23 ENERO, 2024
En días pasados hubo elecciones regionales para elegir el gobierno de Taiwán, isla, provincia o territorio chino. No cabe duda de que esas elecciones eran importantes tanto por la importancia actual de esa estratégica isla que es Taiwán (o Formosa, su otro nombre histórico) como también y sobre todo por ser parte importante de la República de China, que es hoy en todos los terrenos, políticos, económicos, científicos y militares, potencia de primer plano en el conflictivo y tenso mundo actual, en el que propone multipolaridad y paz. Eso implicaba, por supuesto que, como lo hicieron, los grandes medios dedicaran suficiente espacio y tiempo a cubrir el desarrollo de esas elecciones y a informar al mundo acerca de sus resultados. Y es que como elecciones eran mucho más. En realidad, eran un duelo anunciado y sin sorpresas previsibles entre el gobierno de China, que tenía todo el derecho a estar presente, y que se mantuvo a distancia, y el entrometido de siempre, que sin derecho se metió de lleno en ellas, hablo de esa plaga planetaria que es el Imperio decadente y ya casi ruinoso de Estados Unidos, dedicado a provocar por doquier conflictos y guerras sanguinarias que le den beneficios militares y que alimenten su insaciable sed de sangre y de dominio.
Sí, Taiwán es china, como he dicho. Pero no siempre ha sido así. Y ese no es ni ha sido solo el caso de Taiwán. Es que, viéndolo a largo plazo, la Historia nos ha mostrado que no es extraño que las islas muy cercanas a continentes o a países continentales grandes, cambien de dueño. Un país vecino más poderoso despoja a su vecino de esa isla, o uno
mayor y más rico despoja a dos vecinos de varias de sus islas. Los ejemplos sobran y el más famoso es el de Córcega. En 1769, Francia, país no cercano de Córcega, isla en cambio vecina y casi pegada de Italia, despoja a ésta de Córcega y por mera casualidad según unos, o por el destino según otros, Napoleón Bonaparte nace francés y no italiano, pudiendo luego o ser el gran líder de la Revolución francesa.
Taiwán no es excepción y ha tenido como dueños además de China a varios países grandes, incluyendo colonialistas como Portugal, que la llamó Formosa, y Holanda, que fue su dueña por casi un siglo. Pero lo cierto, lo que cuenta es que Taiwán es territorio insular chino desde el siglo XVII, algo reconocido por sus vecinos y hasta por países colonialistas europeos como la ladrona y pirata Inglaterra, la misma que la despojó de Hong Kong con las criminales Guerras del Opio. Solo Japón, país racista y militarista, atacó a China en 1895 y se apoderó de Taiwán manteniendo ese dominio, rechazado por casi todo el mundo, hasta 1945, cuando después de las dos bombas yankees se rindió y pasó a ser dócil siervo de Estados Unidos, lo que sigue siendo hasta hoy. Así que Taiwán es china y paradójicamente Estados Unidos así lo reconoce. Pero este mantiene un ambiguo juego con el que intenta enrevesarlo todo aceptando y negando al mismo tiempo la actual pertenencia de Taiwán a China.
En cuanto a la elección propiamente dicha, más allá de las palabras de los líderes de los partidos no parece haber ningún cambio importante en cuanto al cuadro de las relaciones entre Taiwán y la China continental.
