Qué se puede esperar de un país donde la esclavitud fue legal desde sus orígenes como nación, en la que su máximo héroe fomentó, compró y persiguió a esclavizados siendo presidente (caso Ona Judge). Hay que señalar que ocho presidentes en funciones poseían esclavos y por si fuera poco diez de los primeros doce presidentes tuvieron esclavos y un presidente tuvo varios hijos con una esclavizada (caso Sally Hemings).
La esclavitud se abolió formalmente en EE.UU. después la guerra civil (1861-65) la primera guerra económica-industrial del mundo (guerra con armamento de producción industrial y avances tecnológicos que movió muchos negocios y dinero, que dejó un saldo de más de 1.300.000 muertos)
La revolución independentista, la política, la gestión y admiración pública y las relaciones exteriores de EE.UU. siempre estuvieron -y siguen estándolo hoy- marcada por los intereses comerciales, los negocios en manos de las élites.
En dicha guerra los comerciantes, importadores, exportadores, etc., entraron con poder en todas las estructuras civiles y militares donde las fronteras entre los intereses y negocios privados y públicos fueron borradas. La ética quedó tan desvalida que Jhon Adams desde Europa llegó a decir: «¿De qué servían las instituciones más sabias?, «cuando casi todos los departamentos públicos están llenos, según me han informado, de hombres de principios rapaces, que sacrifican el bien común a su emolumento privado.»
En más de dos siglos esas dinámicas se hicieron costumbres, procedimientos, cultura y parte integral de su política exterior.
El relato hegemónico dentro y fuera de EE.UU. de «el sueño americano» como el tipo ideal de democracia y realización del ser humano, es una ilusión muy superior a la realizada por David Copperfield, Harry Houdini, Yunke, etc.
«El libre comercio», los intereses de los empresarios y las corporaciones se han fundido con los intereses estratégicos y la vocación de dominación imperialista de EE.UU. desde la revolución independentista hasta hoy con la presencia de la Exxon Mobil en Guyana.
La Exxon Mobil, es un claro ejemplo de fusión de intereses, es una empresa que ha sido señalada en EE.UU. como un estado dentro del Estado, en la que su presidente corporativo pasó a ser Secretario de Estado de EE.UU (2017). Las empresas multinacionales en el mundo pueden ser fuerzas de ataque.
Alfredo Clemente