificación como en los audiovisuales?
Definitivamente sí, no se trata de censura, se trata de que estamos todos obligados a proteger a nuestros niños de contenidos que sencillamente no están en capacidad de manejar de manera apropiada, que debemos proteger a la familia, núcleo de la sociedad. Nuestras tradiciones están allí, siempre dando luces del camino a seguir. Aún existe una inmensa juventud en resistencia, que entiende su compromiso histórico y su papel en la historia. Una juventud que comprende que a pesar del daño es inaceptable que se consolide el macabro proyecto de minusvalía cultural latinoamericana.
Hay mucho por reparar y mucha buena música por escuchar.