César Pérez Vivas – Reporte Católico LaicoHace 2 días
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El pasado martes 5 de diciembre, en horas de la tarde, tuve la oportunidad de asistir a la tercera audiencia de inicio del juicio al conocido educador y defensor de los derechos humanos Dr. Javier Tarazona. La audiencia estaba fijada para la 1 de la tarde. El preso político fue traslado a la sede del tribunal, en el Palacio de Justicia de Caracas, tres horas después por un contingente armado del SEBIN integrado por más de 12 funcionarios que parecían estaban presentando en la sede judicial a un peligroso narco traficante, y no a un hombre de paz y de servicio al prójimo. Así se comportan los sistemas autoritarios. Deben exhibir fuerza, meter miedo a los ciudadanos, demostrar que son dueños de las armas con las que humillan a personas inocentes.
A las 4 y 30 de la tarde comenzó una audiencia, en la que se debió haber otorgado la libertad al conocido educador, pero lamentablemente se ofreció negativa respuesta a las fundadas solicitudes de la defensa para dar por cerrado este infausto caso o de adelantar el juicio en libertad, como debería ser en un sistema de justicia que respetase los principios fundamentales del derecho moderno. En el derecho revolucionario no existen tales principios, porque precisamente no se respetan los derechos humanos.
Recordemos que Javier Tarazona tiene 2 años y cinco meses, injusta y arbitrariamente preso, en la cárcel política del Helicoide de Caracas. En dos años y medio no ha habido juicio justo. Lo han iniciado tres veces. Cuando va avanzando y se percatan que no tienen pruebas para incriminarlo de ningún delito, antes que ponerlo en libertad, han aplicado el formato de reponer la causa a cero para iniciarlo nuevamente. Por eso Javier tuvo por tercera vez, ante un tercer juez, que ofrecer en la audiencia oral y pública, su versión de los hechos y de los cargos que se le imputan.
Bueno es recordar que el Ministerio Público le imputa, sin que existan hechos que sostengan esa acusación, los delitos de traición a la patria, instigación al odio y terrorismo. Es decir le aplican la misma receta que se les aplica a todos los prisioneros políticos. Javier Tarazona tomó la palabra para defenderse de tamaña infamia en la audiencia de marras.
Confieso que me conmovió profundamente oír su testimonio. Apreciar su entereza, conocer de su propia voz el dolor y el daño que le han causado en la prisión. Duele en el alma saber que en pleno siglo XXI, después de lo que ha vivido la humanidad, aún existan personas y gobiernos que recurran, sin pudor alguno, a la tortura y a los tratos crueles para otros seres humanos, porque los jerarcas y dueños del poder no aceptan la crítica, o porque se muestran sus crímenes y desatinos.
La declaración de Tarazona ante el tribunal de Juicio por terrorismo me resultó conmovedora. Ya nosotros, los venezolanos, conocemos casos dramáticos de muertes en los calabozos del socialismo bolivariano. Solo con recordar a Fernando Alban y al Capitán Rafael Acosta Arévalo tenemos pruebas irrefutables. Pero oír a la víctima en vivo y directo, describir las torturas a que ha sido sometido, y apreciar que ese testimonio para nada inmuta a las autoridades judiciales, resulta además de doloroso, profundamente indignante.
Pero lo que más me tocó el alma es oír a Javier Tarazona expresar al Tribunal y al Ministerio Público la confesión de que él se está muriendo en prisión. Informó que toma cada día 19 medicamentos como resultado de la enfermedad metabólica que lo aqueja. Solicitó se agreguen al expediente, porque insólitamente no lo están, los informes médicos que evidencian su delicado estado de salud y su progresivo deterioro. Les dijo a las autoridades presentes: “no me dejen morir en esa cárcel”.
De inmediato recodé la muerte en prisión del General Raúl Isaías Baduel, ex ministro de la Defensa del gobierno socialista. Ciertamente un paciente como Tarazona requiere un riguroso régimen alimenticio, y de un minucioso tratamiento, para poder sobrevivir a la obesidad mórbida que le aqueja.
Javier rechazó todos esos cargos infames que se le imputan con elocuencia y contundencia. Destacó su rol de defensor de los derechos humanos y promotor de los valores democráticos. Francamente ofreció una cátedra de la función de los defensores de los derechos humanos, de los riesgos que corren en sistemas autoritarios.
Reivindicó su condición de docente y de luchador democrático. Dejo claro que fue llevado a la cárcel para callar su voz, para que su labor se detuviera.
En esa misma audiencia ofrecieron sus testimonios, además, tres jóvenes venezolanos a los que de forma infame se les vinculó a esta causa, sin que hubiese razón alguna para hacerlo. Está claro que el objetivo de esa operación de violencia y venganza institucional es Javier. Sin embargo el día de su violenta detención, ocurrida en la sede de la Fiscalía Superior del Ministerio Público, en la ciudad de Coro, le acompañaban su hermano Rafael Tarazona Sánchez y el joven abogado falconiano Omar de Dios García, quien lo estaba asistiendo jurídicamente, de modo que insólitamente se le llevó a la cárcel por ejercer su profesión de abogado. El tercer declarante fue el funcionario de la Guardia Nacional Larry Osorio, cuya detención carece de lógica explicación.
Frente a la interrogante de la juez de si aceptaban los hechos y cargos imputados, Javier y sus compañeros de tragedia, rechazaron firmemente hacerlo. Toda una lección de dignidad, de entereza, de ética y de valentía. Inocentes como son, dispuestos a mostrar su verdad a nuestra sociedad, han rechazado el recurrente planteamiento de aceptar dichos cargos para resolverles la situación de ciudadanos enjuiciados, y depositados en una pocilga que les ha servido de cárcel a Javier y a Osorio, pero que también la soportaron por tres meses Rafael y Omar de Dios.
Cuando recordamos el 75 aniversario de la adopción de la Declaración Universal de los DDHH, y celebramos ayer el día mundial de los Derechos Humanos, no puedo menos que deplorar la triste situación de violación permanente, sistemática y con patrones constantes, de los derechos fundamentales de la persona humana en nuestra patria, por parte de un régimen político que se vendió como humanista y que ha terminado siendo un sistema vengador, violento, cargado de odio, promotor de muerte y de violencia.
Esta tragedia que apreciamos todos los días, y que el caso Tarazona nos lo hace presente, nos convoca a la unidad nacional y a la lucha ciudadanía con el fin de rescatar la paz, la convivencia civilizada y la plena vigencia de los derechos del hombre. A esos objetivos consagramos nuestras luchas de estos tiempos.