Venezuela: metas de EEUU en 2024

LEOPOLDO PUCHI

Este viraje se ha desarrollado en un contexto geopolítico mundial en el que el liderazgo unipolar de Estados Unidos ha perdido fuerza

El 2024 hereda un prologado enfrentamiento entre el Estado venezolano y el estadounidense, una disputa que no ha podido resolverse a pesar de los notables avances realizados el año anterior en la búsqueda de una solución.

El conflicto se hizo visible en el año 2015, cuando Venezuela fue calificada como una amenaza para la seguridad de Estados Unidos. Desde entonces, las tensiones estuvieron en constante aumento y llegaron a su punto más álgido en 2019, durante la presidencia de Donald Trump. Fue en ese momento cuando Washington tomó medidas directas de gran envergadura con el objetivo de derrocar al gobierno venezolano.

VIRAJE

Sin embargo, esta tentativa no tuvo éxito, lo que llevó al nuevo presidente, Joe Biden, a reformular la estrategia y reducir la intensidad de las acciones, especialmente en el ámbito petrolero. En medio de la crisis en Ucrania, se impulsó la búsqueda de acuerdos con Venezuela para asegurar los suministros globales de hidrocarburos.

Este viraje se ha desarrollado en un contexto geopolítico mundial en el que el liderazgo unipolar de Estados Unidos ha perdido fuerza, a pesar de seguir siendo la única superpotencia. Nos encontramos en un escenario de multipolaridad, mucho más complejo que los esquemas de la Guerra Fría o el orden unipolar.

META 2024

El objetivo estratégico de Washington en su confrontación con Venezuela es lograr la reinserción plena del país en su dispositivo geopolítico. No obstante, ¿cuáles son las metas a corto plazo para el 2024?

Aunque los planes de la Casa Blanca no se han hecho públicos, la definición de objetivos relacionados con Venezuela está determinada por varios factores, como el complicado panorama de la geopolítica global, los intereses en el sector petrolero, la valoración de las capacidades reales de las fuerzas internas afines a Estados Unidos y las pugnas en la contienda electoral estadounidense.

ENGATUSAMIENTO

Algunos analistas consideran que la administración Biden se ha propuesto alcanzar el objetivo estratégico este mismo año, por medio de una derrota electoral del sector gubernamental en las elecciones presidenciales. El Washington Post ha denominado este enfoque como la estrategia del “engatusamiento”, que consiste en llevar gradualmente al oficialismo a un proceso electoral en el que se produzca una ruptura.

De este modo, tendría lugar una suerte de “derrocamiento pacífico” que desmontaría por completo el sistema político actual. Esto llevaría a la reincorporación de Venezuela en la órbita estadounidense y abriría paso a una nueva hegemonía política y social.

TREGUA POLÍTICA

Ahora bien, ni las coordenadas del contexto internacional, ni las potencialidades de la oposición ni los intereses petrolero parecen indicar que la política estadounidense apunte en esa dirección. Un cambio brusco de tal magnitud sería un factor de inestabilidad difícil de manejar.

Por esta razón, es más probable que la meta de Washington para este año sea establecer una pausa que permita fortalecer ciertos acuerdos de coexistencia y colaboración. En estos acuerdos, Venezuela funcionaría como un proveedor confiable de petróleo y reafirmaría su compromiso de no beligerancia en los conflictos de Europa y el Medio Oriente. A su vez, Estados Unidos aceptaría temporalmente una política internacional venezolana no alineada, con lazos con Rusia, Irán y China, y se comprometería a no intervenir directamente para un cambio forzado de gobierno.

ELECCIONES

En este esquema, que representa una suerte de tratado de convivencia entre los dos países, se plantean dos posibles desarrollos de las elecciones: la continuidad del sector gubernamental en el poder o la alternancia con unas fuerzas políticas de oposición compatibles con el proyecto de “armisticio político” de ambas naciones.

Sin embargo, este escenario enfrenta diversas dificultades. Una de ellas es la debilidad de los factores internos de oposición que no son “rupturistas”. Además, la Casa Blanca se ve limitada al no poder comprometerse más allá del presente año, debido a las elecciones en Estados Unidos en noviembre. El destino de Biden es incierto, lo que genera dudas sobre el cumplimiento futuro por Washington de los acuerdos que se puedan suscribir.

A pesar de estas dificultades de la Casa Blanca para implementar sus objetivos para el 2024, es probable que se mantenga esta línea, lo que implica que se avance en las negociaciones. No parece realista que Washington cambie de una meta moderada hacia objetivos electorales de ruptura.