Los partidos competidores en la elección son, en general, los mismos de las últimas elecciones, en particular los dos primeros. El partido ganador, igual que en esas veces anteriores, es el PPD o Partido popular democrático, que es un partido de derecha abiertamente identificado con Estados Unidos, y que, para entregar toda China a éste, promueve la separación de Taiwán de China, aunque por lo pronto su idea proclamada es mantener una relación con la China continental que sea más beneficiosa para la isla. El PPD ganó la elección con el 40% de los votos. El partido que llega en segundo lugar es el Kuomintang, heredero del viejo partido de Chiang Kai shek, pero que con el paso de los años ha ido rompiendo con esa herencia para convertirse en un partido progresista y nacionalista cuya propuesta actual es la unificación con China, también sobre la base de condiciones más favorables a los isleños taiwaneses en esa unificación. El Kuomitang obtuvo el 33% de los votos, quedando bastante cerca del PPD, el cual ha sido acusado en forma reiterada de ineficiente y de corrupto. El tercer partido es el PPT o Partido popular de Taipei, que obtuvo el 26% de los votos, y cuyo líder es el actual alcalde de Taipei. El PPT y el Kuomintang estuvieron examinando poco antes de la elección la posibilidad de ir juntos como aliados a ella. Faltó precisar algunas cosas y la alianza no terminó de materializarse, pero queda claro que sumando las cifras de votos obtenidos por ambos esa unión habría ganado con clara ventaja esas elecciones, para disgusto de Estados Unidos.
Los analistas serios coinciden en que ningún partido, por crítico que sea su lenguaje, puede funcionar como poder real sin antes llegar a un serio acuerdo o a una clara relación en lo tocante a cercamiento con la China continental. Elemento central para evaluar la elección y calibrar los resultados electorales es que más allá del lenguaje escandaloso del PPD, que recibe dinero de Estados Unidos y proclama su alianza con éste, ninguno de los tres partidos y mucho menos el poderoso Partido comunista de China podría tener interés en un absurdo enfrentamiento militar que sin duda ganaría China, pero a un alto costo político, económico y humano. Y todos saben que eso es lo que quiere Estados Unidos provocando a diario a China con su desgastada visión imperialista y su usual y criminal irresponsabilidad, interviniendo en su política interna y provocando conflictos regionales de corte militar, cualquiera de los cuales podría ser el punto de partida de un conflicto mayor, quizá mundial.
La gran prensa, como siempre al servicio del imperio yankee, magnifica este cuadro de conflictos y calumnia a China de militarista para justificar la intervención diaria de Estados Unidos. Pero los estudiosos confiables por su información y seriedad insisten en que el tema principal que aquí cuenta, tanto para los taiwaneses como para los chinos continentales, es que a fin de cuentas son hermanos y que lo que priva en unos y otros es que quieren el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de todos y todas. Y justamente China ha estado mejorando esas condiciones y beneficiando a los taiwaneses en sus relaciones con la China continental y en su integración a ella, por lo que esa cifra se ha incrementado en estos años y sigue aumentando, lo que no deja de ser un muy buen signo para la buscada unidad.
De modo que, como siempre en casos como este, el eje de la crisis y de las provocaciones que quieren acentuarla es el claro objetivo de Estados Unidos, que quiere provocar la guerra, y China tiene absoluta claridad acerca de cómo enfrentar esa amenaza. Pero además China sabe también que la crisis de Estados Unidos y su decadencia son imparables, de modo que, con su vieja sabiduría, tiene claro que el tiempo, que no va a sr uy muy largo, debe facilitar una unión entre Taiwán y la China continental beneficiosa para ambas. A propósito de ello recuerdo que hace ya unos años, en una reunión en Alaska entre el secretario de estado de Estados unidos y el canciller chino, el yanki intentó con su usual arrogancia amenazar a China, y el canciller chino le respondió con mucha calma: “En los últimos 5.000 años hemos enfrentado problemas similares, pero con calma los hemos resuelto todos”. Lo de la sabia paciencia china no es ningún mito. Y en este caso de espera, no se trata de milenios, y ni siquiera de siglos, sino apenas de unos pocos años, de modo que en cosa de cinco o diez de ellos hay alta probabilidad de que Estados Unidos, al que ya nadie respeta, nada pueda hacer para imponer ni siquiera su lenguaje prepotente, que será simple motivo de burla y de desprecio. Así que, para China, además de estar lista como está para enfrentar a Estados Unidos, lo que se requiere es paciencia, mucha paciencia, y nunca estaría de más añadir también alguna salivita.