Es auspicioso y esperanzador que importantes sectores de la oposición se estén sumando a la convocatoria del referendo sobre el territorio Esequibo que se realizará el 3 de diciembre. Pero es inevitable observar que en la actitud de los sectores opositores acerca de esta consulta puede verse, como si fuera una especie de demo, la realidad del antichavismo durante todo estos años.
Condensada en un solo asunto, observamos claramente las características más resaltantes de este segmento político: división interna entre radicales, moderados y “moderados” (las comillas marcan la diferencia), escaso sentido patriótico, negación de responsabilidad, guabineo a la hora de la verdad, dependencia extrema de factores externos y poca confianza en el pueblo como depositario de la soberanía.
No es exactamente una colección de atributos. Más bien luce como un vergonzoso memorial de agravios. Pero eso es lo que hay, podemos decir, tomando prestado el título de un tema musical de Los Amigos Invisibles y del programa radial de la estimada Cristina González. Revisemos.
División interna
La oposición nunca puede llegar a conjugarse en singular. Siempre serán “las oposiciones”, y no porque haya matices ideológicos entre los diversos grupos, lo que sería perfectamente válido y sano, sino porque defienden sus intereses personales (en algunos casos sería más preciso decir que personalistas) o grupales y eso impide la fragua de una verdadera unidad.
Ahora bien, se entiende que esta situación se plantee cuando se habla de candidaturas y cuotas de poder. Pero no deja de ser un motivo de indignación que los liderazgos, partidos y facciones no puedan unirse ni siquiera respecto a un tema de alto interés nacional, como es la integridad del territorio y el ejercicio de la soberanía.
Así vemos, entonces, cómo los radicales se han lanzado a rechazar el referendo, con argumentos superficiales y politiqueros, cocinados en el caldo del odio que destila este subgrupo. Vemos a los moderados haciendo un esfuerzo por sumarse a la posición venezolanista (y pagando el alto precio que los extremistas cobran por eso). Y vemos a los “moderados” haciendo maromas y contorsiones propias de un acróbata circense, para quedar bien con dios y con el diablo.
Por cierto, en este punto nos saca ventaja el adversario concreto de esta controversia, Guyana, pues allá el gobierno y sus opositores tienen una misma posición.
Escaso sentido patriótico
De la falta de patriotismo de las oposiciones se puede escribir una antología. Han sido ya casi 25 años de pecados por acción o por omisión contra los intereses nacionales, en los que –como pasa en general- unos tienen mayor responsabilidad que otros, pero casi todos son culpables.
Durante este cuarto de siglo, en no pocas oportunidades, los dirigentes opositores han descalificado las políticas públicas destinadas a fortalecer el sentido patriótico y han pretendido ridiculizar tales esfuerzos. Baste recordar que una de las primeras acciones simbólicas de los golpistas del 11 de abril de 2002 fue retirar de escena del palacio presidencial la figura del Libertador Simón Bolívar. Lo mismo hicieron, casi doce años más tarde, cuando tomaron posesión de la Asamblea Nacional.
Cualquiera puede decir que se trata de gestos sin demasiada importancia, pero no es así. Son la expresión de una visión según la cual el patriotismo es anacrónico y poco práctico. Curiosamente, son los mismos dirigentes y militantes que celebran el amor de los estadounidenses que cantan God bless America en cada juego de las Grandes Ligas.
Aparte de esas acciones simbólicas, las oposiciones han cometido faltas y delitos de traición a la patria en diversas escalas de gravedad, siendo los peores aquellos que se han perpetrado desde 2015, cuando el país comenzó a ser sometido a medidas coercitivas unilaterales, bloqueo económico, aislamiento diplomático y deplorables agresiones mediáticas.
Por supuesto que los del ala pirómana de la oposición han sido explícitamente antipatrióticos, al punto de suscribir de manera pública las estratagemas del poder imperial y de sus secuaces para destruir la economía nacional y causar intensos sufrimientos a la población.
Sin vacilaciones, estas facciones apoyaron intentos de magnicidio, de invasión y de golpes de Estado; fueron cómplices de sabotajes al sistema eléctrico y a otros servicios básicos; se lucraron del robo de Citgo, Monómeros y otras empresas, activos y depósitos venezolanos en el extranjero; han solicitado y apoyado el bloqueo, las medidas coercitivas unilaterales; y hasta han invocado el obsoleto Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) para que país sea tomado militarmente por fuerzas extranjeras.
Mientras tanto, los “moderados” (con comillas) han dado su apoyo a todas estas perversas maniobras con su silencio y conveniente vista gorda.
Yo no fui
Negar su responsabilidad, escurrir el bulto, culpar a otros es parte del ADN opositor. Es una historia que comienza muy temprano, luego del golpe de 2002, cuando los que habían participado de manera pública, notoria y comunicacional, haciendo la ola en el Salón Ayacucho en honor de Pedro Carmona Estanga, empezaron a recular, alegando que ellos, en verdad, sólo firmaron una lista de asistencia.
A partir de entonces hay una larga cadena de eventos (guarimbas, salidas, calles sin retorno, paro, sabotajes, boicots electorales, magnicidios, blackout eléctricos, gobierno interino, golpes plataneros y petición de rodillas de sanciones y bloqueos) en los que un día lucían determinados a todo, envalentonados al asumir uno de sus atajos hacia el poder; y al día siguiente se les veía jurando que sí, que estaban presentes, pero solamente haciendo observación antropológica.
