La revista Forbes publicó una exclusiva sobre la aparente visita de una delegación de empresarios estadounidenses a Venezuela, cuyo interés se orienta hacia el negocio de los hidrocarburos. Según dicho canal, también formaba parte de ese grupo el conocido empresario Harry Sargeant III, quien desde junio de 2023 figuraba en los tabloides por firmar un acuerdo de cinco años con propietarios de la refinería di Kòrsou (RdK, por sus siglas en inglés) en Curaçao para la producción y exportación de asfalto.
Pero esa refinería únicamente tiene sentido si el petróleo crudo a procesar es el que proviene de Venezuela, debido a que ese ha sido su objetivo original desde su construcción en 1915 por la antigua Royal Dutch Shell, que al encontrar petróleo en las costas venezolanas decidió instalar tal infraestructura en la isla a los fines de distribuir las ventas de asfalto a los socios cercanos.
Conocedor del negocio, Sargeant dijo en una entrevista que «Venezuela tiene el mejor petróleo del mundo para la producción de asfalto» y, en adelante, formalizó la solicitud a la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos para adquirir una licencia que pudiera permitir la compra del petróleo venezolano sancionado, precisamente para hacer valer lo invertido en la refinería, considerando criterios básicos de reservas disponibles y precisadas y, a la vez, los tiempos mínimos en transporte entre una costa y otra.
Como Sargeant, otros empresarios vieron la luz al final del túnel con la, hasta ahora, última tanda de licencias emitidas por la OFAC en octubre de 2023, que incluía la Licencia General 44, la cual establece la producción, comercio, inversiones y pagos relacionados con las operaciones petroleras y gasíferas hechas en territorio venezolano, con lo cual se despejaban algunos obstáculos dentro del sistema sancionatorio impuesto al sector energético de Venezuela.
A partir de allí, acuerdos con Maurel & Prom, Shell junto al gobierno trinitense, la canadiense New Stratus Energy, RdK y actualmente con Pemex, son algunos de los avances que empiezan a asomarse luego de esas exenciones estadounidenses, evidencias claras de la necesidad y urgencia.
Estos nuevos movimientos alrededor de los recursos energéticos de Venezuela se deben al impacto que ha recibido el comercio energético global en los últimos años, en medio de las distintas tensiones geopolíticas al otro lado del Atlántico, sea la crisis ucraniana, como el genocidio israelí sobre Palestina.
A ese gran contexto se agregan factores dentro de las entrañas de Estados Unidos que deben ser resueltos para prevenir escenarios complicados que impacten la seguridad energética de ese país. Desde 2023 portales como el Financial Times, el Wall Street Journal y Bloomberg afirmaban que el «boom del shale» en Estados Unidos está mostrando signos de alcanzar su punto máximo, con evidencia de que las empresas han perforado gran parte de sus mejores pozos y esto, por supuesto, frena el crecimiento.
No obstante, desde Misión Verdad publicamos en 2022 una alerta poco común en el sector, pues se hizo una venta de 238 millones de dólares en acciones y también de bonos a las flamantes empresas del shale estadounidense, como Chesapeake Energy Corp, Pioneer Natural Resources y Hess, acción que generó un clima de desinversión que podría tener implicaciones significativas para la producción de ese tipo de hidrocarburos porque, sin capital de inversión, los índices de producción futura se ponen en riesgo.
Por otro lado, disminuyeron los niveles de la Reserva Estratégica de Petróleo (SPR, por sus siglas en inglés), llegaron a igualar niveles de la década de 1980, es decir, el pico más alto se registró en agosto de 2011 con 726 mil barriles almacenados, mientras que para mediados de 2023 el nivel llegó a 366 mil barriles, más de la mitad extraída. Frente a esto, el Departamento de Energía de Estados Unidos ha anunciado la recarga paulatina de la SPR que, de manera ostensible en un corto plazo, no llegarán a los niveles de hace diez años, pero en pleno año electoral les podría permitir contener alguna repentina subida en los precios de combustible que sería perjudicial para los actuales inquilinos de la Casa Blanca.
En definitiva, Venezuela es un actor clave en la seguridad energética futura de Estados Unidos y el mundo, y así lo confirmaba hace un par de años la Oficina de Rendición de Cuentas del gobierno de los Estados Unidos (GAO, por sus siglas en inglés) cuando determinó que las refinerías de la costa del golfo de México de Estados Unidos se afectaron por las sanciones porque son refinerías hechas para procesar crudo venezolano.
Y antes de este informe, ya la American Fuel & Petrochemical Manufacturers expresaba al entonces presidente Donald Trump su preocupación sobre dichas medidas aplicadas a la industria energética venezolana: «Considere el impacto que tendrán las sanciones sectoriales en las empresas y consumidores estadounidenses. Las sanciones al sector energético de Venezuela probablemente perjudicarán a las empresas y consumidores estadounidenses». Agregaron otros argumentos:
- El crudo venezolano abasteció más de 20 refinerías estadounidenses diferentes ubicadas principalmente a lo largo de Estados Unidos.
- Las refinerías a lo largo de la costa del golfo de México han realizado importantes inversiones para procesar crudo pesado, particularmente para refinar el crudo venezolano.
- Las refinerías estadounidenses del golfo de México no cuentan con fuentes alternativas de suministro adecuadas o con las ventajas en proximidad que ofrece Venezuela.
Estas razones también las enfatizó, a finales del año pasado, el subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Brian Nichols:
«Estados Unidos ha sido el socio principal de Venezuela en el sector energético, el comercio está pasando al sector formal. Es mejor para los consumidores estadounidenses porque se reciben productos que necesitamos. La producción se ha reorientado hacia Estados Unidos, es interesante cómo se ha desarrollado esto«.
Venezuela ya cuenta con la infraestructura para impulsar la cadena de valor de ese recurso, lo cual facilitaría la ejecución de las actividades propias asociadas a la industria puesto que en la actualidad el ecosistema del gran empresariado petrolero no está contemplando empezar desde cero a ensamblar infraestructuras de esta naturaleza debido a las exorbitantes inversiones que tendrían que programar.
A Estados Unidos se le ha hecho oportuno hacer una tregua con Venezuela para poder contener los coletazos generados por los conflictos en las otras regiones con recursos. Reinsertar el petróleo venezolano en el mercado global es crucial en esos términos porque se cuenta con la disponibilidad de vastas reservas con vistas a amplios periodos.
Desde la perspectiva venezolana, las licencias dan un respiro y generan las acciones materiales para encaminar las estrategias de aumento de la producción de petróleo que conducirán a acelerar las exportaciones del hidrocarburo, y así aumentar los ingresos del Estado.