En la intelectualidad opositora ya se han planteado el escenario de volver al formato de la violencia como método de presión política (Foto: The Diplomatic Envoy)
El camino de las oposiciones ha escalado a nuevos niveles de complejidad luego de realizadas las primarias, esto debido a que el pronosticado triunfo de María Corina Machado las somete a tensiones y tentaciones que definirán el estado en que llegarían al segundo semestre de 2024, lapso acordado en Barbados para la realización de las elecciones presidenciales.
LAS TENSIONES: LIDERAZGO Y ESCENARIO DE VIOLENCIA
La primera tensión reside en el rol que jugará en adelante la lideresa de Vente Venezuela dentro del archipiélago opositor. Durante la campaña manifestó su decisión de asumir un liderazgo único, no queda claro si unitario.
En este sentido, a pocas horas de las primarias, los medios han titulado en concordancia con dicho relato a la vez que otros partidos y precandidatos reconocieron su victoria. Sin embargo, otros sectores del antichavismo han sido cautos en distinguir entre su rol de candidata y sus pretensiones de coronación.
El día de la primaria Omar Barboza, secretario ejecutivo de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), dijo que «se elige un candidato, el liderazgo le toca escogerlo a la oposición». Algo parecido declaró el secretario general de un sector de Acción Democrática, Henry Ramos Allup, en rueda de prensa el pasado lunes 23 de octubre: «Nosotros escogimos a una candidata, no a un líder. Hay muchos líderes en la oposición».
Desde abril de 2022 Machado ha demandado el protagonismo del conjunto del que forma parte y ha sido clara en afirmar que tomaría el relevo una vez ganara en el evento que se llevó a cabo el pasado domingo.
La segunda tensión tiene que ver con un aspecto no menos importante: Machado está inhabilitada para inscribir su candidatura ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) de cara a elecciones presidenciales, regionales o legislativas. No puede ejercer cargos públicos debido a que la inhabilitación es de carácter administrativo, no político. Dicha condición se mantendría hasta más allá de 2024; ante ello aparece una especie de dejavú en el horizonte.
Como es sabido, ha sido promotora de distintas estrategias inconstitucionales para el cambio de régimen en Venezuela, desde golpes de Estado como el del 11 de abril de 2002 o el intento del 30 de abril de 2019; pasando por las firmas planas durante su estadía en la ONG Súmate, hasta escaladas violentas como «La Salida» de 2014 y la petición de invasión militar extranjera.
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La violencia como respuesta a su inhabilitación es una tensión que enfrentan las oposiciones nucleadas en torno a la candidatura de María Corina Machado (Foto: Archivo)
Ha proyectado que «derrotará la inhabilitación» y que se inscribirá como candidata en 2024. Es allí donde está el punto de tensión, debido a que es un escenario que se lograría violando la independencia de poderes públicos, algo que desde el Poder Ejecutivo se ha planteado como imposible.
En la intelectualidad opositora ya se han propuesto el escenario de volver al formato de la violencia (guarimbas) como método de presión política. Durante su intervención en un foro en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), el director de la ONG Observatorio Venezolano de Violencia, Roberto Briceño León, resaltó la posibilidad latente del surgimiento de escenarios de conflictividad social y de protestas de parte de la población a propósito de la incidencia de las primarias.
Esto lo afirmó a partir de un sondeo de la encuestadora Delphos que arroja la disposición de 41% de los consultados a protestar de forma «no violenta» contra el Gobierno Bolivariano, mientras que 50,8% no lo habría concebido.
Queda la interrogante respecto al patrocinio del gobierno de Estados Unidos que, por medio de agencias como la Usaid, IRI, NDI y NED, ha financiado dichas iniciativas a la vez que ha saboteado el diálogo político nacional.
Otra pregunta tiene que ver precisamente con los recientes acuerdos firmados en Barbados entre el gobierno y la PUD, los cuales asumen la opción electoral como espacio de resolución del conflicto político. Se desconoce si, en caso de llamar a la violencia, Machado lograría el apoyo del resto de los partidos opositores y, en caso de fallar en el objetivo, se repetirían escenarios de desprestigio y descontento por parte de su electorado.
Machado, autodenominada liberal, ha declarado que dichos acuerdos «carecen de certeza» mientras que desde la PUD afirman que apenas este es el comienzo de un largo proceso, por lo que aspiran habilitar a su candidata.
TENTACIONES: ¿UNIDOS O NO?
Las oposiciones tienen ante sí la tentación de volver al camino de la confrontación beligerante, como se ha mencionado, pero además la de presentarse ante un evento electoral presidencial de manera dividida, como es usual. En esto la vanidad, la antipolítica y los atajos de María Corina Machado juegan un papel fundamental.
Es histórica su tendencia a desmarcarse del resto del sector opositor cuando fracasa; esto le ha restado estabilidad a su relación con los demás partidos, lo cual se demostró en la campaña hacia las primarias —al no adherirse a la PUD— y se ha hecho evidente desde antes. Su insistencia en tomar caminos fuera de la Constitución como el de «la presión y el quiebre» —»hasta el final»— podría crear falsas expectativas en su electorado, pero también trabas de cara a la conformación de su campaña.
Más cuando precisamente dicha tozudez ha sido la razón de su inhabilitación y del continuo fracaso opositor.
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La insistencia en tomar caminos fuera de la Constitución como el de «la presión y el quiebre» aparece como tentación a las oposiciones (Foto: Archivo)
A esto se suma la tentación de designar un candidato dentro o fuera de las primarias para que «herede» su inhabilitada candidatura, al asumirse como lideresa única a la cual los otros deban unirse, y no al revés.
Aun siendo tan responsable como otros dirigentes de los 20 años de fracasos electorales, sigue tentada en erigirse como el «nuevo» liderazgo y ha capitalizado el rechazo al G3+1. Esto la puede llevar a incumplir lo firmado por la PUD en Barbados y a subestimar otros sectores de esa oposición, a quienes su entorno llama «oposición cómplice».
Como es usual en la dirigencia antichavista, la iniciativa es prerrogativa de Washington. Los retos de las oposiciones no parten de su capacidad organizativa, programas, discursos ni de la oferta electoral de sus partidos. Son otros, fuera de las fronteras venezolanas, quienes hacen el trabajo y determinan tanto los acuerdos como las decisiones.
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