En fin, que son unas oposiciones que, cuando la cosa pinta bien, se anotan en la movida, pero cuando se diluye, pasan silbando y haciéndose los bobos.
Entonces, no es para sorprenderse que quienes fueron pillados en una componenda con la antigua metrópoli de Guyana, el Reino Unido, cambiando apoyo político por territorio (recuérdense las vergonzantes confidencias de la “embajadora” del interinato en Londres, Vanessa Neumann), nieguen su responsabilidad en ese asunto y salgan a culpar a otros de lo que está ocurriendo. Y en este lote debemos incluir a quienes se enteraron de ese tejemaneje y no elevaron su voz de protesta.
El guabineo
El guabineo es a las oposiciones como el ruido al moscardón, para expresarlo en recuerdo de una frase genial de Gabo sobre el periodismo y la ética. En especial esto es así en el caso de los moderados y los “moderados”.
La crónica del guabineo opositor es también extensa, pero para abreviar podríamos limitarnos a revisar su posición ante el diálogo. Ha pasado varias veces que se comprometen a firmar un acuerdo y, a la hora nona, no lo firman; y otras tantas ha ocurrido que firman y no cumplen su parte, siempre con alegatos resbaladizos y sibilinos.
Entonces, una vez más, no es algo para quedarse con la boca abierta el observar a estos factores políticos asumir posiciones ambiguas, ambivalentes, turbias, anfibológicas ante el referendo del 3 de diciembre.
En este sentido, una “perla” (habría dicho José Vicente Rangel) es la postura asumida por la Plataforma Unitaria de invocar el libre albedrío de la militancia. Se hicieron merecedores del premio imaginario la Guabina de Platino.
Locus de control externo
Y si hablamos de las características más sobresalientes de las oposiciones, que se ponen de relieve con el tema Esequibo, no puede quedar por fuera el hecho de que dependen raigalmente de los dictados del poder imperial.
Un aficionado a la terminología psicológica bien podría decir que esa gente tiene un “locus de control externo”. Un comentarista más popular diría, por su lado, que ellos “no se mandan solos”, sino que los manejan a larga distancia desde Washington.
Los ejemplos sobre esta conducta son también innumerables, tantos que ya fastidia un poco tratar de hacer un resumen. Por mencionar solo un aspecto, ya son varias las veces que se han retirado de elecciones en las que podrían haber obtenido importantes avances sólo porque les entró la llamada de algún Míster Danger, como solía decir el comandante Chávez, ordenándoles abandonar el ruedo electoral.
En el caso que nos ocupa, son varios los dirigentes opositores que no se atreven a asumir una línea de abierta defensa de Venezuela para no molestar a los jefazos gringos, quienes están a favor de Guyana, no porque les importe ese país, sino porque el negocio de los yacimientos petroleros y gasíferos usurpados es de la ExxonMobil, mientras otras de sus grandes corporaciones están a la espera del despojo definitivo para lanzarse sobre el territorio y su plataforma marítima, cual animales carroñeros.
La dependencia de lo que diga Estados Unidos los lleva a exquisitas manifestaciones de la ya mencionada guabinosidad, como esa de la Plataforma Unitaria, que “dejó al libre albedrío de la militancia” la votación en la consulta.
[Por cierto, esos dirigentes, cuya autoridad está en extremo desgastada, les dan esas instrucciones a la militancia como si esta respondiera obediente a sus mandatos, lo cual luce como una pretensión ilusa o como la visión muy prepotente de quien se cree más líder de lo que es. Pero ese es otro tema].
Alergia a las consultas electorales
Los dirigentes opositores siempre dicen que ellos representan al país democrático, en contraposición a un régimen dictatorial. Pero esa proclama choca de frente contra su propia conducta histórica, que es alérgica a las consultas electorales.
Si nos remontamos a 1999, debemos recordar que las cúpulas políticas, económicas, sociales, religiosas, culturales y mediáticas desplazadas del poder ese año se opusieron con uñas y dientes a la idea del comandante Chávez de realizar un referendo sobre la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.
Luego, cuando se sometió a votación popular el proyecto de Carta Magna, que amplió el espectro de consultas electorales (incluyendo el referendo revocatorio), las fuerzas conservadoras votaron por el NO.
Tuvieron un paréntesis de reconciliación con los referendos en 2004, con el revocatorio presidencial, que resultó negado; y con el referendo de la reforma constitucional, en la que votaron NO y ganaron.
Han rechazado la vía electoral en oportunidades cruciales: parlamentarias de 2005; miembros de la Asamblea Constituyente de 2017; presidenciales de 2018; parlamentarias de 2020 y varias de gobernadores, alcaldes, consejos legislativos y municipalidades.
No es, entonces, algo inédito que al menos una parte de las oposiciones esté llamando abstenerse en el referendo o que otra parte, con los meñiques estirados, se jueguen la carta del libre albedrío del militante. Pese a su discurso de lucha por la democracia, siempre han tenido y tienen desconfianza en el pueblo como protagonista de su propia soberanía.
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)