Un ejemplar del sagrado Corán durante una manifestación en Yemen.
Publicada: jueves, 28 de septiembre de 2023 9:15
Actualizada: jueves, 28 de septiembre de 2023 11:57
La campaña #NuncaArderá se ha vuelto viral a nivel global, transmitiendo el mensaje de que nunca se debe profanar el texto sagrado.
Las palabras del presidente Raisi ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en las que criticó enérgicamente la profanación del Sagrado Corán, desencadenaron una campaña en las redes sociales por parte de PressTV e HispanTV. Esta campaña utiliza el hashtag #ItShallNeverBurn y su versión en español #NuncaArderá, que se han vuelto viral a nivel global, transmitiendo el mensaje de que nunca se debe profanar el texto sagrado.
El presidente iraní reaccionó en contra de la quema de un ejemplar del Corán en Suecia, llevada a cabo por el político de extrema derecha Rasmus Paludan en enero de este año. Es importante recordar que este no fue el primer incidente de quema del Corán. En 2010, el pastor estadounidense Terry Jones organizó el «Día Internacional de Quemar el Corán», evento que finalmente fue cancelado debido a las intensas protestas.
La quema de ejemplares del Corán no puede entenderse sin considerar la globalidad del fenómeno de la islamofobia. La islamofobia, como ya se ha explicado en artículos anteriores, es una forma de racismo. El racismo no se limita únicamente a la creencia de que los seres humanos están divididos en ‘razas’, ni se reduce simplemente a la ideología que sostiene que una raza es superior y las demás son inferiores. Más bien, es una forma de gobermentalidad. La gobernanza basada en el racismo implica que lo fundamental es cómo se organizan, disciplinan y regulan las poblaciones.
La reacción de los musulmanes a la quema de ejemplares del Corán permite analizar las dos posturas antagónicas que pueden encontrarse dentro de la Umma. Por un lado, tenemos a aquellos musulmanes que adoptan una postura que podríamos calificar como «política de condena», mientras que en el otro extremo se encuentran las poblaciones musulmanas que optan por una «política de rechazo».
La primera de las posturas políticas representa una manifestación de la política de respetabilidad que se activa después de cada evento violento y moralmente cuestionable que involucra a musulmanes. Esta posición tiene como objetivo calmar a la población no musulmana que a menudo se encuentra en un estado de ansiedad constante debido a la presencia pública y política de la comunidad musulmana en sus sociedades. La «política de condena» está preparada para sancionar y censurar cualquier respuesta por parte de los musulmanes que se aparte de la imagen del «buen musulmán». En el contexto específico de la quema del Corán, esta «política de condena» implica que el «buen musulmán» debe señalar públicamente a aquellos musulmanes que, debido a su falta de objetividad y racionalidad, no acepten los convencionalismos políticos y sociales de las sociedades modernas y liberales.
Esta dicotomía entre el «buen musulmán» y el «mal musulmán» perpetúa la ilusión de multiculturalismo y tolerancia en Occidente. Sin embargo, en realidad, esta dicotomía constantemente genera un discurso que promueve la idea de una comunidad nacional sin divisiones. En otras palabras, el «buen musulmán», en su papel de intermediario político de Occidente, sostiene la noción de que el racismo es simplemente una cuestión de falta de conocimiento, o que la islamofobia puede resolverse mediante una mayor educación.
Al mismo tiempo, este «buen musulmán» disciplina al resto de la comunidad musulmana al enfatizar constantemente la necesidad de respetar la tolerancia y la convivencia, sin tener en cuenta las bases raciales sobre las que se sustenta esa supuesta tolerancia. Esta figura es la primera en condenar a los musulmanes que expresan su malestar de manera política y pública.
El papel del «buen musulmán» obstaculiza la comprensión de que la posibilidad de acceder al estado-nación, siempre de manera temporal y contingente, ha sido construida mediante la negación de la agencia política de los musulmanes. La función del buen musulmán es identificar cualquier desviación que se aleje de la docilidad y catalogarla como radicalización.
Gracias a esto, el Islam, como identidad política, se va debilitando gradualmente a medida que se le exige que demuestre sus aspiraciones civilizacionales bajo un escrutinio centrado en los derechos humanos, los derechos de las mujeres y el secularismo, todos ellos empleados para buscar signos de modernidad.
Es precisamente la denominada «política de rechazo» la que detiene la erosión del Islam como identidad política. Este «rechazo» se extiende, en consecuencia, a las convenciones liberales y a la idea del estado-nación como límite de lo político.
Volviendo a la campaña #NuncaArderá, se pueden identificar dos objetivos concretos: por un lado, la denuncia concreta de la quema del Corán, y por el otro, la articulación de una posición política que se corresponda con la ‘política del rechazo’. Se trata de un intento por seguir re-politizando el Islam y, al mismo tiempo, mantener el rechazo a la pretensión de hegemonía discursiva occidental.
Las dos posturas que encontramos dentro de la Umma, la del buen musulmán y el mal musulmán, también mantienen dos lecturas del Corán: por un lado, la lectura que ve al Corán como un texto sagrado que se limita a servir como guía moral, y por otro lado, un texto sagrado y político que continúa inspirando a los musulmanes en su lucha contra la opresión en sus diversas formas y manifestaciones. Es esta segunda lectura, la que se corresponde con la campaña lanzada por HispanTV y PressTV, la que evita que el Islam se convierta en un elemento museístico sin capacidad para alterar el mundo políticamente.
POR XAVIER VILLAR